lunes, 30 de octubre de 2017

Daniel Alberto Viglietti Indart 1939 - 2017

El cantautor uruguayo Daniel Viglietti murió hoy en Montevideo a los 78 años de edad, informaron amigos y colegas del artista. El músico y compositor Ruben Olivera dijo que "no tenía problemas cardíacos" y que la muerte fue sorpresiva para todos, incluyendo su hermana, que también vive en la capital uruguaya. Otro hermano de Viglietti está radicado en México

Viglietti, músico, compositor, cantante y guitarrista, nació en Montevideo en 1939. Era hijo del coronel y guitarrista Cédar Viglietti y de la pianista Lyda Indart.

Estudió con Atilio Rapat y Abel Carlevaro. A partir de 1960 se dedicó a la música popular, ofreciendo recitales y trabajando como docente y locutor de radio.

El músico comenzó su carrera en 1963, con Canciones folklóricas y 6 impresiones para canto y guitarra, consolidando desde entonces una carrera ilustre como músico folklórico a pesar de haber tenido una formación como guitarrista clásico.

Su primer disco fue Impresiones para canto y guitarra y canciones folclóricas, editado en 1963. Con letras de fuerte contenido de protesta y asociado a la izquierda radical, se exilió durante la dictadura iniciada en 1973, primero en Argentina y luego en Francia, donde residió durante 11 años.

A desalambrar, Gurisito, Canción para el hombre nuevo y Yo no soy de por aquí son algunas de sus composiciones más conocidas, que pasaron al cancionero popular uruguayo de inmediato.

En 1972 fue detenido por las autoridades uruguayas,y se inició una campaña de liberación que incluyó a Julio Cortázar y Jean Paul Sartre, entre otras figuras de la cultura a nivel mundial.

Entre 1973 y 1984, durante la dictadura, se exilió primero en Argentina y luego en Francia. A su retorno publicó su colaboración discográfica con Mario Benedetti, A dos voces, en la que se registraban recitales que ambos dieron durante su exilio fuera de fronteras.

Viglietti se afirmó como un puntal del movimiento del canto popular, con canciones vinculadas con la izquierda y acompañando las luchas sociales en América Latina, reflejada en discos como Canciones para el hombre nuevo.
Su obra se caracteriza por mezclar la música clásica con la popular. A lo largo de su carrera editó más de una docena de discos, además de reediciones y recopilaciones; publicó álbumes en varios países de Europa y América Latina.

También trabajó como periodista, escribió en las revistas Marcha y en Brecha.

En 2011 participó de los festejos por el bicentenario del inicio de la revolución anticolonial en la Banda Oriental, junto a Jaime Roos, Bajofondo, Jorge Drexler, Los Olimareños y Malena Muyala, entre otros.

Viglietti se mantenía activo en los medios con su programa Tímpano en Radio El Espectador, y Párpado en tevéCiudad. Y también en la música: estuvo en la última edición del Antel Fest, que se realizó hace un mes en Piriápolis, y el viernes pasado tenía previsto tocar en Las Piedras.

Su ultima presentación en vivo fue el pasado viernes, en Las Piedras, luego de su presentación en el festival Antel Fest, realizado en Piriápolis.

Viglietti será velado este martes en el Teatro Solís, de Montevideo.
Homenaje del parlamento uruguayo
Por: Débora Quiring
La Cámara de Representantes de Uruguay homenajeó en 2015 la trayectoria del cantautor Daniel Viglietti. Flanqueados por una bandera mexicana, en las barras se podía ver a músicos conocidos como Rubén Olivera, Mauricio Ubal, Washington Carrasco y Cristina Fernández, junto a otros nombres como Henry Engler, el musicólogo Coriún Aharonián y la dirigente histórica de la Unión de Trabajadores Azucareros de Artigas Chela Fontora. Con pocas butacas ocupadas en los sectores de blancos y colorados, varios recordaron el rol y el lugar que Viglietti ha desempeñado en el transcurso de tantos años, y se detuvieron en su papel fundamental en la llamada canción de protesta de los años 60, 70 y 80. Caggiani lo definió como el cantor del pueblo y uno de los mayores exponentes de la música latinoamericana. También recordó cuando cayó preso, en 1972, momento en que pocos podían imaginar que cientos de jóvenes reclamarían su libertad, a los que se sumó la denuncia de intelectuales esenciales como Jean-Paul Sartre, Oscar Niemeyer y Julio Cortázar. El homenaje incluyó la proyección de un audiovisual en el que varios compañeros suyos contaron anécdotas y vivencias compartidas. Aharonián destacó la ética y la poética de Viglietti, y reconoció que el músico ha tenido un gran compromiso no sólo con distintas situaciones, sino también con la autoexigencia al encarar las creaciones destinadas al pueblo, lo que lo convirtió en un punto de partida muy importante para la identidad creadora e interpretativa. Pudiendo ser concertista, Viglietti se decidió por el camino de la canción popular. Con su pluma se convirtió en uno de los mejores letristas del cancionero popular, y con su guitarra americana enseñó que peleando se aprende a cantar.

