jueves, 15 de febrero de 2018

Sabemos lo que sucederá después

Paisaje modelado. Las Vegas. Sutherland Springs. Nuevo pueblo. Una y otra vez: en América, los tiroteos en masa se han vuelto tan familiares que parecen seguir el mismo guión triste
Por: Néstor Ramos, Boston Globe
Él será un hombre, o tal vez aún un niño.

Él tendrá un rifle semiautomático, un AR-15, o algo así, de gran capacidad y llenos de municiones.

El arma se habrá comprado legalmente, la verificación de antecedentes no es un obstáculo.

Él entrará a una escuela, a un concierto o a un edificio de oficinas.

Y él abrirá fuego contra una multitud de inocentes.

Incluso cuando todavía está disparando -bang, bang, bang-, la palabra comenzará a extenderse.

Los supervivientes acurrucados en los armarios o detrás de los quioscos de música enviarán fotos, mensajes de texto y videos a un mundo que de nuevo está horrorizado.

Los televisores reproducirán los videos grabados en medio de la carnicería, el sonido de alguna manera es peor que las imágenes. El miedo en las voces de las víctimas será familiar, pero demasiado potente, un sonido fuera de los límites de nuestra propia empatía.

Escucharemos acerca de los héroes: maestros que atrincheraron sus aulas o se arrojaron entre sus alumnos y los disparos; los asistentes al concierto que protegían a los forasteros mientras las balas se atropellaban en sus espaldas.

Y oiremos de él: era extraño, problemático y cruel con los animales; él había mostrado signos de enfermedad mental; él perdió su trabajo; él golpeó a su esposa.

Se levantará un coro para preguntar por qué alguien debería poseer tal arma, mucho menos alguien tan obviamente preocupado; otro coro acusará al primero de politizar la tragedia. Algunos señalarán la Segunda Enmienda y culparán a la falta de tratamiento para los enfermos mentales.

Los políticos, y luego el presidente, surgirán. Algunos abogarán por nuevas leyes. Más solo pedirá pensamientos y oraciones. Algunos no mencionarán armas en absoluto.

Cualquier promesa se romperá. Más allá de la órbita destrozada de la escuela o la iglesia o el concierto que se convirtió en una galería de tiro, todo se perderá demasiado pronto en la memoria.

Y luego todo volverá a suceder.

Quien quiera que sea, puede que ya tenga el rifle. Y él seguirá el guión.

¿Quién, dónde y cuántos?

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