domingo, 14 de febrero de 2021

Por dios, la patria y los medios: la televisión y la radio durante el mandato de Menen

Murió el expresidente Carlos Menem, murió impune en muchas causas en los que se lo involucró. Terminó sus días en el sanatorio Los Arcos. Durante su gobierno hizo lo que en campaña rechazó. Continuó las políticas neoliberales que comenzaron en la dictadura, profundizó el problema de la deuda externa, destruyó la educación pública, privatizó agua, luz, gas, telefonía, petróleo, aerolíneas, indultó a los militares. Además, vendió Ferrocarriles Argentinos, entre otras 400 empresas públicas. Menem instauró las administradoras de fondos de jubilaciones y pensiones (AFJP), que dejó afuera del sistema previsional a millones de pensionados y jubilados. También durante su gobierno ocurrió el tráfico ilegal de armas a la guerra civil en la ex Yugoeslavia, y a Ecuador en plena guerra con el Perú -cuando Argentina era garante de paz en el conflicto-. Y se suman los atentados terroristas contra la embajada de Israel, contra el edificio a la AMIA, más la voladura de la Fábrica Militar de Río Tercero, el atentado perpetrado el 3 y el 24 de noviembre de 1995 durante su presidencia.
El siguiente es el relato del uso que un presidente, Carlos Menem, le dio a medios de comunicación. La privatización de los canales porteños, los beneficios a los amigos, la censura durante su gobierno
Por: Nicolás Quesille y Stefan Guiloff

Deben existir pocos lugares en el mundo desde los cuales hacer una llamada telefónica no tolera imperfectos técnicos. La Casa Blanca seguro es uno de aquellos. Por eso quizás cuesta creer que, para el domingo 2 de julio del 2000, día en que Carlos Saúl Menem celebró sus setenta años junto a unos 300 amigos en una hostería en Anillaco, la llamada hecha por Clinton fallara no sólo una vez, sino dos. Entre los chorizos y carne a la parrilla el ex presidente de la Argentina, al parecer, no alcanzó a llegar hasta donde estaba el teléfono, lo cual le impidió hablar con su gran amigo Bill. Una semana después, la revista Noticias remató la anécdota considerándola 'uno de los gags más llamativos de la velada' y aseguró en su tapa que toda la situación había sido invento de Menem, quien había decidido volver a acaparar las portadas y las primeras planas en su país.

De paso, aprovechaba en acaparar las nuestras también. El affaire Menem-Bolocco concentró la mirada de los medios chilenos en este personaje de metro sesenta y tanto que lideró las vidas de nuestros hermanos trasandinos por casi una década. Su encanto y simpatía nos conquistó, hasta algunos chilenos se dieron el tiempo para acercarse a las puertas del diario El Mercurio en Valparaíso durante una de sus visitas para corearle '¡la Ceci lo quiere, nosotros lo queremos!'. Es indiscutible que tiene cierto imán, en Argentina es reconocido por ser una persona absolutamente mediática, cuestión que supo demostrar en nuestro país.

Sin embargo, consultado acerca del conocimiento que se tiene de Menem en Chile, el periodista de TVN, Víctor Gutiérrez, contestó que depende más que nada de la persona: hay algunos que saben que es un corrupto, que se robó mas de mil quinientos millones de dólares, que es un mujeriego y lo asocian en algo también a la muerte de su hijo. Pero la mayoría lo toma como un presidente más, un tipo sonriente que les gusta porque juega al fútbol y participa en eventos, sale con mujeres y tiene todo ese glamour y carisma.

La empatía de Menem con las cámaras es evidente. Desde que llegó al gobierno en 1989 supo cuál era la forma indicada de llamar la atención y tornar las miradas hacia él. Su relación con los medios se dio en situaciones políticamente poco tradicionales, en las canchas de fútbol, jugando al básquet, bailando tango o riéndose a carcajadas en programas alejados de la discusión y, en cambio, muy cercanos a la entretención. Llevó el quehacer político a sitios más bien faranduleros, a un nivel donde la discusión de sus patillas igualó al de seguridad social o la economía.

De las distintas formas que existen para ser noticia, Menem eligió una que todavía no era opción en el mundo de la política. Como observa el sociólogo Alberto Quevedo 'la fórmula Menem' conlleva una entrada en diagonal, con mucho tango, fútbol y la infaltable visita al comunicador amigo, sin que se espere de él un discurso político. Menem ingresa a la televisión en momentos inesperados y en programas insospechables. Quiere ser un hombre de espectáculo, hacerse oír de otra manera, ser reconocido en otros ámbitos, citó Alberto Quevedo en la revista Unidos, diciembre de 1990.

La política se vinculó a un proceder bastante atípico, fuera de los márgenes convencionales, punto que tendió a contagiar a la oposición y al resto de la ciudadanía argentina. El límite entre lo público y lo privado se hizo cada vez más fino e inidentificable: la vida del presidente fue tanto o más pública que la de cualquier famoso de la T.V.

En 1989, en un artículo de la revista Rolling Stone, Adriana Schettini hace un repaso de la década, de la escena política y sus protagonistas. Escribe: la dirigencia menemista alimentó a todo vapor la usina de imágenes espectaculares que requiere la tevé. El desfile de liftings, lipoaspiraciones, lolas inflamadas, retoques, siliconas, extensiones, pelucas y peluquines trajinaba la pasarela mediática de la mano de costureras convertidas en stars, peluqueros elevados a la categoría de artistas, cirujanos plásticos endiosados como causa –si no primera, al menos necesaria- de la juventud eterna, modelos consultadas como oráculos. La Argentina de los 90 prometía una fiesta lo suficientemente kitsch como para ser transmitida sin cortes.

Testigos privilegiados de esta transformación fueron los periodistas y los medios de comunicación en general, quienes vieron sus bases modificadas por el llamado a la privatización de las emisores radiales y televisivas a fines de 1989. Las nuevas reglas de juego –dadas tanto por las privatizaciones como por el recién electo mandatario- cambiaron la actuación dentro de la empresas de comunicación, sus lazos con el gobierno y el desarrollo de la actividad periodística. Cada una de éstas áreas sufrió un ajuste de acuerdo a los nuevos tiempos, a las nuevas formas de hacer política, de tratar con los medios y manejarse con la opinión pública.

En este contexto la televisión fue la gran canalizadora de las nacientes tendencias del gobierno menemista. Su filosofía fue hábilmente difundida a través de las pantallas de televisión, herramienta que sirvió para llegar a toda la gente sin necesidad de recurrir a las tradicionales concentraciones públicas. Dicho deseo lo expresa el filósofo José Pablo Feinmann, quien afirma que Menem jamás festejaría la fecha fundacional del partido que preside en una plaza. No va a la plaza. No va a la cancha. Va al set de televisión. Es un político mediático. Todos los políticos son mediáticos. Porque es la única manera de penetrar donde la gente está: en su casa, en la privacidad del hogar, escribió José Pablo Feinmann en su libro: Ignotos y Famosos, Editorial Planeta.

Así Menem, más que un político, se perfiló como todo un comunicador.

Indudablemente, hubo un pueblo detrás suyo que lo eligió presidente y lo puso al mando del país. Población muy especial la Argentina que dio pie a este ser tan particular –por decir lo menos- y participar en la generación de toda una producción televisiva acorde al momento. Como bien dice el periodista Pablo Sirvén, la televisión a veces es el mejor ojo de la cerradura para espiar los lugares más recónditos del alma de una sociedad.

La nuestra es una sociedad muy hipócrita, dice una cosa y hace otra, opina el periodista Carlos Ulanovsky. Agrega: esta es una sociedad que todo el tiempo reclama por una televisión más cultural, más conectada con los valores importantes y profundos, pero no lo demuestra en términos de rating. Las mediciones delatan un gusto por las peores cosas, las más amarillas, chismosas y truculentas. 

En este sentido, Sirvén explica que en Argentina ocurre algo muy especial, la gente parece sorprenderse de lo que sucede: como si Menem hubiera sido un repollo a quien nadie lo eligió. Y resulta que tuvo una muy buena elección en el "89 y cinco años después ganó nuevamente con el 50% de los votos. Sin embargo, si sales a la calle resulta sumamente difícil encontrar a gente que lo apoye . Hay mucho doble discurso.

Uno de los grandes motivos que llevó a Menem al poder fue la situación económica que vivía el país en ese momento. Con una hiperinflación del 240% y los constantes saqueos a los supermercados, la tensión social buscó su vía de escape por medio del cambio. Menem vino a encarnar entonces un tipo de redención peronista. Se apoyó en una historia de medio siglo: utilizó las figuras de Perón y Evita, las conquistas obreras de planes sanitarios y la preocupación por las clases más bajas. Él llegó a la candidatura habiendo sido un gobernador del interior, con promesas de crear una verdadera revolución productiva.

Sirvén recuerda: Para Argentina, el primer periodo de claro libre mercado fue con Menem, ya que durante su presidencia se desregularizó toda la economía, área absolutamente estatizada hasta ese momento. Las sobredimensionadas y deficitarias empresas en manos del Estado fueron privatizadas, produciendo una dramática reducción del sector público. Si fue para bien o para mal, no lo sé. En algún sentido se modernizó la economía e incrementó la participación de los particulares. Se logró la libertad económica por un lado, eso fue positivo, se dominó la inflación, hubo un aumento de la inversión extranjera y creció el Producto Interno Bruto. Pero, por otro lado, el inmenso déficit de las empresas del Estado -hoy inexistente- no se tradujo en bienestar o alivio de la deuda externa, sino, por el contrario, esta última se multiplicó.

Hubo también un contexto internacional que acompañó la ascensión de Menem. Los dictámenes mundiales indicaron que la alineación con Estados Unidos, la inviabilidad de los mercados internos protegidos y la globalización eran una realidad inevitable. Con la privatización de las empresas estatales y la desregulación del mercado local, Carlos Menem demostró seguir la tendencia. Además, al poco andar de su gobierno, declaró que la Argentina mantenía “relaciones carnales” con los Estados Unidos, frase que tomó especial fuerza con la decisión de establecer la paridad del peso argentino con respecto al dólar americano.

Jorge Castro, ex Secretario de Planeamiento y Asesor Político de Carlos Menem considera que al abrirse la economía se produjo un cambio en las bases productivas del país. Actividades enteras de la etapa anterior dejaron de tener significado. Un ejemplo fue la reparación de autos –con promedio de 30 años del parque automotor- que de pronto se encontró con una disminución de la clientela gracias a la apertura de la importación de carros y la incorporación de equipos de alta tecnología. Lo que hubo entonces fue un aumento de la desocupación y un distanciamiento entre los sectores de mayor y menor ingreso, fenómenos propios de la globalización.