¿Muchas emociones?
Sí, la palabra es ésa. La verdad es que estoy emocionado por recibir este abrazo colectivo. Creo que, en definitiva, yo debería hacer mucho más trabajo, mucho más obra, mucho más radio y televisión, mucho más de todo para merecerlo, pero lo recibo. Me gusta la palabra “reconocimiento”, pero también la palabra “abrazo”, porque pertenece a la memoria de mucha gente, en la cual nuestra canción -de alguna manera- fue una llamita que alumbró, que sirvió para abrir caminos de pensamientos, de inquietudes. La canción trabaja, justamente, con la emoción, que tal vez sea la palabra más reiterada en este breve encuentro. Todo eso lo he recibido de la gente, de la experiencia de las luchas, y de las luchas profundamente humanas de nuestra gente, no sólo en Uruguay sino en toda América Latina y en todo el continente. Estamos en un vaivén, entre lo que va y lo que viene. Y esta vez vino hacia mí. Uno no es el mar ni nada por el estilo, pero viene el reflujo y después tengo que dar respuesta a todo eso. Por eso es que estos abrazos también son un desafío. Y por eso emocionan, pero también por eso se sienten como un reclamo, como un llamado. Yo utilizo mucho el verbo “remar”; será por mi amor a los ríos, y puedo estar acostumbrado, como nuestros pueblos, a remar tantas veces contra la corriente. Pero bueno, es necesario seguir remando con el trabajo cultural, con ese trabajo que es una semilla. No le quiero dar una enorme trascendencia, pero tampoco lo minimizo. Creo que la cultura, la contribución de la canción y de lo que uno trata de hacer, es una semilla. Todos sabemos que una semilla puede volverse un árbol colectivo, puede dar muchos frutos. La obra de gente como [Mario] Benedetti, la obra de gente como [Eduardo] Galeano, la obra de tantas voces compañeras de camino nos han demostrado eso de los frutos. Y yo trato de seguir siendo fiel a esas memorias, a esos ejemplos. Cuando digo nombres de intelectuales o de escritores no estoy olvidando a los luchadores anónimos, algunos más y otros menos conocidos a través de listas, de mártires, de desaparecidos. Todos son una especie de sujeto colectivo que impulsa a seguir. Me siento muy emocionado, y con una deuda interna que intenta responder a esto. Espero poder seguir haciéndolo mientras el cuerpo aguante. Uno no sabe qué hacer allí. Porque uno quiere responder y debe aplaudir muy sobriamente, pero si terminé haciendo un gesto de las dos manos sobre la guitarra, creo que está claro el símbolo. Vamos a seguir manos a la obra, manos a la guitarra, manos a la canción, manos a la cultura.

¿Qué piensa de este tipo de reconocimientos? Hace unos años nombraron Ciudadano Ilustre a Coriún Aharonián.
Ese reconocimiento a Coriún fue más que merecido. Hoy pensé mucho en toda la gente que merecería esto, pero bueno, es un ejercicio tentativo y complejo. Pero en un caso como el de Coriún Aharonián fue muy justo lo que se le ha dado. Gente que estaba hoy aquí, como es el caso de Henry Engler, en su campo, por ejemplo, u otros músicos. Pienso que las respuestas son más que necesarias en el caso de músicos como un Rubén Olivera, un Mauricio Ubal, gente de mi generación que hoy también estaba presente, como Washington Carrasco, Cristina Fernández. También estaba el bajista Popo Romano. Es más que merecido que las respuestas lleguen a estos otros músicos más jóvenes. Yo siempre digo en broma que estoy rodeado de jóvenes, porque ahora son todos jóvenes.

