Por: Hugo E.Grimaldi
El fútbol y el gas se mezclan groseramente en los conceptos como la Biblia con el calefón. Ambos temas, probablemente los dos que más le importan a la opinión pública por estas horas, hoy llevan a una misma reflexión: la magia se rompe siempre, cuando los gastos superan a los ingresos.
Al respecto, la interpretación del malhumor social que hizo el titular del Enargas, Antonio Pronsato quien, muy suelto de cuerpo y alardeando de sus dotes de sicólogo, acaba de señalar que el enojo de la gente por los aumentos del gas es "una cuestión emocional", ha sido lisa y llanamente, una provocación. "Es el bolsillo, ...", replicaría Bill Clinton.
Aunque de seguirse los consejos interesados y también provocativos de Julio Grondona es probable que esa "emoción" se extienda muy pronto al precio a pagar por el abono de la TV por cable.
Para lograrlo, el presidente de la AFA y sus acólitos acaban de parar el fútbol, lo que muchos consideran una extorsión, sobre todo porque no se concibe que recién ahora se desayune sobre los costos y las regalías de la actividad.
Pese a algunas características algo diferentes en cuanto a lo voluntario del servicio, el esquema que propone Grondona para el fútbol apunta a ser un remedo del caso del gas, con el agravante de que los dirigentes están buscando un interesado borrón y cuenta nueva que les aliviane monetaria y quizás penalmente, los desaguisados que han cometido en sus respectivos clubes.
El concepto de los últimos años en materia de subsidios fue que los pobres pagaran con sus impuestos el gas que usaban en demasía aquellos que más podían, con piletas de natación climatizadas en los countries bancadas con el IVA-alimentos de algún habitante de Tilcara. En todo caso, poco generoso y nada distributivo.
Lo que suena sintomático es que mientras que los políticos están buscando salir de este esquema tan primitivo que aplastó las tarifas como un resorte e inhibió la inversión en el sector, quizás para volver a los mecanismos tarifarios que prevé el Marco Regulatorio del sector, con audiencias públicas y aprobación del Congreso, más el establecimiento de una necesaria tarifa social, los dirigentes del fútbol se hayan abrazado ahora de modo unilateral a la misma idea de que todos paguen por todo, a la que se llega por el patrocinio intelectual del Gobierno, que les cerró otros caminos y les puso por delante únicamente la zanahoria del cable.
Con la afirmación de que "con el pago de $ 12 por abonado nos conformamos", vertida tan alegremente por Don Julio, no hay duda de que el fútbol busca tocar la misma cuerda del facilismo del gas, para que sean los abonados al cable quienes terminen financiando las desmesuras de los clubes.
Tal como viene la cuestión, parece improbable que alguien se haya puesto a considerar si los clientes de los cables están en condiciones o no de pagar esa suma extra o si los operadores más chicos podrían aguantar la sangría de borratinas en masa o si los que estarían dispuestos a hacer el esfuerzo para mantener el servicio les interesa o no el rodar de la pelotita.
Ambas situaciones, gas y fútbol, y no por una cuestión "emocional" sino de bolsillo, registran también el denominador común de la arbitrariedad.
Fuente: DyN