Entrevistar a Hugo Guerrero Marthineitz era casi una cruzada. Sobrador, astuto, cínico, inteligente, irónico y sutil, sus contragolpes diálecticos penetraban como estiletazos. No dejaba pasar una y poner en aprietos en más de una ocasión.
Cautivó a la audiencia leyendo desde Ray Bradbury hasta capítulos diarios de la biografía de Greta Garbo y cuentos de Borges, realizó entrevistas de más de 20 minutos, utilizó los silencios -considerados herejes en la radio- y fue el primero en poner en el aire los mensajes de los oyentes e incluso de contestadores telefónicos.
Fue el creador de "El club de los discómanos", "Splendid Show" y "El show del minuto". Pero su carrera tuvo un desarrollo intermitente. Precisamente por ese pensamiento, expresado siempre en voz alta y sin eufemismos, es que sus ciclos -muy exitosos- fueron alternativamente censurados, prohibidos, suspendidos, levantados, tanto por gobiernos militares como democráticos, por directivos de emisoras estatales y privadas.
"Fui acusado de jesuita, masón, militarista, marxista y hombre de la CIA, según los años y las costumbres", dice con franca ironía y estentórea risa, casi tan popular como sus frases "Otro más que clavó la sintonía en este punto del dial" y "Hasta mañana si Dios y los autobuses lo permiten".
"Ejercí esta profesión de la única manera que conozco: despreocupándome del éxito y pensando en el trabajo -cuenta el locutor-. Fui el primero en la Argentina en tener su propio equipo de grabación, poseo una buena discoteca con material comprado con mi dinero, nunca recibí un disco de una grabadora ni acepté regalos por ningún concepto. Cuando intentaron hacerlo, lo hice público y esas circunstancias tuvieron un alto costo en mi vida."
Acorralado económicamente, a fines de octubre pasado sacó un conejo de la galera. "Se me ocurrió ir a domicilios particulares a leer y a conversar con familias o individuos, a cambio de lo que ellos crean pertinente. Es como un programa de radio personal, en el que hablamos de lo que surja o lo que me pidan. Al final, me dan lo que pueden... 50, 100 o 200 pesos". Le contó a La Razón:
¿Le puedo preguntar por qué...?
Interrumpe, Guerrero, casi con prepotencia. "¡Cómo que si le puedo preguntar! Usted tiene que preguntar lo que quiera, usted es el que manda. Usted es el cuarto poder.
¿Y qué es un periodista?
Eso... el cuarto poder. Es más importante que el entrevistado, sin duda.
(Con cierto temor) Luego de estar en la cresta de la ola, ¿por qué ahora está quebrado?
Estar en la cresta de la ola no significa tener dinero. El dinero está relacionado al éxito.
Usted fue exitoso...
Pero nunca millonario.
¿Lo asustó la difícil situación a la que llegó? Yo no conozco el miedo. Además, tengo claro que uno se va muriendo todos los días.
¿Tiene deudas?
Estuve muy endeudado, por eso debí vender mis propiedades...
Después de vivir con mucha comodidad, ¿su actualidad lo llevó a tener bajones?
Tengo una altísima valoración sobre mí. Y lo que piense el resto, me importa un bledo.
¿La vida fue justa con usted?
(Se ríe con ese tono peculiar). La vida es cariñosa, hiriente y asesina. En lo particular, hice lo que se me cantó, siempre...
¿Se siente solo?
Soy un tipo solitario, que es otra cosa. Yo disfruto pensar, leer, trabajar, gozo del silencio.
Las circunstancias de la vida, de su vida, le fueron coartando chances laborales. El dice que no tranza con el poder. "Tengo fama de ríspido, de pedante, porque no me junto con nadie. Simplemente no soy amigo del poder ni de los periodistas. El cholulismo no va conmigo. Ante todo, la seriedad. Tampoco me importa lo que digan, sé que muchos no me quieren".
Con esa voz gruesa, la dicción envidiable, una carcajada explosiva y un estilo periodístico que rompió moldes a partir de esos elocuentes silencios que amortiguaron tanta estridencia en el ambiente, el Negro Guerrero marcó un antes y un después, especialmente en la radio. "Yo digo las cosas como son, pongo límites, no me achico, quizás por eso me quedé sin trabajo".
Haciendo gala de su apellido, Guerrero es un hueso duro de roer: salió airoso de un cáncer, le hizo un corte de mangas a un ataque de divertículos, se mantiene erguido después de un accidente de tránsito y zafó de una operación de columna.
"No es cuetión de lugares, el tema es trabajar sin ser coimeado ni corrompido" dijo el día que le tocó trabajar en una FM.
Dicen los especialistas que usted marcó un punto de inflexión en el medio radial. ¿Esto lo enorgullece?