¿Está pensando en sacar otro disco de estudio?
Estoy estudiando qué tipo de disco saco, qué trabajo hago. Por eso es que no he dado entrevistas extensas, estoy en una pausa hasta que organice un recital, seguramente en algún teatro, como lo he hecho habitualmente, pero todo esto pasa para el año que viene. Mientras tanto sigo haciendo el trabajo de taller en casa, que es constante, junto a las tareas de Tímpano, con el que ya llevamos más de mil programas, y también de la televisión. Hoy [por ayer] a las 21.00 se estrena [en Tevé Ciudad] un adelanto del ciclo 2016 de Párpado, en el que participa [Joan Manuel] Serrat, que estuvo hablando conmigo hace poco tiempo. Eso servirá como anuncio de lo que saldrá en 2016. Entre tanto, yo sigo cantando en eventos solidarios. Ahora estuve en Fray Bentos cantando en homenaje a la memoria de Vladimir Roslik, asesinado en la tortura en 1984. Di un recital en el teatro Young, que es el teatro en el que era gerente mi abuelo Alberto Pedro Indart -por él existe el parque Indart de Fray Bentos-. Ese fue un encuentro muy intenso, tanto por el homenaje a Roslik como, a otro nivel, por el recuerdo familiar.
¿Tiene algún balance del proceso de la música popular uruguaya que se generó con usted, Los Olimareños, Alfredo Zitarrosa y el Sabalero, en los 60?
Sí, y tantos otros... Creo que cada uno en su estilo estábamos haciendo cosas, y sin darnos cuenta, era un trabajo coral. Nos han clasificado como solistas, pero después la vida nos ha demostrado que cantábamos a coro sin saberlo, con ideas afines, sentimientos próximos. Cada uno desde su estética, desde su posición en la vida, en la sociedad. Todos amantes de la libertad en el sentido más profundo y menos manoseado del término; me gustaría decir libertarios, para ser más claros. Y varios de nosotros éramos bastante orejanos. Creo que ha venido otra generación, y que viene arrancando. Cuando nombro a los Olivera, a los Ubal, a los Fernando Cabrera, ya aparecen otras figuras posteriores que también han irrumpido en la canción. Como es el caso de la estética de Rumbo, los ecos de Los que Iban Cantando, lo que a mí me gustó llamar “Generación Lazaroff”, por el Choncho. Más acá hay una emergencia de figuras solistas como Laura Canoura y otras mujeres que cantan, como Rossana Taddei, Ana Prada. Y hombres cantando, como los Drexler, con varias ramas. Y aparecen otras figuras posteriores que también han irrumpido en la canción, como Malena Muyala, Diego Kuropatwa, Samantha Navarro, entre otros. El árbol de la canción de la música popular se sigue renovando, y eso me parece excelente. La canción no se ha silenciado, sigue adelante, y la música sigue activa. Hay mucha gente haciendo música, y esto también es parte de la emoción de estar vivo y ser testigo.

¿Cómo evalúa las políticas culturales del Frente Amplio?
El Frente ha estado siempre pendiente de la cultura. Ahora comienza otra etapa y a cierta continuidad, se espera que se agregue más profundización en el concepto de cultura. En ese terreno no puedo trabajar desde el punto de vista organizativo, y por eso soy parco en lo que digo. Pero me gustaría mucho que se apoyara, profundamente, el fenómeno de los jóvenes creadores. Y que la música deje de ser la hermanita pobre de la cultura, como alguna vez lo he dicho. Que deje de ser la hermanita pobre de la literatura o de otras artes y pase a ocupar un espacio que ha ido retomando en estos últimos años. Pero pienso que eso se debe ahondar. Es muy importante que en la cultura estén personas idóneas y gente que venga de ese árbol. Esto está inseparablemente unido al tema de la educación, que hay que seguir defendiendo, para que los apoyos que se han planteado sean respetados, y, si es necesario, que sean ampliados. Porque la educación es -de alguna manera- la madre de todos los pensamientos, las conductas culturales y hasta del ejercicio de la justicia de este país. La educación es una matriz que requiere apoyos, y los reclamos no están para nada fuera de la realidad. El pueblo debe cultivar muchísimo el tema educacional para poder seguir el camino. Hoy estaba presente el maestro Miguel Soler, todo un símbolo en este tema.

