domingo, 27 de marzo de 2022

Enrique Alejandro Pinti 1939 - 2022

El actor falleció esta madrugada en el Sanatorio Otamendi, donde se encontraba internado en estado delicado desde principios de marzo por una descompensación causada por la diabetes severa y problemas circulatorios en las piernas.

El actor y dramaturgo Enrique Pinti falleció hoy a los 82 años dejando una extensa trayectoria de más de seis décadas en el mundo de la comedia y la actuación donde de la mano de sucesos como "Salsa criolla", con el que se mantuvo 10 años ininterrumpidos en cartel, consolidó un protagonismo de relevancia en la historia del espectáculo nacional.

Nacido el 7 de octubre de 1939 en Buenos Aires, el artista fue internado de urgencia y gravedad el 5 de marzo en el Sanatorio Otamendi, aquejado por un cuadro de diabetes severa y problemas circulatorios en las piernas, y aunque desde entonces experimentó mejorías, no logró reponerse de manera definitiva y murió esta madrugada.

"Estoy encerrado en mi casa desde 9 de marzo porque me tomo las cosas en serio. Soy una bomba de tiempo y es mejor para mí y para los demás quedarme encerrado. Puedo hacerlo porque tengo una casa muy cómoda", reveló en febrero de 2021 en una entrevista con Pasa Montagna, en Radio Rivadavia. "Me acompaña mi primo, una señora que me viene a cuidar y un masajista que viene tres veces por semana para que no se me abarroten las piernas, porque soy una vaca que nunca hizo nada", agregó con humor.

Dueño de un estilo personal y versátil dominado por un humor punzante que desplegaba a inusitada velocidad verbal, Pinti transcurrió con éxito el ámbito de la televisión, la radio, el teatro, el cine, la literatura -ya que escribió 13 libros desde 1990- y hasta la música al grabar "Radio Pinti" (1991) junto a Charly García (quien lo consideraba el mayor rapero de Argentina) y Pedro Aznar.

De los 19 a los 30 años, Pinti se formó y trabajó en el Nuevo Teatro, compañía independiente creada en 1949 por Alejandra Boero y Pedro Asquini, donde actuó en obras teatrales y escribió y dirigió comedias musicales infantiles, también interpretó sus monólogos humorísticos de café-concert, en muchos casos reflexivos sobre la actualidad política, lo convirtieron en uno de los pioneros de la escena local de lo que después se rotularía como stand-up comedy en el país.

A partir de su estilo ácido y malhablado, el humorista supo construir éxitos teatrales como "Historias recogidas" I y II (1973 a 1975 y 1978 a 1979), "El show de Enrique Pinti" (1980), "Vote Pinti" (1983), "Salsa criolla" (que desde 1985 fue un récord en el teatro de habla hispana, con 3000 representaciones, dos millones de espectadores y prestigiosos premios en su haber), "Pinti y aparte" (1992), "El infierno de Pinti" (1997), "Pericon.com.ar" (2000), "Candombe nacional" (2002 a 2004) y "Antes de que me olvide" (2010).

Pinti tuvo una colaboración muy exitosa con su colega Antonio Gasalla entre 1973 y 1986, período en el que coescribió todos los espectáculos de su amigo y produjo nueve obras con las que obtuvieron récord teatrales durante varias temporadas en el Maipo y el Teatro Liceo.
Además, el dramaturgo trabajó en varias adaptaciones de obras extranjeras como "Chicago" para Nélida Lobato, "Filomena Marturano", "Yo quiero a mi mujer" y "Los locos Addams".

También realizó la adaptación de las canciones de El joven Frankenstein, obra que protagonizó Guillermo Francella, y trabajó en la adaptación y como actor en comedias musicales como "Hairspray", "Los productores" y "Anything Goes".
"Todo ha cambiado ¿si? ¿o permanece igual pero con otros discursos?... Señoras y señores, la salsa sigue y lo hace en ambos sentidos de la palabra: con su ritmo alegre y bailantero por un lado, pero también con paliza y zarandeo para el ciudadano de a pie… El thriller continúa y si usted espera que yo le cuente el final, está arreglado… porque ni Dios, lo sabe. Así que ajústense los cinturones porque vamos a tener una función muy agitada", de un monólogo de Salsa Criolla.
En 1992 estrenó su propio ciclo televisivo: "Pinti y los pingüinos", con producción de Carlos Rottemberg y Daniel Tinayre, y en 1997 realizó giras presentando sus mejores monólogos.

