"Hace más de tres meses, precisamente el 29 de noviembre del año pasado, esta columna arrancó con el siguiente párrafo: “El gobierno de los Kirchner está potenciando el más formidable operativo para controlar los medios de comunicación que se tenga memoria desde la restauración democrática en 1983. Es un plan sistemático y reservado que se viene perfeccionando desde que llegaron al poder y que no descarta ningún mecanismo de presión, castigos publicitarios, compras de empresas y campañas de hostigamiento a periodistas fogoneadas desde el poder. Néstor y Cristina sueñan con trasladar a todo el país la experiencia de Santa Cruz que consiste en achicar a su mínima expresión las voces críticas y multiplicar la obsecuencia y los elogios.”Fuente: Diario Perfil
En su discurso de inauguración de las sesiones ordinarias del Congreso, la presidenta Cristina Fernández dio la orden de iniciar la segunda etapa de este operativo cuando habló de pagar “una vieja deuda de la democracia” con el envío del proyecto de la nueva ley de radiodifusión.
Los argumentos son razonables. Es cierto que la legislación vigente es un esperpento parido por la dictadura militar y luego reducido a escombros por diversas modificaciones que funcionaron como trajes a medidas de diversos amigos del poder. La tecnología de las comunicaciones cambió a la velocidad del sonido y dejó en ridícula letra muerta esa norma que registraba al fax como último salto de modernidad. No hay dudas de que la concentración monopólica de medios conspira contra el pluralismo y la libertad de prensa. Esto casi nadie lo discute. Pero lo que casi todos sospechan es que a los Kirchner no los mueve ninguna de estas ideas republicanas. Toda la trayectoria política del matrimonio desde la Municipalidad de Río Gallegos hasta la Presidencia de la Nación, pasando por la Gobernación de Santa Cruz, ha tenido y tiene como objetivo reemplazar la mirada crítica que es parte del ADN del periodismo, por la propaganda sin límites. A esta altura ni sus amigos más fieles niegan que los Kirchner tienen una especial intolerancia hacia aquellos medios que no se arrodillan ante sus órdenes y sus delirios de editores de la realidad.
Este es el verdadero problema. Este debe ser el eje del debate. ¿Qué tipo de medios quieren los Kirchner? Y en consecuencia, ¿qué tipo de ley van a impulsar? ¿No sería más razonable y transparente que la nueva ley sea aprobada por el parlamento que viene, donde todo indica que las bancas van a estar más repartidas? Es que los Kirchner están convencidos de un absurdo que no resiste el menor análisis: los medios son el partido de la nueva derecha. O que el enemigo destituyente es una alianza agro-mediática-neoliberal.
Una sola pregunta desarticula esa visión conspirativa y equivocada: ¿cómo se explica entonces que la mayoría de los medios eran muy críticos en la época de Carlos Menem, el ícono del neoliberalismo en la Argentina? ¿O no dijo Menem que le había ganado las elecciones al periodismo? ¿O nadie recuerda las denuncias de casos de corrupción? ¿Cómo era posible que la senadora Cristina Fernández fuera una de los que más frecuentaban los programas políticos de televisión y el aire de las radios a medida que más criticaba a Menem? Su discurso duro, su belleza y altanería eran un bocado apetecible para los productores periodísticos de medios audiovisuales. El día que ella dijo que no era la recluta Fernández casi todo el periodismo la convocó. Sobre todo muchos de los periodistas que hoy los Kirchner odian porque siguen siendo críticos del poder, como corresponde, aunque el poder haya cambiado de camiseta. Una pirueta ideológica insólita explica que quienes más defendieron a Carlos Menem y recibieron millonarios beneficios de él sean hoy los que más defienden al matrimonio Kirchner para seguir recibiendo esos mismo billetes. ¿Esos son los medios que quieren fomentar con la nueva ley? Empresarios y periodistas que impulsaron la xenofobia, las recontra privatizaciones, la mano dura, y que humillaron a los derechos humanos, hoy entrevistan casi en exclusiva y todos los días a los funcionarios oficiales, incluso a los presidentes Kirchner. Ellos los tratan afectuosamente por sus nombres de pila. Les dicen Oscar, Fabián, Eduardo, y se manifiestan gustosos de transitar la alfombra roja que les ponen. Los hacen sentir como en su casa tal vez porque los kirchneristas están realmente en sus casas. Como en Canal 7 pero con mejor audio e imagen. Los Kirchner creen que un periodista es un enemigo hasta que se demuestre lo contrario o hasta que les chupe las medias para calmar su sed de pauta oficial.