El fenómeno mundial de la globalización, tal como lo define Castro, tuvo un particular efecto en términos locales. El mismo Jorge Luis Borges puso su dedo sobre la gran diferencia cuando sostuvo que la Argentina no es una sociedad sino un 'territorio con habitantes'. La falta de cohesión dejó entrever un individualismo que de una u otra forma marcó el devenir del país a fines del milenio.

Cambió el imaginario de colectivo a individual. No escuchas un discurso colectivo hacia el futuro ni de los candidatos. ¿Cuál es la ilusión para adelante? No se escucha demasiado “vamos a hacer una Argentina así”. 

La gente ahora te dice lo mal que estamos, porque el gobierno de De la Rúa no lo oculta ni lo camufla como lo hacía Menem, carece de imaginación necesaria para hacerlo. La verdad es que Argentina no tiene destino, no existe. Al asumir De la Rúa lo que se ve es la dura realidad, que no hay nada para ilusionarse, que Argentina es una hilacha y no un país, comenta Sylvina Walger.

Con su alejamiento de la Casa Rosada vale mirar hacia atrás y ver qué fue eso tan especial que imprimió Menem en la cultura argentina desde el prisma de la televisión abierta. Revisar con mayor detalle la privatización de los canales abiertos, la evolución de canal 7, ex ATC (Argentina Televisora Color) –señal estatal- y la influencia menemista sobre la pantalla, los periodistas y las empresas de comunicación. Sin embargo, la pregunta por el futuro del medio quedará pendiente a la espera de que los mismos hechos delaten si la televisión llegará a desvincularse de la herencia menemista o si recibirá a su gestor con los brazos abiertos para las elecciones presidenciales del 2003.
Primera Etapa: Las Privatizaciones

Mirando en retrospectiva, la televisión Argentina en 1983 exhibía canales endeudados al límite y un presidente decidido a no privatizar. Sólo en su último año de gobierno Alfonsín dio paso atrás y dispuso vender las señales en poder del Estado. En esta primera instancia, Alejandro Romay, pope de la televisión en el país trasandino, recuperó canal 9, entidad que fuera suya antes de la estatización de la T.V. en 1974.

El periodista y conductor del noticiero de canal 7, Franco Salomone, reflexiona al respecto y afirma que en el gobierno de Alfonsín, por temor a la oposición mediática, el Estado cometió el gravísimo error de quedarse con los tres canales. La historia, sin embargo, nos enseña, que cuando Perón tuvo todos los medios en su poder le dieron un Golpe de Estado y lo echaron, y cuando tuvo todos los medios en contra, volvió del exilio, ganó la elección, y fue presidente. Yo creo que esto Alfonsín no lo entendió. 

Durante su primer mandato, Menem se dedicó a privatizar activos y empresas estatales, recaudando sumas que superaron los 36 millones de dólares. Entre estos movimientos fue una prioridad la privatización de los medios televisivos. Es más, cabe destacar que fue la primera de las privatizaciones con las que el riojano arremetió, en el marco de su política económica de emergencia.

De acuerdo al periodista Carlos Ulanovsky, se privatizaron empresas absolutamente desgastadas, sin ningún asidero en la opinión pública. Con los canales había ocurrido un proceso de desgaste muy acentuado, especialmente después de Malvinas, en un sucesivo vaciamiento de cada uno de ellos. En su opinión, Menem hizo muy bien en elegir a la T.V. como el primer producto a privatizar. Eso le abrió un camino. Le facilitó el mensaje a la sociedad de decir "bueno, esto es lo que yo quiero hacer y de ahora en adelante voy a privatizar todo".

La derogación del artículo 45 de Ley de Radiodifusión – ideada por la dictadura Militar para impedir la concentración económica de los diarios Clarín y Crónica de tendencias opuestas al gobierno- y mediante el decreto 578, Menem llamó a la urgente licitación de los canales 11 y 13.


La privatización de los canales ocurrió en el año 1989. Nosotros teníamos en Argentina la ley 22.285, que no permitía que un dueño de medios gráficos tuviera también radios o T.V. Con la ley de emergencia económica, Menem abrió el juego y con ello se conformó el Grupo Clarín, al comprar el canal 13, y Editorial Atlántida se quedó con canal 11, el que se transformó en Telefe. Es decir, los dos grupos de prensa gráfica más importantes de la Argentina ingresaron al juego de la T.V. abierta.

La concentración propietaria de los medios en Argentina promovió el traspaso del poder, que una vez ostentó el Estado sobre la televisión a las grupos empresariales involucrados en la licitación.

Los nuevos dueños se erigieron como nueva clase, en donde los popes se hicieron de poder económico-político-social apoyados en la fascinación de la influencia mediática. La imagen en la pantalla chica, los centímetros de papel en un diario y la voz en las radios de mayor audiencia se convirtieron en una herramienta para construir y destruir poder político a sus alrededores, se publicó en la Revista Un Ojo Avizor en los Medios, La Patria Mediática, 1999.

Para el segundo período del gobierno menemista, estos multimedios lograron su consolidación con el desembarco de capitales extranjeros. La entrada en vigencia del Tratado de Promoción y Protección Recíproca de Inversiones, firmado con los Estados Unidos en 1991 dio pie a la expansión y diversificación de los grupos empresariales, tornándolos aún más poderosos.

Un grupo que hizo mucho vuelo, fue el CEI Holding, ligado al Citybank en Estados Unidos y relacionado en la Argentina a capitales del mendocino Raúl Moneta, personaje muy cercano al ex presidente. Gracias a la fluida relación con el gobierno menemista, se creó una vía directa para pedirle al mandatario que acelerase la llegada de los capitales extranjeros. Menem le abrió un montón de conductos políticos para que el grupo se pudiera abrir, al mejor estilo pulpo, y comprar medios casi compulsivamente. En esta misma lógica, cabe el señor Eurnekián y todo el multimedios América. Con la posibilidad que tuvo de asociarse en su momento con el grupo norteamericano DCA, pudo comprar cuatro o cinco radios, el canal dos y señales regionales.

Esta política también benefició al Grupo Clarín que, a pesar de mantener un discurso de oposición, sacó lucro del decreto que entró en vigencia el año '95, permitiendo la entrada de capitales extranjeros a empresas periodísticas. El Grupo Clarín siempre fue considerado el único multimedio en manos argentinas. Al terminar el siglo, en 1999, vendió el 20% de sus activos a Goldman Sach, una banca internacional.

Si bien la concentración de medios y la internacionalización de las propiedad no fue un fenómeno local, en la Argentina esta característica fue acentuada por la carencia de una regulación que controlara el proceso. Las transformaciones de los últimos diez años ocurrieron en una absoluta acefalia legal, con lo que se aumentaron las posibilidades de estos conglomerados de agruparse, juntarse, comprar y vender bajo sus propias reglas y no bajo una regla que el Estado pueda regular, no porque el Estado tenga que ser el que digite como son las cosas, pero tienen que existir leyes que funden parámetros para que la historia tenga mínimos y máximos.

Además, no es que el gobierno menemista se olvidó, sino que no tuvo una vocación política de hacer una ley que regulara el mercado, apuntó Daniela Blanco en abril del 2000.
Para los periodistas este cambio de manos significó una nueva forma de interactuar con sus jefes y la noticia, más si se considera que en Argentina la falta de regulación dejó un vacío al momento de establecer límites en pos del bienestar nacional.

Creo que es más peligroso el dominio de los medios por estos grupos multinacionales que la influencia que pueda tener el Estado. Al Estado se lo puede contrarrestar, pero es más difícil oponerse a los que controlan los medios, porque ellos son los que tiene el poder en sus manos, los que manejan las posibilidades de expandirse o achicarse y elaborar productos que le interesen para sus costados económicos. Los veo más amenazador. ¿Cómo hace un periodista para denunciar a su propio dueño o a sus editores?, se preguntó en una entrevista con Norma Morandini, Luis Clur, citado en La Gran Pantalla, Editorial Sudamericana.

Recontando, en la televisión argentina figuraban entonces Eduardo Eurnekián al frente de América 2, Alejandro Romay en canal 9 –posteriormente canal Azul-, el grupo Clarín con canal 13 y a Telefe en manos de Constancio Vigil, presidente de la Editorial Atlántida. ¿Hasta qué punto estas empresas y personajes tan beneficiados con las privatizaciones y la llegada de inversiones extranjeras eran obsecuentes con el discurso oficial?

Menem buscó amigos y les dio los canales –mostrando ser muy democrático- y, como les cobró un precio muy bajo, creó una deuda tan grande que algunos terminaron haciendo lo que él quiso... la única excepción fue canal 13, señal que siempre mantuvo una postura opositora al gobierno.

Graciela Fernández Meijide, ex diputada del Frepaso (Frente de País Solidario)y actual Ministra de Acción Social en el gobierno de Fernando de la Rúa, afirmó en una encuesta realizada por la Revista Un Ojo Avizor en los Medios de mayo/junio de 1998 que Menem lamentó el ejercicio de la libertad de prensa, fuertemente desarrollado a partir del gobierno de Alfonsín, porque estimó –equivocadamente- que algunos grupos que fueron favorecidos con la privatización debían apoyarlo a cambio.

El pensó que privatizando los canales los empresarios se lo iban a agradecer. Los empresarios en este país son leales a los negocios, no son leales al poder de turno. Por ejemplo, cuando privatizó canal 13 y se lo dio a Clarín, el pensó que a Clarín lo iba a tener de su lado. Pero Clarín fue el medio mas opositor que tuvo. Es una de las grandes desilusiones que Menem tuvo, dijo Olga Wornat en mayo del 2000.

Menem lo dijo en la Revista Veintiuno (1998) de Jorge Lanata, en un reportaje realizado por el mismo periodista en Anillaco, ciudad natal de Menem. Ahí, para el asombro de muchos afirmó que haber permitido la formación de multimedios había sido un error. Para la periodista Daniela Blanco esto puede ser interpretado de varias maneras: error porque se le terminaron poniendo en contra los mismos grupos que alentó por medio de todas estas facilidades de mercado -afirmación casi dirigida al Grupo Clarín-. En el razonamiento de Menem podemos inventar, podemos proyectar: 'yo que les ayude a Uds. a proyectarse como holdings, que les hice ganar dinero, que les di facilidades en el mercado, ustedes terminaron boicoteando mi candidatura a la re- reelección y se convirtieron en mis peores enemigos'.

El Ejemplo Estatal: ATC
La primera transmisión oficial de canal 7, allá por 1951, fue la del General Perón presidiendo los actos del Día de la Lealtad. El canal en sí nunca fue inaugurado y no existen documentos que registren su autorización.

Quizás estas imágenes iniciales marcaron el devenir del canal de gobierno, el que, a través de sus 49 años, fue un espejo de las administraciones de turno, sin poderse desprender de sus ideologías y narcisismo.