Entre sus participaciones como columnista invitado, Pinti colaboró en Clarín, La Nación y Noticias y en el ámbito de la radio estuvo en Mitre en "Hoy por hoy" con Néstor Ibarra y en Continental en "Magdalena tempranísimo", colaboraciones que le dieron dos Martín Fierro en 2003 y 2007.

A su vez, Pinti recibió dos Martín Fierro más en 2009 y 2012 al mejor programa cultural educativo, cuando se dedicó a hacer programas sobre películas: "Pinti y el cine" por la TV Pública y "Luz, cámara, Pinti" por Todo Noticias.
"Los argentinos queremos arreglar el país desde la mesa del café. Es una costumbre nacional que ha quedado limitada a la gente de mayor edad, esa etapa de la vida donde tenemos mucho más pasado que futuro por lo tanto es muy habitual que desde una mesa de café los veteranos hagamos un recuento de lo que hemos visto y oído y de eso se trata este nuevo y viejo monólogo más histérico que histórico para llorar de risa y reír con llanto en un imaginario café con su "fondo a la derecha" para lograr algún alivio en medio del tembladeral argento", Enrique Pinti
Durante la pandemia y la cuarentena, Pinti presentó un show desde su casa vía streaming con el periodista Marcelo Polino: "Pinti y Polino al hueso".

Charly García y Pedro Aznar, dos íconos del rock nacional, musicalizaron sus textos para el disco Radio Pinti y fue Pololo en el recordado clip de Ojo con los Orozco, el rap inagotable de León Gieco.
Pinti y la actualidad política Argentina
"Me alarma la trepada de Milei, que en su mayoría fue elegido por los jóvenes. Me da la sensación de que la historia pasa al pedo. Estos muchachos, que son gente de entre 18 y 30 años, no han vivido nada de lo que ocurrió en Argentina", advirtió Pinti analizando el resultado de las elecciones de medio término en 2021, a CNN Radio.

Y recordó: "Tengo la idea de aquella juventud que luchaba por otras cosas. Estos muchachos que siguen a Milei son muy peligrosos para el futuro de la Argentina".

Sobre la derrota del Gobierno en casi todas las provincias del país, Pinti remarcó: "Nada de lo que pasó fue sorprendente. No entiendo por qué la gente se sorprende: era la crónica de una muerte anunciada".

"No entendí al presidente (Alberto Fernández) cuando dijo ‘algo debimos haber hecho mal’. Lo que se hizo generó críticas de toda naturaleza. Metieron la pata 800 veces", aclaró.

El artista agregó que "no esperaba otro resultado más que este al igual que le pasó a Macri en el 2019".

"Parecería que los últimos 10 años los políticos no han tomado conciencia de lo que hacen o dejan de hacer", añadió, y concluyó con un mensaje: "Viven en una nube de pedos".
Pinti x Pinti: ¿Cuál fue el impulso para salir del teatro independiente?
Fue una cuestión interna. Me empecé a dar cuenta que era grande. Tenía casi 30 años y no había tenido una carrera. Había empezado abogacía, la había abandonado en la mitad y me faltaba un año para terminar el profesorado de historia, castellano y latín. Yo quería ser actor pero el esquema del teatro independiente no permitía vivir. Y tuve el clic cuando me di cuenta que podía escribir. No me gustaba mucho, a mí me gusta actuar. Escribir es un laburo para mí. Pero tenía facilidad para hacerlo y posibilidades de escribir obras para chicos, monólogos humorísticos, no sólo para mí, si no para quien me los encargue.

En esa época conoció a Andrés Percivale, se hicieron muy amigos y lo llevó a trabajar en televisión como guionista. “Me dijo ‘vos tenés que vivir de los que hagas, no tengas culpa’. En el teatro independiente se consideraba que si hacías televisión o algo comercial te estabas hundiendo y perdías tu ética. Empecé a madurar la idea. Me tenía que ir de la casa paterna e intentar vivir de la profesión. Y pasados los primeros años de zozobra donde buscaba mi lugar escribiendo para televisión y espectáculos infantiles, tuve la suerte de incorporarme al café concert pero de manera profesional. En el ’73 estrené mi primer unipersonal: Historias recogidas y a partir de ahí hasta ahora siempre viví de mi profesión. Y eso se lo debo al monologuista y al humorista”.