Todos los días aparecen nuevos ejemplos de censura, de empresarios amigos, cómplices o socios que compran medios, y de esa concepción genéticamente autoritaria de considerar los recursos del Estado como si fueran de su propiedad. Que Canal 7 haya sido obligado a transmitir completo el discurso de Néstor en un acto del Partido Justicialista en Chivilcoy da vergüenza ajena. Salvo que en las próximas horas hagan lo mismo con las actividades del radicalismo o el socialismo o el macrismo. Parece difícil.
Eso sólo muestra la hilacha de sus verdaderas intenciones, y de paso mancillan el apellido de gente muy valiosa como Tristán Bauer, que no puede explicar lo inexplicable. Por eso hay tantos funcionarios eficientes y razonables que huyen del kirchnerismo. Cuando ordenan cometer un despropósito, irremediablemente hacen que el que lo ejecuta deje sus huellas marcadas. Y lo más grave es que bajan una señal de zona liberada que permite a gobernadores o intendentes hacer lo mismo. Muchos programas y periodistas de radios del Estado en el interior han sido extirpados por el solo hecho de negarse al verticalismo de la subordinación y valor a los Kirchner. Entre Ríos bate todos los récords en este sentido.
Hoy los medios no adictos han pasado a ser el enemigo principal de los Kirchner. Esto se va a ver con más claridad en los próximos días, a medida que se intensifique su pelea contra el Grupo Clarín, la fortuna en juego que hay con el tema del triple play y la presentación del proyecto de la nueva Ley de Radiodifusión. El campo, por ahora, ha pasado a un segundo lugar en cuanto a adónde apuntan los cañones bélicos del Gobierno. Aquí los Kirchner instalaron un nuevo escenario. Recuperaron la iniciativa política y se calzaron una careta dialoguista, moderada y pacífica para bajar los niveles de confrontación y disimular su rostro autoritario. La aparición de Cristina en la reunión con la Mesa de Enlace, el papel que firmaron acordando varios puntos que los productores venían reclamando y la nueva versión de Kirchner elogiando la responsabilidad de “las patronales rurales” son eslabones de un mismo plan..."
What a wonderful world
"...En lo económico, el nudo más urgente es la decisión sobre qué norma elegirá la Argentina para la televisión digital. Aquí también, la crisis mundial sacudió el tablero: hasta hace unos meses, parecía que los K estaban entre la norma estadounidense y la brasileño-nipona. Los norteamericanos (la opción preferida por el Grupo Clarín) están prácticamente retirados de la competencia por sus propias urgencias financieras. El triángulo Brasilia-Tokio-Buenos Aires se complicó por motivos oscuros. Ahora los empresarios europeos recuperan las esperanzas de ser elegidos, aunque sea por descarte.Fuente: Crítica de la Argentina
La más cruda política local podría beneficiarlos de carambola. En la Feria Expoagro –organizada por Clarín y La Nación en Santa Fe–, el tema de pasillos es la certeza de los tradicionales capitanes de la industria argentina de que su relación con el Gobierno está herida de muerte, mientras en Olivos clonan una nueva burguesía nacional. A esto se suma la sospecha de que la puja con Clarín no tiene retorno, porque Kirchner planea poner un pie en los negocios digitales del grupo, incluso aliándose con las telefónicas europeas para repartirse la nueva torta televisiva. Y el ascenso de Florencio Randazzo a expensas de Sergio Massa confirma la línea dura “nestorizante” del plan de negocios K. Néstor compra, Cristina dignifica."