Señor Presidente del Ecuador
Arquitecto Sixto Durán Ballén
80 directores de emisoras de América Latina, reunidos en Quito del 26 de junio al 2 de julio de 1994 en la IX Asamblea de la Asociación Latinoamericana de Educación Radiofónica -ALER-, hondamente preocupados por la intervención y clausura que se dio contra Radio Latacunga y Escuela Radiofónicas del Ecuador -ERPE-, manifestamos a usted lo siguiente:
1. La libertad de prensa e información es un elemento fundamental de la democracia y de toda persona, contemplado en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Al intervenir y clausurar cualquier medio de comunicación se viola el derecho que tienen
los pueblos a expresarse con libertad.
2. Nos preocupa seriamente la censura impuesta por autoridades militares contra Radio Latacunga y ERPE bajo la acusación de haber "sublevado a los indígenas". Hemos constatado que ambas emisoras lo único que hicieron fue permitir que los sectores
indígenas se expresen con su voz, e informar acerca de los acontecimientos que se dieron en el país. La información oficial no es ni debe ser la única versión de los acontecimientos. Es un derecho y un deber de todo los medios de comunicación el permitir que los distintos sectores de la sociedad manifiesten sus puntos de vista.
3. Siendo el Ecuador un país al cual miramos como ejemplo de libertad de prensa, lamentamos que se haya producido este hecho.
4. Recurrimos a usted, señor Presidente, para demandar el inmediato levantamiento de la censura impuesta que se mantiene hasta la fecha, a fin de que estas emisoras prosigan con su trabajo comunicacional, y esperamos que en el futuro se respete el libre ejercicio de la información.
5. Finalmente, le solicitamos nos conceda audiencia para expresarle ampliamente nuestra preocupación..
miércoles, 29 de junio de 1994
miércoles, 8 de mayo de 1991
Archivos encontrados: En torno a Maradona y sus transgresiones
El sistema no tolera el talento de los pobres
Por: Gabriel Fernández y Carlos Rodríguez
Desde las alturas del poder los ídolos o las hazañas deportivas suelen ser manejadas como títeres, como biombos vivientes que ocultan frustraciones, desigualdades, represiones, genocidios, planes económicos y tormentos cotidianos para hombres y mujeres.
El caso de Diego Armando Maradona es un ejemplo de cómo el poder, en defensa de sus intereses, puede convertir en villano, o intentar hacerlo, al héroe futbolístico. La “maniobra política”, como la definió con lucidez un ex futbolista, Jorge Valdano, le propinó un golpe bajo al sentimiento popular y a la vez sirvió para escarmentar respecto del “peligro” que representan los drogadictos. De este modo se acalló, oportunamente, la polémica en torno de los Yoma, los Caserta y otros empinados funcionarios involucrados, no como adictos-víctimas sino como traficantes o cómplices- victimarios en el negocio del narcotráfico internacional. De paso cañazo, el poder le pasó a Maradona una vieja factura por no haber sabido interpretar el papel sumiso o cuando menos insulso que desde el Olimpo se les exige a los ídolos deportivos.
La detención y el procesamiento de Maradona (en una causa ridícula) fue motivo de una gran puesta en escena. Los funcionarios, los jueces y la gran prensa, beneficiaria de las ganancias generadas por el fenómeno Maradona, actuaron como un mecanismo de relojería para defenestrar al ídolo caído. Los niños mimados del deporte o del espectáculo siempre son mostrados como “ejemplos” y por tanto, son intocables. No fue el caso de Maradona. El porqué del tratamiento diferenciado debe encontrarse en manifestaciones non sanctas del futbolista. Cuando finalizó el Mundial de 1990 en Italia, con la calentura de la derrota en la final contra Alemania, Maradona criticó muy duramente a la “mafia” que encarna Joao Havelange, (entonces) presidente de la Federación Internacional del Fútbol Asociado (FIFA). El brasileño, amigo personal del vicealmirante Carlos Alberto Lacoste y de la dictadura argentina, fue el principal promotor de la realización del próximo mundial de fútbol en Estados Unidos, un país sin tradición futbolística. Y esa no es la única coincidencia de Havelange con EEUU. El desaire público propinado por Maradona a Havelange y sus declaraciones sobre maniobras oscuras en la FIFA, fueron actos considerados “impropios”, desde el punto de vista del establishment, más si provienen de un futbolista de primer nivel internacional.