En los finales de los ’60 y comienzos de los ’70 empieza en café concert en Buenos Aires, donde los actores sin antecedentes podían darse a conocer. “Eran lugares muy pobres, pero muy sofisticados. Y el status de la clase de media de esos años permitía que una persona dijera ‘¿quiénes son estos chicos?’, viniera a sentarse en un barril con un whisky medio berreta y le cobraran la entrada más cara que la de un teatro.”

Muchos actores como Pinti lo usaron como trampolín para hacer sus experiencias. En esos ámbitos se usaba mucho el monólogo y la sátira social (“no tan política porque eran épocas de dictadura”, recuerda). “Yo lo empecé a hacer porque tenía condiciones y era mi única salida laboral. Sabía escribir, tenía sentido del humor y me gustaba hacer reír a la gente. Pero no fue una elección tan libre, vino por una cuestión de mercado laboral. Y desarrollé durante muchos años este perfil que me ha hecho conocido y feliz, pero que también me ha etiquetado”.

¿Le gusta este perfil de “analista argentino” que muchos le asignan?
Mucho no porque te toman como oráculo. Son opiniones de un argentino que ha vivido, que se ha educado y que ha logrado sus objetivos acá. Por eso este país es complicado. Yo puedo criticar mucho, pero la Argentina es el país que me permitió hacer todo lo que yo hago. Lo bueno y lo malo me permitió hacer lo que yo quise. Critico todo lo que me molesta, pero no quiero convertirme en un argentinólogo ni en un opinólogo. Yo lo único que hago en mis espectáculos es hablar en carne viva de lo que pienso. Y en la medida en que mucha gente piensa lo mismo, se engancha. También porque lo hago bien técnicamente. Sé que hago espectáculos divertidos.
¿Qué hay de nuevo, viejo?
Por: Enrique Pinti
Cuando lleguen a usted estas líneas los acontecimientos y frases que siguen ya serán parte de la historia del ridículo universal, y seguramente sonarán a rancio y viejo, pues es tal la velocidad del mundo en su loco girar que lo nuevo se vuelve viejo en menos de veinticuatro horas.

El payasesco y desubicado Berlusconi, después de la tragedia de ese terremoto que destrozó cientos de familias, con muertos y heridos por millares, fue capaz de decirles a las pobres víctimas de semejante desastre: "Tomen esto como un camping". Se refería por supuesto a las carpas de refugiados, que no podían creer lo que estaban escuchando, sobre todo viniendo de un primer mandatario, cuya obligación es confortar a su pueblo y no tomarle el pelo con semejante insulto a la inteligencia. No deberíamos extrañarnos, porque el señor Berlusconi ya ha dicho frases para la historia, como cuando se refirió al presidente Obama acotando: "Se quedó demasiado tiempo bajo el sol".

El muro levantado entre San Fernando y San Isidro quedará para la historia cotidiana de la tontería y la falta de ideas y talento para resolver problemas y, sin comparar la extensión, sólo encontramos una idiotez mayor en el gran muro que la administración Bush mandó construir en la frontera con México.

Las demoras, torpezas y fallas de información y/o prevención para tratar el brote del dengue es algo que excede los límites de lo tolerable y que nos vuelve a poner en evidencia -como ocurrió con el cólera durante el primer mundo menemista- que grandes sectores de nuestra población viven en condiciones de higiene lamentables y con grados de miseria injustificables que se han extendido en forma alarmante, traspasando las zonas de riesgo de otrora para llegar a todos los rincones del país. Y ante las excusas gubernamentales de funcionarios poco idóneos (por decir lo más suave) y los comentarios racistas de imbéciles de ocasión que les echan la culpa a los bolivianos de transmitir la enfermedad, uno se pregunta: ¿cómo hemos llegado a tanta torpeza?

Las payasadas que rozan lo trágico y alarmante siguen a la orden del día. Las alianzas que el gobierno pugna por hacer, para no perder las elecciones de junio, presentando candidatos que no ocuparán sus bancadas, en un raro cóctel de oportunismo y engaña pichanga, mamarrachean la Constitución y los códigos de ética política republicana, y dejan boquiabierto al más mentado cínico nacional.

