Por: Santiago Escobar*
Imprevisto, rápido y seco, como el golpe de conejo que aplican los karatecas, fue el acto de venta de Canal 13 al Grupo Luksic. Ejecutado fríamente por el Cardenal Francisco Javier Errázuriz remeció, de manera sorda, el escenario del poder político chileno, cerrando un ciclo de 50 años de un medio de comunicación que estuvo en el centro de la historia política nacional.
Los motivos económicos: alta deuda financiera y baja capacidad de competir en un mercado en plena transición tecnológica, le dan racionalidad indiscutible a la decisión. Sobre todo si alivia la gestión de otro pilar de la Iglesia, la Universidad Católica, la que veía comprometido su patrimonio por el desastre financiero de la estación.
Pero más allá de sus evidentes impactos de mercado, entre ellos el que le genera al valor de venta del canal del Presidente, Chilevisión, el hecho genera otros eventuales de carácter político, simbólico y cultural, pues no se trata de la enajenación de un bien común y corriente.
Canal 13 es un bien pontificio, es decir ese núcleo de bienes cuyo destino se maneja con suma diligencia, por lo que su venta supone procedimientos de autorización o consulta de cierta complejidad y prolongados en el tiempo.
En este caso, las negociaciones se mantuvieron en el más riguroso hermetismo, y se concretaron como un golpe noticioso para todo el mundo. Incluidos parte importante de los círculos internos del propio canal. El rumor o el trascendido, mecanismos tan recurridos en el opaco ambiente político chileno, esta vez quedaron absolutamente fuera de foco.
Pero quizás si el impacto velado que debiera adquirir mayor nitidez hacia el futuro, es el carácter social y mediático de la alianza que se abre entre el Grupo Luksic y la Iglesia Católica. Y, tal vez, cómo se desarrolla y repercute en el escenario de poder político del país.
Andrónico Luksic, quien suscribió el compromiso con la Iglesia Católica, es un miembro activo de clubes globales muy diversos, bastante transversal en su sociabilidad política y empresarial, sin perjuicio de cumplir con el perfil valórico que requiere un socio de la Iglesia Católica en un emprendimiento como es un canal de TV.
El mayor de los hermanos Luksic es miembro del Business Advisory Council de la APEC, donde fue confirmado este año por el Presidente Piñera; miembro del International Business Leaders Advisory Council del Alcalde de Shangai, miembro del Consejo Asesor del Canal de Panamá y del Consejo Asesor Internacional del Presidente del Council of Americas, entre otros. Y siempre ha encabezado las acciones de responsabilidad social empresarial del Grupo, como las Fundaciones Educacional Oportunidad y Amparo y Justicia, en las que comparte directorio, con el Vice Canciller de la UC y arzobispo auxiliar de Santiago, Andrés Arteaga. Todo ello fuera de deporte de alta montaña y trabajo netamente empresarial.
En ese perfil, es posible concluir que los beneficios mutuos van más allá del negocio. La Iglesia Católica gana tranquilidad económica perdiendo parte de su influencia mediática directa, pero consigue un socio a quien conoce y en quien confía, y con quien puede dialogar la dimensión valórica de las adaptaciones a mercado que inevitablemente experimentará el Canal.
Por su parte, Andrónico Luksic obtiene el soporte – al menos nominal- de un aliado de enorme poder económico y simbólico en su dimensión global. Para una eventual estrategia, nacional o global, abre un canal directo a todos los pasillos de la influencia en el mundo de la mano de uno de los principales poderes culturales de Occidente.
Cuánto influirán estos hechos en el escenario político nacional no es fácil de predecir. En primer lugar porque no se sabe cual es la estrategia del Grupo, ni todavía está suficientemente claro si predomina una decisión personal de Andrónico Luksic o es una decisión corporativa global. Tampoco quienes salieron amenazados por el hecho, si gremialistas, conservadores o emergentes.