¿Cómo ve el retroceso o algunos golpes que ha vivido la propuesta de integración latinoamericana?
Es duro. Son temblores de tierra, temblores de historia, sacudones; pero hay que seguir creyendo en la posibilidad de cambio. La historia y los mapas se van moviendo. En realidad, son ciertas ideas que se mueven muy rápido aunque parezcan fijas, y generan diferentes posibilidades de progresismos, como hay en Venezuela, en Ecuador, en Bolivia, en Brasil, y hasta ahora lo había en Argentina. Con matices diferentes, con aciertos que incluyen desaciertos, porque toda acción incluye cierto desacierto, pero que incluyen la propuesta hacia una vida más justa, más igualitaria. Y no un retorno que signifique que se restaure lo reaccionario, lo conservador, lo terrateniente y, ya la última palabra la digo con mucha preocupación, lo militarista reaccionario. Yo soy hijo de un militar que fue fundador del Frente Amplio, pero son contadísimas excepciones, y el tema de la impunidad ha sido una preocupación central y lo sigue siendo. Creo que hay que seguir adelante con la investigación de los crímenes de la dictadura. Creo que se han dado algunos pasos pero son insuficientes. Hay que profundizar en ese camino, hay que seguir defendiendo todo este trabajo notable de perseverancia que han hecho los familiares, que son los principales gestores de lo que ha empezado a hacerse. Todos somos conscientes de que hay que ir más adelante. También en ese sentido hay que redoblar los esfuerzos. Que el verbo “redoblar”, que viene de la canción tan querida, no sea aplicable sólo a la historia del país, sino también al rescate de esa memoria. Y que se redoblen los esfuerzos para encontrar a los responsables y que pasen por la Justicia. Porque acá nunca se ha hablado de venganza, sólo se habla de hacer justicia. Además, dentro de los parámetros de la justicia, que haya gente digna, que haya juezas y jueces dignos, y ojalá se los deje actuar como se debe. Por eso en su momento, aplaudimos, junto a Eduardo Galeano y a tantos otros, a la jueza Mariana Mota en su esfuerzo de búsqueda de la verdad.
Para el hombre nuevo
Por: Marcelo Pereira 
Estamos extrañamente acostumbrados a contar con Daniel Viglietti entre nosotros. Para convivir con la magnitud de su presencia, a veces se realizan operaciones que le dan una apariencia menos abrumadora. La más habitual es verlo como una reliquia con certificado de antigüedad.

El problema con Viglietti es que, a diferencia de los objetos venerados, no permanece silencioso dentro de una vitrina, sino que nos interpela en voz alta. Y lo que dice desde hace más de medio siglo no es -no fue nunca- una letanía que reafirma pasados, sino una convocatoria urgente a cambiar. No deja de fastidiar este hombre, que bien podría dedicarse, calladito, a cosechar medallas y mantenerlas lustrosas, mientras un coro de devotos elogia ritualmente lo innegable: su calidad artística y la consistencia de sus compromisos (es más fácil hacerlo, por supuesto, sin emitir opinión acerca del acierto y la vigencia de las causas con las que se ha comprometido, pero eso requiere que el homenajeado y su obra enmudezcan al unísono).

Lo que tienen Viglietti y su obra es que no enmudecen; siguen invitándonos con elocuencia a lo nuevo. Como cuando él y otros, desde los años 60, pusieron altos los listones y quedó claro, para quien quisiera verlo, que el “mensaje” de las canciones no eximía de responsabilidades “formales”, sino que tal vez las aumentaba; o cuando se animó a incluir una batería rockera en Canciones chuecas; o cuando nos puso al día con los cantautores de Brasil y Cuba en Trópicos; o cuando volvió del exilio con canciones que iban más hondo; o cuando sigue buscando junto a La Banda en Sol Mayor, en vez de reiterarse sobre seguro, solo con su guitarra.
No tiene él la culpa, por cierto, de que aquello del hombre nuevo y de una sociedad más libre, solidaria y justa parezca hoy viejo para unos cuantos, o de que otros trabajen para que parezca viejo.