Bancos ocupados por ahorristas estafados en Europa y Estados Unidos, estancamiento económico mundial, carpas de gente que quedó sin hogar, ubicadas en hermosas plazas de Sacramento, en la dorada California, no muy lejos del relumbrante Hollywood; las guerras a la orden del día y sin procesos de pacificación a la vista, las promesas de dejar Irak a los iraquíes y la huelga de hambre del presidente Evo Morales para que el Congreso sancione leyes, son apenas algunos acontecimientos cuya simultaneidad en los estrechos límites temporales de una "semanita nomás" indican que el manicomio mundial está superpoblado, que los enfermeros y médicos están tanto o más locos que los pacientes y que más que nunca uno debe aferrarse a sus valores, sus afectos, sus amigos y sus sueños para no sucumbir a tanta tontería y bajeza.

La calesita gira y gira; nadie saca la sortija, esa mágica sortija que nos permitía una vuelta más "gratarola"; todos tratamos de no marearnos refugiándonos en la música que el calesitero ha elegido, y cada día se hace más difícil no caernos del caballito brioso que elegimos para transitar la vertiginosa ronda de nuestra existencia. Pero no hay que acostumbrarse al horror, aunque sea cotidiano y se haya convertido en "normal"; hay que asombrarse, sí, agarrarse la cabeza y decir: ¡es una barbaridad! No hay que dar certificado de legalidad a lo que no es legal, ni aceptar la realidad virtual de los gobernantes ni anotarnos ciegamente en las soluciones que proponen nombres y apellidos que nos han llevado adonde estamos hoy. El mundo está mal y, en última instancia, sólo nosotros podremos ayudarlo a estar mejor. Eso sí, sin olvidar ninguna de las barbaridades nuevas antes de que se vuelvan viejas.
Publicado en La Nación, Revista el 10 de mayo de 2009
"Salsa Criolla", la obra que catapultó al éxito a Enrique Pinti

La obra, que fue vista por más de tres millones de espectadores en diez temporadas, fue estrenada el 15 de marzo de 1985 en el Teatro Liceo, donde la gente iba a escuchar los monólogos del humorista sobre la actualidad del país.

La obra "Salsa Criolla", en la que Enrique Pinti brilló con sus monólogos, fue la que lo llevó al actor a la consagración y a generar un gran éxito en el público, con diez temporadas en escena, unas 3.000 funciones que incluyó la de marzo a octubre en la Ciudad de Buenos Aires y temporadas de verano en Mar del Plata y más de tres millones de personas que se deleitaron con ella.

"A raíz de la dictadura, todavía no me había atrevido a contar la historia argentina. Ya tenía los esquemas bien armados y entonces me animé a contarla. Así nace Salsa criolla", recordó Pinti en una entrevista.

Sin embargo, el arranque no fue color de rosa, porque si bien la obra fue estrenada el 15 de marzo de 1985, con texto, letras, dirección y protagónico del capocómico y música de Gregorio Vatenberg, coreografía de Juan Carlos Iglesias y producción de Buddy Day, estuvo repleta de complicaciones.

"Enrique había escrito Salsa criolla, y yo fui con ese proyecto a verlo a Alberto González al teatro Maipo, fui a ver a Julio Gallo al Astral, pero nadie, ningún empresario me quería dar una sala para Enrique Pinti porque no creían en el proyecto", recordó Cipe Fridman, su mano derecha, persona fundamental en la carrera de Pinti.

En ese sentido, explicó: ""En aquel momento yo trabajaba con los dos, con Antonio Gasalla y con Enrique. Pinti ya había hecho Pan y circo en 1982 dirigido por Antonio Gasalla y se había hecho en el Liceo. Entonces me llegó el rumor, a través de un técnico del Liceo, que Buddy Day –dueño ese teatro en aquel entonces– estaba buscando un espectáculo. Lo invité a Buddy a mi casa, le conté de qué se trataba y me dijo que le interesaba, que él la iba a producir".

"La producción, la verdad, hay que decirlo, fue paupérrima. En el momento en el que en la obra aparecía el personaje de Evita, la actriz (Patricia Browne) usaba un vestido rosa de la mujer de Buddy Day que era cantante de ópera. Todo el vestuario se hizo con ropa usada y la escenografía consistía en pequeños cuadritos que ilustraban la época. Era más parecida a una obra de fin de curso. Pero fue la única manera que tuvimos de estrenar", indicó.

El elenco original lo completaban Omar Lopardo (por aquel entonces Sergio Lupardo), Juan Carlos Iglesias, Mirta Wola, Patricio Vargas, Patricia Browne, Patricia Sánchez, Ariel Tejada, Juan Carlos Carbajal, Guillermo Ortiz y Zoraida Fontelara.