Tampoco está claro pues siendo el mercado televiso estrecho e inmóvil, muy similar al político, que está varado en lo binominal, todo se diluye en redes sociales que, merced a paradigmas añejos, manejan cosas ajenas como propias e impiden la confrontación real de ideas. El cambio de propietario en el Canal 13 traerá, inevitablemente un cambio radical en este aspecto. Y también en lo programático porque Canal 13 debía hasta ahora expresar en su política editorial, según lo señala su misión, el pensamiento político y social de la Iglesia Católica, lo que podía significar muchas cosas, pero ahora una sola: poner las cifras rojas en azules.
Se han escrito miles de tesis sobre la importancia política de la TV desde que el año 1960 John Kennedy venciera a Richard Nixon en la contienda presidencial, favorecido por los resultados de una serie de cuatro debates televisivos. Ello nunca ha sido procesado en Chile. Durante cuatro campañas presidenciales los ciudadanos han debido soportar unos debates entre candidatos con poca o ninguna libertad periodística. Aún no entran directamente las campañas de salud pública en materia de sexualidad.
El poder social incontrarrestable de la televisión en un país se puede advertir en hechos como lo ocurrido la noche del Plebiscito de octubre de 1988, cuando el general ® Fernando Matthei, precisamente a Canal 13, reconoció el triunfo del No.
Ese valor se llama influencia y estará siempre en disputa. Es uno de los componentes fundamentales del peso económico y financiero de un medio de comunicación. Si es efectivo que una empresa vale un quinto por sus activos tangibles y el resto por los intangibles, es evidente que Canal 13 se encontraba en reversa y descapitalización, y perdiendo influencia. El golpe de conejo del Cardenal Errázuriz apunta a revertir esa situación.
*Santiago Escobar es Abogado y Cientista Político
En la foto: el rector Ignacio Sánchez y Andrónico Luksic, Gentileza: Pontificia Universidad Católica de Chile
Duro cuestionamiento de trabajadores de Canal 13 al rector de la UC
La reciente adquisición de la estación televisiva del angelito causó revuelo no sólo en el mundo de la farándula, sino que también en el político, sumándose ahora la opinión del sindicato interno que rechaza la forma en cómo la Universidad y Iglesia Católica llevó a cabo las negociaciones y las implicancias que tendrá, colocando en duda la libertad de información que es sostén de una sociedad democrática.
Por: Hans Hansen
La sorpresiva compra de los dos tercios de Canal 13 por parte del grupo Luksic significa dineros frescos para salvar la alicaída situación del medio católico, pero otra visión tiene el Sindicato Nacional de Trabajadores de la estación, quienes cuestionan el secretismo con el cual se hizo la negociación y la independencia con la que se actuará a futuro.
En una declaración de cuatro carillas, el sindicato critica duramente la palabra empeñada por el rector de la Universidad Católica, Ignacio Sánchez, debido a que cuando asumió el cargo le reiteró a los trabajadores que el canal no se vendía ni se privatizaba.
Sin embargo, aclaran que “en un marco de secretismo, sin información a nadie, citando en el último momento al Consejo Superior de la Universidad, hace exactamente todo lo contrario. Una persona honorable así como una autoridad puede cambiar de opinión, pero cuando ello ocurra tiene el deber de transparencia, de explicar las razones de su cambio de pensamiento y de su actuar en consecuencia”.
“Nada de ello ha ocurrido, simplemente se traicionó la palabra empeñada, balbuceando una justificación que de nueva no tiene nada como los cambios tecnológicos en la industria televisiva. Un rector de una universidad católica, vinculada directamente con la Santa Sede, no tiene derecho de actuar así. Se ha faltado el respeto a sí mismo como a la dignidad del cargo que ejerce desde hace cinco meses”, precisa.
El sindicato señala que “nos sentimos profundamente defraudados porque el señor Recto don Ignacio Sánchez, recién electo y asumido en el cargo en marzo de este año 2010, se comprometió públicamente hacer los esfuerzos necesarios para resolver la crisis financiera y de gestión que es de responsabilidad exclusiva de la dirección de la propia Universidad, que ha designado a ejecutivos y directivos con criterios mercantilistas, que han llevado progresivamente a nuestro canal a una crisis financiera y caída en la teleaudiencia”.
Venta inconsulta y a un precio vil
Además, los trabajadores señalan que los US$55 millones que desembolsó el grupo Luksic servirán para pagar el pasivo existente, por lo que no quedará recursos frescos para la nueva sociedad que se pretende construir.
