Por: Ricardo Roa (rroa@clarin.com), Editor General Adjunto de Clarín
No es la prensa sino la realidad la que pone en aprietos al Gobierno. La mayoría kirchnerista le dio vía libre a un proyecto de emergencia agropecuaria a contramano de lo que el oficialismo predicó hasta hoy en su pelea contra el campo. Como malos escribanos, los legisladores K legalizan sin leer los textos de Olivos y ahora se culpan unos a otros (ver Vetan la baja de las retenciones y crece la pelea en los bloques K).
En apenas 48 horas el Gobierno se desdijo de aquello de que el Estado no pondría un peso para financiar el fútbol: terminó la primera fecha y ya destinó otros 302 millones para la AFA. Y porque siempre proponen cirugías en el cuerpo de los otros, el gobierno de Córdoba avisó: si la Nación no le paga una deuda de 300 millones no tendrá cómo afrontar los sueldos de agosto (El Gobierno destinó $302 millones adicionales para financiar el fútbol y Schiaretti ya avisa que peligra el pago de sueldos públicos).
La lista sigue: Aerolíneas, otra empresa sobre la que el kirchnerismo posó su varita mágica, vive una feroz interna y los pilotos dicen que está en riesgo la seguridad de los pasajeros (Aerolíneas: una denuncia de falta de seguridad desató la polémica).
Tras perder las elecciones, los Kirchner han instituido a Clarín como el enemigo del Pueblo. Una etiqueta como cualquier otra si no la acompañase una apelación a la violencia: afiches y pintadas difamatorias, y dos gerentes del diario intimidados en sus domicilios (ver Intimidaciones y ataques a directivos del Grupo Clarín). Es violencia contra ellos y contra los medios en general.
En el fondo, lo que está en debate es el rol del periodismo. Los K son prensafóbicos: no toleran el escrutinio periodístico, impugnan el disenso, descalifican toda apreciación no coincidente ni obsecuente.
Siempre existió una frontera caliente entre los gobiernos y la prensa independiente. Pero este gobierno ha resuelto colonizar el espacio de la información y tutelarlo para que nadie lo controle. Ese autoritarismo no es una batalla contra una empresa sino una agresión para toda la sociedad.
Fuente: Diario Clarín