De antinomias y oportunistas
Por: Ricardo Kirschbaum, Editor general de Clarín
Desde que Cristina Kirchner criticó a Clarín y al genial Hermenegildo Sábat, se desató una feroz campaña contra este diario. Que reconoce, al menos, dos vertientes: una de inspiración oficial que alienta a todos sus voceros a atacar a Clarín. Y otra paraoficial, aunque se presente como independiente.
Que el Gobierno esté enojado no es algo novedoso ni algo inédito. En todas las épocas hubo presiones oficiales sobre el periodismo. Clarín ha sido blanco de críticas y de campañas punitivas, como aquel ataque de una patota sindical a la redacción y el frustrado intento de hacer volar la planta impresora en 1973. ¿Cómo no preocuparse, ahora, cuando sectores sindicales anuncian que bloquearán el diario?
Con la recuperación de la democracia, el periodismo pudo ensanchar su espacio de libertad y los sucesivos gobiernos construir una relación con los medios. Los errores que el periodismo ha cometido y comete deben ser corregidos con la aplicación de pautas propias de la profesión. Son los medios y los periodistas los que deben regularse y actuar con responsabilidad democrática. Y el mejor fiscal es el lector de cada día. Nunca se ha arreglado nada con operaciones políticas y artilugios legales que terminan inexorablemente explotando en las manos de sus promotores.
La polarización que se está produciendo en la sociedad es un síntoma preocupante. La antinomia que ha dividido a los argentinos se está corporizando de nuevo y crea un clima de tensión que debe ser disipado con energía. La crispación y la confrontación permanentes como método de acción política excluyen otras fórmulas propias de la democracia: negociación, consenso, concertación, diálogo.
Esto último no vale sólo para el oficialismo. También le cabe a la oposición, que ahora busca unirse.
Un reconocimiento de su debilidad y, en cierta medida, de su impotencia. El Gobierno y las organizaciones del campo han vuelto al diálogo y eso es auspicioso si se busca de verdad un acuerdo que devuelva la armonía.
Una sociedad dividida no deja espacio para la libertad ni para la reflexión. Desde Clarín hemos impulsado eso: apoyar lo que creemos que está bien y criticar aquello que vemos mal. Es nuestra función, aun cuando malintencionados nos califiquen, alternativamente, de oficialistas u opositores tratando de llevar agua a sus molinos.
Este afán de polarizar conduce a una trampa y consiste en que sólo es posible la sumisión o la oposición. Entre esos polos, la independencia periodística pierde su batalla todos los días.
Hay otros actores en esta campaña, actores menores y, si se quiere, miserables. Una jauría que se ha lanzado a tratar de morder algo del mercado que tiene Clarín. Son plagiarios de otros que, al menos, demostraron alguna originalidad. Y que, envueltos en supuestos grandes principios, sólo reproducen argumentos oficiales aunque digan que defienden el libre mercado. Mendigan un poco de difusión y venta porque los lectores no los eligen. Y se proclaman opositores, independientes, originales, cuando son apenas travestidos.
Responde Jorge Lanata, Crítica de la Argentina
El pequeño señor K
Clarín reaccionó a una tapa de Crítica de la Argentina
El matutino lo hizo con su estilo: nunca de frente, sin dar nombres. Es un diario donde se susurra miedo burocrático al poder.
Clarín, finalmente, reaccionó a la tapa del domingo de Crítica de la Argentina. Lo hizo con su estilo: nunca de frente, sin dar nombres, usando eufemismos. Es un diario donde se vive en el pasillo, y se susurra miedo burocrático al poder, propio y ajeno. El trabajo sucio le tocó a Ricardo Kirschbaum, editor general. La nota se titula “De antinomias y oportunistas”. Allí, Kirschbaum se refiere a la “feroz campaña” contra el diario, una oficial y “otra paraoficial, aunque se presente como independiente”.
Kirschbaum pisa huevos –como siempre– mientras habla del Gobierno, y dedica el final de su artículo a hablar de “actores menores, si se quiere miserables; una jauría que se ha lanzado a morder algo del mercado que tiene Clarín. Son plagiarios de otros que, al menos, demostraron alguna originalidad y que (...) sólo reproducen argumentos oficiales. Mendigan un poco de difusión y venta porque los lectores no los eligen. Y se proclaman opositores, originales, cuando son apenas trasvestidos”. Kirschbaum cometió, entre otros errores, el de pensar que, al no mencionar a Crítica de la Argentina, evitaríamos cualquier contestación, por aquello de que “al que le quepa el sayo, que se lo ponga”. Que Clarín acuse a este diario de oficialista es realmente gracioso. Que no advierta que ellos mismos cobijan al verdadero Boletín Oficial, también.
Y Kirschbaum no lo desconoce, desde que Clarín –o Héctor Magnetto, da igual– decidió comprar la totalidad de Página/12. Él –en aquel momento, número tres del diario– fue una de las seis o siete personas que estuvieron al tanto de toda la operación, hecho que me consta. Lo gracioso, también, es que Kirschbaum hable de periodismo independiente: según su currículum, publicado por la Fundación Konex, entró a Clarín en 1976 y hasta los ochenta fue redactor, jefe y secretario de la sección Política, además de columnista del área. Una lástima, ¿no? Los mejores años de su carrera avalando los negocios y los asesinatos de la dictadura. En la sección Política, para colmo. ¿Cuántos supuestos “enfrentamientos” habrá publicado Kirschbaum? ¿Cuántos nombres habrá silenciado? Kirschbaum presenció el montaje de Papel Prensa, la acumulación de la deuda externa, la llegada de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, para hablar sólo de hechos públicos y publicados.
Todo ese tiempo diciendo solamente que sí. Da un poco de lástima, Kirschbaum. Kirschbaum sostiene que “hay una jauría que quiere morderle un poco de mercado a Clarín”. Ésa parece su definición del hecho de sacar a la calle un nuevo diario: un producto hecho por perros para morder a otros. Nunca había leído esta visión canina de la profesión. Sobre el hecho de ser “plagiarios” de algo que nosotros mismos hicimos, me parece que el perro también mea fuera del tarro. Fue precisamente la decisión de comprar Página/12 la que terminó de destruir al producto. Y se entiende, en esa lógica, que después de comprarlo, Clarín haya decidido alquilárselo al gobierno. Pero Kirschbaum ha vivido tantos años agachado, diciendo que sí, que debe tener a esta altura una visión distorsionada de casi todo. Ahora, leyendo esto, debe estar preguntándose: ¿me defenderá Clarín? Y lo peor es que no puede estar seguro: hace pocos días, cuando el Gobierno atacó a uno de sus íconos, Hermenegildo Sábat, Clarín no salió a defenderlo.
¿Pensará Clarín que el hombrecito colorado que siempre dice que sí vale realmente la pena? Después de todo, esto ha sido escrito por un plagiario de sí mismo, travesti que tiene, con Kirschbaum, una sola diferencia: puede mirar de frente a los ojos.