Estigmatizado por su rol durante el conflicto de las Malvinas -guerra que vivió dos realidades, una en el frente y otra en los medios-, Argentina Televisora Color, ATC, nombre heredado en 1979 de los militares, no alcanzó a levantar cabeza con el gobierno de Alfonsín y llegó a 1989 sin la relevancia suficiente para competir con el resto de los canales.

Jorge Castro, ex Ministro de Planeamiento sostiene que el canal estatal siempre jugó un rol muy chico, no productivo. Nunca se encontró la respuesta. No está claro para qué es ese canal, quizás tenga que ser un canal cultural. Nunca tuvo importancia.

Con una programación de lineamiento comercial, pero con resultados económicos deficitarios, ATC se debate hoy entre ser una fuente de inversión publicitaria o dedicarse a producir contenidos culturales y de educación. Enemistado con los altos puntos de rating, en 1983 llegó a cifras muy buenas –no en comparación al resto de los canales, sino en relación a su propio historial- y desde allí cayó a los bajísimos números que se registraron durante la década de Menem.

En opinión de la periodista Marta Perín, quien lleva quince años trabajando en el canal estatal, el menemismo no tuvo una política clara. Hacer oficialismo casi con obsecuencia. Al comienzo había una gran expectativa de parte del justicialismo por el cambio de manos. Pero, en vez de hacer entrar a los peronistas, el menemismo dio lugar a toda la gente que habitó en la dictadura, los popes televisivos de aquella época. Ingresaron esos. Ingresó esa gente, con una gran crítica de los peronistas, de los tradicionales del partido. 

Y la pantalla se llenó de Menem. Su figura y discursos se esparcieron por las salas de edición y nadie se atrevió a cortarlo. Esta decisión pareció venir de su entorno más que del propio presidente, pues si él deseaba estar en la televisión sólo bastaba con lucir sus encantos y conquistar las cámaras de los canales vecinos.

Acá en ATC, cuando se llegaba de un evento o discurso era terrible. Yo le tiraba a los editores y productores diez cassettes, y dejaba que se arreglaran como pudieran. El noticiero no te ponía otra cosa, porque nadie se animaba a cortarlo.

Era el entorno el que decía: ¿pero cómo no salió esto? ¡Pero cómo no salió lo otro!... Yo siempre pensé que no era él. Menem no tenía una demanda tan grande, si bien era un tipo narciso. Me parece que el entorno era lo que sumaba, destacó Marta Perín en julio del 2000.

Perín reflexiona y concluye que fue el propio Menem quien se fabricó su entorno, por lo que no puede eludir su parte de responsabilidad. Lo que yo no entendía era cómo el canal seguía funcionando, era como un regocijo del mismo entorno, de ellos mismos que querían verse en pantalla.

Ahora, la regla es mostrar a De la Rúa y sus funcionarios lo mínimo e indispensable. Por ahí ni se difunden los actos de gobierno, hasta se peca de alguna de desinformación para contrarrestar lo que hizo el menemismo. 

Los encargados de la dirección del canal fueron más menemistas que Menem y quienes estuvieron de acuerdo con esta política recibieron todos los beneficios. Quienes no la siguieron, pasaron a una segunda fila, al silencio.

Desde su experiencia, Perín recuerda: nosotros en esos tiempos decíamos 'miles y miles aplauden a Menem'. Si tú llegabas a decir eso, es probable que te dieran la conducción de un noticiero, viajaras, ganaras plata. La barrera era esa.

Yo nunca lo dije, no te obligaban a hacerlo. Quienes nos mantuvimos al margen de la obsecuencia, optamos por hacer una crónica y mantenernos en silencio. Criticábamos desde adentro, teníamos asambleas de trabajadores. Queríamos tener un mayor pluralismo.

Ello se demostró el 23 de marzo de 1995, cuando Menem anunció su deseo de privatizar ATC. Si bien no se llevó a cabo este proyecto, su inserción en la agenda generó una serie de movimientos entre los empleados del canal para evitar su concreción.

Presionábamos con documentos, con presentaciones especiales para que no se privatizara el canal. Fuimos al Congreso, hicimos lo nuestro y hasta en un momento se precisó una garantía para un aval, para hacer una presentación judicial. Pusimos nuestro sueldo, firmamos todos el aval, el que después fue levantado por el diputado Luis Brandoni, quien puso su propiedad a cambio. Yo me acuerdo que hubo aprietes a los empleados. Igual firmamos todos, pusimos el aval...

Entre las cosas públicas que hicimos estuvieron los abrazos al edificio en defensa de ATC. Costaba crear conciencia porque en definitiva la sociedad quería que se privatizara, no le interesaba, se había degradado de tal forma que ya no importaba. Y nosotros lo que queríamos era que la sociedad se diera cuenta que ATC era la única garantía de pluralidad. Yo lo dije en un congreso, planteé que a mí nadie me garantiza que los grupos económicos que monopolizaron los medios no se pongan de acuerdo y muestren solamente una realidad de país, siguió diciendo Marta Perín.

En verdad, por esos años, ya nadie miraba ATC. Era un gigante sobredimensionado -24 mil metros cuadrados cubiertos- con un arrastre deficitario que sólo les recordaba a los argentinos el nivel de corrupción que vivía el país en ésta y muchas otras materias.

Daniela Blanco, periodista y Directora de la revista Un Ojo Avizor en los Medios arguye que al analizar ATC uno puede entender la lógica que tuvo Menem con los medios. Él siempre ligó el canal estatal a sus amigos. ATC nunca pudo despegar como señal financiada por el Estado con una lógica o una estrategia política, con un desarrollo que tuviera que ver con llevarlo a ser un canal competitivo en manos de profesionales. La conducción administrativa fue absolutamente fraudulenta y corrupta.

Este manejo fraudulento tuvo un impacto en la gente, la que descargó su descontento en la calle, con los periodistas. Marta Perín relata cómo el manejo menemista llevó a un rechazo total por parte del público. La gente pensaba que todos los periodistas éramos menemistas, era muy difícil. Nosotros muchas veces sentíamos vergüenza, si bien yo siempre quise a ATC, esas gestiones me hacían sentir muy mal. Muchas veces teníamos que esconder el logotipo porque nos querían golpear. De hecho, una vez me escupieron.

Pablo Sirvén, periodista de espectáculos y exdirector de Revista Nueva, hoy en el Diario La Nación, afirma que el gobierno de Menem no tuvo un interés real en defender al canal, vaciándolo de contenido y supliendo los hoyos con programas y personajes cercanos a él. Sirvén rememora cuando en 1999 le hizo una entrevista a Menem y le preguntó por sus programas favoritos. El entonces presidente respondió: “no me preguntes eso porque voy a quedar mal con mis amigos”. Y yo le tiré la idea de que todos sus amigos estaban en ATC. O sea, veía todos los otros canales. Claro, si no se podía ver. No hizo una utilización política ni desmedida del canal, no fue un canal político, ya que no lo necesitaba. Él estaba en todos los medios privados, medios con mucho más rating.

A lo anterior Perín añade que al canal no se entró por otra cosa que no fueran contactos... la mayoría de los ingresos y grandes contratos fueron por amiguismo. Ellos hacían como una especie de lucha y bueno, se rodeaban de la gente que le era más fiel. Te relegaban, no se animaban a echarte, porque eso también tenía un costo político. Sobre el final entró gente por la bolsa de trabajo, sobre todo en el noticiero nuestro. Al final cambiamos y logramos muchas cosas.

El costo político que significaba despedir a un empleado por mostrar ante pantallas su rechazo al sistema –tal como lo describe Perín- se ve ejemplificado en las siguientes anécdotas de la periodista.

Estábamos en Mar del Plata, era sábado a la noche y Menem tenía que llegar el domingo. Nos enteramos que habían asesinado a un periodista/fotógrafo de la revista Noticias. No sabíamos quién era. ¿Cabezas se llamaba?... ¿Qué pasó?... ¡Uy che! Nos fuimos a Pinamar, que quedaba muy cerca. Pensábamos que era un policial más. Eso fue a las diez de la noche, pero bueno, claro, el rumor empezó a crecer más y para el domingo todo el mundo hablaba de una cierta connotación política. Cuando llegó todo el entorno de Menem no dejaron acceder a la prensa al lugar. En algún sector estaba ATC nada más y una chica de canal 13 que cubría una cosa frívola de la regata y solamente le preguntó sobre el evento. Yo mientras estaba ahí, con el delegado gubernamental incluso. Pensé, 'yo no puedo sacar al presidente para decirle qué linda la regata'. Se acercó y todo el mundo le dijo, 'qué linda la regata señor presidente' y yo le pregunté: '¿tiene connotaciones políticas la muerte del periodista?' No me contestó, terminé la nota, la regata, él se fue y a mí.... a mí me querían matar. Se armó un revuelo increíble, a raíz de esta pregunta que yo había hecho decidieron hacer una reunión con los periodistas en el aeropuerto y hacia allí fuimos. Ahí encontré a Frega, interventor de ATC, que estaba furioso. A mí no me hablaba. Entonces salió el delegado y dijo: 'cómo se la puede relegar así a una periodista. No se puede hacer esto y me defendió'. Pero mi situación estaba bastante embromada.

Resultó que después, al día siguiente, Perín fue una heroína. ¿Por qué? Porque Menem la usó para su conveniencia. Para contestarle al resto de los medios que lo habían acusado de no hablar del tema, el lunes a las tres de la tarde, en una conferencia de prensa, Menem abrió diciendo: "¡cómo que yo no he hablado nada del tema!, yo hablé con una periodista de ATC que me preguntó y yo le dije que ...' . O sea que políticamente de pronto yo le había servido.

Otro buen ejemplo es el “Santiagazo”. En Santiago del Estero, el pueblo salió a incendiar la legislatura. La gente iba, la pueblada se dirigía a la casa de un senador, le rompía toda la casa, la incendiaba, salía con sus pieles, cajas de whiskies ... en un momento fueron a la casa de un señor de apellido Camacho. Éste tenía un depósito al lado. Entonces todo el pueblo, los desposeídos, entraron y sacaron del depósito muchísimas provisiones, de partidas que al parecer eran para el pueblo y que aparentemente se los había apropiado este Sr. Camacho. Y ahí empezó la represión, vino la policía. En un momento yo empecé a gritar que en el medio habían niños, viendo que un policía estaba sacando el arma.

Al canal llegaron todas esas imágenes pero, en vez de mostrarlas intactas, solamente dejaron el relato. Mauro Viale, conductor muy conocido en Argentina, pasó este audio en su programa, teniendo a Menem en línea.

Entonces Menem dijo: 'la locutora esa no esta diciendo la verdad, ahí no hubo represión, nadie reprimía... me corrigió. Eso significaba que a mí me echaban al día siguiente. Si el león había dicho eso, a mí no me sostenía nadie. Pero él mismo, en el aire, rectificó. Se dio cuenta de la gravedad de lo que podía pasar si él decía eso, de lo que significaba para mí. Entonces se retractó y dijo: 'pero no, la locutora puede que, a lo mejor... se excedió en el relato', la arreglo ahí mismo.

