Cuando Jeff Bezos compró The Washington Post en 2013, la gran, pregunta era si el periódico podría mantener su independencia en manos del magnate de Amazon. Doce años después, la triste respuesta es 'no'. La esperanza en un supuesto editor altruista se ha difuminado con la victoria de Trump. Tiempos duros para el periodismo y la democracia. Pero existen alternativas
Durante el siglo XX, una parte de la prensa escrita consiguió un binomio virtuoso. Fue un magnífico negocio y, a la vez, prestó un servicio público a la comunidad. La prensa escrita fue realmente el cuarto poder y, mayoritariamente, jugó un papel decisivo en la construcción de las democracias occidentales. La figura del editor podía encarnar esta dualidad, la suma de una gran influencia, a la vez, de la vocación de participar en el bien común. El caso Watergate, revelado por The Washington Post y que forzó la caída del presidente Richard Nixon, es el mejor ejemplo.
Pero en 2008 cambió todo. La suma de crisis en torno a los periódicos, resultó devastadora. Los editores vieron cómo se hundía el mundo sobre el que habían basado su rentabilidad. Muchos sucumbieron a intereses ajenos a la información, y aquella crisis de credibilidad que venía de lejos se aceleró de forma dramática. The Washington Post fue una de las víctimas más visibles del nuevo escenario al que se enfrentaba la prensa en todo el mundo. Marty Baron, director del periódico entre 2012 y 2021, reconocía en una entrevista, justo después de dejar el cargo, que su diario "no tenía en 2013 un modelo de negocio viable" y por eso la apuesta de Jeff Bezos era vista como una salvación.
"¿Le inquietan los posibles motivos por los que el hombre más rico del mundo podría querer un periódico en la capital del poder político?", le pregunta el periodista. Y Baron responde: "No. Nunca creí que pudiera tener ningún sentido para él creer que podría usar el Post para ejercer poder político. No necesitaba el Post para eso. Lideraba una enorme corporación y podía ejercer el poder político como siempre hacen las corporaciones, con donaciones y cabildeo. Él dijo que no tenía ninguna intención de hacerlo y luego he podido observar, desde el primer día, que no ha dado ninguna prueba de lo contrario. Nos deja funcionar independientemente, no interfiere en nuestro periodismo, no sugiere historias, no suprime historias, no critica historias. ¡Nos deja hacer nuestro trabajo!".
Parecía que The Washington Post recuperaba el binomio virtuoso de los editores del siglo XX, pero en el fondo lo que buscaba Bezos era contar con la credibilidad de un gran medio para blindar su inmenso poder. Y con la segunda victoria de Trump, Bezos quiere figurar, junto a Elon Musk, en la cima de la simbiosis entre poder económico, tecnológico y político. Y el espíritu independiente de la redacción de The Washington Post dejaba de ser un plus para convertirse en una carga.
Tras la primera victoria de Trump, The Washington Post situó debajo de su cabecera la frase: "La democracia muere en la oscuridad". Esta vez todo ha sido distinto. Trump ya no es un accidente de la historia. Encarna una nueva era y Jeff Bezos no ha dudado. Prohibió a 'su' periódico posicionarse en favor de la candidata demócrata, Kamala Harris, y el 26 de febrero interfirió directamente en la línea editorial en un mensaje publicado en X: "Os escribo para informaros de un cambio que se producirá en nuestras páginas de opinión. Vamos a escribir todos los días en apoyo y defensa de dos pilares: las libertades personales y el libre mercado. Por supuesto, también trataremos otros temas, pero los puntos de vista opuestos a esos pilares serán publicados por otros".
