Por: Lorena Mónica Torres*
Nació el 4 de enero de 1996, en el Hospital Centenario de Rosario. Su abuela, su hermana María y su tío estaban allí, mientras su papá trabajaba para poder sostener a su familia. Era hermoso, de pelito negro y de piel blanquita, un principito según todos. Creció en un hogar humilde, pero a su lado tenía a quienes lo amaban de verdad, como su adorada tía Anabel, que le enseñó a caminar.
Era tímido, se ponía colorado y sentía mucha vergüenza cuando alguien le decía lo lindo que era. Muy compañero de todos los chicos a lo largo de su infancia y muy compañero de sus vecinos de Empalme, donde vivía actualmente, dejó amigos por toda la ciudad, que hoy en día van cayendo en mi casa para consolarme, a medida que se van enterando de la triste noticia.
Tuvo tres hermanos más: Micaela, Elías y Tomás. Los adoraba. Los vivía aconsejando, como hacía su papá, que es vendedor ambulante y a veces no estaba en todo el día, por lo que David era para ellos un segundo papá. Después de dos años, debió abandonar la secundaria, para ayudar con esos hermanos. Y yo me enojé muchísimo con él, pero su decisión era que no les faltara nada. Entonces empezó a trabajar como albañil y también en una fábrica de calzado con su tío Gastón, a quien quería tanto... David era mi compañero, tomábamos mate juntos y, si salía hasta tarde, me avisaba, o nos llamábamos continuamente. De hecho, ese día fatal estuvo conmigo. Me dio su billetera con lo que había cobrado, y me dijo: “Poné la pava que ya vengo, y si necesitás algo, sacá”.
No llegaba. Salí a esperarlo afuera, pero no estaba. Lo esperé. No me llamaba. No lo podía encontrar por ningún lado, y sus amigos tampoco lo habían visto, porque se habían ido a la cancha a ver a su querido Central. David no fue para no gastar, porque me había ayudado a mí a comprar los útiles para sus hermanos. Y sí, lo terminé encontrando, como N.N.
Jamás imaginé verlo así... Mi marido lo reconoció por un tatuaje que se hizo en el tobillo, cuando cumplió 18 años, con las iniciales de sus hermanos. Y así se me fue un ángel de la peor manera, un chico al que le encantaba ayudar a todos, conocidos o no. No sabía decir no y, si veía a alguien sin zapatillas, era capaz de sacarse las suyas para dárselas... Por eso opté por donar sus órganos: para que siguiera ayudando, a siete personas de la lista de espera. Pues él lo hubiera querido así.
Se fue mi mano derecha, mi David querido, pero hay muchos David que pueden ser asesinados o maltratados. Y eso no puede ser así de ningún modo, así sean culpables o inocentes del delito que se los esté acusando. ¿O acaso esas personas enfurecidas que lo mataron a golpes y patadas de la peor manera, como si fuese un animal, no son culpables? Ojalá le pidan perdón a Dios y ojalá entiendan que nadie tiene derecho a hacer “justicia” por sus propias manos.
Ahora, ya nadie podrá ya devolverme a mi hijo, pero encima pareciera ser que quienes lo mataron no son asesinos... ¿No lo son? Por favor, que esto no ocurra nunca más y que la Justicia esté en manos de quienes deben garantizarla. De mi parte, sólo agradecerle a La Garganta Poderosa por este espacio para limpiar el nombre de mi hijo, y recordarlo.
Hijo, te fuiste sin poder disfrutar de tus sueños y proyectos, pero mamá los hará posibles junto a papá y a todos los que te amaron.
Te amo, y sé que estás con Dios.
Mamá.
*Texto redactado por la madre de David Moreyra para la revista La Garganta Poderosa
A letter from Lorena Mónica Torres published in La Garganta Poderosa
In memory of my dear David
By: Lorena Mónica Torres
The beating to death of 18-year-old David Moreira in Rosario has now become iconic as it was the first of several public lynchings that have since taken place across the country. Moreira died from injuries he received on March 26 after he allegedly robbed a woman’s purse in Rosario, Santa Fe province. This incident, which ocurred on March 23, was caught on camera in a shocking video that became public yesterday. Magazine La Garganta Poderosa gave space to David’s mum on its Facebook account to write a letter to her dead son and her piece is translated below.
He was born on January 4 1996, in the Centenario Hospital in Rosario. His grandmother, his sister María and his uncle were there while his father was working to support his family. He was beautiful, with black hair and fair skin. A little prince in everybody’s eyes. He grew up in a simple home, but at his side he had people who truly loved him.