En el fondo, había que tapar el sol con la mano. Me pareció hasta infantil de cierta manera. Porque realmente no había una política de decir esto lo encaramos así, o esto conviene. Era pura política de obsecuencia por parte del entorno.

En la actualidad –hacia mediados del 2000- , ATC paga los pecados de su pasado, con una deuda arrastrada de 70 millones de dólares, cantidad confirmada por la Sindicatura General de la Nación. Con la llegada del nuevo gobierno, recuperó su sigla, pues volvió a ser canal 7, nombre que expone en su edificio con un flamante nuevo logo. Al interior, sus más de 700 empleados esperan a ver si los cambios implementados por De la Rúa alcanzan para modificar el rumbo errático que ha mantenido la emisora hasta ahora.

Los Canales Privados
Debido a la privatización de los canales a través de licitaciones poco claras, fue sitio común pensar en la transformación de la Libertad de Expresión en una tendenciosa Libertad de Empresas. Pareció ser que entre los nuevos dueños hubo aquellos que practicaron la obsecuencia en respuesta al lazo personal que los unía al presidente o que simplemente decidieron priorizar sus negocios –y negociaciones- por sobre la función social del medio que poseían.

Miriam Lewin, periodista de canal 13 pasa lista: Telefe estaba en manos de Editorial Atlántida, cuyo presidente, Constancio Vigil, fue prácticamente el cadi de Menem en la cancha de Olivos. En América, canal 2, Eduardo Eurnekián, al tener serios problemas de deudas impositivas, también optó por una actitud muy servicial. Y el 9, mientras estuvo en manos de Romay, igual que los anteriores, se mantuvo dentro de la obsecuencia, salvo algunas excepciones. Dentro de todo, canal 13 fue el más alejado del gobierno, haciendo claramente periodismo de oposición.

La Libertad de Empresas se puede graficar fácilmente con el caso de Eurnekián, porque todos los argentinos vimos a este hombre oscilar entre el despegue de su canal con productos de rating críticos a la gestión menemista y la benevolencia ante el gobierno por sus intereses en la licitación de los aeropuertos.

Desde el oficialismo, Albanece agrega: yo no descarto que Eurnekian haya empujado con sus multimedios para hacer lobby con el gobierno. Eso en la Argentina, si bien es éticamente reprochable, no es ilegal, ni es la primera vez que se hace, dijo en una ntrevista a Pascual Albanece, junio del 2000.

En 1990, el empresario textil, Eduardo Eurnekián, compró acciones de América 2, canal que terminó por sumar a su multimedio –que ya contaba con una empresa de cable, dos radios y un diario- , a pesar de la fuerte deuda que tenía con el sistema bancario. El rechazo de el ComFeR (Comité Federal de Radiodifusión) a que el empresario tomara posesión del canal fue rápidamente solucionado por un decreto firmado por Menem que entró en vigencia al poco tiempo y legalizó la venta.

Este mismo tipo de manejo lo apunta el periodista y conductor Franco Salomone en un ejemplo diferente. El ComFeR debe extenderle al canal multas millonarias por sacar al aire malas palabras o mostrar desnudos en el horario de protección al menor. Lo que pasa, es que acá con Menem existió una cultura del amiguismo donde le decían, 'che Carlitos, cómo me vas a cobrar cinco palos verdes de multa', y así se las sacaban de encima.

Del general de los canales, el que más pareció desprenderse de la seducción y encantos del gobierno menemista fue canal 13. Parte del Grupo Clarín –constituido por el diario, base fundamental del grupo, Radio Mitre, Canal 13 y su ramificación en cable Todo Noticias- cuenta con su propia Gerencia de Noticias, la que se maneja con independencia del resto del grupo.

Luis Clur, prócer de la televisión Argentina y Director Periodístico del 13 durante la década pasada, cree firmemente que en materia de expresión periodística, lo más importante se realizó en su canal. Explica que, al ser su respaldo un grupo periodístico, priorizó lo informativo más que lo artístico, a diferencia de los demás canales que, en su opinión, prefirieron explotar el espectáculo.

A nivel de negocios y adjudicaciones turbias, Clur opina que las influencias que pudieran tener la entregas informativas de las respectivas salas de prensa del Grupo Clarín sobre las negociaciones del mismo en otras áreas eran nulas. El grupo tiene tanto peso específico que supera al de cualquier otro que quiera pelearle una licitación, como la telefónica, por ejemplo. Como gana el que más ofrece, el Grupo Clarín debería ganar por lejos, recordó Luis Clur.

Sin desmerecer la labor periodística del canal, Salomone acota: lo que pasó con canal 13 es que, como parte del Grupo Clarín, contó con mucho dinero y una gran espalda para bancarse su postura crítica. Se dieron cuenta que el negocio era ser opositor, y también, en cierto modo, encontraron otras formas de negociar.

Desde su labor al interior de la señal, Miriam Lewin avala el hecho de que rara vez se restringió su libertad como periodista. Lo que sí es que, al ser un multimedio con gran cantidad de negocios, no tuvo mayores problemas en bajar el tono de crítica cuando el negocio era con el gobierno. 

Si bien el consenso es que la crítica a Menem vino mayormente del canal 13 y el Grupo Clarín, la misma Lewin marca un detalle bastante peculiar. La crítica en pantalla fue casi siempre en su ausencia. Cuando Menem era invitado a los programas políticos de Todo Noticias, se solía levantar de ahí pequeños fragmentos para el noticiero central, sin notarse mucha crítica. Los cuestionamientos no eran demasiado frontales, no se veía la virulencia característica que se mostraba cuando él no estaba.

Con una diferencia editorial abismal, Telefe, canal 11, dejó en claro desde los comienzos su afiliación política. Para 1999, cuando decidió sacar del aire su principal noticiero, el diario Página/12 se lanzó en una dura crítica por el error que había significado la menemización de su línea informativa. Así, el diario publicó: Telefe parece haber cumplido con un plan en dos partes: primero convirtió a su noticiero principal en un 'house organ' del oficialismo, algo así como el magazine ideal de un país sin lucha electoral, y ahora lo levantará argumentando que tiene poco rating.

La experiencia de Franco Salomone, ex conductor de Telefe Noticias, da una buena pista de lo que sucedió con el espacio informativo, que de 38 puntos de rating terminó sin poderle siquiera ganar a su par del mediodía.

Telefe tenía una forma muy sutil de hacer menemismo y en principio, apenas era percibido por la gente. Sin embargo, a partir del '93 y hasta el '99, fue grosero el filo menemista de la línea editorial del canal.

Nuestro noticiero a Telenoche lo triplicaba en audiencia, lo cual no significa que fuera mejor, sino más popular por formato y contenido. Se trataba de un noticiero contestatario, aunque mucho menos ecuánime que el del 13. 

La anécdota ilustra. Durante su gestión, el entonces Ministro de Economía, Domingo Cavallo, expresó frente a cámaras que él no podía vivir con menos de diez mil dólares por mes. A pesar de que Salomone admite no estar de acuerdo con opinar en el noticiero, se sumó a la tendencia general y, en vez de consentirlo con el silencio, comentó acerca de la incontinencia verbal del ministro y como ella le había jugado una mala pasada. Salomone explica que lo que comentó Cavallo no se puede decir en un país donde los jubilados ganan 150 pesos argentinos al mes y un asalariado no recibe más de 500.

Su respuesta al aire le trajo problemas al conductor. Cuenta que para cuando terminó el noticiero, el productor ejecutivo le notificó por el talkback, en una actitud muy mafiosa, que el director quería hablar con él. Fui a su oficina y me habló: 'lo primero que le quiero decir es que usted acaba de dejar la conducción de este noticiero, y a partir de mañana va a hacer notas de espectáculos'. 'Maravilloso', le contesté, 'siempre que me siga pagando lo mismo'. Yo creo que esta respuesta lo descolocó. Tuvimos una larga discusión que se centró en: 'usted Salomone debe entender que este canal tiene una línea editorial que respalda toda la política económica del gobierno'. Por mi parte, le repetí que no iba a retractarme. Volví al día siguiente e hice el noticiero sin leer el versito que me habían preparado. Al término estaba este señor en la puerta esperándome otra vez. Le hice saber que ya había contactado a mi abogado, que me quería desvincular de la empresa. Por milagro, después de eso, nunca más recibí un ataque directo, de ahí en adelante todas fueron presiones solapadas.

Pero llegó un punto en que ya nadie le creyó a Telefe Noticias, pues quedó demasiado enganchado con la figura de Menem. Aunque dijeras 'muera Menem', nadie te lo creía. Por eso me fui.

1999 fue un año de “poda informativa” en la televisión argentina.

Teniendo en cuenta su pérdida de credibilidad, Telefe cortó de manera considerable su área de noticias. A cambio, optó por una programación liviana, con muchas series, comedias y un buen resto de humor a cargo del famoso Marcelo Tinelli y su programa El Show de Videomatch.

En la ultima etapa del gobierno de Menem, los noticieros de Telefe tendieron a desaparecer. Como vieron que Menem ya no ganaba, y considerando que se habían jugado por la re-reelección, prefirieron tirar telenovelas con proyecciones internacionales en lugar de los informativos y conformarse con eso. 

En el mismo sentido, América 2 levantó sus noticieros de la mañana y de las 19 horas. La decisión produjo la renuncia del responsable del área, Eduardo Metzger, quien, en una entrevista con Página/12 en marzo del '99, afirmó que los encargados del canal contrataron sus servicios para subir el nivel de los informativos, pero luego le pidieron que los destruyera. Metzger le reveló al periódico que el canal se molestó cuando presentó en pantalla una encuesta que mostraba un abrumador rechazo de la posibilidad de re-re-elección.

Por otra parte, Canal Azul –ex canal 9- dejó en el aire sólo las entregas noticiosas del mediodía y 12 de la noche. Su valuarte fue mantener el programa de Mariano Grondona, el que terminó por ser el único espacio de debate político en canal abierto durante 1999, año de elección presidencial.

El que mantuvo su estructura informativa estable fue canal 13. Así y todo, el mapa noticioso en la televisión trasandina quedó a muy maltraer. Al respecto el diario La Nación publicó: El resto de las emisoras parecen estar convencidas de que no son tiempos para las noticias y que más vale echar mano al humor y la ficción que parece asegurarles un rating a toda prueba y, sobre todo, menos complicaciones que la información.

La posición del periodista Pablo Sirvén es aún más drástica. Según él habrá que esperar unos años para ver qué pasa con la T.V. en Argentina. La torta publicitaria se achica por efecto de la recesión, la aparición de nuevos medios, de Internet, o el redescubrimiento de la vía pública. Cuando te quieres acordar la T.V. no puedes menos que augurar que si siguen con este tipo de información anémica, van a tener que plantearse la posibilidad de que algún canal desaparezca, salvo que, como esta sucediendo, haya cambios de firma o entre alguien que pague barbaridades por tener una señal al aire.