En su visita a Cuba, en un momento culminante de su carrera deportiva, después del Mundial de México ’86, Maradona había asumido una postura sorprendente para una estrella del fútbol. Su entrevista con Fidel Castro, el elogio que hizo de la personalidad del líder cubano, su descripción sobre la inexistencia de niños descalzos en las calles de La Habana, pegaron en el bajo vientre de muchos capitostes occidentales. Diego sorprendió a un medio, como el del fútbol, donde “El Rey” Pelé propagandizaba gaseosas en apoyo al mundial yanqui, sobre canchas de plástico pintarrajeado, desvirtuando un deporte eminentemente popular como el fútbol. Popular, a pesar del profesionalismo a ultranza y los manejos políticos, porque sigue vivo en el potrero de cualquier barrio, en el alma del pueblo.
En los alzamientos carapintada, Maradona volvió a meter la pata. Tuvo el “desliz” de criticar autoritarismos y defender la democracia cuando la mayoría de sus colegas parecían indiferentes. La conducta política de Maradona tuvo contradicciones, como su cercana y temporaria relación con el (entonces) presidente Carlos Menem y su aceptación para ser “embajador deportivo” de ese gobierno.
Ese día, frente a las cámaras de televisión, Maradona amenazó con “empezar a las piñas” porque alguien intentó robarle “el bobo” (el reloj). Su reacción, bien de pueblo, fue ante un grupo de personas que eran funcionarios, allegados o periodistas. Nada le importaba al Maradona sin filtro.
En el mundo de muñecas que el poder le asigna a los ídolos, su identidad social siempre estuvo presente. Eso no pasó desapercibido para los vigías del poder, que ahora le pasan una gruesa factura por su adicción. El papel de la gran prensa fue primordial en esta historia. La revista El Gráfico, que apañó a Héctor “Bambino” Veira en un caso de violación a un menor de edad, intentó destruir la figura de Maradona por unos gramos de cocaína. El “delito” de Maradona era el de dañarse a sí mismo. Otro fue el del “Bambino”. Una densa trama de hipocresías, machismo, autoritarismo e impunidad envuelve el dispar tratamiento de los dos casos, utilizados en forma totalmente opuesto.
Y eso ocurrió, precisamente, con El Gráfico, uno de los máximos responsables, junto con Clarín, de la publicación de la noticia sobre la detención de Maradona. Uno de los dueños de Editorial Atlántida, responsable de El Gráfico, es Constancia Vigil, procesado (entonces) por contrabando, además de haber sido cómplice de la dictadura militar, poniendo la línea editorial de sus revistas al servicio del genocidio.
Del mismo modo que el poder político tomó nota sobre Maradona, el pueblo también lo hizo. El “Diego, Diego” de cada tribuna, en casa partido de esa semana, dejó sentado el veredicto popular.
“No toleran el talento de los pobres”, dijeron los vecinos de un barrio humilde que, en una carta pública, llamaron a Maradona para que se quedara junto a su pueblo, lejos del aplauso fácil, lejos del dinero que más que premiar intenta sobornar. ¿El pueblo apoya a Maradona por estupidez o ignorancia? De ninguna manera, el apoyo surge de la identidad en los orígenes y en el agradecimiento hacia quien entregó alegrías con la magia de su fútbol talentoso.
Por intuición y por conciencia, el pueblo respalda al que considera su igual, ante el “castigo” que le imponen personas o instituciones que representan el poder. El pueblo recrea, una vez más, la solidaridad como arma de autodefensa porque el ataque a Maradona representa el desprecio de la sociedad virtuosa para los de abajo. El mensaje también debería ser claro para el propio Diego: la fama es puro cuento. Una pelota de fútbol sigue esperándolo en un potrero de Fiorito, donde están sus verdaderos amigos.
Fuente: Diario de las Madres de Plaza de Mayo
Por: Gabriel Fernández y Carlos Rodríguez
Desde las alturas del poder los ídolos o las hazañas deportivas suelen ser manejadas como títeres, como biombos vivientes que ocultan frustraciones, desigualdades, represiones, genocidios, planes económicos y tormentos cotidianos para hombres y mujeres.
