¿A favor o en contra? Gabriela Cicalese propone salir del dualismo a la hora del debate sobre la ley de Servicios Audiovisuales de Comunicación, para reflexionar con el desafío de aceptar la pregunta antes que pretender tener la respuesta.
Por: Gabriela Cicalese*
A quienes estamos en el mundo de la comunicación, una pregunta se nos vuelve interpelación insoslayable en las últimas semanas: “¿Estás a favor o en contra de la ley de medios?”. Desde que estudiábamos a principios de los ’90, muchos de nosotros hemos participado activamente de distintas instancias de debate: con legisladores que iban a las carreras a presentar proyectos, en comisiones que se armaban en cada encuentro de estudiantes de Comunicación para consensuar una posición nacional frente a los proyectos, en mesas especialmente conformadas con referentes del campo comunicacional, etc. Debate que, ya por entonces, era consolidado y viejo, debate que varios de nuestros docentes habían comenzado ya a partir del ’83 en ámbitos como la misma institución que hoy me toca dirigir, el Centro de Comunicación La Crujía.
Sin embargo, al escuchar esta pregunta, una misma (que tiene una mirada sobre los demás debates en términos de usos discursivos de unos y otros argumentos) no puede sino involucrarse en la falsa dualidad y se ve obligada a tomar partido por una u otra posición. Posiciones que, por otra parte, se leen automáticamente como “a favor del Gobierno” o “a favor de Clarín”. Barthes nos enseñó que el “ninismo” era una figura discursiva con la que los mitos podían reconocerse en nuestras sociedades. Esto de plantear falsas comparaciones para que un valor social se imponga sin discusiones y posibilidades de ser racionalizado.
También nos enseñó en este abordaje semiológico (aplicable en su libro Mitologías al lenguaje publicitario, pero que parece hoy aplicable también a nuestros propios discursos) otra figura, la de “privación de la historia”: allí donde un proceso pluricausal se vuelve esquemático o se impone como una novedad y no como una compleja construcción histórica. Sin embargo, se escucha en los colegas argumentos del estilo: “La única ley que rompió con la ley de la dictadura”. Como si la famosa derogación menemista del art. 45 que permitió los monopolios no hubiera existido y no fuera una modificación legal (la peor que pudo hacerse, claro está) a aquella primera ley. O cuando se plantea que una señal o medio “desaparecerá”, no ya por decisión empresaria de sus dueños sino por culpa de una ley. Pero las elipsis y los reduccionismos parecen estar validados hoy por los colegas a la hora de sostener un posicionamiento u otro sobre la ley.
El estar “a favor o en contra” de distintas dualidades cuenta en nuestro país con largos ejercicios de posicionamientos ideológicos, desde aquella “civilización o barbarie”, pasando por “unitarios y federales”, “peronistas y gorilas”, “la reelección-voto cuota menemista o el caos económico...” hasta el más próximo provocado por el “conflicto del campo” de 2008.
Cuando me preguntan en términos duales sobre la ley, intento posicionar el relativismo, aun cuando se nos tilde de “tibios/as” a los que no aceptamos la pregunta. Una vez revolucionó mi modo de pensar un comentario de la antropóloga y comunicadora Rossana Reguillo: “Lo importante en cualquier planteo de ciencias sociales, antes que las respuestas, es si aceptamos o no la pregunta”.
Si preguntan por la necesidad de la ley y la respuesta es sí, esa respuesta la teníamos como Coalición con los 21 puntos antes de decir hoy, unos y otros dentro de ese colectivo, que sí o que no a la urgencia en su tratamiento.
Si preguntan por el espíritu general antimonopólico, la respuesta es sí aunque hay aristas que “vienen en el paquete” y parece que hay que aceptarlas porque cualquier insinuación a alguna objeción específica se vuelve una conducta reaccionaria. Otra vez recuerdo entonces a Barthes en sus discursos míticos cuando describe la “vacuna”, aceptar un mal menor para impedir un mal mayor.
Podemos seguir mucho tiempo haciendo “mucho ruido y pocas leyes”, como declama el título del libro de Guillermo Mastrini, consulta obligada desde el 18 de marzo, cuando la Presidenta presentó el proyecto en el Teatro Argentino de La Plata. Pero también podemos exigir contextos de diálogo y no debates pautados que muchas veces se centraban en lograr una firma de aval a un proyecto ya diseñado.
Por eso, cuando como comunicadora me preguntan hoy: “¿Estás a favor o en contra de la ley de medios?”, lo primero que se me ocurre decir es “¿podemos reformular la pregunta?”. Y pensar entonces con mi coyuntural interlocutor/a los aspectos positivos y los que faltan, los acuerdos compartidos en viejos y nuevos debates, la excusa para revisar los manejos mediáticos, pero también los nuestros.
*Doctora en Comunicación. Directora del Centro de Comunicación La Crujía.
Fuente: Diario PáginaI12