El Tema de la Censura, los Periodistas y las Empresas
Seguramente Carlos Menem soñó con llegar a las editoriales internacionales con una noticia diferente. Para su desgracia, el 16 de septiembre de 1997, el diario The New York Times fijó su mirada en la prensa trasandina y tituló “Guerra contra los Medios en la Argentina”. Menem ganó la atención mundial por haber sacado de contexto una frase de Benjamín Franklin al sugerir que, paralela a la libertad de prensa, existía “la libertad del palo”, consistente en “puñetazos asentados sobre las sienes” y “una buena paliza” para aquellos periodistas que no asintieran su accionar político. La Asociación de Entidades Periodísticas de la Argentina (ADEPA), aprovechó el incidente para recordarle al Primer Mandatario cómo el fotógrafo José Luis Cabezas había sufrido ese verano la popular “libertad del palo” al ser atado, golpeado, baleado y quemado en Pinamar.

El New York Times profundiza en el tema y acota: En sus 8 años de gobierno Menem ha hecho mucho para modernizar la economía, pero impidió su crecimiento democrático. Controla el Congreso y ha llenado los tribunales de jueces corruptos. Una institución que no ha logrado someter es la vigorosa prensa del país. Menem ha propuesto leyes para controlar y desalentar las informaciones críticas. El, su familia y ministros han querellado por calumnias e injurias a centenares de periodistas. Según una organización de periodistas, desde que Menem asumió la presidencia se han producido 880 casos de amenazas físicas y ataques a periodistas. No hubo prácticamente ninguno durante el gobierno de su predecesor. Los ataques de Menem sólo han incrementado la popularidad de la prensa, considerada por muchos argentinos como el mejor control que les queda para detener los excesos del gobierno.

Los medios nacionales no pudieron menos que asumir la desdichada frase como una broma macabra, una amenaza de mal gusto. El poder judicial sufrió un nuevo cuestionamiento por su malograda credibilidad, prevaleciendo el periodismo como el único justiciero de fiar.

Rosendo Fraga, Director del Centro de Estudios Nueva Mayoría, explica que hasta 1997, cuando se constituyó la Alianza, el periodismo era el segundo poder, ya que, al no haber oposición, en gran medida ocupaba ese rol. Lo más importante es que la gente comenzó a recurrir más a los medios que a los jueces o a los políticos, para presentar sus reclamos.

Un trabajo del centro de estudios, realizado ese mismo año, lanza cifras interesantes con respecto al tema de corrupción y justicia. De acuerdo al mismo, del total de los casos, el 24% creyó más eficaz el accionar de la justicia, número sumamente bajo frente al 61% obtenido por los medios de comunicación.

Los casos de corrupción presentados en pantalla tuvieron la difusión necesaria para acaparar la atención de la ciudadanía y enfrentarse a la impunidad brindada por el corroído sistema judicial. Las denuncias de Telenoche Investiga pusieron a prueba a la Justicia, ya que obligaron a los jueces a continuar la investigación judicial sobre denuncias periodísticas. En cinco años, sobre 62 investigaciones en las que luego actuó la Justicia, una veintena de personas fueron condenadas, una centena fue enjuiciada y están entre rejas 23 personas. De las denuncias televisivas el periodista Pablo Sirvén comenta, sin embargo, que cuando te empiezas a enterar que no pasa nada se da una situación un poco cínica de decir 'bueno, nos enteramos de todo, lo publicamos', y desgraciadamente de ahí se pasa a una especie de info-entretenimiento perverso, donde se disfruta de una denuncia que muchas veces cae en un saco roto.

La deficiente relación entre Menem y el periodismo tiene varias aristas. Desde el punto de vista presidencial, se entabló una lucha tal que la re-elección de 1995 se consideró un triunfo desde el oficialismo, tanto sobre la oposición como sobre la prensa, la que, en opinión de Menem no elogió con la efusividad necesaria la transformación de la economía.48 Años más tarde, el entonces ministro de Economía, Roque Fernández, denunciaría un “Golpe de Estado mediático”. Éste, a su entender, impedía el triunfo justicialista al ocultar sistemáticamente los logros del gobierno. El propio Menem tuvo que declarar en ese momento y desautorizar las palabras del funcionario.

El gobierno sintió una falta de apoyo por parte del periodismo. Jorge Castro, Secretario de Planeamiento entre 1998 y 1999, lo resume desde una visión partidista, afirmando que Menem nunca contó con la prensa, nada nuevo en la historia del peronismo. El peronismo surgió a la vida con la totalidad de los medios de comunicación importantes en su contra, pese a lo cual igual ganó.

Mirado del lado de los medios, la relación se vivió con altibajos. De cara a cara, se sentía la calidez característica del riojano, y fue a nivel de declaraciones que se mostró la fricción. Con los periodistas la relación en general fue dura y tensa. Menem dijo de todo de los periodistas: nosotros fuimos los malos mensajeros, los que traíamos las noticias desagradables de Argentina, el país que se suponía era ejemplo para el resto del mundo, expresó Carlos Ulanovsky en mayo del 2000.

El periodista Pascual Albanece, quien entre otras cosas fue Director de la Agencia de Noticias estatal TelAm, divide los mandatos de acuerdo al primer y segundo período, señalando las diferencias que caracterizaron a uno y otro. En la primera etapa no hubo mayor conflicto, mas sí un reacomodamiento del gobierno a las reglas de juego de la T.V. privada. En el segundo período lo que se modificó más que nada fue la actitud de los medios hacia Menem, no la actitud de Menem hacia los medios. Menem se encontró con un clima de marcada hostilidad periodística, ya no solamente de crítica objetiva al gobierno.

Se lo criticó más como persona que como Primer Mandatario. En cierta forma, gracias a esto fue que la palabra frivolidad quedó incluida en el vocabulario político argentino como una característica de su gobierno, pues se refería a un costado de su personalidad. El periodismo se concentró entonces en la crítica a las costumbres presidenciales, y no al contenido de la gestión. El acento casi siempre estuvo puesto en los amigos del presidente, en su familia, mucho más que en su gobierno. 

Así, Menem puso el queso, el periodismo puso el dulce. Hubo libertad de expresión, hubo presiones gubernamentales. Se le contestó con duras acusaciones de corrupción y, a su vez, con intrascendentes reseñas por sus patillas sesenteras. Quizás esto es lo que algunos expertos definen como menemización de la crítica periodística o, de cara contraria de la moneda, farandulización de la política.

Fue un período de muchas libertades, entre las cuales estuvo la derogación de la ley del delito de desacato a la investidura presidencial. –ley que en realidad no fue utilizada por los anteriores presidentes y que sencillamente estaba estipulada en la Constitución-. Sin embargo, también fue el gobierno que más juicios hizo a los medios. Eso demuestra lo rico y contradictorio de Menem. Nobleza obliga: nunca antes los medios habían dicho tantas barbaridades de un presidente.

Hay que convenir: los argentinos dieron su voto a un personaje bastante peculiar. Albanece sostiene: Menem no fue solamente el Primer Mandatario, sino que se expandió también como un personaje político-popular, conocido en el medio audiovisual con un código distinto a los del protocolo presidencial. Esto fue así desde el principio, desde el momento que fue elegido y antes de asumir la presidencia.

Menem desplegó su excentricidad por todo el territorio a través de la pantalla chica. Eligió aquellos programas que potenciaran su carisma y lo acercaran a la gente. Aceptó encantado todas las invitaciones a los espacios de entretenimiento y conversación, especialmente los que pidieran su opinión sobre fútbol y lo integraran a la lista fashion del país. Para la elección de 1995 se evidenció claramente esta predilección: mientras el candidato opositor cerraba su campaña en el programa político de Grondona, Menem lo hizo en El Show de Videomatch con Marcelo Tinelli.

En esa misma línea, no tuvo mayores reparos en reemplazar a su amigo y periodista Bernardo Neustadt, cuando este último se enfermó y le pidió que condujera su programa de debate político. Cuando Menem tomó el lugar de Neustadt, hizo un programa normal de información. Pero, quién lo diría, ¡era el mismísimo presidente de la Nación el que estaba conduciendo un programa de TV.

Si bien existía el tema de la espontaneidad al momento de elegir aparecer en un programa, la visita de Menem al plató era una decisión más “a dedo” que de ecuanimidad o igualdad de derechos entre los distintos programas, periodistas o canales. La periodista Sylvina Walger considera que él solamente iba a los programas donde se sentía seguro. Grondona no tenia más remedio que ir por ser el programa político por excelencia, pero a Jorge Lanata –fuertemente crítico hacia el gobierno- lo evitó hasta el final. Al programa de Morales Solá – periodista de canal 13- le dio el sí porque fue pre-grabada desde la Casa Rosada, no fue una cosa espontánea. A los programas tipo “Almorzando con Mirta Legrand” –espacio de conversación ligera entre gente del medio, políticos y funcionarios conducido por Chiquita Legrand- , ahí fue donde se dieron sus apariciones televisivas.

Desde la cocina de canal 13 Miriam Lewin afirma que muy pocas veces –y creo que por un cuestión pre-pactada- Menem fue atacado o cuestionado duramente en los programas a los que asistió. Por ejemplo, en el programa “Dos Voces” se le hizo una entrevista en su despacho, por lo que, al ser el programa el invitado, no hubo mayor confrontación. Se hizo con Menem en el sillón presidencial, o sea, ya el significado era 'ellos vinieron a mí casa, no me pueden faltar el respeto y cuestionarme si yo estoy sentando en el sillón con las bolitas doradas'.

En las salas de prensa se tendió a generar una separación entre dos especies de profesionales bastante disímiles. Por uno lado estaban aquellos periodistas que Menem intentó evadir y, por el otro, los que al parecer, intentó comprar. El sociólogo Alberto Quevedo cree lo que a Menem realmente le interesó fue conseguir periodistas adictos a su propuesta de transformación. El caso más claro fue el de Bernardo Neustadt, periodista de gran influencia al inicio del gobierno menemista, y que el ex presidente logró seducir. Él buscó la captación de favores del periodismo a través de los profesionales vinculados a ciertas empresas, los independientes, o los famosos. Todo aquel que fuera formador de opinión. Hubo periodistas desconocidos que de pronto tenían un programa de televisión, con publicidad del Estado e inversión privada, todo por favorecer a Menem. Con el tema de las privatizaciones, se lanzó con una política muy agresiva y sedujo a muchas empresas que invirtieron a cambio de algunos favores que duraron lo que duraron los acuerdos.

