Por: Luis Costa
Las tragedias nacionales, los horrores de nuestra sociedad, los temas más urgentes y hasta aquellos que causarían muertes, pueden en realidad esperar hasta el domingo a las 22 hs, algo que los hace un poco menos urgentes. Los conductores de Telenoche declaran al día siguiente que habían tenido que “improvisar” un living para debatir y ayudar a pensar qué hacer con esta Argentina, algo que tampoco ocurre antes que a las 20 hs de ese lunes siempre siguiente al del último domingo.
El uso del tiempo y la intriga en televisión generan un buen caudal de público, además por supuesto, del buen material para transmitir. El espacio que ocupan los periodistas, con diferente nivel de protagonismo y personificados en sujetos consternados por aquellos que no podrían creer, está en general atravesado por el uso de la moral como distinción a aplicar, haciendo que digan que esto o lo otro es algo reprobable éticamente. Sin embargo, ¿no podría uno también argumentar que si es tan trascendente para el país es moralmente reprobable que nos hagan esperar todos esos días para contarnos la última novedad?
En un reporte de último momento en Telenoche, Jorge Lanata mostraba algunas fotos del desmonte de las supuestas cajas fuertes de Báez. Eran solo tres fotos y se anunciaba que el domingo mostraría el resto. Esa acción representaba dos cosas al mismo tiempo: la denuncia de las cajas de seguridad para que la ciudadanía se espante y la promoción del programa del domingo haciendo uso de la denuncia de corrupción como tentación para los televidentes.
Los medios de comunicación se ocupan básicamente de una cosa, que es transmitir noticias a la población. Estas noticias son siempre algo nuevo y sorpresivo, y logran irritar a la masa de la opinión pública planteando que cada uno de ellos requiere una solución urgente. El juego de avances recurrentes ejecutados desde el noticiero, publicidades o radio, responden correctamente al modo en que se busca público con alguna novedad. Se mostraba en una publicidad la imagen de Néstor Kirchner jugando con una caja fuerte en una filmación de tipo casera sin decir absolutamente nada. ¿Qué hacemos los que miramos con eso? ¿Vamos a tribunales? ¿Armamos una ONG? ¿Llamamos a un cacerolazo por twitter? ¿Huimos del país? Otra vez, no podemos hacer nada hasta ver el domingo el show.
Como dice Niklas Luhmann, para que un acontecimiento social sea atractivo para los medios de comunicación debe ser sorpresivo (¿el novio de Jelinek?), representar algún conflicto (Clarín vs Gobierno), mostrarse con cantidades (un millón de dólares pesa…), ser una contravención de las normas (lavado de dinero), ser un tema actual (lo están haciendo ahora) y debe culminarse con la exteriorización de opiniones (Telenoche los lunes). Es decir, no es por su carácter de amenaza a la nación que este tema se envía a los televidentes, sino por su naturaleza de noticiable. Los avances del programa y el juego con la novedad son el ejemplo de esto. El país queda en un segundo plano y es en realidad el juego de actualización de las noticias con nuevas novedades para justificar ver, otra vez, el programa el domingo, lo que importa. Otro testigo, fotos nuevas, audios y todo aquello que permita darle vida. Las noticias tienen un problema: cuando se emiten dejan de ser novedad y pasan al olvido rápidamente. Los medios deben correr en búsqueda de otras nuevas. Lanata batalla por hacer que el tema tenga siempre algo nuevo.
El viejo sketch en que Noemí Alan declaraba que “la tanguita, para la próxima semanita” es equivalente a la promesa de fotos nuevas. No se podía hacer nada más que esperar aquello que nunca iba a ocurrir, pero de esperar se trataba y de contener al público también. Para la tele, en muchos casos, una buena mina a punto de denudarse es equivalente a una bolsa con millones de euros en manos de un político. Ambos hacen que pongamos ese canal y nos quedemos mirando, aunque al final no pase nada.
*Sociólogo. Director de Ipsos-Mora y Araujo
Fuente: Diario Perfil