La Coca nació el 9 de julio de 1935 en Concordia, Entre Ríos, comenzó a trabajar como secretaria para ayudar a su madre, pero luego le ofrecieron modelar para todo tipo de productos y su carrera marchó tan bien que tuvo que dedicarse solo a eso.
En 1955 fue elegida Miss Argentina y en esa época conoció en persona al general Juan Domingo Perón. Dicen que el flechazo fue mutuo y, en aquellos tiempos, reveló: “Acababa de ganar el concurso y Perón me piropeó, me tiró los galgos, me dijo que valía por miles de embajadores de la paz”.
“En las 29 películas que hice con Armando yo me ocupé de las labores de producción. Nací para el cine con El trueno entre las hojas. Gracias a la escena en la que aparezco haciendo un desnudo total la película obtuvo un éxito rotundo. Salí en la revista Times dos veces, y en Life, seis. También hablaron de mí en los noticieros de distintas partes del mundo. Ese desnudo significó el inicio de una carrera llena de éxitos”.La actriz admite que no le molesta que también la recuerden con la frase “¿qué pretende usted de mí”, y siempre afirmó su predilección por el peronismo. Acerca del fútbol, contó que conoce poco y nada, pero remarcó que “me encanta Carlos Tevez”.
En 1956 la descubre el director Armando Bo con quien entabla una relación personal y profesional de larga data (hasta la muerte del realizador), convirtiéndose en protagonista y musa inspiradora de sus películas.
La Coca, así la llamaron siempre, prosiguió su carrera hasta la muerte de Armando Bo, en 1981, cuando prácticamente se retiró de la actividad. En el funeral de Armando Bo, la Coca se quedó toda la noche cuidando que no entrara nadie porque sabía que Héctor Ricardo García iba a mandar una cámara de CrónicaTV. Deja en muchas generaciones un recuerdo icónico gracias a su combinación de inocencia y voluptuosidad, emblemáticas del cine de su época. “Armando murió y yo estuve 15 años que no quería saber de nada. Pero me dieron ganas de filmar ‘La dama regresa’ porque quiero mucho al Polaco, su director”, comentó en 1996.
Posteriormente, en 2010, volvió a la pantalla grande de la mano de Juan José Jusid con el filme “Mis días con Gloria”. “Yo siempre fui muy respetada en el cine y todos los hombres fueron muy amorosos conmigo”.
Ver también: Coca Sarli: recuerdos del primer desnudo del cine nacionalY en cuanto a su profesión, recordó algo que le decía Armando: “No serás una súper actriz, pero sos natural”. Recuperada totalmente del tumor que le extirparon en 1992 de la cabeza, Sarli revela: “Estuve en coma varios días, pero me operó Matera y me entregué a su equipo de profesionales”, finalizó.
“Cuando era jovencita me preparé para trabajar como secretaria porque sabía que iba a ganar bien. Luego, el destino me cambió la vida pero yo aprendí a escribir a máquina, hice taquigrafía, inglés en la Cultural Inglesa, sabía todo eso. Empecé a hacer fotos de publicidad, y hacía tantas que tuve que dejar el trabajo de secretaria. Y sí, durante un tiempo mientras trabajaba de secretaria, corría a hacer las fotos de noche, volvía a mi casa tardísimo, cansada que no daba más. Tomaba el tren en Retiro, viajaba hasta Belgrano, había nueve cuadras desde la estación, a veces tenía para pagarme el colectivo y otra veces no. De chica siempre cuidé mucho el dinero. Cuando iba al colegio, mi mamá me daba plata para tomar el tranvía o el colectivo y yo me guardaba los 10 o 15 centavos que podía juntar para ir al Cine Park el fin de semana, que era un cine que estaba en plaza Italia. Ibas y veías cuatro o cinco películas por 60 o 70 centavos”Embajadora de la Cultura Popular Argentina
En 2012, la expresidenta Cristina Kirchner nombró de esta manera mediante un decreto.
En los considerando del decreto, publicado en el Boletín Oficial , se dice que "la señora Isabel Sarli es considerada una verdadera representante de la cultura nacional, tanto por sus dotes de actriz cinematográfica, como por estar considerada un icono popular de su época y una figura emblemática del cine argentino".
"Que, asimismo, siempre se ha destacado por su generosidad y honestidad, de lo que ha hecho un culto a lo largo de su trayectoria, siendo un verdadero ejemplo de fortaleza, valor y lealtad a un ideal".