Había muchos periodistas a sueldo del gobierno y a sueldo de la SIDE (Secretaría de Inteligencia del Estado) que hacían inteligencia. Nunca se pudo comprobar, hubo casos escandalosos, como por ejemplo, el de Marcelo Longobardi y Daniel Hadad, periodista que mantuvo una estrecha relación con Alfredo Yabrán –empresario directamente vinculado con la muerte del fotógrafo José Luis Cabezas-, relación de negocios casi mafiosa.

En lo que a censura directa toca, las opiniones son muy dispares. Hay quienes dan un “no” rotundo frente al tema de si hubo censura o no, mientras otros hacen el amague y retoman el tema de la libertad de expresión, y un resto da el “sí”, contando casos concretos de presión y tijereretazos. Convienen en que la presión pudo haber venido del gobierno, mas los cortes y salidas del aire provinieron de los empresarios del medio. Yo creo que Menem tomó la política de no pasar a la historia como un censor.

Lo que hizo desde el Estado fue ahogar a los medios de comunicación, presionando con la publicidad oficial. El Estado cobró negociando con la publicidad oficial.

Sylvina Walger, periodista y autora del libro Pizza y Champagne, apunta hacia la mayor fuente de censura, la que tiene relación con los avisos. Página/12, el 6 de diciembre de 1991 no recibió ni un ápice de publicidad del gobierno. Y como los dejaron afuera, en algún momento tuvo que pactar. 59 Cabe destacar que en aquella ocasión la revista Noticias publicó las razones de lo acontecido, con las declaraciones de altos funcionarios del menemismo que reconocieron que se trataba de un “castigo” por la publicación de la denuncia contra Miguel Angel Vico -entonces Secretario Presidencial- por haber vendido leche en mal estado a hospitales públicos.

Las presiones de carácter gubernamental fueron proyectos que quedaron en el camino. Existió la petición del entonces ministro del Interior, Carlos Corach, para crear un “tribunal de ética” que castigara a los periodistas que se apartaran de una correcta conducta profesional. En 1995, el Ministro de Justicia, Rodolfo Barra, propuso aumentar las penas para los delitos de calumnias e injurias, obligando a las empresas periodísticas a contratar un seguro millonario para reparar eventuales daños. Hasta un senador justicialista elaboró un anteproyecto para bloquear la difusión de información clasificada del Estado y obligar a los periodistas a revelar sus fuentes. Todos los intentos relatados fracasaron.

Walger mira del otro lado y se refiere al empresario que posee el canal y toma decisiones desde su sala de prensa y añade: los diez años de Menem se caracterizaron por una absoluta libertad de prensa, lo que no significa que después los medios tuvieran que negociar con el poder la libertad en cuanto a los contenidos. Que yo recuerde no hubo levantamientos de programas por parte del gobierno, aunque el período se vio acompañado con presiones, amenazas y atentados a periodistas. El levantamiento del programa de Lanata en su momento, fue una decisión de Eurnekián, o sea, de un empresario que tenía negocios con el poder y que se aterrorizó al pensar que este periodista podría poner en jaque sus negociaciones con el Estado.

El programa mencionado por Sylvina Walger es Día D, el cual fue sacado del aire en diciembre de 1997, a pesar de haberse mantenido durante todo el año como el segundo de mayor rating en América 2. Se especuló mucho con la idea de que Eduardo Eurnekián, dueño del canal, no quiso tener un espacio crítico paralelo a su lucha por la licitación de los aeropuertos, la que finalmente ganó.

De esta manera, la acusación de censura puede recaer en distintas entidades, ya sea el gobierno, el Congreso o la empresa televisiva. No obstante, el comentario controvertido y acaparador de atención seguro venía de la presidencia, tal como lo cuenta Luis Clur. Acá hay un premio muy importante que es el Martín Fierro, que se da a los programas televisivos de periodismo y entretención. Recuerdo que una vez Menem se quejó por una transmisión de nuestro noticiero que mostraba a los obreros del puerto de Rosario en huelga comiendo carne de gato. Reclamó a quienes entregaban los premios, sabiendo que el Martin Fierro siempre ha correspondido a Telenoche por su calidad y que, una vez más había recaído, en nuestras manos. Dijo que nosotros estábamos traicionando a la patria por haber hecho esa transmisión, a mí personalmente me trató de traidor.

Cada canal manejó el tema de los recortes de distinta manera. En tanto el canal América 2 levantó programas completos, el 13 buscó formas menos drásticas. Miriam Lewin asevera que no hubo una censura abierta. Salvo excepciones, nadie dijo 'ese tema no', pero si con la noticia podías perjudicar a una empresa avisadora del canal, te ponían en breves, en las placas de corte, te reducían de 30 segundos a 5. Esta política sigue en vigencia y se pone en práctica a diario. Existen grados. Yo trabajo en uno de los canales que más libertad le da a sus periodistas. Yo puedo contar con una mano las veces que a mí me han dicho 'mira, esto no va'. Si la noticia realmente vale la presión de un avisador o un empresario amigo de la empresa, entonces lo que tienden a hacer es bajar la ubicación de la noticia, tirarla en el cuarto bloque en vez del primero.

Albanece concuerda con lo anterior y lo compara con otros períodos de la historia del país trasandino. Al interior de las empresas no hubo ni más ni menos censura que en la Argentina del pasado. Siempre hay un cierto condicionamiento del plantel periodístico por parte de la empresa contratista, lo cual no implica censura en el sentido clásico del término.

Sin embargo, la pantalla se vio enfrentada a un panorama disímil, a dos fenómenos diferentes, aunque de identificaciones similares. Hoy los “periodistas de empresas” son una realidad. Pueden ser más o menos serios, no importa, lo que prevalece es su relación con el canal que les paga el sueldo. Antes los periodistas tenían un poco más de circulación, podían sacar una revista propia, escribir en otro diario, ahora se consolidó el periodismo de empresa. El periodismo independiente –el de las revistas propias- lamentablemente fue jaqueado por la variable económica.
Los “periodistas empresarios” son la situación inversa. Así lo define el periodista Carlos Ulanovsky: tú puedes tener muchísimo para decir. Tú puedes ser un tipo brillante. Puedes tener enormes condiciones, pero si no tienes anunciantes que te apoyen, no podrás conseguir un espacio. En cambio, puedes ser él ultimo de los burros y no tener absolutamente nada para decir, pero cuentas con una cuantiosa carpeta publicitaria, entonces te puedes permitir pagar un espacio, Así fueron desapareciendo los periodistas opositores, porque no consiguieron apoyo publicitario.

Lewin ejemplifica con el profesional auto-gestor que, al tener sus propios avisadores para su programa de cable, genera una vinculación directa con éstos. El problema nace si el mismo periodista también trabaja para un canal, porque entonces resulta más complicado ir a cubrir un acontecimiento que perjudique al avisador que tiene en su espacio de cable. La situación pone en jaque su objetividad al momento de sacar la nota al aire. Este tipo de presión, durante el gobierno de Alfonsín, se hizo directamente por medio de sobres que los políticos le daban a los periodistas por debajo de la mesa. No digo que ahora los sobres hayan desaparecido, pero han sido blanqueados en gran parte por las asesorías de prensa y la publicidad.
Liliana López Foresi, la verdadera historia de una censura
Por: Dante López Foresi
Un 1ro de marzo pero hace 35 años, comenzó su carrera en televisión Liliana López Foresi. Egresada de la ENSPA de Avellaneda. Y recuerdo que de su mano entré a este fantástico -y a veces muy cruel- mundo de los medios de comunicación. A solo 3 meses de recibirse en el ISER fue contratada para conducir un espacio en el Canal 7. Era un noticiero cultural de 15 minutos a mediodía denominado "De interés público".

Me recuerdo orgulloso viendo a Lili presentando por primera vez en Argentina la que llamaban "máquina de mirar" (Canal 11, en el '77), que no era otra cosa que la cámara de exteriores que hoy vemos a diario, aunque menos sofisticada, claro. La primera mujer en conducir un Festival de Cosquín. Ganadora de varios Martín Fierro y nominada Mujer del Año por la Fundación Konex. La primera en conducir un programa de opinión. El mismo que en 1991 fuera censurado por la alianza entre el menemismo y el Grupo Clarín y que hasta hoy le cuesta a Liliana estar fuera de la televisión abierta.

¿Cómo ocurrieron los hechos?
¿Hace falta recordarlo? El 2 de Mayo de 1991 se realizó un almuerzo entre el ex presidente Carlos Menem, la dueña de Clarín Ernestina Herrera de Noble, Eduardo Bauzá y el empleado de Clarín (hoy llamado CEO) Héctor Magnetto. Fue precisamente la señora Ernestina quien le pidió a Menem "que se calle Kelly”. Ménem respondió: "que se calle Liliana". Ambos sonrieron y luego de los postres, Magnetto y Bauzá arreglaron la "letra chica" y el mecanismo de la censura. Guillermo Patricio Kelly había anunciado esa misma mañana en su programa radial que “esta noche contaré en mi programa de Canal 7 de donde provienen los hijos de las “señoras nobles”. Se refería a los hijos de Ernestina, de quienes aún se sospecha que son hijos de desaparecidos, causa por la cual la señora ya estuvo presa.

Liliana se enteró de que ya no podría opinar ni realizar entrevistas a través de un productor del programa y las razones de semejante injusticia por boca de su invitado de ese mismo 2 de mayo de 1991, el ex diputado radical César Jaroslavsky, quién le dijo textualmente: "yo sabía que el almuerzo de hoy te iba a costar la cabeza".

Fue así como en “Revista 13, Periodismo con opinión” Liliana convirtió las palabras verbalizadas en gestos elocuentes, que fueron comentados por la gente durante todo aquel 1991. Poco después, los gestos también molestaron al poder. El gerente de noticias del canal en ese entonces y “emblema” de la libre expresión Luis Clur censuró la lectura de frases de Juan Gelman (una idea de Liliana para ir a corte) argumentando que eso también era "bajar línea" o emitir opinión.

Liliana fue desplazada de la conducción. No solamente las mujeres periodistas se "suicidaron" no reaccionando ante la injusticia de tal censura de un programa periodístico conducido por alguien del mismo género, sino que la prensa en su casi totalidad dio muestras de una falta de compromiso con la libertad de expresión que aún se observa con claridad. Lo increíble es que hayan pasado 16 años y los responsables de los grandes medios aún se resistan a contratarla. Solo Mirtha Legrand pidió hasta hace cuatro años que se haga justicia y que Liliana vuelva a la televisión abierta. Únicamente los periodistas Pablo Llonto y Néstor Genta denunciaron con detalles el acto de censura. Y quien contó más pormenorizadamente los hechos fue el mismo Guillermo Patricio Kelly e n su último libro ¿Y el resto? ¿Y la prensa independiente?.

Ahora mismo se me ocurre preguntarle a los "colegas" y compañeros: ¿No sienten algo de vergüenza en que tenga que ser el hermano de Liliana quien cuente y recuerde este episodio siniestro para la historia de todo el periodismo argentino?

