Por: Osvaldo Nemirovsci*
El mediáticamente controvertido tema de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual nos coloca ante una etapa que es un desafío, cual es armonizar política, sociedad, derechos y comunicación, y contra lo que muchos sostienen, no es incorrecto tomar frente a este escenario una clara posición ideológica.
Estimo que para definir nuestra ideología debemos saber donde estamos parados, el lugar de donde provenimos. Somos un espacio derivado como se dice ahora en la Geografía social, lo que antes llamaban tercer mundo visto desde el auto nominado primero o periférico cuando nos calificaban los centrales. Tenemos en el mundo analógico una fuerte dependencia económica, financiera y tecnológica, desde ahí, desde nuestra ideología, que esta mas allá del posicionamiento político que se tenga, insisto desde nuestra ideología creemos que es válido buscar la independencia económica, la soberanía nacional en las relaciones interestatales y también establecer con certeza normas que regulen, ordenen, democraticen y accesibilicen los medios, y esto también tiene que ver con un lugar en donde pararnos para sostener una mirada que nos ubique frente a la Sociedad del Conocimiento, pues desde la comunicación también bregamos para comenzar a crear nuestro propio conocimiento e incluir una nueva radiodifusión en el mundo digital y de las Tics.
Tenemos que auto estimarnos a la hora de pretender un nuevo marco legal que brinde juridicidad a nuestros servicios de comunicación y colabore a ocupar un lugar en el mundo de las tecnologías más avanzadas.
Nos paramos desde lo que podría denominarse una ideología que nace los nacional, lo moderno, lo democrático y lo popular, entendiendo esté último termino como dato de mayorías, de representación, de sentido común histórico.
Desde ahí vemos la radiodifusión. No es para nosotros, solamente, un espacio de mercado. Es un dato ineludible, junto a la educación y a la innovación e inversión tecnológica, a la hora de contar créditos para aspirar a la Sociedad del Conocimiento.
No es menor el dato de la génesis autoritaria de la ley 22285 como no lo es el de su obsolescencia ante los logros técnicos de los últimos 30 años. Tampoco son datos menores las reformas que en los 90 sufrió esta norma, que en general la empeoraron, como coincidir en que no es atinado mantener esta verdadera retacería legal que sostiene la ley, y por ende es positivo impulsar una nueva, con debate, sanción parlamentaria y democrática y solidaria cobertura de derechos y obligaciones.
En el año 700 AC se creo el alfabeto. Esa primera tecnología conceptual, siguiendo a Havelock, creo los cimientos para el desarrollo de la filosofía y las ciencias como hoy las entendemos. Se separó el hablado del hablante y se posibilitó el discurso de conceptos. Por supuesto esto recogía miles de años de preparación desde que se juntaron la tradición oral y la comunicación no alfabetizada hasta que los griegos alcanzaron un nuevo estado mental “la mente alfabética” que llevo a la transformación cualitativa de las comunicación humana.
Pretender que, en pleno siglo 21, el Estado no tenga que ver, desde su rol administrador y político, con la comunicación que vincula socialmente, es ciertamente anacrónico.
En verdad hay un acostumbramiento social en donde los individuos y las sociedades aceptan, a la vez que los roles de otros y en el mismo proceso, el mundo de esos otros. Pero ese mundo que no es objetivo y que genera pertenencia, tiene como valor de su subjetividad la carga de ser un mundo social específico, determinado, formado por algunos y no por todos.
Algo así como que lo que hay es lo que conocemos y por tanto lo aceptamos sin creer posible variantes en las miradas. Bueno, también para esto estamos acá, como proyecto político de un gobierno que quiere transformar anquilosidades. Estamos para intentar convencer que hay otros mundos sociales posibles en donde la Argentina, su gente y sus relaciones de comunicación pueden estar mejor.
Las culturas están construidas mediante procesos de comunicación y como bien señala Roland Barthes, toda forma de comunicación se basa en la producción y el consumo de signos.
Estimo entonces que no hay distancia entre lo real y lo simbólico o al menos entre realidad y representación simbólica. Por ende la humanidad siempre ha actuado a través de un entrono simbólico y la realidad tal como se experimenta siempre ha sido percibida a través de símbolos. Un dato mas que abona nuestra presencia en este espacio. Cultura, simbología y comunicación tienen que ver con los instrumentos de su traslación, los medios. Todas las realidades se comunican por medio de símbolos. Y es bueno que haya diversidad de miradas en la apreciación de esos símbolos y por supuesto que haya diversidad en la elaboración de esos símbolos y en su interpretación. Por eso es alentador discutir una nueva Ley y no ofrecer argumentos menores que enmascaran con sus actitudes morosas, mas una decisión de no debatir nunca que de búsqueda de espacios y tiempos mas apropiados.
Reglamentar un espacio tan significativo como el de los medios no puede, nunca, tomarse como freno para la libertad de expresión, de comunicación y de vinculación mediante las herramientas tecnológicas que los sostienen, al contrario, una normativa se convierte mas en un protección de esas libertades, con certezas y con juridicidad legitimidad.
Si registramos a la comunicación como uno de los magnos temas de la sociedad, la legitimidad de la intervención pública aplica como en cualquier otra situación colectiva de la sociedad.
En septiembre de 1953 fue la última vez que un parlamento aprobó una ley, la 14241, referida a los medios. Es hora, 56 años después, de tener nuestra contemporánea sanción legislativa.
*Osvaldo Nemirovsci, Ex Presidente de la Comisión de Comunicaciones de la Cámara de Diputados de la Nación. Presidente de FONTICs – Foro Nacional de Tecnologías de la Información y las Comunicaciones.
Fuente: ADN Agencia Digital de Noticias de Río Negro