Juane no es solo un nombre que hoy designa una calle del barrio Tío Rolo, en Rosario. Es una presencia que vuelve una y otra vez. El amigo, el compañero, el periodista de esta ciudad que una noche salió a jugar al fútbol y murió de manera inesperada. Una muerte súbita, injusta, imposible de asimilar. Porque Juane tenía todavía mucho para dar. Y sin embargo, dejó trazado un camino: el que enseñaron las Madres, los organismos, las luchas que no se negocian.
Ese camino también se dibuja en un mural. Un mural que ha sido trasladado, desplazado, descuidado. Primero estuvo en el Pasaje Gregoria Pérez de Denis, luego en el Pasaje Juramento. Un Juane sonriente, señalando hacia arriba, marcando rumbo. Cuando el municipio decidió pintar a San Martín y luego a Belgrano, el mural fue corrido, reubicado, y finalmente quedó a mitad de camino, sin mantenimiento. Como tantas veces ocurre con la memoria cuando incomoda. Ese descuido material de la imagen fue también una forma de disputa por el sentido de la memoria.
La semana pasada debía volver a ponerse en valor. La lluvia lo impidió. Se reprogramó. Y en esa espera —entre chaparrones, fechas corridas y encuentros inevitables— surgió un homenaje profundo, cargado de historia y de presente.
Fue una ronda atravesada por el tiempo. Por el pasado que no pasa, por el presente que duele y por un futuro que se defiende a fuerza de memoria.
Tomó la palabra Pablo Álvarez, y su voz puso marco y sentido a lo que estaba ocurriendo: "La lucha sirve, sirve estar en las calles con todo lo que cuesta. De eso se trata: estar en las calles. En esta ronda tan especial hoy vamos a homenajear la lucha. Se van a cumplir 50 años del golpe genocida, por eso queríamos hacer este jueves tan especial. En diciembre, en el Día Internacional de los Derechos Humanos, siempre es la idea recordar las luchas, recordar a quienes hicieron posible que estemos hoy acá, en esta plaza, a nuestras queridas Madres, que nos dieron ejemplo y nos dejaron la vara muy alta. Para comprometernos, para saber que no podemos abandonar ninguna lucha y que tenemos que seguir en las calles más que nunca".
En Señales, Pablo nombró a Juane como lo que fue y sigue siendo: un compañero imprescindible. Y anunció un mensaje que condensaba una verdad incómoda del presente: "Vamos a tener también un mensaje muy especial de su compañera, de nuestra querida abogada, militante, referente, Nadia Schujman, que hay que decirlo: hoy está en condición de refugiada política, fuera de la Argentina. Esta es la realidad que estamos viviendo".
No hablaba de la dictadura. Hablaba de hoy. De Santa Fe. De 2025.
Antes de cruzar al Pasaje Juramento para abrazar el mural de Juane, se escuchó la voz de Nadia Schujman, llegando desde lejos, pero entrando de lleno en la plaza. No envió un saludo: envió un abrazo.
Un abrazo circular.
Después fue el turno de Olga Regina Moyano. Su voz trajo otra dimensión del homenaje: la del Juane niño. El Juane nacido en 1977. El Juane atravesado por el terrorismo de Estado desde el primer día.Hola, queridas, queridos. Soy Nadia.
Bueno, Pablo me pidió, me sugirió, que mandara este mensaje. Me había escrito antes Alfredo, le había dicho que sí, y me cuesta tanto no haberlo hecho, pero bueno: junté fuerzas para mandarles este mensaje desde estas tierras lejanas. Pero, hermanas, no es un saludo, porque me parece muy distante, sino más bien un abrazo circular, que dé muchas vueltas, muchas rondas, a esa plaza que tanto significa en el plano colectivo —que es el más importante— y en el plano personal, que representa tanto para mí.Esa plaza que representa el lugar donde Juane, desde muy chiquito, empezó a ir de la mano de su mamá María Eugenia y de la tía Mari, María Rosa Saint Girons White, Madre de la Plaza.
Esa plaza a la que comencé a acudir desde muy joven, cuando me sumé a HIJOS.
