La descompostura del monopolio Clarín alcanza ya dimensión psiquiátrica. En medio del debate de la Ley de Medios, cuya sanción, intuyen, les significará una apreciable pérdida de capacidad extorsiva sobre el poder y la sociedad argentina, encuentran sospechosos hasta a aquellos que cruzan con descuido pajuerano por la vereda de su sede en Capital Federal.
Por: Tomás Juan Berra
Es, probablemente, por ese desconcierto que el argumento con el que machaca y satura desde hace semanas, es el de la persecución. Clarín se presenta y amplifica sin límites su inesperado cambio de rol: pasó de semiótico apretador, a payador perseguido.
En ese marco, la torpeza del operativo de inspección que la AFIP realizó hace unos días en sus oficinas le vino como anillo al dedo. Derrocha, sin costo, espacios periodísticos ilimitados para victimizarse. Tal es el delirio y la sobreactuación que por momentos llegan hasta atribuirse estandartes y categorías con lógica castrense. Sienten, en sublime trance, que son la Patria.
Y claro, en ese estado, es difícil reconocer la realidad y muy fácil comprar conspiraciones.
Debe vivir Clarín en su interior un verdadero infierno de sospechas, suspicacias y temores, donde no reconoce a propios o extraños, amigos o enemigos, aliados o adversarios.
Tan evidente es esta situación que en la edición del domingo pasado, donde se incluyó con exagerado despliegue el asunto de la inspección de AFIP (dicho sea de paso ¿habrán estado en orden y al día sus impuestos?), los propios periodistas de Clarín hicieron públicas sus sospechas sobre el verdadero rol de tres de los máximos directivos de La Voz del Interior, el diario de su propiedad en Córdoba.
Sí, leyó bien estimado lector. Aunque no lo crea, en la sección Zona, Clarín denunció con gran título: “Embestida contra Clarín. La AFIP, convertida en herramienta de presión política”. Argumentan a página entera (siempre en estado de excitación) cómo es que el organismo de control impositivo, desde la llegada de Ricardo Echegaray, debilitó la línea técnica y fortaleció la política. Según describe, cada inspección de la AFIP representaría algo así como una maniobra de alta política, planificada por mentes terribles.
Tan débil y disparatada la versión, y el relato mismo, que quien lee con mínima distancia y equilibrio llega a creer que se trata del guión de un capítulo del Súper Agente 86.
Pero lo más desopilante del tema no está en el texto de ese pretendido informe, sino en la fotografía que lo ilustra . Según el epígrafe, el testimonio gráfico muestra a tres agentes de Caos (AFIP en Argentina), ataviados con trajes de oficinistas pobres y maletines berretas, ingresando raudos, sigilosos, despiadados... nada menos, que al mausoleo del Ministerio de las Operaciones y Negocios Comunicacionales de calle Tacuarí al 1800. Ellos, ignotos supernumerarios en la gran Capital, son nada más y nada menos que ¡ Osvaldo Salas, Carlos Jornet y Julio Perotti! Gerente General; Director Periodístico y Secretario de Redacción, respectivamente, de La Voz del Interior. (Ver foto tomada de la propia edición de Clarín del domingo 20 de setiembre de 2009).
No podemos menos que agradecer al monopolio, más allá de nuestras evidentes diferencias, el esclarecimiento del oculto rol de la primera línea de su sucursal cordobesa. Para ellos, haberlos desenmascarado como dobles agentes, les debió significar un golpe emocional tan duro como el que resultará de la sanción de la Ley de Medios, si es que el Senado termina aprobándola. Para nosotros, la ampliación de sospechas. Sabíamos que La Voz en Córdoba se dedica a la extorsión de políticos no alineados (excepción hecha de su factótum Luis Juez); de anunciantes y agencias de publicidad que se atreven a invertir en otros medios gráficos; de distribuidores y vendedores de diarios; de fuentes informativas. Sabíamos sobre el manejo arbitrario y manipulador de la información que publica bajo el pretendido paraguas de periódico independiente. Ahora nos enteramos que también pueden actuar como agentes impositivos encubiertos. Eso los hace más temibles. Y al impiadoso culebrón de Clarín, como víctima y defensor de la libertad de prensa, más absurdo y falaz.
Fuente: La Mañana de Córdoba