El jefe de Opinión de The Washington Post, David Shipley, presentó inmediatamente la dimisión. La democracia, como rezaba su cabecera, se adentra en tiempos de 'oscuridad'. "En una democracia —defendía Martyn Baron en su entrevista —, debemos tener un debate vigoroso y vibrante, pero necesitamos operar desde una serie común de hechos. Y hoy en día ni siquiera podemos ponernos de acuerdo en lo que pasó ayer. Uno debe preguntarse cómo puede funcionar la democracia en un ambiente así. ¿Cómo funciona la prensa cuando una parte sustancial de la población cree en cosas que son directamente falsas y en teorías conspiratorias disparatadas?". ¿Y por qué ocurre esto? Martyn Baron apunta la respuesta: "Una parte de la ciudadanía no acepta ninguna presentación de los hechos que contradiga sus sentimientos". La frase era premonitoria de la segunda victoria de Trump.
‘La crisis abierta por Jeff Bezos en The Washington Post marca el inicio de una nueva etapa’ , Esther Vargas
Estado de shock
Ahora, a diferencia del año 2016, la reacción es mucho más débil. Entonces se registraron movimientos que contribuyeron a revalorizar el papel de intermediación del periodismo. En las semanas que siguieron a las elecciones, revistas (como The New Yorker, The Atlantic y Vanity Fair), periódicos (como The New York Times, The Wall Street Journal, Los Angeles Times y The Washington Post) y organizaciones sin fines de lucro (como NPR y ProPublica) experimentaron grandes aumentos en las tasas de suscripción o donaciones. The Guardian y Mother Jones también se beneficiaron de la reacción de los ciudadanos. En el mismo período, el propio The Washington Post contrató más periodistas y apostó por historias de investigación y más profundas. Esta vez todo es muy distinto. Se impone un sentimiento de shock. Y la crisis de fondo sigue ahí.
La tormenta perfecta que se desató en 2008, la suma de crisis en torno a los periódicos, resultó devastadora para los periodistas. Pero también para los editores, que vieron cómo se hundía el mundo sobre el que habían basado su rentabilidad. Solo el compromiso ético de los editores podía evitar el desastre, pero muchos editores sucumbieron a intereses ajenos a la información, y aquella crisis de credibilidad que venía de lejos se aceleró de forma dramática.
Podemos argumentar que el poder de verdad es de quien maneja los medios: los Gobiernos, a través de las subvenciones, y los otros poderes económicos, por los canales habituales del crédito y la publicidad. Su fragilidad los hace más vulnerables, pero ahora estamos ante un paso más. Los casos de Bezos y The Washington Post, o de Elon Musk y X, ponen en evidencia, además, la fusión, ya sin máscaras, de todos los poderes. Este es el núcleo de la nueva era en la que entramos.
Las alternativas
El impacto de las grandes plataformas, el desplome de la publicidad convencional, las limitaciones que generan los muros de pago o la presencia de fondos de inversión entre los editores impulsan el debate sobre hasta qué punto el periodismo es viable como negocio convencional. Gana terreno la idea de que el periodismo debería ser considerado como un bien público, un servicio que beneficia a todos los ciudadanos, lo puedan pagar, o no. Es, decir, crecen las voces que defienden el periodismo sin ánimo de lucro, por vocación, o por imposibilidad de sobrevivir con criterios de la economía convencional, basada en los beneficios económicos.
El periodismo, al igual que otros sectores de interés público, como la sanidad, la educación, el cuidado de las personas…, se enfrenta a una nueva era donde la prioridad debería estar más en el interés social, que en el interés económico. Unos pocos medios de comunicación pueden hacer compatibles los dos objetivos, pero cada vez resulta más difícil conseguirlo sin poner en riesgo su independencia, como ocurre ahora con The Washington Post. Y sin independencia no existe vigilancia y crítica a los poderes, principal función del periodismo.
Un universo mediático basado en que las democracias dejen en manos del mercado el ejercicio del derecho a la información está en crisis. El modelo permanece, aunque debilitado, pero su futuro es incierto. Por eso, es importante buscar alternativas, no solo a la hora de editar medios públicos y privados, sino también cuando pensamos en proyectos decisivos, como la educación mediática o el combate contra las noticias falsas, que son dos objetivos que están entrelazados.