Cuentan que alguna vez oyó que le gritaban “¡Maestro!” y que respondió: “Más maestro será usted”. Humildad y sentido del humor, claro; también, quizá, esperanza, y exhortación a quien se anime a levantar el guante.
“Yo tengo solamente una voz, y es complicado contestar una pregunta tan polifónica como ésa. ¿Canto los agudos de Cuba o los graves de Haití? ¿Nombro la prisión de Milagro Sala en Jujuy o el crimen impune de Ayotzinapa, en México?”, esboza él, sutil y agudo, en la previa de su último concierto en febrero en Argentina. Cristian Vitale lo entrevistó en PáginaI12:

¿Algo más sobre esta América de hoy?
Sí, claro. Es cierto que es un torbellino lo que está pasando con este cambio de rumbo en el continente. En algunos países, hace un tiempo ya, se pudo electoralmente derrotar a la derecha y se trabajó para cambiar, y se lograron algunas reformas sociales. Se dieron pasos. Y en Uruguay se sigue en esa tarea. Pero la caminata exige cambios más profundos, y el desánimo puede instalarse en alguna gente. Por ejemplo, en la Argentina en materia de Derechos Humanos se lograron cosas que en Uruguay han sido muy difíciles o algunas imposibles hasta ahora en la lucha contra la impunidad de los represores. En Argentina y Venezuela hay también ejemplos de lo que se venía avanzando en materia de proyectos sociales. Luego han surgido agresiones y desmantelamientos diversos, en unos y otros mapas, y no olvidemos a Brasil. Y en medio de esos juegos de contradicciones hay que seguir apostando a la unión de nuestros pueblos y, por ejemplo, continuar defendiendo la permanencia de Venezuela en el Mercosur. Hay que cuidar todo lo que nos permita construir eso que podría llamarse “los pueblos unidos de Latinoamérica”

¿Al lado de la era de las tremendas dictaduras del pasado usted piensa que esto es tan así de complicado, o no?No tanto. Es algo muy diferente, claro, pero a la vez muy complejo. Pensando en esa búsqueda de unión continental, le cuento que en 1982 en Managua, en la Nicaragua sandinista inicial, se me ocurrió el término “nuestroamericano” en la letra de mi canción “Declaración de amor a Nicaragua”. Eso me nació de un sentimiento de siempre que nos viene de Bolívar, de Martí, del Che, del propio Artigas, la idea de la unidad latinoamericana. Pero con el tiempo me doy cuenta que esto no borra las identidades, en sus aspectos positivos y negativos, de cada una de nuestras patrias. Somos todos uno, somos Latinoamérica y el Caribe, de acuerdo y ojalá bien juntos, pero cada una de nuestras historias es un mundo y tiene sus coordenadas propias. Pienso que hay que lograr aunar toda esa diversidad y los logros obtenidos. Por ejemplo ahora, las decisiones proteccionistas de Trump a la vez que nos irán golpeando pueden unirnos. Pero no se trata de caer en la teoría de que lo peor es lo mejor. Por su lado, los medios de comunicación, la televisión y la radio, nos abarcan y nos manipulan en una hipnosis que rompe conciencias, que adormece el sentido crítico. Y ahí lo peor es lo peor. No es fácil ni es habitual ejercitar la contralectura de lo que vemos, de lo que leemos, de lo que escuchamos en esa suerte de nueva iglesia inquisidora que son los medios.

