Por razones que, después de tantos años, no vienen demasiado al caso, ese “ancestro” de nuestro diario cesó en su actividad.
“Cuando hemos adquirido la seguridad de que la empresa que editaba ‘Comercio y Tribunales’, de modo definitivo, ha resuelto no reanudar su publicación, solamente entonces nos hemos decidido a hacer este diario, que, declaramos, es la continuación del propósito que llenaba aquel prestigioso órgano”. Así justificaban los editores de aquellos tiempos la presentación “en sociedad” de Comercio y Justicia.
Portada
Ya en el primer número nuestra portada abordaba los temas que nos iban a distinguir como una publicación diferente, pensada para un público especial. Los asuntos que concitaban y siguen concitando el interés de los lectores; los de las viejas y los de las nuevas generaciones.
Bajo el título “Acaparamiento y especulación” se comentaba la conmoción que en ámbitos comerciales e industriales del país generaban las disposiciones puestas en vigencia para reprimir tales conductas antisociales. Ya ahí se comenzaban a hacer notar las primeras secuelas económicas de la recién iniciada contienda, por entonces europea, y muy pronto universal.
Han pasado 70 años, los que celebramos hoy con esta edición especial que, como entonces, nos encuentra en el camino de brindar lo mejor de nosotros tras el mismo objetivo: ofrecer una información sólida y fundada, que contribuya al cotidiano quehacer laboral y profesional de quienes nos leen a diario. Por ello este nuevo formato; para ellos una visión renovada de los temas que cotidianamente ocupan nuestras páginas.
El paso de los años fue consolidando aquel proyecto. Se fueron sumando secciones que aportaban al objetivo inicial y ampliaban el horizonte informativo. Los pasillos tribunalicios, las cámaras empresariales, las dependencias de gobierno, tanto nacional, provincial como municipal, nutrieron página tras página una vocación inacabable, una pasión que sólo aquellos que han convivido en una redacción pueden entender en toda su magnitud.
Pero siempre sin perder de vista la meta, la finalidad, el propósito, la razón de ser: quienes nos leen y esperan la ratificación de nuestro cotidiano compromiso.
Avatares
Junto con su actividad informativa, la empresa Comercio y Justicia vivió distintos avatares, por cierto no ajenos a la realidad económico-social del país, la provincia y la ciudad. Los tiempos de bonanza ayudaron a incorporar el equipamiento adecuado para los años iniciales. De hecho, a fines de los 60 la editorial contaba con uno de los primeros talleres off-set, tipiado en frío y fotocomposición, aplicados a publicaciones propias (como el semanario económico Factor) y trabajos de terceros.
Sin embargo, políticas internas desacertadas detuvieron impulsos y perspectivas comerciales. Se cedió el mercado de folletería especializada y papelería judicial a la competencia y, poco a poco, se fue entrando en una vorágine que redujo sus posibilidades a límites casi insostenibles.
Con todo, la fuerza de periodistas, gráficos y administrativos siempre fue materia distintiva y coadyuvó para que las escaseces, falencias e indecisiones de los cuadros directivos no afectaran el sólido prestigio alcanzado por la epopeya de los pioneros.
Cambios
Con el advenimiento de los 90 pareció que las cosas empezaban a mejorar. Se había adquirido una pequeña rotativa y los costos operativos de la empresa parecían querer “entrar en caja”. Cambios generacionales en la conducción de la firma hacían albergar esperanzas de renovación, como las que pretendía vivir, simultáneamente, el país todo.
Sin embargo, otra vez el desacierto en las decisiones clave, la falta de previsión, la ausencia de inversiones y una visión acotada volvieron a jugar en contra de las posibilidades para crecer.
Aun ante tal desalentador panorama, periodistas, gráficos y administrativos siguieron aportando un invaluable ‘know how’, como había comenzado a llamarse por entonces al conocimiento,la capacidad, el profesionalismo y el espíritu de equipo para hacer las cosas, a la “causa”, a aquel objetivo trazado a finales de los 30. Esa fuerza sería la que, en definitiva, sostendría el proyecto contra los embates de la coyuntura.