Esa plaza en la que mis hijos jugaron y rondaron desde el cochecito.
Esa plaza en la que Juane habló tantas veces y protagonizó tantas luchas justas.
Esa plaza en la que resistimos el dos por uno.
Esa plaza a la que convocaron para bancarme, en uno de esos gestos de amor de esa época, que me sostuvo y me permitió seguir luchando.
Esa plaza que abrazamos a nuestras queridas Madres tantas veces.
Esa plaza en la que nos encontramos.
Esa plaza que tantas veces me vio abrazar a Ana y rondar charlando.Una plaza en la que no solo resistimos, sino también festejamos. Festejamos sentencias, victorias y hallazgos.
En esa plaza hicimos el acto por la identificación de los huesos de Guillermo White, tío de Juane. Y ahí elegí dejar también las cenizas de Juane. No había un lugar mejor. Un lugar en el que él siempre creía que debían darse todas las peleas que había que dar. Ahí se encontró también con los labradores que antes abrazaron la tierra y el aire de la plaza.Nosotros —Juana, Pedro y yo— estamos viviendo en la Ciudad de México, en este país que ha sido muy generoso con nosotros. Nos acogió inmediatamente. Nos reconoció como refugiados políticos. Nos apapacharon mis compañeros de HIJOS México. Fue un proceso muy doloroso, pero de a poco vamos armando nuestra vida.
A Juana y a Pedro les va muy bien en sus estudios. Y yo soy directora en el área de graves violaciones a los derechos humanos de la Comisión de la Ciudad de México. Así que ando con las madres buscadoras, las víctimas de tortura, los familiares de las víctimas de ejecuciones extrajudiciales. Y siento como un privilegio poder hacer eso también acá.
Perdón que les hable tanto de mí, pero sé que andaban con ganas de saber. Hoy, amorosamente, una vez más van a repintar el mural de Juane y recordarlo, volverlo a pasar por el corazón y pensar cuánta falta nos hace. Y sí, pero pienso en cuánto nos dejó, y en estos tiempos tan jodidos, tan crueles, defendamos la ternura como un mandato ético.
Los abrazo otra vez y los extraño siempre.
Nadia.
Olga habló del penal de Devoto, de las visitas, de las mujeres presas políticas:
A mí me cuesta hablar, pero no quería dejar pasar esta oportunidad para hablar del Juane niño. Del Juane que conocimos allá en Devoto, en las visitas, en el año 1977. Él nace en el año 77 y su madre es detenida en el Hospital San Roque de Paraná cuando va a parir a su hijo. Su papá, Emilio Osvaldo Feresín, había desaparecido un día antes y la madre estaba muy preocupada.Ese jueves no solo se homenajeó a Juane Basso. Se volvió a pasar a Juane por el corazón. Se lo nombró en todas sus edades: niño, militante, periodista, compañero. Se denunció el pasado y el presente. Se nombró la dictadura sin atajos. Se denunció el presente sin miedo.
Juan Emilio, Juan, fue un niño que sufrió mucho. Lo usaron para torturar a la madre, para encontrar. Y realmente la entereza que tuvo María Eugenia, María Eugenia Saint Girons, fue muy importante, y también el acompañamiento que tuvimos todas las mujeres en Devoto en ese momento.
El Juane niño, para mí, era verlo en una ventana del penal cuando venía, ya en las últimas épocas, porque antes era verlo a través de un vidrio, cuando podíamos escaparnos y chusmear. Era leer las cartas colectivas que ella le hacía a ese Juane. Recupera su libertad en el año 82.
Y bueno, quería traer acá a ese Juane niño, a ese Juane torturado, y a esa madre, a María Eugenia Saint Girons. Una compañera entrañable.
Gracias, compañeros.
Se sostuvo el exilio como herida abierta. Se volvió a abrazar a las Madres.
En la Plaza 25 de Mayo, el pasado jueves, no solo se repintó un mural. Y se reafirmó algo esencial: que mientras haya ronda, memoria y ternura organizada, el camino que Juane señaló sigue abierto.



