Confusiones entre el campeón y la copa
A veces se producen confusiones en los méritos y el protagonismo de diferentes actores, cuyo resultado son absurdas paradojas. Es el caso del corredor que gana la carrera de los 10.000 metros llanos y sale campeón: como corresponde, determinada persona le entrega una copa. Pero, quizás debido a la emoción o al cansancio, el corredor comienza a sentir que es campeón porque ha recibido una copa y no por la carrera de los 10.000 metros llanos. A su vez, ese sentimiento da un valor cada vez mayor a quien entregó la copa. La carrera de los 10.000 metros llanos va quedando en la bruma; y el corredor confundido idolatra y se subordina al que supuestamente tuvo todo el mérito y la grandeza de hacerlo campeón, en tanto le entregó la copa.
El peronismo es sin duda el fenómeno político argentino más difícil de explicar. De todas formas, durante la vida del General Perón hubo ciertas líneas de definición de su política que se mantuvieron como una constante -tanto en las etapas de gobierno como en el período de exilio- por encima de las variaciones tácticas, las definiciones coyunturales, los guiños y apoyos que descolocaban o jerarquizaban a sus múltiples y contradictorias corrientes internas. La primera línea nace con la campaña para las elecciones de febrero de 1946 bajo la consigna “Braden o Perón”: nadie puede negar la persistencia de esa posición antiimperialista hasta su muerte en 1974. La segunda se expresa en la sistemática promoción de los derechos sociales y laborales, fundada con el mítico Estatuto del Peón Rural, que sustenta a la justicia social y el bienestar de los trabajadores como pilar esencial de sus concepciones. Finalmente, la defensa de los intereses y recursos estratégicos nacionales -sintetizada en el artículo 40 de la Constitución de 1949- constituye la tercera de esas líneas inconmovibles. La férrea lealtad popular concitada por estas definiciones alimentaría la larga resistencia peronista durante dieciocho años, sin que el grueso de sus protagonistas aspirara a recibir cargos o prebendas como pago por sus luchas. Todo lo demás, está en discusión.
Miremos en ese espejo la reciente reorganización del Partido Justicialista en el congreso del 7 de marzo de 2008. El periodista Horacio Verbitsky -cuyas fuentes de información suelen ser muy buenas- señala en su nota de Página/12 “Jaque a Kirchner”, que la principal jugada estratégica del futuro presidente del partido sería: "la redefinición del justicialismo como el partido de los derechos humanos y el ingreso a la Internacional Socialista."(1) Se agrega así un elemento más a esa dificultad para explicar el peronismo. Luego de una década de menemismo, ahora se plantea como el “partido de los derechos humanos “y busca “vencer al tiempo” para “volver a enamorar a la juventud”. Pero el menemismo no dependió solamente de la figura del señor Menem: para llevar adelante el proyecto más entreguista y antipopular de la historia argentina, enarbolando las banderas del peronismo y cantando la Marcha, necesitó del apoyo de muchos miles de cuadros; y lo tuvo. En el campo de los Derechos Humanos, el 28 de diciembre de 1990 se decreta el indulto a los responsables del genocidio y se mantiene la aberrante Ley de Obediencia Debida, en un Parlamento dominado por el peronismo. El mismo Parlamento que apoya la Ley de Reforma del Estado y con ella las privatizaciones que entregan vilmente el patrimonio público -exacta contracara del Artículo 40- además de imponer una legislación que barre con todos los derechos de los trabajadores.
En 1991, siendo gobernador de su provincia Néstor Kirchner recibía a Menem en un acto donde, entre otros conceptos, declaraba: "Aquí está el pueblo de Santa Cruz apoyando el proyecto de transformación y cambio que la República Argentina debe llevar adelante".(2) Un proyecto de transformación y cambio que incluía los indultos y las privatizaciones: en el caso de YPF, el miembro informante de su desguace fue el diputado Oscar Parrilli, integrante del grupo de Kirchner, quien el 24 de febrero de 1992 apoyara entusiastamente esa privatización, afirmando que se trataba de un acto de soberanía.(3) Otro acto de soberanía parece haber sido la reciente reprivatización, avalada por el ex presidente, de las reservas de Cerro Dragón hasta el 2047 -es decir, hasta su extinción total- a manos de la British Petroleoum y socios menores:¿a quién realmente beneficia esa medida?¿Qué hubiera pensado Perón sobre esto, en momentos de crisis energética y cuando el barril de petróleo en el mundo supera los 100 dólares? Difícil de explicar lo que en la actualidad se llama peronismo. Tal vez la dificultad de comprensión se encuentre en los nuevos aportes doctrinarios de integrantes del PJ que concurrieron al congreso. Por ejemplo, el aporte a la teoría económica de Luis Barrionuevo con su inolvidable “Si dejamos de robar por dos años...”. Asimismo Antonio Cafiero -quien presidiera dicho congreso- ha hecho aportes a la ética política, con sus enfáticas recomendaciones del libro “El elogio de la traición” y su convencimiento de que la traición es necesaria en la metodología de acción de los dirigentes.(4) De todos estos sucesos existe material audiovisual disponible, aunque no así de eventuales declaraciones en contra del indulto o de la Ley de Obediencia Debida y en defensa de los Derechos Humanos durante esa larga etapa.