Bisagra
En esta historia de 70 años es insoslayable mencionar la bisagra que marcó el destino de Comercio y Justicia como empresa periodística de ganado reconocimiento, incluso a nivel país, con premios y distinciones que así lo demuestran: la formación de la cooperativa de trabajadores que hoy conduce la editorial.
El “naufragio” estrepitoso de una aventura empresaria, como fue la venta de la empresa a Gazeta Mercantil de Brasil, y el posterior retiro de este grupo cuando los vaivenes del mercado cambiario encarecieron cualquier negocio intentado a precio dólar, dejó sin su fuente de trabajo a medio centenar de trabajadores, muchos de ellos con varias décadas de esfuerzo y compromiso con aquel proyecto original de la editorial.
Sin querer recordar detalles que motivan sinsabores, baste decir que la determinación de esos trabajadores, heredada de generaciones de pares que dejaron su impronta de capacidad, sacrificio y decisión, fue el motor que impulsó la idea de continuar desarrollando la pasión irrefrenable de informar sobre temas especializados y necesarios para una gran comunidad de empresarios, profesionales, juristas y comerciantes.
La tarea para seguir honrando aquel compromiso liminar estaba nuevamente en marcha. Y en pocos años, esos mismos valores también fueron de utilidad para tener una sede propia, adquirir la maquinaria adecuada e incorporar la tecnología acorde a los tiempos que corren.
Ese es el camino por el que hoy transitamos. La senda que elegimos para seguir aportando nuevos servicios, más información y mejores herramientas para las generaciones que ahora toman las decisiones en los negocios, en el quehacer profesional, en los estrados judiciales.
Homenaje
Como recapitulación final de esta crónica, vaya un homenaje para todos los que, de un modo u otro, enriquecieron la propuesta cotidiana a los lectores. Las nuevas generaciones necesitan las voces y enseñanzas de quienes nos precedieron, de quienes consideramos cariñosamente “de la vieja guardia”.
Uno de ellos, el inolvidable don José Antonio Junyent, editorialista y secretario general durante casi cuarenta años, quien solía contar una anécdota que pinta de cuerpo entero el espíritu y la pasión con la que se hizo y se hace Comercio y Justicia, mencionado anteriormente. El relato refería que el entonces “secretario de la hoja”, José Gómez de Negri (como se le llamaba al editor de cierre), junto a una docena de compañeros, acostumbraban “dormir sobre las resmas de papel hasta que fuera impresa la edición, para proceder a su entrega al correo”.
También contaba don José Antonio que en épocas posteriores, cuando ya la tirada era más amplia y ambos llegaban a la una de la madrugada con la crónica de la Legislatura, entonces los que dormían eran sus compañeros gráficos, “aburridos ya de tanta espera”.
Años más tarde, ya retirado, ese periodista de fuste y vocación comentaba amargamente que ya “casi no quedaban testigos” de esas vivencias. Felizmente, se equivocó: siempre queda alguien que mantiene viva la historia, el recuerdo, la ilusión y el ímpetu para salvaguardar la memoria de las cosas. Esa memoria que, a grandes trazos y con tinta indeleble -como la que diariamente imprime nuestro cotidiano quehacer-, nos ha permitido recordar esta historia de 70 años, que abre todas las ganas para seguir escribiendo mucha historia más.
El diario tradicional, ahora renovado
Ser fieles a una identidad, no siempre significa mantener las formas.
Sí, separar la paja del trigo en busca de aquello que, a lo largo de siete décadas, se mantuvo inalterable.
Hablamos de valores, de maneras de pensar, de principios y visiones. Cuando parece que todo cambia, un buen ejercicio reflexivo es indagar qué permanece por encima de los vaivenes del tiempo. Es casi como mirarse al espejo, y descubrirse joven, niño incluso, pero con los mismos sueños, y casi las mismas ideas.
Precisamente, ese ejercicio es el que pusimos en marcha hace casi un año, para llegar al resultado que hoy tenemos en las manos. El diario tradicional, ahora renovado. El Comercio y Justicia de siempre, pero también un Comercio y Justicia distinto.