"Que en ese marco, la señora Isabel Sarli resulta una figura insoslayable, a la hora de ensalzar los valores éticos y culturales, al representar la síntesis de la imagen que la República Argentina desea proyectar al mundo".
Sarli se convirtió desde muy joven en una estrella del cine que trascendió las fronteras al protagonizar numerosas películas eróticas que dirigía su esposo Armando Bó.
Dueña de una figura voluptuosa, filmó decenas de películas tras su casamiento en 1956 con Bó, entre ellas “El trueno entre las hojas”, “Furia infernal”, “Favela”, “Carne”, “Fuego”, “Embrujada” e “Insaciable”.
Tras la muerte de Bó en 1981, Sarli se retiró de la actividad y sólo tuvo esporádicas apariciones, como en el film "La dama regresa", de Jorge Polaco, o la obra de revista "Tetanic", además del rol protagónico en la película "Mis días con Gloria" (2010).
Entre los adjetivos que se podrían elegir para definir a la filmografía de Isabel Sarli, “inolvidable” es el que mejor le cuadra. Es que -pese a que el paso del tiempo las afectó en varios sentidos, desde una mirada estrictamente cinematográfica- sus películas permanecen como las primigenias tentativas de crear un cine erótico con sello nacional.En 2014, en ocasión de presentar una campaña publicitaria del Banco Provincia, que la tenía como protagonista, la Coca dio detalles de su primer encuentro con Perón. Al día siguiente los medios publicaron: "Perón me tiró los galgos", y sumaron: "Acababa de convertirme en Miss Argentina y él me piropeó, me tiró los galgos y me dijo que valía por miles de embajadores de la paz". Pero más tarde la Coca desmentía esos dichos: “Eso fue un invento de un periodista. No, m´hijo, no. Perón era un hombre respetuoso. Fue todo maravilloso cuando yo lo saludé antes de ir al concurso de belleza en los Estados Unidos. Es una grosería lo que se dijo. No sé de donde salió esa grosería. Me amargué mucho cuando se dijo eso”.
La “Coca” fue invitada a Las Termas, el lugar donde, en 1958, estrenó su primer filme, El trueno entre las hojas. “Para mí, este lugar (por Las Termas), tiene un recuerdo bárbaro. Como bien lo has recordado, en 1958, vine a Las Termas con Armando Bo para proyectar, por primera vez en el país, El trueno entre las hojas. El nacimiento para el cine, de mi carrera, fue en este lugar. Mirá el gran significado que tiene para mí”, recordó en una entrevista con el diario El Liberal.
Esa fue la película que la marcó a fuego en su carrera ya que después, poco a poco, se convertiría en el ícono sexual del cine erótico en la Argentina.
“Es una gran película. Fue filmada en Paraguay, con libro de Roa Bastos. Es un filme que amo como a tantos que he hecho. Grandes películas, grandes historias, grandes momentos, profundos recuerdos, inolvidable repercusión y mi agradecimiento infinito a la gente por no olvidarme.
Armando Bo fue siempre un vanguardista”, rescató sobre el desaparecido cineasta.
¿Cómo tomaba usted esas propuestas osadas que le hacía para plasmarla en el cine?
“Son películas que retrataron las cosas de la vida diaria, los problemas sociales, como lo que planteaba Carne, donde interpreté a una trabajadora de un frigorífico, como también Burrerita de Ipacary, que vendía verduras. En general, siempre, eran temas populares los que se desarrollaban en mis filmes. Con Armando nos llevamos muy bien en todo. Tuvimos más de 26 años juntos hasta que Dios se lo llevó”.
¿La osadía de sus desnudos, para aquella época, molestó a sectores reaccionarios?
“Fuimos perseguidos por la Triple A por los desnudos que hice que, según las argumentaciones, escandalizaban tanto. Lo mío, comparado con lo que sucede hoy en día, donde ves desnudo a cualquier hora en TV, no es nada”.
¿Cómo vivió en esa época esa prohibición a sus películas?
“Algunas películas se pasaban, muy cortadas, y con mucha lucha de Armando. Sufrí cuando se la prohibió totalmente a la película Fuego. Eran épocas difíciles, por cualquier cosa lo ponían preso. Por una simple foto, te metían preso. Me acuerdo cuando, en una fiesta, Armando encontró a Onganía y éste le preguntó cómo andaba Armando. Cuando Armando le dijo que mal, Onganía le respondió que cuando él esté en el gobierno iba a andar bien. Vino Onganía y fue peor. Eran una época difícil. Gracias a Dios todo se superó”.
