El engaño, el buen engaño, debe ser sutil. Lo saben magos, prestidigitadores e ilusionistas, que desarrollaron su arte a través de los siglos y lo perfeccionaron continuamente, pero sin cambiar su esencia.
Se trata siempre del mismo juego: mostrar algo para ocultar otra cosa. Exponer una maniobra para esconder otra. Presentar una realidad lo suficientemente clara como para que no se vea lo que ocurre detrás de capas, pañuelos o escenarios.
Ese mismo juego sirve en la batalla política, o mejor dicho, se sirve de la batalla política: para mostrar el fervor por la defensa de una figura o sector, cuando en realidad la motivación es otra.
Pero vayamos por partes.
Allá por el año 2016, tan cerca y tan lejos, el periodista Daniel Cecchini brindó una conferencia titulada “Blindaje Mediático. Desde la apropiación de Papel Prensa al gobierno de Clarín”, donde analizaba la realidad periodístico-informativa del país, en un momento crítico de los sistemas de manipulación masiva, que hasta el menos avisado podía percibir.
“Estamos en una situación que no se daba desde la última dictadura cívico-militar: los medios estatales y los hegemónicos imponiendo el mismo discurso, creando una ‘realidad’ informativa única, que no deja lugar a la crítica”, observaba Cecchini con envidiable precisión.
Autor del libro “Silencio por Sangre”, el escritor y analista consideraba que existía un co-gobierno del Grupo Clarín y Mauricio Macri, con el cual en su momento se cerró el círculo que el medio de Héctor Magnetto inició durante la última dictadura cívico-militar genocida.
“Pensar esta situación, poner en evidencia su mecánica, creo que es el primer paso para intentar revertirla, o por lo menos enfrentarla, desde una posición de extrema desventaja”, explicaba cuando le preguntaban sobre aquello que lo impulsaba a dictar esas charlas en pleno apogeo del macrismo.
Cecchini desmembraba su idea al sostener que el Grupo Clarín y su socio La Nación, punta de lanza de ese discurso informativo único de la mano de Canal 13, TN, Radio Mitre, etc., lograron la hegemonía mediática que aún tienen hoy a partir de la apropiación de Papel Prensa, un delito de lesa humanidad cuyos responsables todavía no han sido juzgados.
Desde el monopolio de la producción y venta del papel de diario –con precios diferenciales que los favorecían y cuotas de producción que manejaron a su antojo–, construyeron su poder actual, que incluye el manejo de medios gráficos, radiales y audiovisuales, a lo que se suma el control casi total de la distribución de las señales de cable y hasta servicios de internet.
Con ese poder de fuego, limaron al Gobierno de Cristina Fernández de Kirchner mediante constantes operaciones de prensa, luego sostuvieron a Macri, y ahora atacan a Alberto Fernández con la misma táctica.
Puede deducirse que Macri los fortaleció, acompañó y ayudó, ya que lo primero que hizo fue desmantelar la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (la famosa Ley de Medios), que apuntaba, entre otras cosas, a recortar esa hegemonía con la consecuente democratización de la comunicación. Pero no es tan sencillo.
La mano y los hilos
Habría que alcanzar el climax de la candidez para creer fehacientemente que todo el Grupo Clarín, con su descomunal poderío construido durante décadas, fue una marioneta a las órdenes de Mauricio Macri, un poco iluminado hombre de negocios, que vio allanado su tránsito por las ventajas que le concedió una fortuna heredada y de origen cuestionado.
Macri eligió la política como el malogrado Ricardo Fort eligió la farándula. Caprichos de niño rico que por impulso de gordas billeteras y cuentas bancarias, no encontraron resistencia al avanzar.
Macri completó su plataforma de lanzamiento con popularidad, algo que objetivamente no estaba en su inventario, pero consiguió ubicándose en la fabulosa vitrina de Boca Juniors.
Los éxitos deportivos del elenco auriazul hicieron el resto, y ya tenía la planilla de requisitos completa para la aventura política. Tras un ensayo en CABA, con el singular electorado porteño como punto de apoyo, al igual que Fernando De la Rúa saltó a Casa Rosada. Y pasó lo que pasó: todas las impericias salieron a la luz, y al cabo Macri pagó un alto precio por esa desnudez de conocimiento e idoneidad. La pagó con su derrota personal, estrepitosa e inédita para un presidente en ejercicio que va por la primera reelección.
Aquí no se requiere gran esfuerzo para responder al interrogante original: ¿era la mano de Macri capaz de mover los hilos del Grupo Clarín? ¿O era Clarín la mano que movía la marioneta de Mauricio?
Billetes y poder
Puede pensarse que el poder económico, no ya de Macri, sino del Gobierno Nacional, es suficiente herramienta para aflojar los tornillos de la estructura de Clarín. Pero en realidad no. La pauta publicitaria de un medio –un grupo de medios- como ese, por muy suculenta que se vea ante los ojos, es apenas una ínfima porción de los verdaderos negocios que giran en forma de empresas de los más variados rubros detrás del mismo engranaje.
Clarín fue siempre más poderoso que el entusiasta Macri, incapaz de ofrecer algo más que interpretaciones preparadas por asesores de imagen y publicistas.
Por propio vacío de contenido, Macri no podía sobrevivir sin Clarín, y mucho menos enfrentarlo. Fue entonces obediente y recibió a cambio la ración de comida diaria para seguir sacándose fotos en el sillón de Bernardino Rivadavia.
El poder de Macri existió en la medida que no interfiriera en los intereses del grupo. Tuvo margen para actuar, naturalmente, pero los grandes lineamientos políticos lo tenían como receptor y no emisor de las directivas.
Protección mediática
Durante todo su mandato y en estos meses que han transcurrido desde su caída, Macri fue igualmente intocable para Clarín. Una mala combinación de vestido y zapatos de Cristina será siempre más grave que un endeudamiento a cien años o una negociación con los fondos buitres liderada por un acreedor en representación del Gobierno argentino.
Esa evidencia genera indignación entre quienes claramente notan la diferencia de trato, el blindaje y la protección mediática con que cuenta Mauricio Macri, a diferencia de cualquier intendente K que es masacrado sin piedad por el desliz más intrascendente; por no hablar de Cristina, que es una obsesión ya analizada.
Y allí está el truco, el engaño sutil.
La pantalla es el blindaje y la defensa de Macri. La realidad es que el Grupo Clarín no defiende a Macri: se defiende a sí mismo.
El accionar periodístico es el más visible de todas las actividades del grupo. Pero sus ramificaciones limitan la tapa de un diario a una anécdota de color. Porque en los hechos Clarín dejó hace mucho de ser un observador político. Es un actor protagónico, que saltó de la platea al escenario para discutir la cosa pública y servirse de ella.
Pobre aquel que crea que la manipulación judicial de causas políticas, las campañas de persecución y denigración pública, las tareas de espionaje y los grandes negociados fueron obras de Macri que Clarín oculta por puro amor.
Clarín no puede cambiar el eje de su enfoque, porque en el espejo aparecerá su propia imagen. Y hasta existe la posibilidad de que, si descuida a Macri, el propio expresidente revele los pormenores de aquel co-gobierno que mencionaba el periodista Cechini.
Fuente: El Esquiú