El caso de Diego Armando Maradona es un ejemplo de cómo el poder, en defensa de sus intereses, puede convertir en villano, o intentar hacerlo, al héroe futbolístico. La “maniobra política”, como la definió con lucidez un ex futbolista, Jorge Valdano, le propinó un golpe bajo al sentimiento popular y a la vez sirvió para escarmentar respecto del “peligro” que representan los drogadictos. De este modo se acalló, oportunamente, la polémica en torno de los Yoma, los Caserta y otros empinados funcionarios involucrados, no como adictos-víctimas sino como traficantes o cómplices- victimarios en el negocio del narcotráfico internacional. De paso cañazo, el poder le pasó a Maradona una vieja factura por no haber sabido interpretar el papel sumiso o cuando menos insulso que desde el Olimpo se les exige a los ídolos deportivos.
La detención y el procesamiento de Maradona (en una causa ridícula) fue motivo de una gran puesta en escena. Los funcionarios, los jueces y la gran prensa, beneficiaria de las ganancias generadas por el fenómeno Maradona, actuaron como un mecanismo de relojería para defenestrar al ídolo caído. Los niños mimados del deporte o del espectáculo siempre son mostrados como “ejemplos” y por tanto, son intocables. No fue el caso de Maradona. El porqué del tratamiento diferenciado debe encontrarse en manifestaciones non sanctas del futbolista. Cuando finalizó el Mundial de 1990 en Italia, con la calentura de la derrota en la final contra Alemania, Maradona criticó muy duramente a la “mafia” que encarna Joao Havelange, (entonces) presidente de la Federación Internacional del Fútbol Asociado (FIFA). El brasileño, amigo personal del vicealmirante Carlos Alberto Lacoste y de la dictadura argentina, fue el principal promotor de la realización del próximo mundial de fútbol en Estados Unidos, un país sin tradición futbolística. Y esa no es la única coincidencia de Havelange con EEUU. El desaire público propinado por Maradona a Havelange y sus declaraciones sobre maniobras oscuras en la FIFA, fueron actos considerados “impropios”, desde el punto de vista del establishment, más si provienen de un futbolista de primer nivel internacional.
En su visita a Cuba, en un momento culminante de su carrera deportiva, después del Mundial de México ’86, Maradona había asumido una postura sorprendente para una estrella del fútbol. Su entrevista con Fidel Castro, el elogio que hizo de la personalidad del líder cubano, su descripción sobre la inexistencia de niños descalzos en las calles de La Habana, pegaron en el bajo vientre de muchos capitostes occidentales. Diego sorprendió a un medio, como el del fútbol, donde “El Rey” Pelé propagandizaba gaseosas en apoyo al mundial yanqui, sobre canchas de plástico pintarrajeado, desvirtuando un deporte eminentemente popular como el fútbol. Popular, a pesar del profesionalismo a ultranza y los manejos políticos, porque sigue vivo en el potrero de cualquier barrio, en el alma del pueblo.
En los alzamientos carapintada, Maradona volvió a meter la pata. Tuvo el “desliz” de criticar autoritarismos y defender la democracia cuando la mayoría de sus colegas parecían indiferentes. La conducta política de Maradona tuvo contradicciones, como su cercana y temporaria relación con el (entonces) presidente Carlos Menem y su aceptación para ser “embajador deportivo” de ese gobierno.
El mismo día de la detención de Diego (abril de 1991), Menem le retiró la designación. En 1990, cuando los jugadores de la selección fueron convocados a la Casa Rosada para festejar, a pesar de todo, el subcampeonato, fue obvia la actitud de Maradona de festejar con el pueblo reunido en la Plaza de Mayo, con Menem lejos, en el telón de fondo. Los héroes eran los jugadores y no el presidente.
Ese día, frente a las cámaras de televisión, Maradona amenazó con “empezar a las piñas” porque alguien intentó robarle “el bobo” (el reloj). Su reacción, bien de pueblo, fue ante un grupo de personas que eran funcionarios, allegados o periodistas. Nada le importaba al Maradona sin filtro.
En el mundo de muñecas que el poder le asigna a los ídolos, su identidad social siempre estuvo presente. Eso no pasó desapercibido para los vigías del poder, que ahora le pasan una gruesa factura por su adicción. El papel de la gran prensa fue primordial en esta historia. La revista El Gráfico, que apañó a Héctor “Bambino” Veira en un caso de violación a un menor de edad, intentó destruir la figura de Maradona por unos gramos de cocaína. El “delito” de Maradona era el de dañarse a sí mismo. Otro fue el del “Bambino”. Una densa trama de hipocresías, machismo, autoritarismo e impunidad envuelve el dispar tratamiento de los dos casos, utilizados en forma totalmente opuesto.
