Rodrigo Abd, premio Pulitzer, busca siempre la foto de autor, sea en Ucrania, Siria, Afganistán o Haití, trabajando para AP - Foto: Martin Mejía
Por: Fernando García
Conversando a una distancia muy corta, los ojos negros de Rodrigo Abd (Buenos Aires, 1976) se convierten por momentos en lentes certeras. Es el indisimulable mecanismo humano detrás de la máquina de fotos con la que alcanzó el estatus de Pulitzer cubriendo la vida en tiempos de guerra en Siria (2013) y Ucrania (2023) para la agencia de noticias Associated Press. Después de casi veinte años se está reinstalando en la ciudad y eso hace que acaso sea más fácil pedirle recomendaciones por cómo moverse en Guatemala o Kabul antes que por algún barrio fuera del centro de Buenos Aires. Mientras hablamos, muy cerca de Plaza de Mayo esperan por abrirse las puertas de Arthaus, el flamante centro cultural donde cuelgan las imágenes de su exposición Desvío. Lo de cuelgan es literal ya que las fotos flotan en el ambiente en dípticos sin referencia alguna. El asombro que provocan estas imágenes se completa con una publicación (revista antes que catálogo) en la que Abd se encarga además de los textos. La experiencia queda entonces en un terra incógnita entre la brutalidad descarnada del mundo y la sublimación estética del arte. "En Arthaus me dieron libertad para exhibir las fotos como quisiera. Si esto es percibido como arte o no está fuera de mi preocupación. Hice muestras en Guatemala, en Lima y aquí en Buenos Aires en distintos espacios y siempre fue la misma idea", dice el fotoperiodista.
¿Hay una fotografía que usted hace para el circuito de AP y otra pensada para el arte y las exposiciones?
No, para mí es lo mismo. No fotografío de una manera para AP y de otra pensando en que voy a hacer una exposición. Siempre traté que mis fotos dentro de la agencia no se limiten a registrar un evento sino que busco agregarle capas de sentido a la imagen, que salgan fotos menos obvias para una audiencia global.
Bucha, Ucrania - Rodrigo Abd
Exacto. Y yo siempre busqué eso, siempre me propuse no fotografiar como fotógrafo de AP aun cuando sé lo que AP necesita. Desde que empecé con esto en marzo de 2003 quise que mis reportes fueran mi mirada, mi opinión sobre lo que estaba viendo en Guatemala, en Venezuela, en Puerto Príncipe o en Argentina. Y eso a veces es muy difícil de sostener.
¿Por qué?
Porque vivimos a las corridas y los cambios tecnológicos están modificando nuestro trabajo. Estamos trabajando a una velocidad en la que se nos dificulta poder pensar. En este contexto trato de mantener la mirada reflexiva y procesar en otro ritmo.
¿La agencia de noticias no privilegia zonas del mapa en lugar de otras?
Los medios tienen agendas y en esa agenda también entramos nosotros. Pero yo busco temas periféricos. A veces pueden ser los mismos conflictos pero con otro tiempo. Llego tarde a las noticias, lo cual parece un contrasentido para un fotoperiodista, quizás estoy en el lugar dos meses después. Y pasan otras cosas, que son las que más me interesan. Pero que no haya tenido ni media bajada de línea es porque siempre tuve la fuerza y voluntad de generar otras historias que cuentan el mismo conflicto.
Kiev
En esta exposición es interesante que las fotos no tengan nada que informe sobre la imagen hasta que se llega a la publicación.
Yo creo que en esta muestra hay una intención de provocar. El objetivo es mostrar cosas que cuentan que las cosas no son tan lineales. Hice de todo, desde breaking news a series más producidas, pero también fotografías panorámicas de la Amazonia peruana y la destrucción de la selva por los buscadores de oro. Pero todo siempre dentro del fotoperiodismo.
Y sí, nadie espera ir a una exposición suya para ver imágenes desenfocadas.
Una sola vez hice una muestra llamada "Palimpsestos" que son triples exposiciones y es lo más arty que llegué. Tampoco le pido a la gente que pose. Jamás.
¿Pero no están posando quienes se fotografían con un papa Francisco de cartón en La Paz?
¡No! Ellos posan para otro fotógrafo que llevaba esa réplica de Francisco para que la gente se sacara fotos durante la visita del papa a Bolivia. Y ellos se quedaban después con esa foto. En Afganistán hay unos fotógrafos callejeros que andan por la calle con flores de plástico. Y esto porque a los afganos les encantan las flores pero no las tienen porque viven en un desierto. Y entonces podés ver a los talibanes con sus ametralladoras haciéndose fotos con las flores de plástico. La noticia de la visita del papa ya había pasado, porque no teníamos acceso a la cárcel donde Francisco estaba limpiando los pies. ¿Qué hacemos entonces? Bueno, hay que salir a buscar temas.
Caracas
¿Si la pintura tuvo que reinventarse después de la foto y del cine, lo mismo debería hacer la fotografía en tiempos de la duplicación digital de la vida?