Isabel un trueno entre las hojasEl Teje, primer periódico travesti latinoamericano, tuvo en su tapa nada menos que Isabel Sarli, símbolo de la carne y del fuego, de la fiebre y de la desnudez llevada a su potencia más trans. Lo que sigue es un fragmento de la extensa entrevista donde Marlene Wayar consigue que la diosa Sarli hable de su pasado y de tantas cosas que tienen en común.
Coca, usted se vino para Buenos Aires de muy chica. ¿Sufrió mucho?
No. No, porque yo tenía tres años cuando vine con mi mamá aunque tuve un hermanito que después murió; murió a los cinco años, era un año menor que yo.
Eso es tremendo. Pero se lo pregunto porque, en general, las chicas que vienen a Buenos Aires, tanto las travestis como las mujeres en prostitución, cargan con el tema del desarraigo.
Mi madre es la que, claro, sufrió mucho. Se llamaba María Elena Sarli, era napolitana, fue una luchadora que vino al país con sus hermanos en pañales y ellos se pusieron a trabajar la tierra en Concordia. Mi padre, un tal Gorrindo, un día se fue a Montevideo a buscar trabajo, dijo. Pero no volvió más. Mi mamá se vino para Buenos Aires conmigo y mi hermanito. El nene se murió. La única amiga que tenía ella le robó de la valija la poca plata que le quedaba y no tenía ni para comprar un cajón para enterrar a mi hermanito. Fue muy triste, el municipio le dio un cajón que a la primera palada de tierra hizo craaajjjj y se rompió. Ella lo sufrió mucho, por eso le digo: ¿cómo voy a perdonar a ese “hache de pe” que tuve de padre? No puedo. Tampoco me gusta hablar mucho de él. No quiero.
Ver también: Coca Sarli: recuerdos del primer desnudo del cine nacional¿Cómo hizo para formarse en medio de todo?
Cuando era jovencita me preparé para trabajar como secretaria porque sabía que iba a ganar bien. Luego, el destino me cambió la vida pero yo aprendí a escribir a máquina, hice taquigrafía, inglés en la Cultural Inglesa, sabía todo eso. Empecé a hacer fotos de publicidad, y hacía tantas que tuve que dejar el trabajo de secretaria. Y sí, durante un tiempo mientras trabajaba de secretaria, corría a hacer las fotos de noche, volvía a mi casa tardísimo, cansada que no daba más. Tomaba el tren en Retiro, viajaba hasta Belgrano, había nueve cuadras desde la estación, a veces tenía para pagarme el colectivo y otra veces no. De chica siempre cuidé mucho el dinero. Cuando iba al colegio, mi mamá me daba plata para tomar el tranvía o el colectivo y yo me guardaba los 10 o 15 centavos que podía juntar para ir al Cine Park el fin de semana, que era un cine que estaba en plaza Italia. Ibas y veías cuatro o cinco películas por 60 o 70 centavos, te hablo de cuando era una muchachita, ¡allá lejos y hace tiempo!
¿Cómo empezó con la publicidad?
Por una agencia que publicitaba los barcos de Dodero hijo, la flota en la que estaban el barco “17 de Octubre”, el “María Eva Duarte” y el “Juan Domingo Perón”. Había fotos mías en los camarotes, en la piscina, en todos lados. Y luego hice fotos para la maquina de escribir Remington. Por suerte, empecé a trabajar mucho en gráfica y ya no pude seguir con lo de secretaria.
¿Cree que construyó una familia no tradicional?
Sí —dice—, estando sola. Martín estuvo con nosotros desde chiquito. Mientras mamá vivía teníamos la guarda, pero luego muere mamá, muere Armando y yo decidí adoptarlo. Y lo mismo con Isabelita, o sea que soy una mujer sola, pero tengo los dos hijos, ¿no? Pero me costó muchos años porque es mala la ley de adopción, hay que arreglarla. Es muy tremenda. ¡Ay cómo te hinchan las visitadoras! A ver, qué pasa, qué cuántos baños, que esto, que lo otro. Tengo una casa grande en Martínez. Un día, no sé, desde acá, desde la ventana del primer piso, escucho que me llaman. “¿Pero otra vez estás acá?”, digo yo. “Queremos saber cuántos baños hay en la casa”, me dijeron. “Mirá m’ hija, acá lo que sobran son baños, lo que falta es gente”, así le grité, tipo villera, desde arriba.
Es de explosiones muy espontáneas, ¿no?