¿Qué hacer entonces, según usted y su experiencia artística y “mediática”, dados sus trabajos en radio y televisión?Trabajar más sobre eso. Leer de nuevo a Armand y a Michèle Mattelart, que han analizado mucho esos problemas de la comunicación. Armand, el sociólogo belga, junto con el escritor chileno Ariel Dorfman, publicaron aquel libro Para leer al Pato Donald y hoy podrían ayudarnos a leer los designios del Donald Trump. Las imágenes intentan dominar el imaginario colectivo, y muchas veces lo consiguen. Y lo cultural es infiltrado por la seducción de los mensajes del poder. Y si un día crece la rebelión popular, ahí está siempre latente la amenaza de la represión, de encarcelar, torturar, y si la situación se agrava, aplicar la receta de los misiles y las bombas, ahora muchas veces en ataques anónimos desde los siniestros drones no tripulados. Ejemplos de esos procesos represivos en escalada, abundan. En nuestro sur esto fue muy claro en los años de plomo, aunque sin la guerra generalizada. Y hoy continúa este otro conflicto, la guerra invisible, la de los medios. Y esto si que no es para nada un “juego de niños”. Sin olvidar las guerras de destrucción que continúan y las desesperadas migraciones de tantas poblaciones, como en campos de concentración móviles.
¿Todo esto se ve igual desde Argentina y desde Uruguay, o existen diferencias “a trasluz”, digamos?
Tenemos como un par de lentes común, pero cada ojo ve con matices distintos. El sueño artiguista de las provincias unidas quedó trunco y en el hoy por hoy somos dos países con gobiernos diferentes, historias democráticas distintas, militarismos con rasgos propios, dentro de una visión que en tiempos dictatoriales fue fascista en ambos países y en otros como Chile, por poner un ejemplo. Y ha habido similitudes en el modo en que reprimieron nuestros intentos revolucionarios, en eso la unidad de la represión ha sido sistemática, Plan Cóndor mediante. Al cóndor, que comparativamente con lo que practicaron nuestras dictaduras parece un ave doméstica, le tocó ser emblema de los que defienden el huevo de la serpiente desde las sombras de la impunidad. Se vuelve de actualidad regional ese título de aquella película del sueco Ingmar Bergman, ¿no? Pero en el tema de los Derechos Humanos también tenemos que abordar el problema de la desigualdad social, del hambre, de la injusticia, de la falta de libertad. Se debe hablar de la educación, esa madre de las ideas. Un amigo argentino me decía hace poco que como mínimo son cinco las prioridades para un mundo mejor. Ésas: la alimentación, la vivienda, la salud, la educación y el trabajo. Parece un lugar común, pero es un buen resumen de la sed de estos tiempos. Como los cinco dedos de la mano izquierda. En ese caso, de puño abierto.

¿Cómo traslada todo este análisis al mundo de la canción, que es el suyo, más allá de sus inquietudes políticas, sociales o comunicacionales?
En realidad, uno siempre se está componiendo, porque se está pensando, soñando, sufriendo, respirando la porción de realidad que al trovador le toca vivir, siempre se está como afinando ideas. Y de repente nace la canción, aunque la gestación pueda durar años. A veces muy poco tiempo. Pero tampoco creer que uno es una máquina de cantos políticos. Por eso, así como me nacen canciones de opinión, me nacen otras sobre el paisaje, sobre el amor, sobre seres entrañables. Pero siempre vienen de una sensibilidad determinada, desde un modo de concebir la vida. Una vida igualitaria, lo más parejita posible, sin soberbia, sin codicia, defendiendo la alegría, como nos pedía nuestro entrañable Mario (Benedetti). La ternura, el compañerismo, como tantos queremos. Defendiendo las arenas rochenses de Valizas al cantar “El vals de la duna”, defendiendo el amor al cantar “Anaclara”, defendiendo la educación al recordar a la maestra uruguaya desaparecida Elena Quinteros, cuestionando la impunidad al cantar mi música para el poema de Circe Maia “Otra voz canta”, defendiendo nuestra cultura cuando abordamos a Violeta o a Atahualpa o a Benedetti o a Galeano, defendiendo la libertad de pensamiento cuando evocamos al sacerdote colombiano Camilo Torres que, en su momento, cambió la sotana por un fusil, o al capitán Carlos Lamarca que cambió la puntería del suyo, defendiendo la memoria de Salvador Allende, de Miguel Enríquez, de Víctor Jara, como en mi país la de Raúl “Bebe” Sendic, o en el mundo la del nuestroamericano que fue el argentino Ernesto Guevara.
¿Ha tenido la oportunidad de viajar por el continente recientemente?, ¿qué impresión le causó, en general?Lo que más me impactó fue que regresé a Cuba, cuando presenté mi recital Viglietti recuerda a Benedetti, en Casa de las Américas. Fue un hermoso reencuentro con esa entrañable isla en ebullición. Me introdujeron, con sus palabras Silvio Rodríguez, y con su canción al poeta, Vicente Feliú. Como era en medio de la Feria del libro, hubo presencia de mucha gente, incluidos representantes del gobierno uruguayo. Entre los cubanos, en primera fila, el insigne poeta Roberto Fernández Retamar, presidente de Casa. Reencontré músicos y poetas amigos como Miguel Barnet, Nancy Morejón, Leo Brouwer, Augusto Blanca. Algún día volveré a presentar en la Argentina esa evocación de Benedetti que incluye canciones, textos y un contrapunto de imágenes que organizó conmigo en México el cineasta argentino Jorge Denti.