No quiero extenderme mucho porque se trata de mi hermana y sabido es que le sobra lo suficiente como para no necesitar defensas ni apologías familiares. Ella aún ni se imagina el orgullo que siento por ser portador de este apellido que "Lili", "La Negra", o como quieran llamarla convirtió en un sinónimo de dignidad y coherencia ideológica. Ser el "hermano de" es un privilegio que agradezco a la vida, en un medio y un sistema donde no muchos pueden jactarse de sus orígenes o sus parientes.

Perdónalos Liliana... no saben lo que hacen.
Tu hermano Dante
Menem, El Hombre en Cuestión
Cara de todo el cambio que se dio en Argentina fue Carlos Saúl Menem. Hombre de sonrisa fácil y gran carisma, supo prolongar su personalidad a la pantalla y con esto modificó usos, costumbres y hasta la estética del país.

En palabras de Olga Wornat, autora de Menem, Vida Privada, el riojano concentró en su persona al Estado. 'El Estado es mío, el Estado soy yo', así es como Menem definió su relación con el poder y con los ciudadanos de la Argentina.

Para él, de acuerdo a lo que concluyó la periodista, cualquier camino con que conservar el poder era válido. Se conducía de un modo muy mesiánico, siempre apelando a la religión para que la gente sintiera que él había sido elegido por designio de Dios y que tenía el derecho para quedarse de por vida. Se ideó una especie de reino a su alrededor.

Al mismo tiempo, al dar la imagen de 'yo soy el poder, yo soy el Estado, el rey soy yo', generó una serie de escándalos que no hicieron más que proyectar su falta de límites entre lo privado y lo político. Si él era el Estado, todo se aunaba lógicamente en su persona. Del mismo modo se refería a la libertad de expresión, como si fuese una generosa concesión de su administración y no un derecho constitucional68, indica Pablo Sirvén.

El ex presidente mantuvo así una posición muy clara en lo concerniente a lo que podía hacer el poder o la falta del mismo. Jorge Castro, Asesor Político de Menem, recuerda algunas palabras del ex mandatario: la idea de que el poder enferma es un pensamiento de aficionados, lo que enferma es no tenerlo. Sin el poder no se puede hacer nada importante. Ahí radica su lucha, decía Menem.

Bajo este alero Menem intuyó poseer un destino muchísimo mayor al concedido por el pueblo argentino cuando lo votó presidente de la Nación. Menem se imaginó liderando los países americanos. En las reuniones cumbre él siempre buscó generar momentos que lo colocaran por encima de los demás, ser él el punto de referencia con respecto a los otros presidentes. Despreció a todo presidente que fuera puritano y se mantuviera dentro de sus límites, comenta Olga Wornat.

De acuerdo con la periodista a Menem le gusta la gente que rompe las reglas, rompe los límites, rompe la ley, rompe la constitución, cierra el Congreso, se sienta en el sillón y hace su voluntad. En este sentido, admira más a Fujimori que a Frei. Admira más a Pinochet que a Frei. Porque Pinochet se animó, él tuvo 'huevos'.

Con el presidente de Brasil, Fernando Enrique Cardoso, mantuvo una relación muy contradictoria, porque se encontró con una persona que detesta a aquellos que presuman una superioridad intelectual. Menem habla un idioma. Cardoso habla seis. Una vez, en una reunión en Brasil, Cardoso le refregó por la cara esta diferencia, dando su discurso en cinco idiomas. Menem se levantó de la mesa indignado y se fue del odio que le agarró.

Todo un fenómeno el presidente Menem. Como lo dice Jorge Castro, Argentina siempre produce personajes: Che Guevara, Julio Cortázar , Eva Perón, Carlitos Gardel y Carlos Saúl Menem. Su actual socio, y entonces Subsecretario de Comunicación (1991-1994), Pascual Albanece, lo secunda afirmando que acá nadie es inocente. Menem siempre fue calificado como un trasgresor y a él le gusta esa calificación porque se considera tal. Obviamente, un presidente que opina sobre el estado de la selección de fútbol después de un partido o sobre el desempeño de un jugador también se expone a ser motivo de controversia.

Pablo Sirvén hace la reflexión desde una arista diferente, remontándose a los cambios mundiales para entender el “suceso Menem”. Él explica como el capitalismo, que se supone que era el triunfante, se vio sobrepasado por la globalización, carente de una ideología clara. La ideología pasó a ser la del mercado, la del consumo, la del marketing, un poquito vacía o hueca. Eso hizo que las figuras más extrovertidas, pero sin mucho que decir, tuvieran un gran predicamento.

El periodista asegura que frente a esa prueba Menem salió con las mejores calificaciones. Fue una figura totalmente funcional a la época y al nuevo formato televisivo del talk show, aplicando sus encantos en todas las artes, deportes y entretenciones. Con sus saberes de canto, baile, fútbol y autos, tendió a anecdotizar el discurso y vaciarlo de cualquier contenido político.

El nos enseñó, nos adiestró en el valor relativo de la palabra. Durante su gobierno, Menem se contradijo muchísimo, dijo que Sócrates había escrito, que Borges era novelista, un montón de barbaridades, que dieron para la sonrisa y terminaron por insensibilizar el sentido de la palabra, la que pasó a ser una cosa absolutamente relativa.

No cabe duda que esta cualidad anecdotizante fue potenciada por la naturaleza de su partido, sumamente versátil y maleable. El peronismo es como un gran vehículo electoral al que se va subiendo distinta gente y desde el cual van disponiendo las políticas más contradictorias. Su política tuvo mucho de peronista, por lo funcional y lo poco acomplejado que fue para decir 'hoy hago esto y mañana hago precisamente lo contrario' y después, más encima, concretarlo sin que nadie se queje.

A nivel de crítica, la que recibió fue una crítica menemizada, de superficie, de cómo se vestía, de su peluquero. Paradójicamente, el mismo periodismo que lo criticó se menemizó, o sea, empezó a fijarse en sus cosas más frívolas.

En su libro Quien te ha Visto y Quien T.V., Sirvén coincide con el pensamiento de Albanece, en tanto define a Menem como un “trasgresor nato”, recordando que llegó a prestar los balcones de la Casa de Gobierno para que Alan Parker filmara la opera rock Evita, película que ni siquiera contó con el favor de su partido.

Menem es así, desde gobernador fue así: siempre que hablaban de él era haciendo algo, produciendo un hecho, causando una gran polémica. Lo importante no es de lo que hablaran, sino simplemente que hablaran de él. Para graficarlo tenemos lo que sucedió a principios de 1996, cuando desde una humilde escuelita en el pueblo de Tartagal anunció la inverosímil noticia de que astronautas argentinos viajarían al espacio.

En una circunstancia diferente, el escritor y filósofo José Pablo Feinmann recuerda como la sagacidad del presidente Menem (o su intuición, según se prefiera decir), lo llevó a utilizar –digamos: cruelmente- la memoria del terror como elemento disuasivo. Ante las movilizaciones juveniles por cuestiones ligadas al tema de la educación profetizó: 'ahí están los futuros desaparecidos'.

Siempre decía algo, siempre tenía media palabra para alguien, algún mensaje o pelea en potencia. Olga Wornat amplía: con respecto a los medios era muy ácido, por ejemplo, dijo a los periodistas con la cara hinchada, que lo picó una avispa, cuando en realidad se había hecho un lifting. Con cada salida le daba material a los humoristas: con respecto a su peluquín, al gato en la cabeza, es lo mismo. Era un tipo con un gran manejo mediático. Siempre se daba el gusto de que la gente hablara de él.

Él era un hombre abierto, con un aceptable sentido del humor que dio pie a bromas muy pesadas. Se convirtió en un producto para los humoristas argentinos. Por eso, cuando cambió la mano y llegó De la Rúa, los primeros en quejarse fueron ellos.

De su experiencia en la Quinta de Olivos, Wornat recuerda que Menem como político es un hombre muy cálido, y como persona muy seductor. A los periodistas les hacía chistes, bromas, preguntaba por sus familias, sobre cualquiera cosa. Creaba espacios de intimidad bastantes grandes, siempre con un acento principesco, hablando como si fuera rey. Eso sí, Menem no era de pasarse discutiendo mucho tiempo. Los ministros aprendieron muy pronto a decirle lo más importante en los primeros cinco minutos. Los periodistas optaron por tomar la misma precaución.

Conmigo, como reportera, Menem fue siempre muy agradable. Ahí, en el trato con él, no podías dejar de tenerle simpatía. Tenías que acordarte del odio y de las cosas que hacía para decir 'este es un hijo de puta'.

Las salidas farandulezcas de Menem le dieron un corte muy especial a su presidencia. Este valor hasta se los traspasó a la oposición, la que se prestó a las nuevas maneras de comunicación con la sociedad...80 Al igual que Menem, sus contrarios se prestaron para mover los vientres al son de música árabe, aparecer en los programas de entretención y transformar su agenda en una gran cuestión del espectáculo.

Él amaba la farándula, porque ser parte de ella significaba de alguna manera estar más cerca de la gente, opina Olga Wornat. Almorzaba donde estaban los actores, le gustaba tener mujeres con plumas, grandotas y rubias, que llamaran la atención. Le fascinaba participar de las notas de los personajes del año que hacía revista Gente. Una vez no lo invitaron y se indignó.

Sus programas favoritos siempre fueron los de farándula, no los de política. Le gustaba Mirta Legrand, Susana Giménez, los chismes del espectáculo. También le gustaban los partidos de fútbol, esos eran su pasión. Muchas veces, en sus horas frente al televisor hacía el famoso zapping, porque para él esa era una manera de aislarse de la realidad. Lo aprovechaba para pensar, mientras tenía a toda la manga de alcahuetes mirando la tele. En el fondo, se reía de las estupideces que los demás tenían que mirar por aguantar su zapping.

Aplicando el zapping al general de los argentinos, hay que reconocer que pasaron canales y registraron jugosos temas que llenaron portadas y horas en pantalla. Cada noticia generada por Menem marcó claramente alguna cualidad del ciudadano común, tocando sus fibras más íntimas y llevando a la sociedad a reflejarse en la sombra del mismo presidente.

La periodista Sylvina Walger mira a sus conciudadanos y asegura que en Argentina existe una cultura del vivo/pillo muy fuerte y Menem simbolizaba al vivo por excelencia. Pateó a la mujer, salió con rubias exuberantes. Toda la cosa más repulsiva de la Argentina la concentró él como personaje televisivo, logrando ser popular en las pantallas y mentir como yo nunca he visto en mi vida.

Era el típico caudillo latinoamericano, con el toque turco. En muchos argentinos despertó una admiración, mezcla de la cosa tanguera del lloriqueo de los hombres despreciados por la mujer y todo eso. Tocó la cosa más demagógica y primitiva del argentino. Durante su primera campaña presidencial dijo que iba a recuperar las Malvinas con sangre -lo cual en sí era una cosa terrorífica- y terminó íntimo de los ingleses llevando a Zulemita a Londres.