Like his beloved aunt Anabel, who taught him how to walk. He was shy, and he would blush and feel embarrassed when somebody told him how handsome he was.
A great friend to all the kids as he was growing up and with his neighbours in Empalme, where he lived. He left friends behind all over the city, who today continue to come to my house to express their condolences as the sad news spreads.
David had three siblings: Micaela, Elías and Tomás. He adored them. He was always giving them advice, just like his father, who is a street salesman and would sometimes be out of the house all day, so David was to them like a second father. He had to leave high school after two years to help out with those siblings. I was furious with him, but he had decided that they would not want for anything. He then started working as a labourer and at a shoe factory with his uncle Gastón, whom he loved so much... David was my companion, we drank mate together, and if he went out late he would let me know or would cacall continuously. In fact on that terrible day he was with me. He gave me his wallet with his salary and said “put the kettle on, I’ll be right back. If you need anything, just grab it.”
He never came back. I went out to wait for him outside but he wasn’t there. I waited. He didn’t call me. I couldn’t find him anywhere and his friends hadn’t seen him anywhere because they had gone to see their club Central play. David didn’t go, to save money, because he had helped me buy the school supplies for his siblings. And I eventually found him, listed as a John Doe.
I never imagined I would see him like that... my husband recognized him because of a tattoo on his ankle that he got when he turned 18 that had the initials of his siblings. And just like that an angel was taken from me in the worst way, a kid that loved to help everybody, whether he knew them or not. He didn’t know how to say no, and if he ever saw anybody without shoes, it wasn’t too much for him to take his off to give them away... That’s why I chose to donate his organs: so that he could keep helping seven people on the waiting list. Because he would have wanted that.
He was my rock, my beloved David, but there are lots of Davids who could still be murdered or abused. And that can’t be happening, be they guilty or innocent of the crime that they have been accused of. Isn’t that group of enraged people that beat and kicked him to death, like he was an animal, guilty? I hope they ask for God’s forgiveness and that they understand that nobody has the right to mete out “justice” with their own hands.
Nobody can give me my son back, but now it seems that his killers are not murderers... Aren’t they? Please, this cannot happen again, we need Justice to be in the hands of those who can guarantee it.
I want to thank La Garganta Poderosa for this opportunity to clear my son’s name and to remember him.
Son, you’re gone and you couldn’t live your dreams and your projects, but mum will make them happen with dad and everyone who loved you.
I love you, and I know you’re with God.
Mum.
Foto: Silvina Salinas, La Capital
El corazón de David
El oportunismo del fascismo, enquistado en ese periodismo al servicio del racismo, vuelve a poner en debate la Ley de Talión, abriendo aún más las venas de la televisión que sigue auspiciando esa teoría sin fundamentos, para intentar justificar su apología de los linchamientos. Horas y horas se pasean por los distintos canales, numerosos especialistas en asuntos banales, que de pronto quieren aplicar su incierta autoridad para definir quiénes tienen derecho a matar con impunidad, o quiénes merecen una muerte certera por haberse robado una cartera. ¿No es paradójico que defiendan los homicidios en malón, esos sujetos que se la pasan choreando en los medios de comunicación? ¿Qué función cumple el “periodismo independiente”, cuando sale a festejar el diente por diente? ¿Y los funcionarios en gestión, que debieran garantizar la inclusión? ¿Y los cuervos de la codicia, que debieran garantizar la Justicia? ¿Qué tipo de sociedad reclaman desde el calvario los que aclaman a los asesinos de David en Rosario? Por eso que han hecho y porque quien delinque merece estar preso en un Estado de Derecho, si necesitan desquiciados para seguir matando no los busquen por acá: estamos ocupados abrazando a una mamá.
La Garganta Poderosa
9 segundos
Por: Daniel Mecca
Por: Daniel Mecca (@dmecca1)
Está en el piso. Tirado. Primero le patean la cabeza. Lo hace el que está a su izquierda. A los segundos otro le da una patada de costado, en el cuerpo. Se escucha un grito, una voz ronca: dale, macho, dale, quedate ahí, dale. Intenta levantarse. No puede. Está en medio de la calle. No puede. El primero le vuelve a pegar una patada en la cabeza, de arriba hacia abajo, una, dos, tres veces. La gente mira. Una voz de mujer: paren, che, paren. Nadie para. El video se corta. Nueve segundos.
