Por: Alba Trejo:
Ellas, con caras bonitas, altas, delgadas, con reducidas cinturas, esculturales caderas y pechos voluptuosos. Ellos, en cambio, poco atractivos, gordos o flacos, mal vestidos pero con mucho dinero y desempeñando un papel de machos dominantes, casi de propietarios de las vidas de esas mujeres.
A ellas las representan como seres tontos, comprables, utilizables y ambiciosos, provenientes de familias pobres casi todas. Ellos son los narcotraficantes triunfadores, propietarios de lujosas mansiones, cuyo dinero es utilizado para obtener cualquier cosa, incluso mujeres hermosas cuando así lo disponen.
Así es el prototipo de las mujeres de las telenovelas provenientes Colombia que se exportan a Guatemala, donde se transmiten por canales locales. La mayor parte de los argumentos versa sobre el tráfico de drogas, las mujeres prefabricadas y el poder de los narcotraficantes.
Primero, con la serie “Sin tetas no hay paraíso”, un título chocante para la conservadora sociedad de esta nación centroamericana que basa sus principios morales en la religión católica. Luego, la segunda versión, de nombre más recatado: “Sin senos no hay paraíso”, que muestra a niñas desesperadas por conseguir un cuerpo perfecto para agradar a los poderosos capos.
“Novelas como ‘Sin senos no hay paraíso’ nos presentan la imagen de hermosas mujeres, en su mayoría pobres, relegadas a objetos sexuales de potentados del narcotráfico y el crimen organizado”, destacó al Servicio de Noticias de la Mujer de Latinoamérica y el Caribe (SEMlac) Orlando Blanco, quien está al frente de la Secretaría de la Paz de la Presidencia de la República guatemalteca.
“Exaltan una imagen de ignorancia, incapacidad y ambición de riqueza. Las mujeres están dispuestas a desempeñar el papel que determinen o compren sus hombres. Hoy más que nunca se les relega al papel de mercancías”, puntualizó Blanco.
Actualmente, la novela colombiana que se transmite en Guatemala es “Cartel de los Sapos”, la cual ocupa un horario familiar, sin censura de escenas de sexo y violencia.
Analistas coinciden en que esas producciones colombianas sólo demuestran la falta de valores que prevalece en la sociedad, además de reforzar y reproducir los estereotipos de jóvenes dispuestas a satisfacer a los hombres a toda costa.
Hilda Morales, activista de los derechos de la mujer, precisó a SEMlac que este tipo de producto televisivo se enmarca en la profusión de antivalores que, lamentablemente, se utilizan con el ánimo de lucro en lo que respecta a los derechos de la mujer, la niñez y la juventud.
Incluso, señaló que sería bueno iniciar una campaña contra este tipo de novelas, el cual fomenta la imagen de las mujeres como objetos sexuales.
Cabe recordar que hace año y medio algunos grupos de derechos femeninos guatemaltecos, como la Red de la No Violencia contra las Mujeres y la Fundación Sobrevivientes, encabezada por Norma Cruz, lograron que se retirara de la publicidad callejera la promoción de zapatos denominada "Están de muerte", de una famosa cadena internacional que ilustraba su campaña con fotos de pies de mujeres aparentemente asesinadas.
Por otro lado, parte de la población entrevistada que ha visto algunos episodios de las telenovelas colombianas coincide en que estas producciones se convierten en una escuela para los jóvenes acerca de cómo involucrarse en el narcotráfico o cómo transportar la droga y, para las niñas, en una forma de aprender a ganarse la vida de forma sucia.
En opinión de Orlando Blanco, las producciones colombianas que son transmitidas en la televisión guatemalteca llevan mensajes nocivos para la sociedad, pero fundamentalmente en contra de la dignidad de las mujeres.
Sin embargo, impedir que las imágenes lleguen a la población es casi imposible, pues en Guatemala, país con 14 millones de habitantes, la televisión local llega a por lo menos seis millones de guatemaltecos que no cuentan con recursos económicos para rentar señal de televisión satelital y , por tanto, no pueden acceder a otro tipo de programación.
Ana Silvia Monzón, directora de una radio feminista, expresó a SEMlac que los efectos de exponer a niñas y niños a imágenes estereotipadas sin ninguna explicación que haga contrapeso, contrarresta los esfuerzos de todas las mujeres que luchan por cambios culturales y simbólicos.
En cambio, para Gustavo Berganza, periodista y columnista, el problema con estas telenovelas no es que promuevan una actitud en la sociedad hacia los hechos que narran, sino la gran receptividad que tienen.
“Si no hubiese esa predisposición de los televidentes por este tipo de productos, probablemente la carencia de ‘rating’ (porcentaje de audiencia) no los haría rentables y, en consecuencia, no los producirían”, admitió.
En Guatemala, el que haya una audiencia favorable para esas producciones ocurre debido a que la pobreza que afecta a seis millones de habitantes ha obligado a familias completas a involucrarse en el negocio de la droga, sea distribuyéndola al menudeo o transportándola de un lugar a otro.
Según la Policía Nacional Civil, Guatemala es puente para el traslado de cocaína, lo que deja sus secuelas en hombres y mujeres.
“Aquí ellas no son requeridas por los narcotraficantes, como en las novelas colombianas”, destacó a SEMlac la fiscal de Delitos contra la Vida, Blanca Lily Cojulún. A ellas las utilizan para el narcomenudeo o como correo. Según la funcionaria, de cada diez mujeres asesinadas en su país, la mitad participaba en el tráfico de droga.
El Instituto de Ciencias Forenses detalló, asimismo, que la mayoría de los cuerpos femeninos ingresados a la morgue tienen disparos en partes vitales, un sello del narcotráfico.
Cabe recordar que algunos cárteles mexicanos, como el del Golfo y el de Sinaloa, se han instalado en Guatemala para dirigir sus acciones sobre la droga que proviene de Colombia, y que la telenovela “Sin senos no hay paraíso” ha comenzado a transmitirse en México por televisión abierta.
Por su parte, las autoridades guatemaltecas que combaten el narcotráfico aseguran que en 2008, de los 6 mil 200 asesinatos ocurridos en el país, 40 por ciento ha sido atribuido al narcotráfico.
Fuente: CIMAC