Se viene reinventando hace tiempo. Si vos miras los concursos del World Press Photo poco tiene que ver una foto ganadora de 1996 con las de los últimos años. Hoy se premia mucho más la foto autoral que la documental.
¿La foto de Capa en Normandía, 1944, no ganaría el concurso hoy?
No sería una novedad porque al lado de Capa habría cuatro o cinco fotógrafos más con el agua hasta las rodillas registrando el desembarco. En ese momento era solo él. Dicho esto, la foto de Trump en el atentado con el puño levantado y el rostro ensangrentado que hizo Evan Bucchi era muy buena y merecía el Pulitzer. No lo ganó porque los jurados tuvieron la idea errónea de que premiar esa foto era hacerle campaña a Trump.
Como si la foto valiera por el personaje y no por la imagen en sí.
Exacto.
Protesta de Piqueteros y Sindicato del Neumático
Un caso de corrección política…
Una estupidez. Se trata de estar en el lugar de los hechos en el momento adecuado y el jurado castigó a un fotógrafo por resolverlo de la mejor manera posible. Bucchi fue compañero mío en un embedded en Kandahar. En esa cobertura él hacía videos. En España le llaman “empotramiento” (dentro de una unidad militar) y es de la manera que Capa consiguió la famosa foto de Iwo Jima.
¿Estando “empotrado” en el ejército americano sintió esa contención?
Por supuesto. Más que nada por ser latino. Los soldados son casi todos mexicanos, salvadoreños, guatemaltecos, entonces hay una camaradería. Para mí fue extraordinario estar “empotrado”. Yo hice muchas fotos de la cotidianeidad de las bases que es mucho más interesante que cualquier combate. Ves a los afganos que les van a vender artesanías, a los que cocinan que son de Bangladesh; ves las montañas de botellas de agua mineral que usan para bañarse.
¿Estar más pendiente de esos detalles lo salvó de no caer de un balazo perdido?
No, me hizo comprender mejor los hechos. Entender que las cosas son bastantes más complejas de lo que nos presentan los gobiernos y los titulares de las noticias.
¿Cómo queda después de pasar meses en esos lugares?
Y… un poco golpeado. Creo que lo que me ayuda es no cubrir el frente de guerra todo el tiempo. Después de Ucrania me tocó un concurso de Abuelas en Guatemala o un festival de payasos de Centroamérica, que es otro drama pero no es la guerra.
Caracas
¿Hay quienes cubren solo el frente?
Sí, claro. Recuerdo en Afganistán cuando esperábamos para que nos asignaran un batallón y había figuras legendarias como Jon Lee Anderson o la inglesa Marie Colvin, una cronista inglesa de leyenda que había perdido un ojo y la mataron en Siria en 2012. En Kiev conocí a James Natchway, de 74 años, que viene cubriendo conflictos desde Nicaragua a principios de los 80. Estuvo al borde de la muerte en Iraq. Eso no te deja tener una vida normal. Yo nunca fui un corresponsal de guerra puro, no estuve toda la vida expuesto a las balas. Lo mío es más lo que se ve en esta exposición. No me interesa correr por una primicia.
Buscas el lado B. Como esa foto de Caracas que muestra una fiesta en un rascacielos.
Bueno es que eso es contar cómo es posible que en Venezuela con una hiperinflación galopante y una crisis política histórica sigue habiendo gente que está encerrada en una suite presidencial durante tres días comiendo sushi y tomando whisky importado. Porque esta imagen puede contarnos si estos son los chavistas que hicieron negocios con el Estado o son los ricos de toda la vida que también hicieron arreglos para subsistir. Esto ayuda a entender la complejidad de la sociedad venezolana.
¿Cómo conseguiste esa foto?
Casi no había luz en Caracas y en los hoteles donde los fotógrafos y periodistas habíamos parado toda la vida casi no tenían comida. El Holiday Inn era el único lugar capaz de autoabastecerse y por ahí pasaba toda la vida social de la clase media alta. Casamientos, cumpleaños de 15, fiestas. Y yo también estaba ahí porque era el único lugar con Internet para mandar las fotos a la agencia. Una noche mientras dormía me tocan la puerta a los golpes, creí que era la policía secreta. Y no, eran unos chicos que iban a una fiesta y se equivocaron de puerta. Me invitaron como casi una disculpa. Así entré. La imagen muestra lo que yo hago. Venezuela se cubre siguiendo los movimientos de Maduro, sí, pero también entrando en una fiesta desaforada como esta.
El lado B de Uruguay
¿Qué tipo de cobertura se imagina haciendo en Uruguay?
Me gustaría retratar historias que de alguna manera contradigan esta verdad establecida sobre Uruguay como un refugio de sensatez. Iría a ver qué hay debajo de la alfombra. Porque no deja de ser un país latinoamericano. Un país por donde pasa parte del narcotráfico que se va para Europa. Me gustaría retratar el lado B de Uruguay.
Fuente: Diario El País