Sí, siempre he sido así, desciendo de napolitanas, no te olvides, por parte de madre.
Parece ser así, nomás. La definen las cosas, como a muchas de las travas que tienen pocas pulgas para las disquisiciones teóricas. Ella se ancla en sus propias anécdotas. La tarea de extraerle algo nuevo, no publicado, es cada vez más difícil. Los racontos tienen, sin embargo, un trasfondo de una ética de lo cotidiano.
Yo la quería mucho a Sophia Loren —me dice—, nos conocimos en el Festival de Berlín, pero no le perdoné que ella hubiera perdonado a su padre. El padre las abandonó, a ella, a la madre y a la hermanita María, a las tres. Y ella después lo perdonó. No. Yo no, que se vaya a la mierda, perdoname la palabra.
No, es la palabra perfecta, le digo y pienso en que muchas veces son los padres los que expulsan a las chicas de sus casas. Vuelvo a la Coca, pienso que logró superar a las travas: la mayoría actúa con la misma sinceridad; te espetan lo que piensan y chau, procesalo. Están paradas en la esquina y se ponen a laburar, qué tanta disquisición moral, si la panza tiene que llenarse hoy y no sólo la propia. Y Coca quizá lo hizo desde un lugar muy de trava también. No por el hambre propio, porque tenía su trabajo y no ambicionaba lujos, sino por el hambre de Armando Bo, el hambre de ser director y de conseguir alguien que le posibilite su arte. Parece haber estado dispuesto a todo pero, claro, no tenía ese cuerpo voluptuoso ni llegaría a tenerlo. Ella se entrega, se hace su material de trabajo. Tímida, como lo ha dicho hasta el hartazgo, la solución se la propone Armando: fueron las mentiras. Filmó su primer desnudo creyendo que saldría muy de lejos. “Armando me hizo ver una película de Fellini —dijo alguna vez—, que no recuerdo cuál era, y yo le dije que no iba a hacer un desnudo como ése. Como no conocía las cámaras, la filmaron a una supuesta distancia que no fue tal. Más adelante no hay mentiras pero la solución será el alcohol y más precisamente el whisky”. ¿Les recuerda algo, mis queridas? Superar la tarea apoyadas en algún desinhibidor. Isabel logró separar los ámbitos: no se llevó el whisky a todos lados.
Pregunto de nuevo. ¿Nunca reconoció a su padre?
No, mi querida, no, no. El murió en Canadá, me han contado. Pero no, yo nunca quise saber nada. Una vez, Néstor Romano, que es un periodista, me dijo: “Usted sólo escucha la campana de su mamá, tiene que escuchar la otra”. “Pero no”, le dije. “Yo escucho la de mamá porque es la verdadera, no me cambie la cosa”, así le dije cuando escribió un libro sobre mí, una biografía. Hizo una mía y otra de Mirtha Legrand, habíamos trabajado en La dama regresa. ¿Te acordas de Néstor Romano, no? Murió hace unos años.
Honestamente, no. ¿Pero usted nunca se llevó por lo que se comentaba…?
Me decían, algunas, que cómo con un hombre casado. Bueno, pero fue mi amor. Yo, casado o no casado fui muy feliz con él. En esos años, en los que una era tan señalada, ¿no? A Armando lo conocí en el 56 y estuve con él hasta que falleció, esta noche es el aniversario, esta noche a las tres y cuarto son 28 años que Armando murió.
¿Cómo lo conoció?
En un programa de televisión en el que se elegía Miss Argentina. Yo le tenía que dar la coronación a Doris del Valle, que salió miss ese año 1956 y fue instantáneo. No sé, no me gusta hablar de mis cosas, ya vos sabés todo lo que pasó. Son 25 años y cuatro meses que nos conocimos. Lo quise, lo quiero y lo querré.
Murió en sus brazos y frente a Teresa, su mujer legal, ¿no?
En la casa familiar y en mis brazos, sí.
¡Eso es lo que nos habla de cómo pensar otras familias posibles! Donde todo sume y no reste. Usted, con Teresa, ¿no se odiaban?
No, pero yo nunca la había vuelto a ver, nunca. No visitaba la casa. No me hacía la amiga. Una vez, con Armando, íbamos a leer el libro de una película, ahí la conocí y después nunca más pisé la casa hasta el día que él ya estaba muriendo. Empecé a ir poquitos días antes, con Juanita Martínez.
Pero entonces, para usted, ¿se pueden pensar otras familias?
