Por: Fernando D´Addario
La Policía de la Ciudad tiene estética nueva pero políticas viejas |
–¿Qué estabas hablando con el negro?
–Le pregunté qué había pasado.
–¿Querías comprarle drogas?
–Soy periodista y quería saber por qué había sufrido ese incidente con ustedes.
–Ahora nos vas a contestar vos a nosotros. A ver, documentos, ¿qué tenés en la mochila? ¿de dónde venís? ¿a dónde vas? (se superponían las voces de los dos canas, evidentemente les había molestado más mi condición de testigo incómodo que la propia situación del negro).
–Estoy yendo a trabajar a PáginaI12, acá, a treinta metros. Trabajo de periodista, así que aprovecho para preguntarles, entonces, ¿por qué lo revisaron al muchacho? ¿Había alguna denuncia? ¿Tenían alguna sospecha?
–Lo revisamos porque en esta plaza venden drogas. ¿No sabías vos, que sos periodista?
–No sabía. ¿Pero por qué lo revisaron a él? ¿Tenían algún dato?
–Lo revisamos a él como ahora te revisamos a vos. Para nosotros todos pueden ser sospechosos, porque andamos por la calle todo el día, ¿viste? Y no andamos al pedo, ¿sabés? Si paramos a alguien es porque pensamos que puede...
A todo esto se acercaron unos compañeros del diario, a los que agradezco (Lucía, Alfredo y Tomás) porque vieron que algo no andaba bien y se quedaron. Los canas comprendieron que la cosa también se les empezaba a complicar a ellos y ya no sabían cómo desandar el camino.
–Ahora ya estás identificado, te podés ir.
–Sigo sin entender el criterio que utilizan para parar a alguien.
Mis compañeros me miraron con cara de “dale, vamos, volvamos al diario”. Y nos fuimos.
No pasó nada. No murió nadie, no hubo lastimados, ninguno fue preso. Fue la sospecha, nomás, que ya forma parte del paisaje.
Foto: Sandra Cartasso
Fuente: Diario PáginaI12