lunes, 11 de enero de 2016

Carta abierta a Jorge Lanata y a todo aquel que quiera leerla

Por: Cecilia Gabay
Soy licenciada en Ciencias de la Comunicación de la UBA. Me dedico al periodismo desde octubre de 1997, año en el que conseguí mi primer trabajo. Soy productora de radio y trabajé como tal desde el día uno, en distintas emisoras, además escribí en diversas publicaciones y diarios como Clarín, Infobae, revistas, blogs, webs, programas de cable.

Actualmente soy productora en Radio América, emisora perteneciente al Grupo 23.

Los trabajadores del grupo estamos atravesando un serio problema, no cobramos el aguinaldo como corresponde ni el sueldo del mes de diciembre, estamos a la espera de respuestas, pero los empresarios dueños del grupo no se hacen cargo de la situación. Mientras tanto personas como usted nos tildan de militantes y prácticamente dicen que nos merecemos no cobrar por haber sido funcionales al sistema.

Cuando empecé a estudiar quería ser como Rodolfo Walsh… Ni una pestaña como él tengo. Las vueltas de la vida son así… También lo admiré mucho a usted, Lanata, pensaba que era lo más parecido a mi ideal de periodista en su época de Día D, cuando denunciaba todo lo que ocurría en el menemismo….

Incluso lo admiré cuando criticaba al grupo Clarín, hasta que un día no pude creer lo que sucedía y me di cuenta que ese dicho que plantea que todos tienen un precio es verdad…

No soy ni k, ni macrista, ni me gusta el grupo Clarín. Estoy, como muchos, en un limbo innombrable. No quería un cambio drástico ni quería que ganara Macri, no me gustaban los modismos de Cristina ni las propuestas de Mauricio.

Quiero que mi país crezca, que sea un buen lugar para vivir porque tengo hijos y no quiero que sufran. Mientras tanto me dedico a hacer bien mi trabajo y ser una ciudadana correcta. Cumplo con todas mis obligaciones y pago mis impuestos.

Trabajo en el grupo 23 hace cuatro años por las vueltas de la vida. Sin embargo ya había trabajado en radio América en la época que pertenecía al Grupo Cie y bien al comienzo de que Szpolski la comprara. Luego me fui a radio El Mundo, emisora que abiertamente era anti K. En ese trabajo me tenían con un contrato precario que, de un día para el otro, decidieron finalizar y me quedé sin empleo.

En ese mismo momento me enteré que necesitaban gente en Radio América y me presente y quedé, por mi curriculum, por mis antecedentes laborales y académicos y porque muchos de quienes trabajaban ahí ya me conocían a nivel profesional y humano.

Mi trabajo me lo gané, tengo un título universitario y mi tutor de tesis, por ejemplo, fue el Dr. Carlos Campolongo, hice muchos cursos de mi especialidad, hablo inglés, francés y portugués, me formé y viaje para conseguir una formación más completa y global, todo eso me lo pude permitir gracias a mis padres que eran profesionales y me inculcaron el valor de la formación.

No soy militante, y aunque lo fuera no merecería quedar en la calle porque tengo muchísimos valores profesionales.

Como usted escribió en su nota, Sr. Lanata, muchas veces se quedó sin trabajo, por eso, por las dudas, eligió dejar de lado sus convicciones y venderse al mejor postor para criticar todo aquello que no es lo que usted ahora representa.

Es muy fea esta situación, pero lo más feo es que ignorantes como usted planteen situaciones tales como que los trabajadores de Grupo 23 merecen quedar en la calle. En la emisora hay muchos profesionales que trascendieron gobiernos y tintes políticos, que son empleados de la radio que ejercen sus funciones con el mayor profesionalismo sin importar los radicales, los peronistas, los socialistas o los k, que en la emisora trabajaron con Neustadt, Hadad, Laje, Biasatti, Maidana, Aliverti, Carlos Varela, Longobardi.