Fórmulas como fundaciones o cooperativas también ayudan a combatir otro riesgo que ya experimenta la prensa nativa digital: la concentración de poder en muy pocas manos, lo que a menudo revierte en una pérdida de la conciencia de servicio público de los periódicos. Los sistemas colectivos permiten una gobernanza en equilibrio entre la eficiencia y la toma democrática de decisiones.
Estados Unidos, con una larga tradición de prensa escrita y muy arraigada en sus comunidades, es un laboratorio sobre cómo los periódicos intentan sobrevivir en un contexto cada vez más adverso. El periódico The New York Times es una excepción. Sus dimensiones globales y sus aciertos estratégicos permiten que una familia (Sulzberger) mantenga el rumbo del diario. Al contrario de lo ocurrido con The Washington Post.
La conversión en entidades sin ánimo de lucro ha salvado a numerosos periódicos locales en Estados Unidos y Canadá. El caso más paradigmático es el de The Philadelphia Inquirer, una institución del periodismo local norteamericano con 190 años de historia. El periódico afrontó dos subastas por bancarrota y vio pasar a siete dueños distintos en las dos primeras décadas del siglo XXI. Hasta que el último de los propietarios del periódico, el magnate de la televisión por cable H. F. Gerry Lenfest, decidió, en 2016, donar la empresa a la Philadelphia Foundation, principal organización filantrópica de la ciudad.
La crisis abierta por Jeff Bezos en The Washington Post marca el inicio de una nueva etapa. Por eso es importante recordar los consejos de quien fue su director: "Mi consejo a los periodistas es el mismo de siempre: hagamos nuestro trabajo. No veo que estemos en guerra con nadie, pero tenemos una misión, y parte de esa misión es hacer que la gente poderosa y las instituciones rindan cuentas. Eso incluye, claro, a aquellos a los que se les confía gobernar el país. Tenemos que ceñirnos a esa misión, independientemente de quién esté en el poder. Por eso tenemos una prensa libre en Estados Unidos. Por eso se redactó la primera enmienda. Se trata de hacer nuestro trabajo. Eso es todo". Sin embargo, para poder seguir haciendo "nuestro trabajo", The Washington Post necesitó ponerse en manos del propietario de Amazon, Jeff Bezos. Y ahora sufre las consecuencias.
Bezos, el Washington Post y el fin del periodismo democrático
El multimillonario propietario del diario Washington Post, Jeff Bezos, anunció que en la sección de opinión sus colaboradores ahora escribirán todos los días en defensa y apoyo de dos pilares: las libertades personales y el libre mercado. Sus órdenes alejan a Estados Unidos de los estándares de las sociedades democráticas,
"Por supuesto, también abordaremos otros temas, pero los puntos de vista que se opongan a esos pilares se publicarán en otros foros", dijo, y añadió que el editor principal de opinión, David Shipley, no aceptó la decisión, por lo que dimitió. Así culmina el largo declive de los medios tradicionales estadounidenses, cuya credibilidad e independencia se fue erosionando conforme se estrechó su dependencia hacia el poder político y económico.
Detrás de la decisión de Bezos, navega el viejo deseo de Donald Trump de acabar con toda voz disidente, mientras se consume la irrupción de los grandes capitales en el control de los medios para que la información y el trabajo periodístico, pasen a tratarse como mercancías cuyo propósito principal es generar ganancias a los propietarios y accionistas.
Los magnates que invirtieron miles de millones de dólares para sentar a Trump en la Oficina Oval están operando junto con el mandatario para sustituir la información por un discurso que enaltece el egoísmo, la concentración ilimitada de la riqueza, la destrucción de los derechos sociales, la irresponsabilidad ante el medio ambiente y la ley de la jungla en la escena internacional. Para imponer su distopía fascista, dice un editorial del diario mexicano La Jornada, los magnates necesitan matar la verdad, el disenso, el debate y la inteligencia. Y eso están haciendo.