Qué pregunta es ésa... (Se ríe gozador). Mire, yo soy un loco de mierda que habla solo ante un micrófono. Fui y sigo siendo un mediocre que da examen todos los días.
Alicia Petti lo entrevistó para el diario La Nación:
¿De dónde surge ese caudal cultural y musical que lo distingue?
Le debo a mi madre el percibir que el autodidactismo existe. Ella era amante de la ópera, de la zarzuela, y de la misma manera en que me enseñó a leer y escribir, también educó mi oído. Entré al primario directamente en tercer grado y desde esos años se fue forjando la vocación. Sé que es un don de la naturaleza poseer una buena voz y por lo tanto me presenté a un concurso como cantor, pero desafinaba tanto que el director de Radio Central de Lima me permitió trabajar como operador técnico. No conforme con esa tarea me presenté en Radio Miraflores como locutor. Me aprobaron y así sucesivamente comencé a desarrollar actividades como relator y adaptador de cuentos. Hoy pienso que no sólo la voz es necesaria, sino también la intención de percatarse de que no existe el público oyente, sino una persona que oye lo que quiere oír.
Su nombre es sinónimo de radio. ¿Tiene una definición del medio?
Soy enemigo de las definiciones. La radio, que es industria, no debe tratar de desconectarse de quienes la oyen porque los productos que anuncian en general son masivos. Pero la radio y la TV no tienen por qué ser ejemplo de equilibrio y sensatez en un país que ha pasado tantas vicisitudes. Lo que hay que tener en cuenta es que, pese a todo lo acontecido, el argentino es más culto de lo que los medios audiovisuales creen. Ese público pide que lo traten de manera adulta. El populismo no es una ideología, es una práctica que la usaron los reyes y príncipes cuando tenían que rodearse con sus bufones. De mi padre, que era indio y hablaba muy poco, aprendí que en esta profesión se debe establecer la comunicatividad, que tiene que ver con el respeto pero más con el afecto y la amistad.
¿Cuáles son las cualidades que debe reunir un conductor?
Debe ser actor, poseer buen oído musical, muy buena dicción, saber algo de oratoria, porque la palabra es un arte, ser buen lector, escenográfo y director de cámara, porque si no el mensaje se distorsiona. Frente al micrófono hay que asumir una actitud frontal y cordial.
¿Y el uso de los silencios?
Cuando se lee un libro de un gran escritor como Shakespeare, Cervantes o los buenos contemporáneos, observamos que no hay párrafos largos. Son frases cortas, esclarecedoras, sin alardes de verborrea erudita. Los silencios los pone el lector atento. Si el orador ante su público no toma en cuenta el ritmo de la prosodia, se olvida de los silencios para la recapitulación inconsciente que después valora. Para eso están los silencios, los tonos y las sutilezas.
Un carácter fuerte Usted tiene fama de difícil...
Sí, por supuesto, no sólo en lo profesional, sino también con mis hijos y mis mujeres. Mi lema es: "No se debe aceptar jamás a alguien que no sepa más que tú para dirigirte. Ahora, si es capaz y tiene 15 años, respétalo como tu superior". El respeto es esencial. La autoridad que no respeta la crítica periodística es un censor irredimible. El periodismo que no se cuida de su propia obsecuencia atenta contra el periodismo. Yo he respetado, pero expresé a viva voz mi pensamiento. Hice público el regalo de una discográfica que me hacía llegar botellas de whisky importado (de contrabando), me enojé con Luis Sandrini y la productora de "La valija", al enterarme de que el film tenía dos finales (para el interior y la Capital), rechacé 20.000 dólares mensuales, y por cuestiones políticas recibí innumerables censuras... Cuando critiqué a López Rega porque empujaba en un acto público a Isabel Perón, intentando hacerla cambiar de opinión, recuerdo que la excusa fue: "Hugo, no podés seguir haciendo radio porque no tenés carnet de locutor". Lo pensé dos días, acepté el desafío y contesté: "Muy bien, pero rindo el examen ante los corresponsales extranjeros". Esa fue la constante de mi trayectoria, incluidas amenazas de muerte que exorcicé dando los detalles de mis hábitos cotidianos para que tuvieran el camino expedito.
¿Hoy sostiene alguna fórmula de trabajo?
Respeto por mí mismo. Ahínco en el trabajo para llegar y olvidarse de ser rico hasta el momento en que se pueda serlo. Nunca me creí el éxito. Yo ahora no escucho radio ni miro TV. Me hace feliz sentir que llegué en un momento de oscurantismo radial, en que locutores cultos se sometían a los dictados de los libretistas. Yo pude romper ese conjuro. Y me sigo sintiendo un modesto amante de la libertad.