Y eso ocurrió, precisamente, con El Gráfico, uno de los máximos responsables, junto con Clarín, de la publicación de la noticia sobre la detención de Maradona. Uno de los dueños de Editorial Atlántida, responsable de El Gráfico, es Constancia Vigil, procesado (entonces) por contrabando, además de haber sido cómplice de la dictadura militar, poniendo la línea editorial de sus revistas al servicio del genocidio.
Del mismo modo que el poder político tomó nota sobre Maradona, el pueblo también lo hizo. El “Diego, Diego” de cada tribuna, en casa partido de esa semana, dejó sentado el veredicto popular.
“No toleran el talento de los pobres”, dijeron los vecinos de un barrio humilde que, en una carta pública, llamaron a Maradona para que se quedara junto a su pueblo, lejos del aplauso fácil, lejos del dinero que más que premiar intenta sobornar. ¿El pueblo apoya a Maradona por estupidez o ignorancia? De ninguna manera, el apoyo surge de la identidad en los orígenes y en el agradecimiento hacia quien entregó alegrías con la magia de su fútbol talentoso.
Por intuición y por conciencia, el pueblo respalda al que considera su igual, ante el “castigo” que le imponen personas o instituciones que representan el poder. El pueblo recrea, una vez más, la solidaridad como arma de autodefensa porque el ataque a Maradona representa el desprecio de la sociedad virtuosa para los de abajo. El mensaje también debería ser claro para el propio Diego: la fama es puro cuento. Una pelota de fútbol sigue esperándolo en un potrero de Fiorito, donde están sus verdaderos amigos.
Fuente: Diario de las Madres de Plaza de Mayo
martes, 15 de agosto de 1989
García Márquez no permitirá que su obra 'Cien años de soledad' sea llevada al cine
El escritor colombiano Gabriel García Márquez ha manifestado al diario norteamericano The Yew York Times que jamás permitirá que Cien años de soledad sea llevada al cine, porque el libro es una parte integrante de la vida cotidiana de América Latina, García Márquez señaló que los lectores de la novela, -considerada por muchos como su obra maestra-, imaginan a los personajes como quieren, y si la historia fuese reflejada en la pantalla grande destruiría esa iluisión, ese margen de creatvidad.
El Nobel de Literatura declaró también en Nueva York que llevar al cine Cien años de soledad "sería, además, una producción muy costosa en la que tendrían que intervenir grandes estrellas, como por ejemplo, Robert de Niro en el papel del coronel Aureliano Buendía y Sofia Loren en el de úrsula, y eso la convertiría en otra cosa".
García Márquez, quien desde 1985 dirige la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano en Cuba, escribió el año pasado los seis guiones cinematográficos de la serie Amores dificiles, producida por Televisión Española. Las películas que componen la serie, basadas en sus cuentos, crónicas y en episodios de sus novelas, serán estrenadas en Nueva York dentro de los actos de la próxima semana en el Festival Latino.
García Márquez dijo que aceptó la propuesta de Televisión Española pata escribir los guiones de Amores difíciles a fin de aliviar las necesidades financieras de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, cuyo presupuesto anual entre becas, equipos y viajes oscila entre los 500.000 y 750.000 dólares.
Fuente: Agencia EFE
El Nobel de Literatura declaró también en Nueva York que llevar al cine Cien años de soledad "sería, además, una producción muy costosa en la que tendrían que intervenir grandes estrellas, como por ejemplo, Robert de Niro en el papel del coronel Aureliano Buendía y Sofia Loren en el de úrsula, y eso la convertiría en otra cosa".
García Márquez, quien desde 1985 dirige la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano en Cuba, escribió el año pasado los seis guiones cinematográficos de la serie Amores dificiles, producida por Televisión Española. Las películas que componen la serie, basadas en sus cuentos, crónicas y en episodios de sus novelas, serán estrenadas en Nueva York dentro de los actos de la próxima semana en el Festival Latino.
García Márquez dijo que aceptó la propuesta de Televisión Española pata escribir los guiones de Amores difíciles a fin de aliviar las necesidades financieras de la Fundación del Nuevo Cine Latinoamericano, cuyo presupuesto anual entre becas, equipos y viajes oscila entre los 500.000 y 750.000 dólares.
Fuente: Agencia EFE
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