Bueno, por lo menos, lo mío fue así, mi destino. ¿Qué vamos a hacer?
Una de las frases más famosas del cine nacional es atribuida a una escena de Carne, que el año pasado cumplió 50 años. Delicia, la chica humilde del frigorífico, encerrada en un camión repleto de medias reses, está por ser violada por Romualdo "El Macho" Quiroga y le grita: "Canalla, ¿qué pretende usted de mí?" Falso.
¿Qué pretende usted de mí?: la frase que nunca dijo
La escena existe, por supuesto, pero a Quiroga, con un bretel caído y horror en la voz, ella le dice: "Canalla, se va a arrepentir toda la vida de lo que hace".
Hay otra película de Armando Bo, Y el demonio creó a los hombres (1960), en donde el personaje de la Coca dice en un momento: "¿Por qué me persigue? ¿Qué pretende de mí? " La confusión entre la escena del camión y esta frase construyeron el mito.
Como la leyenda estaba tan arraigada en la creencia popular, Jorge Lanata cuenta que quiso incluirla cuando escribió el guion del video de La argentinidad al palo, de Bersuit Vergarabat. Pero revisando Carne, no la encontraron. Ni siquiera en una versión completa, sin cortes de censura.
Lanata se lo consultó a Víctor Bo, el hijo de Armando, que le confirmó que esa frase textual jamás había existido. La propia Sarli también negó haberla pronunciado. Entonces Lanata y la Bersuit decidieron pedirle que la grabara especialmente para el video en los estudios de Ideas del Sur.
Así es como en el videoclip hay un montaje de la escena mítica de Carne en donde Gustavo Cordera, entonces cantante del grupo, entra al camión bajándose la bragueta. Y la joven Coca le dice: "Canalla, ¿qué pretende usted de mí?" Pero es un doblaje: la imagen es de 1968 y el audio, de 2004.
Ya nadie me dice Isabel
Por: Isabel Sarli
Me alegra mucho que la nueva generación sean chicos que me dicen Coca Sarli : ya nadie me dice Isabel . Muchos me conocen por la televisión, mis películas se dieron en Space, I.Sat, Retro, algunas muy cortadas, otras bien, y están los que me conocen a través de sus padres. Yo abarqué la generación del ’60, ’70, ’80. La última con Armando la hice en el ’80: Una viuda descocada.
La censura las cortaba, hicieron de todo en la época de los militares. Pero lo menos grave es cortar una película en comparación con todas las otras brutalidades. Las películas sobrevivieron: yo las tengo, algunas en DVD, y las vuelvo a ver, no reniego de nada de lo que hice. Me gusta mucho una muy suavecita, La burrerita de Ipacaraí, que era la preferida de mamá, y Una mariposa en la noche, que tiene cosas filmadas en París. Pero todas tienen algo, eran nuestros hijos, como decía Armando. Lamentablemente, de varias películas hemos perdido el negativo, se perdieron negativos en la Columbia en Nueva York, y el negativo de Lujuria tropical que hicimos en Venezuela, se perdió en la Rank, en Londres, cuando se la llevaron para hacer el doblaje al inglés. Curubeto tiene un pedacito de esa película, que puede verse en Carne sobre carne. Pero hice 28 películas con Armando y las quiero a todas, me encantan, yo no reniego de nada de lo que hice. Algunas fueron tremendas, yo regresaba a casa y mamá me decía: “Pero, Coca, parece que volvés de la guerra”, porque había estado filmando en la selva. Pero pasamos por todos lados, tuvieron gran aceptación, fui a estrenos con mucha suerte. A Japón fui tres veces, a estrenar Fuego, e Intimidades de una cualquiera, que era un libro que hizo Armando con Dalmiro Sáenz, y que se llamaba Intimidades de una prostituta, pero a la que el censor obligó a cambiarle el título.
Yo pertenezco a esa época en la que estábamos Gina Lollobrigida, un poco antes de Brigitte Bardot y Sofía Loren; México tenía a Sara Montiel, y Argentina tenía a Isabel Sarli, estábamos todas estas mujeres, un grupo que hoy no existe. Pero el mayor elogio que he tenido en todo ese tiempo, fue, además de los muy buenos recuerdos de mi época de cine, el haber viajado por todo el mundo con las películas, aunque siempre odié el avión.
Fuente: Radar, enero de 2010
Diego Curubeto realizó el documental "Carne sobre Carne” donde revaloriza sus películas
Ver también: Coca Sarli: recuerdos del primer desnudo del cine nacional