El primer plano de Cristina Kirchner transmitía preocupación; la mirada perdida en el humo al otro lado de la ventanilla del helicóptero y de sus anteojos negros. Abajo, el fuego se intuía incontrolable. Era una escena de la intimidad del poder, habitualmente inaccesible, pero que ayer todo el país pudo ver en vivo gracias a un despliegue hollywoodense de las cámaras que contrata la Casa Rosada.
Fue una jugada de comunicación novedosa en la era kirchnerista y planificada de apuro, ayer mismo, a la luz de las primeras señales de que el humor social empieza a crisparse por las consecuencias de la catástrofe en el Delta. En las últimas horas, a la Presidenta le confirmaron dos hechos alarmantes, según una fuente que la acompañó ayer en su recorrido por la zona en llamas: el fuego no se apagará si no llueve y buena parte de la población empieza a culpar al Gobierno por no resolver una crisis que ya trastorna demasiado la vida cotidiana.
Ponerse al frente del plan de emergencia permitió a Cristina Kirchner mostrarse activa y potenciar la versión oficial sobre el origen de los incendios. Todos los focos son intencionales, dijo en "la reunión de trabajo" con el comité de crisis que se transmitió en directo por televisión.
El "enemigo del campo" reapareció en su discurso, cuando todavía no termina el grave conflicto con los ruralistas que dañó tanto la imagen del Gobierno (algo que hasta en la Casa Rosada admiten con pesar). Hay indicios sobre la culpa de los dueños de algunos de los campos incendiados; también de la lenta reacción estatal ante las primeras llamas, antes de que el humo ocultara a Buenos Aires.
Frente a las cámaras, la Presidenta oyó el parte del jefe del operativo, miró mapas, preguntó detalles sobre los focos principales, dio instrucciones para accionar contra los pirómanos ante la Justicia y se mostró sensible (como cuando pidió cuidar la vida de los brigadistas). Se pareció por momentos a esas clases de geopolítica televisada que patentó Hugo Chávez en su estelar Aló Presidente.
En comentarios suavizados por la informalidad de la situación, Cristina Kirchner se encargó de reforzar la idea de que había productores detenidos. Y enfatizó, como interpretando un guión, que se estaban haciendo todos los "esfuerzos humanos posibles" para terminar con la desgracia.
"Quiero sobrevolar la zona", dijo después la Presidenta a los jefes militares. Hubo una serie de consultas y le dijeron que sí, que se podía intentar. Tardó unos minutos en subirse a los helicópteros en los que estaban ya instaladas las cámaras para mostrar en vivo al Gobierno en acción.
En lo más alto del poder, se interpretó que lo peor que podía pasarle a la Presidenta, justo en una etapa de tensiones políticas, era aparecer insensible ante un desastre natural sin precedentes. En épocas de encuestas más amables, Néstor Kirchner optó por mantenerse lejos de situaciones extremas (como la tragedia de Cromagnon). Cristina Kirchner ya había sufrido críticas por haber pasado en El Calafate la Semana Santa, cuando empezaban a sufrirse las consecuencias del paro del campo.
El viaje a Zárate fue todo una muestra de autoridad que terminó, fuera de cámara, con el ruego unánime de todo el Gobierno: que llegue de una vez la lluvia.
Fuente: Diario La Nación