Nuevas familias tipográficas, una fuerte revalorización de los recursos visuales, modernización de las referencias estructurales de las páginas, son algunos de los elementos que se pusieron sobre la mesa, y que se mudaron hoy a las páginas de nuestro diario.
El actual formato, sobre el que vienen trabajando periodistas y diseñadores -bajo la supervisión del creativo Luis Yong- , se adecua así a las tendencias vigentes en diseño y contenido de la prensa gráfica. Pero conserva al mismo tiempo, los valores que ya son propios del grupo editorial, basados en la información confiable, el respeto y la ética, la integración y asociatividad, el emprendedorismo, el liderazgo y el desarrollo productivo de la región.
No obstante, existen dos características especiales que estuvieron presentes en todo el proceso de rediseño de nuestro diario.
La primera, que se trata de una creación colectiva, algo que es natural a la forma cooperativa de producción que mantenemos en nuestra Editorial. La segunda, la especial búsqueda que nos propusimos: recrear el clima de audacia y creatividad que rodeó a los fundadores, hace 70 años, de este diario que en esa Córdoba docta y tradicional, se animó a desafiar periódicos de muchas décadas y grandes grupos de presión en sus espaldas.
En su segunda etapa Comercio y Justicia creció diez veces
Con un activo inicial de cien mil pesos, el último balance de resultados anota 3.304.000 pesos
El crecimiento del diario en sus ocho años de vida cooperativa es sustancial. En los primeros tiempos, el afán dominante fue hacer sustentable el proyecto. Logrado este objetivo, en su etapa de crecimiento se realizaron inversiones en todos los campos, para mejorar la calidad informativa y el servicio a los lectores y clientes de la empresa.
El adelanto global alcanzó a todos los productos: “Semanario Jurídico”, publicación semanal de doctrina jurídica, jurisprudencia y legislación; “El Inversor y la Construcción”, destinado a profesionales de ese rubro y el “Nomenclador Cartográfico”, la tradicional guía de barrios y calles de la ciudad de Córdoba.
La empresa periodística dista mucho de la que dejaron los brasileños y de la estructura mantenida como empresa privada. Por mencionar sólo un dato global registrado en libros, el último balance anota un activo total de 3.304.419 pesos y un pasivo de 1.153.384 pesos, con un patrimonio neto de poco más de dos millones de pesos. Sólo el año pasado se invirtieron 323 mil pesos en mejoras tecnológicas. La tirada, junto con la del Semanario Jurídico bordea los cinco mil ejemplares, en tanto que el Nomenclador lanza 30 mil ejemplares.
Para mensurar el crecimiento vale comparar los resultados del balance del primer ejercicio cooperativo, realizado en 2002. Con pocas adquisiciones, el activo sumó poco más de cien mil pesos. La mejora continua abarcó tanto los aspectos productivos como societarios, en una clara modificación de su escenario económico siempre “in crescendo”.
El desarrollo provino de una diversificación de la matriz de negocios y su plan de inversiones. En los aspectos visibles, la cooperativa de hoy tiene una sede propia construida para un diario y mucho mayor que la del periodo precedente. Dispone, asimismo, de una rotativa color de diez cuerpos, contra la anterior en blanco y negro de sólo tres cuerpos. La tecnología es de última generación, con potentes computadoras, un área de preimpresión antes inexistente con tecnología CPT totalmente automática, que permitió más que duplicar la productividad . Hoy, aparte del diario propio, sus talleres imprimen otros dos matutinos (uno de La Rioja y un segundo diario de Córdoba). También se realizan las tiradas de otros semanarios del interior, en horarios matinales y fuera de las tiradas de las publicaciones diarias. Los repartidores cuentan con vehículos de seguimiento satelital.
La actividad de la empresa se refleja en su movimiento económico mensual, de alrededor de un millón de pesos, un alto porcentaje de esa cifra aplicada a los retornos (remuneraciones de los socios). La nómina suma actualmente 70 trabajadores directos, el mayor número que ha tenido en su historia, cifra lograda aun cuando sus nuevas tecnologías incrementaron la automatización de muchas tareas.