Con el tema de su separación, Menem encontró su mejor aliado en el machismo del argentino, del hombre que cree poder agarrar a las mujeres y hacer lo que desee con ellas. Olga Wornat ejemplifica esto cuando recuerda la forma en que se dio la expulsión de su mujer e hijos de la Quinta de Olivos. De la peor manera, con escándalos y cámaras, hizo echar a Zulema por los militares de la vigilancia y se separó de sus hijos. Así era él.

El episodio de el Ferrari es digno de contar también. El auto, valuado en 100 millones de dólares, fue un regalo de los hermanos Braghieri y Castiglioni tras haber salido triunfantes en una licitación pública. Mas el obsequio fue imputado al presidente de la Nación y no al hombre. El disgusto de Menem ante la crítica generó la histórica frase: 'el Ferrari es mío, mío, mío'. Aunque debió devolverla, se desquitó llevándola a 230 kms. por hora de Buenos Aires a la costa, pagando un peaje y hábilmente esquivando otro.

Wornat, sin embargo, termina relacionando este hecho con lo que ella denomina “sucesos paralelos” ya que, como explica, esta anécdota sirvió para tapar otros hechos de mayor importancia, como el indulto a los militares del proceso. Estos manejos fueron comunes, todos salían corriendo a cubrirlos, olvidándose por unos días de los problemas reales. Así era como Menem se manejaba desde el gobierno.

Otros métodos de control que estuvieron presentes entre las herramientas del Primer Mandatario fueron un tanto más duras y mucho menos democráticas, tal como lo relata la periodista. En los momentos más álgidos de corrupción, en los momentos en que no le votaba las leyes que él necesitaba, Menem pensó en cerrar el Congreso. Se le pasó la idea por la cabeza y lo comentó. Lo que pasa que no hubo espacio, porque su propia gente se negó. No tuvo ni siquiera el apoyo de su hermano que manejaba el Senado. En 1999, para la re-relección apostó más a sacarla por una resolución judicial, a que saliera por medio de un decreto de la Corte Suprema.

Dentro de las noticias que marcaron la década estuvo la del fallecimiento del hijo de Menem a principios de 1995. Esta tragedia impuso un antes y un después en la carrera política del presidente, una nueva forma de encarar la vida.

Wornat desarrolla: Menem, siendo siempre muy supersticioso con esa cosa mesiánica que tiene, entendió rápidamente que las tragedias que le pasaban a la gente de su entorno eran señales del más allá, como una premonición de lo que le podía a tocar a él.

La muerte de Junior lo encontró en un estado de mucha excitación, en el medio de la aprobación de la reforma constitucional que le permitía ser candidato del justicialismo. Ese estado de euforia, de que se iba a quedar otros cuatro años, lo llevó a pensar que estaba en su mejor momento. Además, se había operado de la arteria carótida, había salido bien y en eso pasó lo del hijo. Ahí fue cuando Menem se derrumbó.

Por una parte se cae y por otra sigue gobernando, sin descanso: al hijo lo enterraron un viernes y el lunes estaba en Casa de Gobierno. Yo creo que sintió el deber de demostrar a la gente que él era superior, que a él se le moría un hijo y que podía seguir al frente del país. Ese es el concepto que Menem tenía, el de demostrar a la gente una cosa, a pesar de estar destruido por dentro.

Según rememora la periodista, esa fue la primera vez en su vida que pensó en suicidarse. Y lo pensó seriamente. Le pidió a Ramón Hernández, su secretario privado, que le trajera una pistola para pegarse un tiro. A partir de ahí empezó a entrar en un terreno donde las cosas personales lo influenciaron mucho, su decisión ya no fue la misma. Hubo un antes y un después de la muerte del hijo. Las fiestas de Olivos se acabaron y muchos de los obsecuentes dejaron de ir por las noches. Fue como que de repente al tipo la muerte lo hizo aterrizar.

Wornat cree que el fallecimiento del hijo le dejó a Menem un terrible sentimiento de culpa, cuestión contradictoria con el uso consciente que hizo de la muerte para manipular los sentimientos de la gente, según ella. Cuando al hijo lo entierran en el cementerio islámico de San Justo, él sale del predio y hace la V de la victoria. Eso a mí me provocó espanto. Fue como un código mafioso, con toda la gente que se había agolpado ahí... Hasta se modificó el itinerario de la caravana para pasar por los barrios más humildes, cuando la verdad es que Carlitos odiaba la política. Quiso hacer de su hijo un mártir del peronismo y el chico ni siquiera era militante. Justamente estaba distanciado de su padre por cuestiones políticas.

Yo creo que hubo cosas muy raras en lo de la muerte de Junior. Yo no sé si fue un atentado, es muy difícil meterse en esa causa, está tan sucia y tergiversada, con testigos falsos y todo. Nunca vamos a saber si fue Yabrán, si fue la policía, creo que está todo dado para que nunca te enteres quién fue. Se llegó hasta el punto de profanar el cadáver. Seguro que fue hecho desde el gobierno, solamente desde el gobierno podrían haberlo hecho, quién más...

Palabras al Cierre
En términos generales, Menem es un personaje indiscutiblemente controversial. Tiene una vasta lista de seguidores y bastantes detractores –quienes ahora son la gran mayoría-. Durante sus diez años de gobierno, se produjeron hechos y noticias que cambiaron no sólo su forma de ver, sino también la relación de los argentinos con su entorno, con sus vecinos y conciudadanos.

Menem se convirtió en el icono de la farandulización de la vida Argentina. Utilizó la pantalla de televisión como herramienta para contagiar su forma de ser a su alrededor, sus contrincantes y conciudadanos. Su influencia no se marginó a lo político, sino que también lo supo potencial con una buena dosis de farándula. El resultado de esta sabrosa mezcla fueron una serie de personajes públicos en clases de baile y otros tantos corredores de auto, deportistas y famosos con pretensiones de sacar adelante discursos coherentes detrás del volante o la pelota. La ideología oficial no fue el discurso informativo tradicional del gobierno que pasa a través de los noticieros. Lo oficial radicó en el discurso farandulero que ofreció Menem en su constante paseo por los programas de entretención. El magazine fue lo oficial.

Sin embargo, hay quienes discuten si la importancia que se le atribuye a Menem es tan real como se suele presentar.

El semiólogo Oscar Steimberg no cree que Menem sea un personaje tan importante en la historia universal. Para él, en la historia Argentina tiene un grado de importancia, pero no para cambiar la cultura como parecen creer algunos críticos que hablan del menemismo cuando se refieren al gusto por la exhibición, indagación de las miserias privadas de los personajes públicos, la ambición de dinero explicitada, denunciada o descubierta en los políticos y las asociaciones en el poder político o económico. Realmente creen que Menem es muy importante, y la verdad es que sin Menem también ocurre todo eso. El mundo no anda fijándose en él, no lo consideran el personaje más importante del siglo o la década, y todos estos fenómenos son característicos del conjunto del mundo occidental y parte del no occidental en este momento. Me niego a creer que Menem sea el factor principal de ese cambio.

Su importancia, según Steimberg, está vinculada a las modificaciones que hizo: la importancia concedida a un empresario en la política, la conversión de un empresario en un político, la conversión de un deportista o de una figura del espectáculo apelando a su fama y a su éxito y una cierta relación de simpatía con el público. Entonces sí, Menem estuvo muy relacionado con eso. Pero es lo mismo que sucedió en Italia, España, Inglaterra, Estados Unidos y muchos otros países.

Menem es la figura de un cambio que acompaña a la caída de los grandes relatos, a la redefinición de la relación entre lo público y lo privado. A la caída de las jerarquías, no solamente desde el punto de vista de los lugares en la sociedad, sino a la espectacularización de la política y de las distintas zonas de intercambios que antes no estaban ligadas al espectáculo. De acuerdo, la figura con que todo esto ocurrió en la Argentina fue Menem, pero no fue gracias a él que sucedió.
Con Menem: Nace Radio 10
En mayo de 1997, el Poder Ejecutivo asignó al gobierno de la ciudad de Buenos Aires la frecuencia 1110 para Radio Municipal, con esto benefició a un grupo privado en detrimento de un medio público

El Poder Ejecutivo Nacional otorgó al gobierno de la ciudad de Buenos Aires la frecuencia 1110 de amplitud modulada, que corresponderá a Radio Municipal con la señal LS1, según el decreto 411 publicado en el Boletín Oficial con la firma de Carlos Menem, justo un día después de que su ex ministro Domingo Cavallo denunciara en el Parlamento la existencia de "una mafia enquistada en el poder", con la cual vinculaba, justamente, a Daniel Hadad. 
El presidente Carlos Menem firmó el decreto 374 que llamaba a licitación para la privatización de la frecuencia AM 710, utilizada por radio Municipal y destinaba la frecuencia AM 1650, de sólo 1 Kw, a la emisora porteña. Dos días después, la licitación ya estaba adjudicada a la empresa en formación Auditas S.A. integrada, entre otros, por Daniel Hadad, el ex juez Oscar Salvi (defensor de Carlos Menem y abogado entre otros de Bernardo Neustadt y Gerardo Sofóvich) y el conductor televisivo Marcelo Tinelli. 
De este modo, y después de varias idas y vueltas judiciales, Municipal dejará la frecuencia AM 710 para pasar a la AM 1110 (ex Radio Argentina) con la misma potencia que tenía hasta ahora, 25 Kw, aunque en una posición menos privilegiada del dial. La frecuencia es la mejor del dial simplemente porque es única en su tipo: tiene banda ancha y llegada libre. Esa ubicación fue adjudicada a la Argentina luego del Acuerdo de Río de Janeiro, donde se resolvió entregar sólo un espacio con esas características a cada país de América.

El acuerdo logrado entre el ComFeR (representante del Poder Ejecutivo) y el gobierno de Buenos Aires se obtuvo después de una difícil compulsa que duró 18 meses y que comenzó incluso antes de que Fernando de la Rúa llegara al gobierno de la ciudad.

Desde un primer momento, los partidos de la oposición estuvieron en contra de esta privatización. A las medidas de no innovar, dispuestas en primera instancia por el juez en lo Contencioso Administrativo Osvaldo Guglielmino, se sucedieron otras tantas apelaciones del ComFeR ante la Cámara.

Después de la última apelación, el ComFeR contraofertó extrajudicialmente la frecuencia AM 1110 que cuenta con la misma potencia que la AM 710. Hasta este nuevo decreto, la AM 1110 tenía un permiso precario para emitir, ya que la anterior radio que funcionaba en esa onda, Radio Argentina, había presentado la quiebra.
Fuentes: Universidad de Chile y Señales

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