miércoles, 18 de mayo de 2011

Hora de cierre

Giacinto Mortola, un cronista de otros tiempos: cuando al periodismo no se le decía "producto", ni a los chimentos noticias; cuando el deporte y los periodistas eran más humanos
Por: Ezequiel Fernández Moores
Giacinto Mortola jamás se hubiese definido como un periodista militante. Y mucho menos como un periodista independiente. Casi no firmaba artículos. Tampoco era columnista de radio o TV. No participaba de "operaciones" ni vendía jugadores. Cerca de jubilarse, Mortola cumplía, como siempre, otra noche de guardia en el cierre de la página de deportes de un importante diario italiano. Su jefe lo había condenado desde hacía años a esa tarea. Pura rutina. Hasta que el jefe de redacción le pregunta si conoce a un ex futbolista que acababa de morir en un accidente en cadena en la autopista. "Parece que jugó en Serie A, pero nadie lo conoce. Se llama Simone Perasso".
Pero La Lunga (El Cierre), una novela italiana sobre periodismo de deportes, no estaba entre los cientos de libros de deportes que exhibió la última Feria del Libro. Había historias de fútbol escritas, entre otros, por Alejandro Fabbri y Diego Estévez. Alma Roja, la historia de Independiente de Claudio Keblaitis, brillaba en un stand entre obras del Che Guevara, Mao y Lenin. La tenés adentro, de Toti Pasman, estaba en el stand 424. Al lado, Algunos tienen noche y a otros se les hace tarde, de Jacobo Winograd. Cuentos de Eduardo Sacheri, Juan Sasturaín, el Negro Fontanarrosa. Pelotas chicas, pelotas grandes (qué pelotas tiene Fernández), como escribe Juan José Panno en el prólogo de otro libro que incluye cuentos de Ángel Cappa y Claudio Morresi. Las biografías de Marcelo Bielsa (Roman Iucht), Antonio Rattín y el Toto Lorenzo (Alfredo Di Salvo) y El factor humano (John Carlin), sobre Nelson Mandela y el Mundial de rugby. Completaban la oferta los stands de El Gráfico y Stadium. Más los estudios sociales como Hinchas en tránsito (Gastón Gil) y algunas joyitas de las que ya hablaremos, como Maintenant (Arthur Cravan), Entre las cuerdas (Loic Vacquant) y Del deporte y los hombres (Roland Barthes).
"¿Quién es este pibe?", preguntó el gran Froilán González la noche en que se presentó Deporte nacional. Dos siglos de historia (Ariel Scher, Guillermo Blanco y Jorge Búsico). "Este pibe" era Cachito Vigil. "Desde chiquitos -acababa de exponer el ex entrenador de Las Leonas- nos dicen que no podemos perder. Y sí podemos perder, porque no siempre ganamos en la vida. Lo que no podemos perder es la pasión por lo que hacemos". Froilán, ya cerca de los noventa, contó que planea una nueva categoría de automovilismo. Víctor Palma, con bastón, por un accidente de auto, dijo que está armando un sindicato de boxeadores para que los promotores no los exploten más y Eduardo Guerrero, oro olímpico con Tranquilo Capozzo en el doble par de Helsinki 52, contó que a los 73 años entrena a remeros jóvenes. Los cuatro, me cuentan, emocionaron a las más de doscientas personas en la Sala Victoria Ocampo.
De haber estado esa noche se habría emocionado igual que ellos el periodista Mortola. Pero estaba de cierre y por supuesto que conocía a Simone Perasso. Le tocó cubrir su debut en Torino. Perasso, con 19 años, entró en el segundo tiempo. Hizo dos goles y dio vuelta el partido contra Sampdoria. Mortola pasó la crónica por teléfono, como trabajábamos entonces. Entró en pánico cuando el jefe le pidió para el día siguiente una entrevista amplia con Perasso. Manejó 150 kilómetros hasta Borzonasca, el pueblo de Perasso. "No puedo creer que lo hayan hecho venir hasta casa para entrevistarme". "Ayer tuve suerte". "Llegué al fútbol sin querer". "Me pusieron en el banco porque en el equipo había una epidemia de gripe". "Me iban a dar a un club de la C y ahora, con suerte, por ahí me pide alguno de la B". Mortola quedó conmovido por la sinceridad del joven y exitoso debutante. Despachó la entrevista con el título "Perasso: héroe de casualidad".
Pero el diario le cambió todo. "Perasso: «Ahora quiero jugar»", decía el título, en letras catástrofe. Las respuestas también eran otras. Su jefe rió por su reclamo. Mortola llamó desesperado a Perasso. El jugador lo tranquilizó diciéndole que estaba todo bien. Que cuando él fue a aclararle al entrenador que jamás había dicho eso, el DT le contestó: "Pibe, acabás de aprender una lección fundamental. Los periodistas inventan todo. Les decís una cosa y publican otra". De todas maneras, Mortola quedó desconsolado. "Para ser buen periodista hay que ser buena persona", escribió alguna vez Richard Kapuscinski. Y Mortola, que seguramente jamás había leído algún texto del maestro polaco, lo era. No era un pacifista de los que se golpeaban el pecho por las injusticias del mundo. Era pacifista con sus compañeros. Rita, su esposa de tantos años, lo había elegido porque quería "un hombre, no una pasión". El que no lo soportaba era su jefe. Fernando Angrisani. "Único napolitano antipático", joven y trepador, Angrisani se fue temprano esa noche porque tenía cita con una becaria. "Si se muere Rivera llamame, tengo el teléfono encendido", le dijo a Mortola. La "muerte" de Gianni Rivera, el Bambino de Oro, era el caballito de batalla que usaban los periodistas deportivos para significar "algo inusual", que justificara un cambio de página. Esa noche no murió Rivera. Murió Perasso.
Mortola tardó unos segundos en asimilar la noticia. Decidió que, casi tres décadas después, había llegado el momento de reivindicar a su amigo. El Perasso que él había entrevistado tenía razón. Jugó el partido siguiente y no más en la Serie A. Pasó el resto de su carrera en clubes de ascenso. Mortola volvió a verlo apenas una vez, pero se hablaban antes de cada fin de año. Sin consultarlo, Mortola levantó las firmas de periodistas estrellas de la sección y firmó su artículo. "La verdadera historia de Perasso: héroe de casualidad". No contaré cómo sigue La Lunga, el libro de Roberto Perrone, 53 años, periodista de deportes del Corriere della Sera. En Zamora, su primer libro, Perrone escribió sobre un obrero que no sabe nada de fútbol, pero que aprende a ser arquero para que no lo echen de la fábrica. Igual que en La Lunga, Perrone usa al fútbol como una excusa para hablar de la vida. Cuando Mortola realizó la entrevista a Perasso, el periodismo no les decía "producto" a los nuevos servicios. El dolor no era show. Ni los chimentos noticia. Mortola era de otro tiempo. "Quando lo sport e il giornalismo erano più umani" (Cuando el deporte y el periodismo eran más humanos). Lo dice La Lunga en la tapa.
Fuente: Cancha Llena

Otras Señales

Quizás también le interese: