lunes, 1 de febrero de 2010

El negocio de la violencia

Por: Claudia N. Laudano*
La tapa de la revista Noticias del pasado 16 de enero resultó perturbadora. Imposible no asociar de inmediato con la imagen de una mujer golpeada ese primer plano del rostro de la presidenta Cristina Fernández con el ojo negro y la lastimadura en el maxilar cubierta con dos curitas en cruz.
Al costado, por si quedaran dudas, el título de la nota ancla cualquier posibilidad de un sentido disperso: el negocio de pegarle a Cristina. La diferencia tipográfica (entre las mayúsculas destacadas en color de "pegarle" a las minúsculas del nombre de pila de la presidenta) exime, por obvio, cualquier análisis de dónde se recargaron las tintas. Ante el gesto serio de la presidenta y su mirada perdida (no nos mira a los ojos), que podrían sugerir que se la banca (¿sola?), al pie de la foto se inserta una imagen minúscula de su esposo con gesto activo y la leyenda: "Kirchner: furia en Olivos y desplantes a su esposa". ¿Una composición periodística redonda de un cuadro de desavenencias en el matrimonio presidencial que deviene en violencia hacia ella?
Pero hay más, porque la edición es proteica en significaciones. En el interior de la publicación, la nota encabeza la sección Política Nacional con una foto a página completa de Cristina Fernández de perfil, arreglada, con otra cicatriz cubierta en el rostro y la leyenda Golpeada. Allí, la revista aclara -para su propio resguardo- que ambas imágenes son producto de un fotomontaje. La estrategia editorial amplía el abanico de los posibles "golpeadores", por un lado, al mencionar en la portada el combo Redrado-Cobos-Clarín, menospreciados como "valientes" opositores (evocando aquello de que un hombre de verdad no le pega a una mujer y mucho menos "en el declive de su gobierno", sic). Luego, por el título principal de la nota: La Presidenta punching ball, con unos guantes de boxeo colgados.
Ante mi curiosidad, un amigo que practica punchi -como le dicen- relata por mail que la perita colgada de un lugar elevado sirve para adquirir precisión y velocidad en los golpes con ambos puños, aún el que tiene menos fuerza (¿entonces, la presidenta no para de recibir golpes?), pero, sobre todo, subraya con astucia que la perita sólo recibe, es decir, no puede defenderse (¿está para que todos le peguen?). Aún cuando estos códigos del boxeo puedan tener más sentido entre los varones -quizá, el público mayoritario de la revista-, sin lugar a dudas la violencia simbólica que perfila explícita e inferencialmente atañe al conjunto de la ciudadanía.
Nadie desconoce que en el mundo de la política, sus participantes se exponen a que les "peguen" (en el sentido de tener que confrontar y recibir críticas varias) y que, a la vez, con distintos grados e intensidad practican esas reglas. En tal sentido, por su trayectoria en el campo de la política, la presidenta ni las desconoce ni ha dejado de practicarlas.
Lo que en cambio resulta altamente cuestionable es el plus de significación que la revista no se privó de añadir recurriendo a la imagen de la "mujer golpeada", desde su presentación. Fueron los medios de comunicación a fines de los años '80 -tras el proceso informativo que desencadenó el asesinato de Alicia Muñiz por parte de Carlos Monzón- quienes instituyeron a fuerza de repetición la imagen del ojo morado como ícono representativo por excelencia de un tipo de violencia específica que padecían las mujeres.
Por entonces, de manera tibia la denominaban "violencia familiar" o "violencia doméstica"; mientras las agrupaciones feministas pugnaban por hacerla pública como "violencia hacia las mujeres" o "violencia sexista". Hacia mediados de los años '90, el uso de la imagen del ojo en compota quedó en mayor medida como recurso frecuente de los medios sensacionalistas; mientras, los considerados serios entendieron que debían guardar cierta compostura ética frente al abuso de la farandulización del tema.
¿Por qué jugar entonces con esa imagen a esta altura del debate cuando incluso se acaba de promulgar la ley de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres? ¿Qué imagen de la mujer que preside el país se promueve a través de esa representación y qué moraleja encierra para el conjunto de mujeres que a diario circulamos por lo público?
Por último, me intriga por qué no logró cuajar una intervención colectiva por parte del movimiento de mujeres respecto de dicha edición fotográfica y su haz de significaciones, aún cuando se barajó la posibilidad en la lista de discusión de RIMA (Red Informativa de Mujeres de Argentina). Y no es que al movimiento de mujeres del país le falte decisión política ni experiencias de intervención cultural en ese sentido. Quizás aún se espera de la Presidenta ese gesto fundacional para impulsar transformaciones de las prácticas sexistas en diferentes espacios con políticas públicas y partidas presupuestarias que las sustenten.

*Profesora Titular e Investigadora en temas de Comunicación y Género, UNER y UNLP. Escribió el ensayo Visibilidad mediática de la violencia hacia las mujeres en Argentina (1983-2010), de próxima aparición

Fuente:
Diagonales

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