En realidad, Menem fue un títere más -aunque bien recompensado por cierto- de una estrategia de despojo nacional y social de la Argentina, impulsada por Estados Unidos, cuyo cuadro orgánico por excelencia fue Domingo Cavallo. Funcionario eficaz de la dictadura militar, del menemismo y de la Alianza integrada por el Partido Radical y el progresismo del Frepaso, estos méritos permiten considerarlo como la reencarnación local del embajador Spruille Braden en los tiempos modernos. En octubre de 2001 se presenta a elecciones un grupo llamado Peronismo que apoya a Cavallo: en los tiempos modernos equivale a Peronismo que apoya a Braden. A su vez, llama la atención la escasa capacidad de previsión de futuro de sus impulsores; en tanto estaban a unos sesenta días de la pueblada del 19 y 20 de diciembre que repudiara a Cavallo, esperemos que para siempre. En la actualidad, algunos miembros de ese agrupamiento participan activamente en el gobierno de Cristina Fernández y en la reorganización del Partido Justicialista; entre ellos, el Jefe de Gabinete Alberto Fernández, estrecho colaborador del moderno Braden desde los inicios del menemismo. Al hacerse cargo de sus funciones de Jefe de Gabinete del presidente Kirchner en mayo de 2003, Alberto Fernández -elegido legislador de la Ciudad de Buenos Aires en 1999 bajo la fórmula Cavallo-Béliz- fue reemplazado por su compañera Elena Cruz para finalizar el mandato: pocos militantes de Derechos Humanos habrán olvidado esa pública y enfática defensa de Videla y la dictadura militar. En contraste, muchos militantes de Derechos Humanos saben hoy que uno de los principales mentores y operadores del Partido Justicialista, para convertirlo en el “partido de los derechos humanos”, es ni más ni menos que el Jefe de Gabinete Alberto Fernández: la ética de los dirigentes aportada por Antonio Cafiero le permite realizar un peculiar recorrido, que en pocos años lo lleva desde sus acuerdos con Cavallo y Elena Cruz a intentar apropiarse de las banderas y la orientación de la política de Derechos Humanos. ¿Qué hubieran pensado nuestros compañeros peronistas muertos y desaparecidos de este recorrido?
Otro participante del congreso, como uno de sus secretarios y miembro del “partido de los derechos humanos” es el ex gobernador de Salta, Juan Carlos Romero: además de la brutal represión a los movimientos piqueteros, de condenar al hambre a comunidades indígenas de su provincia y producir irreparables daños ecológicos debido a la irresponsable devastación de los montes nativos para los negocios de la soja, Romero ha sido y es un pilar de la defensa de las petroleras. En su artículo “Ensueños” de Página/12, el periodista José María Pasquini Durán comentaba el lobby realizado por tres gobernadores entre los parlamentarios y el Poder Ejecutivo, cuyas presiones intentaban revertir una de las pocas medidas correctas tomadas por el gobierno de Eduardo Duhalde; la retención a las exportaciones de petróleo decretada en febrero de 2002, después de diez años de saqueo impune de las reservas:
Esta semana tres gobernadores (Salta, Neuquén, Santa Cruz) llegaron a la Rosada y al Congreso para defender los intereses de las petroleras exportadoras, oponiéndose a la aplicación de la retención del 20% dispuesta por el Poder Ejecutivo nacional. El trío aseguró que una medida semejante afectaría a la economía de esas provincias, porque disminuiría las inversiones de las compañías privadas y las regalías que cobran los tesoros que ellos controlan. Escuchándolos vuelve la memoria todavía fresca de Cutral-Có, Tartagal, General Mosconi y otras localidades de esas provincias, cuyas poblaciones fueron condenadas a la miseria sin destino por el cierre de las fuentes de trabajo controladas por esas mismas empresas que para tales gobernantes son benefactoras. (5)Los tres gobernadores eran Juan Carlos Romero de Salta, Jorge Sobisch de Neuquén y Néstor Kirchner de Santa Cruz: ahora solamente Sobisch no está en el “partido de los derechos humanos”. Pero el que sí está es José Luis Gioja de San Juan, designado como uno de los vicepresidentes del congreso y conocido por sus intereses en una minería tratada con cianuro, con la consiguiente depredación de las tierras y contaminación de las fuentes de agua. Explotaciones mineras que, por lo demás, carecen de todo tipo de control y se permite a las empresas llevarse impunemente metales valiosos a mera declaración jurada y sin retenciones: un símil de la tristemente célebre La Forestal en Chaco y Santiago del Estero. Si de “enamorar a la juventud” se trata, no parece pertinente ofrecer como posibles amados a Luis Barrionuevo, Juan Carlos Romero, Antonio Cafiero o José Luis Gioja entre otros, salvo que la intención sea que no los una el amor sino el espanto. Pero eso es un problema del Partido Justicialista.