Habría que profundizar en el climax de esa Cuba que vio, entonces…
En esos pocos días en la isla respiré la lealtad de un pueblo a Fidel y a una revolución que ha tenido el acierto de no creerse perfecta. Ahora estamos todos preocupados por qué hará Trump, con lo que fue acordado el año pasado con Obama, que no era un santo. Pero algo era algo, aunque el objetivo principal, terminar con el bloqueo, aun no se ha logrado. Pero, volviendo a la pregunta anterior, también he estado en México donde canté ante miles de personas en el enorme espacio del Zócalo capitalino, en el Centro Histórico, en un festival dedicado a los exilios en esa tierra generosa, desde el español al latinoamericano. A México siempre voy con mi compañera de vida, Lourdes, psicoanalista, que es mexicana. En cuanto a Venezuela, ahora hace un tiempo que no se ha dado la oportunidad de ir, pero siempre sigo apoyando esa patria bolivariana en diversos actos, siempre recordando a Alí Primera, y a cantoras actuales como Cecilia Todd y Amaranta, chavistas ellas, entre otros miembros de la valiosa cantera musical venezolana. Mi deseo de cantar de nuevo en Chile, en Ecuador, en Colombia, en Bolivia, en Perú, en El Salvador, siempre es fuerte, pero se pospone por razones de organización, de producción, o porque no hay eventos que hayan requerido de mi solidaridad. Siempre ando navegando a dos aguas; la de la solidaridad y la de mantenerme con mi trabajo. Es evidente que no formo parte del show business... Más de la mitad de mis actuaciones son por causas solidarias, como la de los desaparecidos. Por esa razón estuve actuando hace poco en el interior de Uruguay, en la inauguración de monumentos en memoria de los desaparecidos en los departamentos de Artigas y Soriano.

¿Qué temas históricos cree que no pueden faltar, dado el contexto actual, además de las que ya mencionó?
Nunca sentí que debía retirar canciones de mi repertorio, aunque admito que hay algunas que es mejor contextualizarlas. Sólo digo compañeros, por ejemplo, aquella que termina invocando la sangre de Tupac, la sangre de Amaru. “A desalambrar”, que me acuerdo una vez que en un intento de variar el repertorio no la canté en un concierto en Madrid, el cronista del diario El País anotó que yo me había negado a cantarla. Por otra parte, en un homenaje que me hicieron los paisanos de Paso de los Mellizos, una población de apenas cientos de habitantes en el departamento de Río Negro, yo la canté y comenté que no era mi intención dejar sin trabajo a los alambradores. Porque además, cuando llegue el tiempo de la reforma agraria, habrá que alambrar mucho en los repartos de tierra para las mayorías. Ese verbo que inventé en 1966 es un símbolo que me nació del Reglamento de Tierras que Artigas creó en 1813. Se trata, todavía hoy y no solamente en Uruguay, de desalambrar los latifundios. También cantaré a la luchadora paraguaya Soledad Barrett, a quien conocí inicialmente en Argentina. Y pensando en los Familiares, Madres e Hijos de los desaparecidos, incluiré “Otra voz canta”.

Su último disco fue Trabajo de Hormiga, ¿qué visión tiene sobre él, y por qué hace tanto que no graba?Trabajo de Hormiga me permitió difundir mi retorno al sur con canciones nuevas que traía del exilio, algunos temas históricos y varios inéditos, y algunas versiones junto a amigos cantores como Isabel y Ángel Parra, o Chico Buarque. Es cierto, hace mucho que no grabo. Siempre digo penúltimo disco, pensando que vendrá otro. No sé si de estudio, como fue Esdrújulo, grabado en ION en Buenos Aires, con el invalorable aporte de Coriún Aharonián. Los dos “penúltimos” son grabados en vivo, Devenir fue el anterior. Quizá siga ese camino o alterne algo de estudio con algo en público. Y agregue alguna curiosidad que tengo guardada. Ahora, en este periplo argentino, interpretaré algunas canciones que no he llevado todavía al disco. O a la nube, que dispersa los materiales pensados como una unidad, pero tiene algo generoso en su lluvia. En todo caso, hasta nuevo aviso, espero que algo quede grabado en el corazón de la memoria de la gente. Ojalá, de nuevo.