También fueron parte del repertorio Gustavo Moro, Mirta Wola, Reynaldo Arias, Mario Suárez, Juan Carlos Carabajal, Marcela Castro, Valeria Robles, Diego Funes, entre otros.

El día del estreno todos quedaron encantados con la obra, con los cuadros musicales, con el texto, con las coreografías, pero todos coincidieron en que el monólogo final estaba de más, que no le sumaba nada al espectáculo.

"Todos menos Tato Bores, quien le dijo que no toque eso. Y sí, el éxito de Salsa criolla se debió en gran medida al último monólogo porque la gente iba a ver la obra una vez por año para escuchar lo que Pinti iba agregando y actualizando a medida que la realidad cambiaba", reveló Fridman, quien aseguró que las condiciones de la obra no cambiaron a pesar del éxito descomunal, que incluía la tertulia (parte más alta de la sala), esa herradura de madera superior en la que entraban unas 64 personas extras que durante años no había estado habilitada.
El 7 de enero de 1994 la obra fue llevada a Mar del Plata por primera vez.

Uno de los monólogos en "Salsa Criolla" Pinti lo hacía pedaleando en una bicicleta fija, en alusión a la "bicicleta financiera", durante casi diez minutos: "Así se hace mierda un país, con la plata dulce, con la bicicleta financiera".

"Fue un sueño estar en una obra así tan exitosa. De martes a domingos estaba lleno. Para conseguir entradas había que sacarlas con un mes de anticipación. Además, Enrique le daba espacio al ballet, no era habitual. Siempre lo caracterizó su generosidad. Siempre tenía palabras de aliento", recordó Gustavo Moro, reconocido bailarín, coreógrafo y transformista.

Además, añadió: "Yo entré como bailarín, pero si él veía algo más en vos, te daba textos, destaques. Ahí empezó a interesarme la actuación. El de Salsa criolla era el mejor ballet de la época. Al tiempo empecé a trabajar como transformista y, para llegar a tiempo a los shows en los boliches, Pinti me dejaba hacer el saludo final con una base de maquillaje".

Pinti estrenaba sus obras en enero y continuaba sin parar hasta octubre con esas ocho funciones semanales repletas.

Asimismo, durante los domingos de verano, que la obra comenzaba más temprano, a las 19:00, ya había gente haciendo cola para poder entrar, con 35 grados de calor.

De las 3.000 funciones hechas, solo suspendió una sola y fue por una afonía.

En ese aspecto, Pinti hizo funciones enfermo aunque dijo ser una persona muy sana que jamás tenía fiebre. "La última vez que levanté fiebre fue en 1994 y fue feroz. Así que tal vez eso me inmunizó para siempre. La voz me la cuidaba mucho. Gracias al Nuevo Teatro, donde tuvimos una profesora alemana que era espectacular y nos enseñó a colocar la voz con una técnica infalible", contó el Capocómico.
"El testamento de Enrique Pinti". publicado en el libro "Del cabildo al shopping" de editorial Sudamericana.
"Yo, hombre del medio-pelo argentino, en mis cabales y absolutamente responsable del momento que me toca morir, digo vivir... dejo todo mi agradecimiento a las fuerzas vivas, muy vivas, yo diría avivadas, que me gobernaron con total falta de respeto e identidad profesional.

A los conservadores aristocráticos de la primera hora, les dejo un manual de historia argentina que la relean a ver dónde dice que en una república democrática alguien pueda creerse superior a los demás por cuestiones de linaje y casta, sobre todo, siendo hijos de inmigrantes como cualquiera, un hombre de esa prosapia trucha, con horrorosos latifundios digno del peor señor feudal del medioevo en pleno siglo XXI y cagarse en el pobre insultándolo con una caridad, que en 90 % de las casos es humillante e insuficiente.

A los correligionarios radicales les dejo una brújula para que, al saber dónde está el Sur y dónde está el Norte, sepan también definirse entre la izquierda y la derecha o el centro en vez de ser alternativamente seudo bolches o gorilas conservas.

A los distinguidos camaradas de la izquierda argentina les dejo un manual "titulado" ¿Qué es la clase obrera? Con modelo para armar incluido, a ver si así pueden explicarse qué les faltó para lograr un puto voto del laburante que, ante la confusión de prédica que iba desde el hermetismo intelectual a la declaración de guerra de guerrillas, prefiriendo (y esto debe ser único en el mundo) votar a la derecha o apoyar dictaduras populistas.