Este proceso no es nuevo y data de la década de 1980, cuando millonarios a título individual, fondos de inversión y otras figuras adquirieron y concentraron periódicos, estaciones de radio y canales de televisión, pervirtiendo el sentido de utilidad de la información y el trabajo periodístico, que pasaron a tratarse como mercancías cuyo propósito principal -a veces, único- es generar ganancias a los propietarios y accionistas.
Al producir noticias y opiniones bajo la lógica de mercado, la veracidad es avasallada por la rentabilidad y la relación social entre periodistas y lectores es degradada a una transacción mercantil.
El propio Washington Post, The New York Times, CNN y otros medios globales que se presumen referentes de la prensa "democrática" como contrapeso al poder han sido vehículos de difusión de mentiras creadas por Washington, desde las inexistentes armas de destrucción masiva en Irak, hasta la campaña sostenida contra el gobierno mexicano a partir de 2019.
Para Bezoz, la segunda persona más rica del planeta, las libertades personales y los mercados libres, son puntos de vista que considera desatendidos en el actual mercado de ideas y opiniones periodísticas. "Hoy no es necesario que los diarios brinden a los lectores secciones de opinión que busquen cubrir diversas perspectivas, pues dicha función es satisfecha por Internet", dijo.
Bezos afirmó que su país no llegó a donde está siendo típico y que gran parte de su éxito reside en la libertad en todos los ámbitos, en particular el económico. El Post deja de ser un medio de comunicación y se convierte en una plataforma propagandística al servicio del magnate. Al anular al consejo editorial de un medio que se presentaba como independiente e imparcial, Bezos cerró de golpe la posibilidad de conciliar los intereses empresariales con la labor periodística.
Tras la medida, periodistas del Post expresaron su preocupación por lo que señalaron que es un intento de Bezos de tratar de ganarse el favor de Trump, luego de que en octubre pasado bloqueó el respaldo del consejo editorial a la candidata presidencial y entonces vicepresidenta, Kamala Harris.
El presidente estadounidense, Donald Trump, convocó por primera vez a su gabinete, y el multimillonario tecnológico Elon Musk fue el invitado central de la reunión debido a su encomienda de impulsar el recorte de personal gubernamental más grande de la historia del país.
Musk, que lidera el Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE, por sus siglas en inglés) se describió a sí mismo como un simple soporte técnico para el gobierno, y externó su confianza en ahorrar un billón de dólares de los aproximadamente 7 billones de gasto anual del gobierno, lo que implica un recorte de alrededor de 15 por ciento.
No podemos sostener un país con un déficit de dos billones de dólares, remarcó Musk, y aceptó que el DOGE ha cometido errores, mencionando que mientras luchaba por reducir drásticamente la Agencia de EEUU para el Desarrollo Internacional (Usaid), luego de que el presidente congeló la ayuda para el extranjero el pasado 20 de enero, "una de las cosas que accidentalmente cancelamos, muy brevemente, fue la prevención del ébola".
El gobierno afirmó que eliminará más del 90 por ciento de los contratos de ayuda exterior de la Usaid y 60 mil millones de dólares en asistencia estadounidense en todo el mundo, según un memorando interno que obtuvo la agencia AP.
Los daños a la libertad de expresión y de prensa se aceleraron cuando apareció en escena la actual generación de ultrarricos que amasó su fortuna en torno a Internet: entre ellos destacan Bezos, Mark Zuckerberg y Elon Musk; estos últimos, dueños de todas las redes sociales de relevancia global, con la excepción de la china TikTok.
No es casualidad que quienes controlan los algoritmos con los cuales se determina qué información llega al público, qué temas son relevantes, cuáles son las opiniones válidas y quienes tienen derecho a expresarse. Es el ataque ¿final? contra el equilibrio, la pluralidad, el compromiso con el público y otros valores periodísticos para poner en su lugar el pensamiento único.
*Sociólogo y analista internacional, Codirector del Observatorio en Comunicación y Democracia y analista senior del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)
Foto: Instagram/Jeff Bezos
Fuente: UyPress - Agencia Uruguaya de Noticias