Estos pocos ejemplos dan cuenta de la catadura moral de varios que integran o conducen el pretendido “partido de los derechos humanos”. No podemos permitir esta burla a los sufrimientos, al coraje y a la ética de la lucha por los Derechos Humanos en nuestro país. Lucha iniciada en el contexto de una abismal correlación desfavorable de fuerzas: esas mujeres de pañuelos blancos junto a los otros organismos de la época, enfrentaban a las tres Fuerzas Armadas, a la Gendarmería, a la Prefectura Naval, a las policías federales y provinciales, a los servicios de inteligencia locales, al Departamento de Estado norteamericano, al Pentágono, a la CIA, al Plan Cóndor y a los veteranos franceses de la guerra de Argelia. Más tarde, ya en democracia, enfrentaron a la Ley de Punto Final, a la Ley de Obediencia Debida, a los indultos y, demasiadas veces, también a la soledad. Veinticinco años después, habían triunfado. Tal fue la magnitud de esa dolorosa epopeya, que preocupó especialmente a los tanques de pensamiento del establishment de Estados Unidos. El Documento de Santa Fe IV del 2001 -guía de las estrategias de George W.Bush- señala:
En este momento de la historia, Estados Unidos se encuentra en los primeros estadios de un desafío mayor a nuestro sistema político, concretado en la penetración de nuestro hemisferio. No está usando necesariamente medios militares tradicionales. Por el contrario, están comprometidos en esfuerzos no convencionales, que son difíciles de enfrentar para nuestro país, sobre todo cuando se entra en la zona de los derechos humanos, que ha sido el bastión de los intentos de la izquierda para abortar todos los esfuerzos tendientes a proteger la libertad del individuo en esta parte del mundo.¿Y si el Peronismo que apoya a Braden en realidad no cambió tanto? Cuando se sabe que hay instrucciones del “partido de los derechos humanos” que remarcan la necesidad de desplazar a “la izquierda” de los organismos e instituciones de Derechos Humanos, una honda preocupación debe embargarnos. Porque “la izquierda” así como “el terrorismo” son definiciones que, en los hechos, engloban a todos aquellos considerados molestos u opositores; y se van introduciendo desde Estados Unidos con su Doctrina de Seguridad Nacional y sus guerras preventivas: esa democracia que acaba de aprobar la legalidad del “submarino” como un método válido de interrogatorio. Grave problema vinculado también con la reciente aprobación de la Ley Antiterrorista en el Parlamento argentino, donde el peronismo es mayoría e hizo suyo el proyecto elevado por el entonces presidente Kirchner, ignorando la total oposición a esa ley del conjunto de los militantes en Derechos Humanos. El malestar y las tensiones que afectan a algunos organismos de Derechos Humanos, derivados de la intromisión directa o indirecta de funcionarios en sus actividades -que en muchos casos lleva a una agresividad interna hasta hace poco desconocida- son demasiado peligrosos. Ese desgaste busca desmoralizar o expulsar a quienes pretenden mantener la autonomía y la cohesión que les permitiera afrontar históricas batallas. De esta manera tienden a ser transformados en meras cáscaras vacías, cuyo poderoso valor simbólico quede en manos de unos pocos, dispuestos a subordinarse a las orientaciones del “partido de los derechos humanos”. La eficacia en el uso de la traición de muchos de los dirigentes de ese partido, los ha dotado de una larga experiencia en travestismos e hipocresías que -como sucediera con el movimiento peronista- pueden utilizarse en los organismos de Derechos Humanos. Es imprescindible entonces retomar la calma y debatir en profundidad; en tanto consciente o inconscientemente, se estaría haciendo el juego a esa estrategia explícitamente planteada por el Documento de Santa Fe IV, que busca desplazar de las decisiones políticas sobre el tema a quienes, con una trayectoria impecable, protagonizaron en Argentina la epopeya de la lucha por los Derechos Humanos.
Este problema se ha convertido en el tema central de la izquierda frente a nuestros intentos por enfrentar los problemas de droga en Colombia, Perú, Bolivia, etcétera. Los esfuerzos de los comunistas por pintar las “guerras sucias” de Chile y Argentina como sólo otro intento de la “derecha perversa” por reprimir a la población civil, es un caso evidente de dejá vu. (6)
Buenos Aires, abril de 2008
1.- Verbitsky, Horacio:”Jaque a Kirchner”, Página/12, 2 de marzo 2008
2.- Iñurrieta, Sebastián: La Patagonia olvidada. DVD
3.- López Masía, Marcelo: Serás lo que has sido. DVD
4.- Solanas, Fernando: Memoria del saqueo. DVD
5.- Pasquín Durán, José María:”Ensueños”, Página/12, 9 de marzo 2002
6.- El Documento de Santa Fe IV. Ediciones Siena. Buenos Aires. 2001
Fuente: El grito de los excluídos