Por: Rolando Citarella*
Con la estatización del fútbol el gobierno nacional le puso la frutilla del postre a su política intervencionista bajo los mismos supuestos argumentos que utilizó la AFA para romper unilateralmente el contrato que tenía con la empresa Televisión Satelital Codificada (TSC).
1º supuesto: el mencionado contrato era un negociado. Si así fuera, tendría que ser entre dos vivos (la AFA, o directamente su presidente Julio Grondona y TSC) que se aprovechan de un tonto que no participa en la negociación (los clubes). Pero ¿cómo puede ser eso, si Grondona es el representante de los clubes? Aquí el supuesto sería que ese señor recibió plata por debajo de la mesa. Pero si así fuese, ¿cómo ahora el gobierno está firmando un contrato con el que supuestamente es un corrupto? O bien, ¿cómo los dirigentes permitirían que el que supuestamente los estafó esté firmando un nuevo contrato en representación de ellos?
2º supuesto: Grondona no es un corrupto. Es un presidente que en su momento se vio en la necesidad de firmar un contrato de exclusividad monopólica con TSC con el fin de asegurarse un dinero para AFA y los clubes. Bueno, en tal caso no habría ningún negociado sino simplemente un contrato de común acuerdo entre dos partes. La AFA no tenía la obligación de firmar por tantos años; si lo hizo fue porque le convenía.
3º supuesto: la televisación del fútbol argentino es un negocio de 600 millones de pesos anuales y los clubes hoy sólo reciben un tercio. Sin embargo, TSC ha informado que la recaudación por venta de señal es de sólo 300 millones de pesos, de los cuales la AFA se quedaría con 210 (70%) y el resto sería para gastos, inversiones, impuestos y utilidades de la empresa. Si esto fuese cierto -y hasta ahora sería lo único cierto, ya que estaría en los balances auditados y no objetados por la propia AFA- los 600 millones de pesos serían sólo un sueño. Más bien, daría a pensar que no es lo que genera el fútbol argentino por televisación sino lo que necesita el fútbol argentino para mantenerse en pie.
El gobierno ha dicho que la publicidad oficial financiará la televisión. O sea que, en los entretiempos, el gobierno nos enumerará las obras que está haciendo, lo mucho que está recaudando, lo bien que está gobernando, etcétera. En realidad, todo esto es un eufemismo para no decir directamente que la plata para que los clubes de fútbol no se fundan va a salir del pago de impuestos.
En definitiva, como esto se va a financiar con impuestos, los pobres (los que ven y los que no ven fútbol) van a terminar poniendo plata para que los jugadores y técnicos ganen veinte y treinta veces más que lo que ellos ganan. Además, mediante el pago de impuestos esos pobres se van a hacer cargo de financiar el fútbol gratis para los ricos, que ahora no tendrán que pagar el abono. Y esto sin considerar lo que haya que pagar en el futuro por el juicio que seguramente hará la empresa TSC.
Las preguntas obvias son las siguientes: ¿en qué está pensando realmente el gobierno cuando toma estas decisiones? ¿Cree que esto puede funcionar? ¿No se da cuenta de que hoy el fútbol es un negocio y, como tal, no puede ofrecerse gratuitamente? ¿Por qué entonces no ofrecer gratuitamente los medicamentos o los alimentos, que serían más prioritarios que el fútbol?
Por otra parte, si ya tiene problemas porque no le alcanza la plata para los gastos actuales, ¿para qué cargarse con otro gasto extra que lógicamente va a tener que salir de otros rubros como pago de deuda y jubilados? ¿Qué necesidad había de agregar más problemas a los ya existentes? Realmente, no se entiende.
Esto trae a cuento, a propósito del fútbol, el caso del técnico aquel que al término del primer tiempo y con su equipo perdiendo 4 a 0 se acerca al desconsolado arquero y le dice: "Pibe: las que van abajo y muy esquinadas dejalas, porque te vas a matar; lo mismo las que van altas y al ángulo. Pero, por favor, las que van afuera no las metas adentro".
*Economista
Fuente: Diario Río Negro
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