Chau, flaco
Nos hemos quedado más solos y a partir de ahora nos toca bregar con tu ausencia
Por: Joan Manuel Serrat
La lista de amigos perdidos empieza a ser tan extensa como insoportable, de modo que hace un tiempo decidí no escribir más obituarios de gentes queridas. No solo porque hacerlo no me produce ninguna liberación, sino también porque cuando llega el final, por cercano y previsible que se anuncie, necesito un tiempo para nosotros. Para él y para mí. Pero los muertos son noticia y como a tales se les mira con ojos urgentes.

Vamos, vamos... antes de que se enfríe.

1972. Montevideo. Allí nos conocimos. Tú estabas en la cárcel, yo lo supe y desde el escenario del Teatro Solís me puse a cantarte con la esperanza de que mi voz llegase a tu calabozo: “Yo no soy de por aquí/ Es otro pago mi pago...”.

Conocía la canción. Era una habitual de mis serenatas nocturnas a la luna y quise dedicársela al colega, entre la desaprobación escandalizada de parte del público local —entre el que estaba Nati Mistral— porque ya se sabe que los artistas no han de meterse en asuntos de política.

Ese fue el banderín de enganche de nuestra amistad.

Y también Anike y Trilce.

“Tan chiquí-, tan chiquita que es la Tierra/ si la mi-, si la miran desde el Sol./ Tan chiquí-, tan chiquita que es la infancia,/ cuando vi-, cuando vino se escapó.”

Recién habías salido a la calle

¿Te acuerdas de aquellas elecciones que devolvieron a Perón a la Casa Rosada que seguimos hasta el amanecer chupando y mateando. ¿Dónde fue...? ¿En Buenos Aires o en Montevideo, en aquella casa cercana a la embajada americana...?

Fue apenas días antes de que tuvieses que salir al exilio:

“Bordaberry, métete el Uruguay en el culo”, rezaba una pancarta que algunos valientes colgaron en la amura de babor del ferri a Buenos Aires, con evidente riesgo de su integridad.

“El último, que apague la luz...” decía otra, y cada día era más duro y cada noche más oscura en aquel Montevideo que iba a tardar hasta 1980 para que un plebiscito que el pueblo le ganó a eso que llamaron la junta cívico-militar devolviera al exilio y las cárceles empezaran a abrirse.

Pero pasaron 12 años de exilio.

Primero Argentina y luego Paris. —¿Era rue General Leclerc...? Doce años en aquella ciudad de luces menguadas para los que madrugan y trasnochan en la banlieu, caminando a donde les lleven sus zapatos.

De vez en cuando tus idas y venidas a España, donde me hablabas del Penal de Libertad y de Aníbal Sampayo pudriéndose entre sus muros.

Y México. Siempre México acogiendo a los perseguidos con su chingada generosidad.

Y Cuba y los compañeros y el mundo que a pesar de todo existe y acompaña.

Y al fin 1984. El año de los regresos y la vuelta a Montevideo y la casa cerquita del Parque Rodó.

“Oiga, Benedetti, soy músico y me gustan mucho sus poemas.

—Tenemos que hacer algo con esta casualidad”, te contestó.

Fue entonces cuando te pusiste la gorra para siempre y te dejaste crecer los dientes.

A las 5 quedamos en tu hotel. Vale. Y aparecías con tus aviesas intenciones y un magnetofón. “Han llegado los dos. Viglietti y Tímpano”.

—Pero no puedes venir solo. Por una vez solo y olvidarte una puta vez el magnetofón en casa”.

Y te soltabas una la risa franca que te achicaba los ojos y agitabas la cabeza como un ratón pícaro.

Y luego llego Párpado, que era como Tímpano pero con imágenes, y si te hubiese dado tiempo la vida habrías seguido con Péndulo o Sándalo para acabar con Báculo.

Empezaste desalambrando —y así has seguido toda la vida, sencillo y generoso amigo— y acabaste con Trabajo de hormiga.

Suena a círculo cerrado.

Morirse es grave, efectivamente, pero a fin de cuentas somos los vivos los que cargamos con lo que ha ocurrido. Nos hemos quedado más solos —ahora recuerdo a Lourdes, tu compañera, aquellos días de México— y a partir de ahora nos toca bregar con tu ausencia.

Chau, flaco.
Fotos: Santiago Mazzarovich, Casa, AFP, Susana Saez
Fuentes: Agencia DPA, La Diaria, Página12, El Observador, El País

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