La verdad por el momento lo lamento por nosotros porque es muy feo vivir con la incertidumbre de qué es lo que va a suceder con el trabajo de uno, pero más lo lamento por usted. Yo tengo mis convicciones y mi alma intacta, no creo que usted pueda decir lo mismo…

Qué dijo Jorge Lanata:
El Estado no debe bancar la militancia
Es horrible quedarse sin trabajo. En mas de cincuenta años, me he quedado sin trabajo muchas veces. Hace tiempo lo había tomado como costumbre:preguntarle a todos los políticos que entrevistaba si alguna vez habían estado desocupados. Todos, sin excepción, me decían que no. O sea: no conocían las colas, el que alguien te diga "estas demasiado calificado", el "no nos llame lo llamaremos".

No nací en un huevo debajo del escritorio de director de nada: fui acomodador de cine, mozo, chocolatinero, administrativo, preceptor, colaborador precario. He trabajado en negro y en blanco y también he sido despedido. Vida real.

Escribo estas líneas luego de ver la fotografía de la espalda de Ana María, empleada del municipio de La Plata, y sus nueve heridas de balas de goma. Escribo, también, después de leer algunos tweets de Cynthia Garcia: "No se sumen a la estigmatización de la militancia. No se sumen a la estigmatización del trabajo. Repudiemos la intención de despolitizarnos". Y, en medio de una polémica con Pablo Sirven, otro: "En Nacional cobro 42.000 como conductora de la primera mañana. Muy por debajo del mercado".

Realmente no tengo intención alguna en polemizar con la señora García porque no la conozco personalmente ni me inspira tampoco ningún respeto profesional; solo comentar que su programa –según las mediciones conocidas el viernes– registra el 5,8% de audiencia.

Respecto de Ana María, sus heridas son condenables y tendremos que tener alguna vez fuerzas de seguridad capaces de disolver una manifestación sin disparar balas de ningún tipo.

Los "señores Garcia" –por abreviar y para hablar de un genérico– debieran entender que llegaron a esos puestos por lo que piensan y no por lo que saben; los partidos deben fomentar la militancia pero nada obliga al Estado a mantenerla.

¿Por qué mantener un pensamiento y no el contrario? No he escuchado a nadie decir que tienen que contratarlo por ser del PRO.

Dentro de las alteraciones producidas por el kirchnerismo en estos doce años está la de la idea de trabajo: comenzó con los planes sin contraprestación alguna (que prostituyeron al que los entregaba y al que los recibió) y eliminó la idea de mérito y de capacidad, en el empleo público. Conozco un poco el caso del periodismo: ninguno de los señores y señoras García hubiera llegado, en otro contexto, a conducir en televisión o radio. Su formación es deficiente, su carrera inexistente y su pensamiento crítico suena a chiste.

Llegaron a ese sitio porque aprendieron a repetir un libreto ajeno. Ahora muchos de ellos enarbolan pancartas contra el "vaciamiento" del grupo 23, hecho que hace dos meses nadie había notado. El propio sindicato de prensa acaba de llegar al país.

Nadie supo nunca de los cheques voladores de Sergio Spolsky, la falta de aportes, etc. Argentina tuvo en estos doce años el aparato de propaganda mas grande desde la década del cincuenta: alguien podría haber pensando que eso iba a caerse cuando la pauta estatal abandonara su rol disciplinador de opositores. Entiendo la reacción: es mejor sentirse despedido por censura que por inútil.

Podríamos discutir durante días la importancia del rating en los medios, pero creo que es indiscutible que el rating representa al público y los medios se deben al público.

El propio kirchnerismo lanzo una medidora paralela y los resultados no fueron tan distintos. Puede decirse que, claro, no todo lo bueno es popular y el Estado debe resguardar a las minorías: Canal 7 es un buen sitio para convertirse en eso de una buena vez, y tendría los recursos para hacerlo con una programación diversa y tanda publicitaria privada, que llegaría si la gente ve los programas.

Mas allá de los medios, un asunto menor, Argentina debe reconstruir la idea de trabajo. No es lo mismo desempeñarse bien que mal, cumplir que faltar, mejorar que permanecer indolente. Aunque suene ridículo, los funcionarios de agricultura deben saber de agricultura; los de atención al público deben tener empatía, los de cultura deben haber leído algunos libros.

La falta de capacitación en un empleo estatal es una estafa al público que lo sostiene. La militancia tiene poco que ver con eso.

Entre la catarata de tweets leí "mi trabajo es un derecho!".Es cierto, pero a todo derecho corresponde también a una obligación, y se cumplen en simultáneo.
Fuente: Diario Clarín

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