“La verdad es que el Canal 13 se ha vendido a un precio vil, causando una lesión enorme a la Universidad. No sólo se vendió de manera secreta, obscura, sin transparencia alguna, basados, al parecer, únicamente en los últimos resultados financieros, no dándoles valor ninguno, simplemente cero, al valor intangible más preciado en el mercado como lo es la marca. Si entramos en la lógica mercantil, creemos que este canal vale varias veces el precio que se ha ofrecido pagar”, sostiene el comunicado.
Los recurrentes señalan que la decisión debió haberse informado no sólo de manera previa, sino que de “haberse aprobado tal curso de acción por el Consejo Superior de la Universidad, se debiesen haber definidos bases objetivas de licitación y sobre esa base hacer una propuesta pública”.
“Los responsables de este hecho optaron por el peor de los caminos, la negociación secreta y oculta, obteniéndose así el peor de los resultados, un precio vil, a todas luces muy inferior al real”, agrega.
Cardenal Errázuriz en tela de juicio
El sindicato de trabajadores de Canal 13 también lamentan que en las negociaciones haya estado el cardenal Francisco Javier Errázuriz, a tres meses de dejar sus responsabilidades en la Iglesia.
“El canal es de la Universidad Católica y ésta del Vaticano. Pero fue el pueblo de Chile, a través de una ley, que le dio graciosamente a la Universidad esta concesión televisiva. Una decisión de tan gran trascendencia no sólo debiese haber sido consultada y aprobada por la Santa Sede, sino también por toda la Iglesia chilena”, menciona el texto.
En tal sentido, la declaración afirma que al ser un bien que le pertenece a todos los chilenos, la decisión sobre el futuro de la estación no le puede corresponder a una sola persona “aunque tenga la investidura de Gran Canciller”.
Libertad de expresión
Explican que el país le entregó a las universidades las concesiones televisivas a través de corporaciones que no persiguen fines de lucro, debido a que son fuentes de cultura y del pluralismo que demanda una sociedad.
“Hoy la Universidad Católica pretende entregar a un grupo económico el control de este medio televisivo. Ayer, lo hizo la Universidad de Chile. ¿En qué va a quedar la libertad de prensa, la libertad de información, la libertad de opinión, pilares en el funcionamiento de una sociedad realmente democrática cuando el control de la producción y de la transmisión queda sólo en manos de intereses económicos”, señala.
En tal sentido, sostienen que Canal 13 era una garantía, aunque limitada, de pluralismo y la existencia de una estación televisiva de este tipo contribuye a las numerosas informaciones que son fundamento de una “conciencia y de un sistema realmente democráticos”.
Cuestionamientos a la gestión
Asimismo, el sindicato hace un reconocimiento a Eleodoro Rodríguez Matte, cuyo fallecimiento marca el fin de una larga era de exitoso desarrollo al mando de una dirección independiente.
Agregan que tras la muerte de Rodríguez Matte ha habido siete directores ejecutivos en 12 años, además de un “desfile de altos directivos y caros administradores nombrados por la universidad como adjudicatarios de la “beca canal 13”, como quien accede a una pasantía, intentando aprender a hacer televisión a costa de una gran institución”.
A reglón seguido, los trabajadores señalan que después de varios fracasos de un aparato de gestión que llegará a ser sobredimensionado, el anunciar la venta del canal es sólo el reflejo manifiesto de la “gran incapacidad de la que hemos sido testigos”.
También ponen en entredicho, tras la venta de los dos tercios, la calidad moral con la que en el futuro tanto la UC y la Iglesia puedan criticar la mala calidad de la televisión chilena o su carencia de contenidos y valores.
Otro punto en tela de juicio es el gasto que se hace en ejecutivos, colocando como ejemplo que los sueldos de un reducido grupo de personas de confianza de los directivos equivale a las remuneraciones de alrededor de 300 trabajadores de la estación.
A lo anterior se suma el desembolso que se hace a “rostros” del canal, colocando como ejemplo el pago de 17 millones de pesos mensuales a una persona que no fue ocupada como figura principal.
Fuente: El Mostrador