Para el suplento de espectáculos de Clarín Hernán Firpo lo entrevistó en el 2007: "El atractivo de las ciudades es la ingratitud de la gente. No somos civilizados, somos humanos." Más tarde lo traducirá: "¿Sabes lo que es golpear todas las puertas y que no se abra ninguna?" Dirá que parte de su familia lo ayuda con los gastos de la prepaga. Y dirá: "Cuando a uno le agarra delgadez espiritual, el golpe de lo cotidiano se presenta cruel. (...) Se me ocurrió esto de ir a domicilio y de pronto me pagaron 500 pesos. ¡500 pesos! Hacía un año que no veía toda esa plata junta.
¿Es lo que cobra?
No tengo precio ni tema. Lo que se le antoje al anfitrión. Pero este momento es el mejor momento de mi vida: hablar directamente con un ser humano es valioso.
Suena a cierta satisfacción masoquista por la supervivencia.
Borges tuvo que luchar, Cortázar lo mismo. La felicidad no existe... Hay que sobrevivir... ¿Vos no comprarías un CD con uno o dos cuentos leídos por mí?
Que haya mejorado el promedio de vida tiene contras: no es justo que a su edad uno tenga que seguir haciendo planes, ¿no es cierto?
¿Por qué no? Cuando uno cree que debe recibir respuestas de los poderosos para luchar por la vida no va a tener otra que luchar por la vida. Se nace para morir.
Y un día le va a tocar a usted, y en los medios escribirán: "Se fue el hombre que revolucionó la radiofonía."
Lo único que hice fue nacer y crecer en el Perú con nuestras costumbres. ¡¿Pero qué se ha creído éste?! Y en el micrófono se lo dices al general que te va a mandar preso... En la Argentina nos borramos. El temor es a perder el automóvil y el departamentito... ¡¿Negro pelotudo quién te ha dicho que tenés que tener departamento y auto?! A mí todos los gobiernos me levantaron, todos. La Argentina no supo de democracias. Una democracia se debe cultivar, no aparece de la noche a la mañana.
Nunca tuvimos tantos años seguidos de democracia.
La Argentina tiene democracia, pero nunca hubo aspiración democrática en ninguno de los gobiernos que tuvieron la oportunidad de hacerlo. Al argentino lo caracteriza la desunión. Son años de ineptitud.
¿Y por qué no se fue?
Por un par de tetas... Por varios, aj, aj, aj (porque esta risa no es ja-ja-ja). Mira: yo no vine a la Argentina a vivir de la Argentina, sino a vivir en la Argentina. Y nunca me fue bien.
Al menos económicamente, leí que en una época llegó a ganar 20 mil dólares por mes...
Y renuncié dos veces a esa plata. ¿Por qué no dices que en los años de Alfonsín llegué a trabajar gratis?
Cuando usted hacía "A solas", la gente se quedaba hasta tarde viendo esa clase de entrevistas intimistas. Años más tarde, el público se desveló con Tinelli. ¿Qué cambió en el público?
Yo no podría decir que cambió el público. Cambian los tiempos, el modo de consumo se globaliza y tú no puedes quedarte reflexionando sobre los medios...
Los medios que, encima, son una constante exaltación a la juventud. ¿Se siente viejo?
No creo en nada de eso que estás diciendo. Creo en la evolución constante. Si sigues creyendo que las cosas tienen que ser como hace 30 años, fracasas.
¿Entonces, el público evolucionó?
¡Eso! ¡Perfecto! El pueblo no es imbécil. Si no marchas al ritmo de los cambios, te quedas.
Insisto, ¿no está hablando de su propia experiencia?
Yo no soy una empresa. Soy un individuo que piensa... pero ojo, no sé si existo.
Mira, te cuento una historia: cuando me levantaron un programa por no tener el carné de locutor, después de estar 20 años en la Argentina, le propuse a las autoridades hacer el examen con los corresponsales extranjeros presentes. Se olvidaron de todo.
Sí, lo leí haciendo archivo. Lo contó, mínimo, en cuatro o cinco notas.
Ya, puta... Lo sabías.
Ahora que está afuera de los grandes medios, ¿cree que hizo escuela?
No estoy afuera porque nunca estuve adentro.
Eso es Narosky
Narosky saca cosas de por ahí...
Usted tiene una frase: "Nunca aceptes un trabajo cuyo jefe sepa menos que tú". Eso lo vuelve insufrible, puede ser uno de los motivos por lo que se le cierran las puertas..
A mí no se me cierran puertas.
Hugo, empezamos la charla hablando de eso... Dele, ábranos su corazón.
Esta bien, padre, jiji, aj aj. (y por fin llega el silencio. Uno de esos silencios insuperables. Contamos: uno, dos, tres... llegamos a 35).