A los compañeros peronistas les dejo el manual de la contradicción perpetua y fanática donde se explica como un movimiento populista que lucho contra el conservadorismo puede llegar a ser un movimiento conservador que acusa de populista a los que luchan contra los conservadores y cómo se puede glorificar a Evita haciendo todo lo contrario de los que hacía ella. También les dejo un bombo para que lo conviertan en shopping y un CD doble con canciones de Menem y música de Palito Ortega cantado por María Julia.

A los milicos que tengan menos espíritu de cuerpo y a los curas que tengan menos cuerpos y más espíritu.

Y a las generaciones venideras sepan que hubo una vez un país rico, grande, lleno de buena gente al cual unos pocos pícaros avivados hundieron sin remedio.
"Nadie puteó tan bien en el espectáculo argentino como Enrique Pinti. No era que el tipo se mandaba una retahíla de palabrotas, sino que metía el insulto en el momento justo, como dosificando su discurso y, además, siguiendo el precepto de Fontanarrosa, porque hay palabras que son irreemplazables. Pinti hacía reír pero, además, te dejaba pensando. Fue un monologuista descomunal y el padre de lo que ahora llaman stand-up. 

Todos los recordaremos por su Felipe de "Esperando la carroza", un pequeño papel que hizo justo cuando empezaba el boom de "Salsa criolla" (inescindible de la primavera democrática, como pudo haberlo sido el café-concert en la trunca primavera democrática anterior, en el 73). Pero tiene al menos otros dos roles en cine, uno anterior y otro posterior a aquel, que no se pueden dejar de mencionar. Uno es el gay histérico y mal bicho de "Sentimental", (pe-li-cu-lón) de Sergio Renán. El otro es el policía rengo retirado que se complota con Ricardo Darín contra una financiera en "Perdido por perdido", de Alberto Lecchi, una de las grandes películas de los 90. Ahí se ve a un gran actor, no solamente al comediante de fuste que fue.

Lo quiero recordar también como un gran crítico de la parranda menemista en pleno apogeo, un tipo nada complaciente con los poderes de turno. Y que encima lo hacía desde el humor, esa forma  superior de la inteligencia. Uno de los mejores de la cultura popular argentina, sin dudas. Hasta siempre", comentario del periodista Juan Pablo Csipka
'Quedan los artistas', el himno del teatro argentino que legó Enrique Pinti
Pasan los años, pasan los gobiernos,
Los radicales, los peronistas,
Pasan veranos, pasan inviernos.
Quedan los artistas.
Pasan las crisis, pasan las guerras,
Pasa la prensa sensacionalista,
Las prohibiciones, las listas negras.
Quedan los artistas.
Pasa la belleza, y la juventud,
Los optimistas y los pesimistas,
Pasan las pestes, pasa la salud.
Quedan los artistas.
Pasan los mecenas, pasan los censores,
Pasan hipócritas y moralistas,
Tiempos peores, tiempos mejores.
Quedan los artistas.
Si no fuera por Homero y por ese Partenón,
¿Quién sabría algo de Grecia y su civilización?
Roma sigue siendo Roma aunque la quemó Nerón,
No habrá censura que pueda contra el Decamerón.
Hitler ocupó París y mucha gente temblaba,
Pero no pudo lograr que la Gioconda llorara.
La fuente de Lola Mora sigue tan desfachatada,
Y ni Franco consiguió que La Maja se tapara.
Por éso no le temo a las pasiones,
Ni a la vejez ni a los psicoanalistas,
Ni a los fracasos ni a las frustraciones, porque soy artista.
De veras que no sé si bueno o malo,
Ni más ni mucho menos que humorista,
Que ha recibido elogios y algún palo, como todo artista.
Y ustedes al venir me dan más fuerza,
No habrá fantasma que se nos resista,
Ni crisis que nuestra senda tuerza,
Mientras ustedes cuiden a sus artistas.
Pasan los años, pasan los gobiernos,
Los radicales, los peronistas,
Pasan veranos, pasan inviernos.
Quedan los artistas.
Pasan las crisis, pasan las guerras,
Pasa la prensa sensacionalista,
Las prohibiciones, las listas negras.
Quedan los artistas.
Pasa la belleza, y la juventud,
Los optimistas y los pesimistas,
Pasan las pestes, pasa la salud.
Quedan los artistas, quedan los artistas, quedan los artistas.
Fuentes: Agencia TelAm, Noticias Argentinas, Archivo Señales

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