En teoría, la despedida como presidente de este botarate tendría que ser un motivo de alegría. Y de la misma forma que cuando hay una catástrofe los ayuntamientos decretan tres días de luto, cuando se produce un acontecimiento tan grato como este, tendrían que decretar no tres días, sino tres meses de júbilo oficial, con las campanas sonando sin cesar.
Pues eso, que habría que celebrar que se va el presidente más inútil que ha pasado por la Casa Blanca. Si los estadounidenses querían demostrarnos que, en ese gran país, cualquiera, absolutamente cualquiera, puede llegar a la presidencia, desde luego que lo han conseguido.
Sale mañana allá