La evolución del diario no alcanza sólo el aspecto económico-financiero. A instancias de su personal y junto con otros medios cooperativos se fundó la Asociación de Diarios Cooperativos de la República Argentina, Adicra, que cuenta hoy con seis cooperativas asociadas. El éxito de la asociatividad llevó a la constitución de Dypra, diarios y periódicos pymes de todo el país, que aglutina a unas sesenta publicaciones. Juntas reúnen un tiraje mayor que el de cualquier diario argentino, incluyendo a Clarín o La Nación. Este conglomerado ha encarado tareas conjuntas, como la importación directa de papel de diario desde Chile, con lo cual se rompe la dependencia monopólica de Papel Prensa y se permiten ahorros sustanciales en la principal materia prima de un diario. En la sede de Félix Paz y Duarte Quirós y principalmente en el depósito de Martínez, provincia de Buenos Aires, se almacena el papel que se distribuye a los medios asociados que participan en las operatorias.
Cabe reconocer que, en la etapa de integración de las cooperativas y diarios pymes, se contó con el firme apoyo del Instituto Nacional de Asociativismo y Economía Social, Inaes, así como de autoridades del gobierno central.
La sede social del diario y la cooperativa han sido visitadas por ministros del Gobierno nacional, integrantes de la Corte Suprema, personalidades extranjeras y funcionarios de todos los estamentos de la provincia. También delegaciones de empresas amigas, sindicatos y organismos del exterior que han visto con simpatía esta experiencia cordobesa.
En la evolución de la cooperativa Comercio y Justicia está implícito el esfuerzo desplegado por sus socios iniciales y los que se han ido incorporando después. Todos mantienen una mística solidaria, en la que el público especializado al que están dirigidos sus productos -los profesionales de la justicia, de la arquitectura, la ingeniería y diversas disciplinas, los colegios profesionales, las cámaras empresarias y público en general son el principal destinatario de los esfuerzos de ocho años de vida.
Soluciones para distintas épocas
Cooperativas y mutuales son la base tradicional y de todos los tiempos de la economía solidaria. Los estudios estadísticos señalan que juntos aportan nueve por ciento del PIB nacional. Las primeras son fuertes en el sector vivienda, los servicios y en el terreno productivos como cooperativas de trabajo. Las mutuales controlan una alta proporción del sistema de salud, a través de prestaciones y clínicas atendidas por los gremios.
En Argentina, sin embargo, la economía social o solidaria -como la llama el Instituto de Investigación y Formación de Administración Pública de la UNC- es un fenómeno inédito y todavía en emergencia. Según un libro publicado por ese instituto el año pasado, el profesor Carlos La Serna ha recopilado numerosos casos de los cientos que surgen con ocasión de las recurrentes crisis que afectan el país. La última de éstas no sólo facilitó la emergencia de cientos de cooperativas de trabajo surgidas de las cenizas de fábricas abandonadas o quebradas, sino que también dio paso a otras muestras: agrupaciones dedicadas al trueque, Organizaciones no Gubernamentales (ONG) para prestar algún servicio o asistencia, clubes de compra, etcétera.
En épocas normales, como la actual, que devino luego de superada la crisis del 2001, se abrió paso con fuerza el emprendedorismo, o empresas familiares de dos a cinco personas. Los poderes públicos y privados apoyan estas iniciativas, a través de las conocidas incubadoras de empresas o instituciones de fomento. En ambos casos, estas microempresas se consideran una simiente de SRL, las Sociedades de Responsabilidad Limitada, pymes o Sociedades Anónimas. Sin embargo, hay muchas que no aspiran a ello, sino a procurarse una fuente de trabajo en el seno del propio hogar, como un taller o la manufactura artesanal de productos alimenticios o artículos de uso diarios.
En Córdoba se cuentan por miles estas iniciativas cuyo principal aporte es mantener a raya los índices de desocupación. Este propósito, no medible, donde se incluye la venta de productos casa por casa y hasta el comercio callejero ilegal, constituyen ejemplos ocultos de la economía social, que en casos resulta un tanto marginal.
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Fuente: Diario Comercio y Justicia