Tenía 18 años. Había nacido un verano, un 4 de enero de 1996, en el Hospital Centenario de Rosario. Ese día, su abuela, su hermana María y su tío estaban allí, en ese lugar que vería nacer a David, a David Moreira. Pero su papá, su viejo, no estaba ahí, él estaba laburando para poder sostener a la familia. Cuentan que David nació con el pelito negro, la piel blanca, que todo el mundo decía que era un principito. Que creció en un hogar humilde, que su tía Anabel le enseñó a caminar. Su mamá dice que en realidad David era tímido, bah, que se ponía colorado y que sentía vergüenza cuando alguien le decía lo lindo que era, él, sí, el principito de la familia.
Tuvo tres hermanos: Micaela, Elías y Tomás. Dicen que David los adoraba, que los vivía aconsejando, porque era como un segundo papá para ellos, sabés, porque el viejo, vendedor ambulante, no estaba en todo el día en la casa, viste, que siempre laburando para llevar el pan a la mesa. Y sí, David tuvo que abandonar la secundaria después de dos años, que largó todo para ayudar a los hermanos. Y que la madre, Lorena, sí, la mamá, se enojó mucho con él, con su querido David, muchísimo, pero que su decisión, la de David, era que nos les faltara nada a los hermanos. Y así fue que empezó a laburar como albañil y en una fábrica de calzado con su tío Gastón, ah, cómo quería a su tío Gastón, ¿no te conté esa historia?
Y dirá mamá Lorena que David era su compañero, su mano derecha, su todo, que tomaban mate juntos, ¿te acordás de esos mates?, y que si el pibe salía hasta tarde le avisaba, que la llamaba continuamente. Es más, que ese día estuvo con ella, que le dejó la billetera con lo que había cobrado, que poné la pava que ya vengo, le dijo, y si necesitás algo, sacá, que no hay problema. Pero David no llegaba. Ella salió a esperarlo afuera, pero no estaba. No aparecía por ningún lado. Lo esperó, lo esperó. No la llamaba. Y no, los amigos tampoco lo vieron porque ellos se habían ida a la cancha, claro, si jugaba el Canalla, cómo no van a ir a la cancha, pero David no, no pudo ir, y qué querés, si había que cuidar el mango, no gastar, porque la había ayudado a la vieja a comprar los útiles escolares para sus hermanos.
Y David no llegaría más.
Fue encontrado como N.N. Ella lo encontró en el hospital, en el Clemente Álvarez, donde le dijeron que había un N.N. Lo reconoció su viejo, estaba desfigurado, la cabeza era un globo y los ojos dos cosas violetas que le sobresalían, lo reconoció sólo por un tatuaje que David se había hecho en el tobillo cuando cumplió los 18, sabés, con las iniciales de sus hermanos, sí, de Micaela, Elías, Tomás. Su tío Juan dirá que murió como crucificado. Su mamá, que jamás lo imaginó ver así, que era un chico que le encantaba ayudar a todos, conocidos o no, que no sabía decir no, y si veía a alguien con zapatillas, bueno, era capaz de sacarse las suyas para dárselas. Eso lo recuerda su mamá. Que por eso, por ese espíritu, ella decidió donar los órganos, que él lo hubiera querido así.
Ahora ya nadie podrá devolverme a mi hijo, dice ella, aunque en realidad lo escribe, es una carta, pero el dolor escrito se hace voz, sabés, y entonces dice que los amigos que David dejó por toda la ciudad, sobre todo esos del barrio Empalme, su barrio, fueron cayendo en la casa para consolarla. Y quizás recordó en ese momento que David siempre le decía: “Mamá, yo soy lo que soy por vos”. Por vos.
Y ella que se pregunta: ¿acaso esas personas enfurecidas que lo mataron a golpes y patadas de la peor manera, como si fuese un animal, no son culpables, no son asesinos? Como si fuese un animal, un perro, y que por favor, dice, que esto no ocurra más, nunca más, que fue algo atroz, que no tiene nombre lo que le hicieron a su hijo. Que no puede ser así, de ningún modo, así sean culpables o inocentes del delito que se los acusa. Que lo único que pide es justicia.
Y le habla a su hijo. Le dice hijo, hijo, te fuiste sin poder disfrutar de tus sueños y proyectos, pero mamá, hijo, los hará posibles junto a papá y a todos los que te amaron. Que te amo, que sé que estás con Dios. Que mamá.
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Relato escrito a partir de la carta “En memoria de mi querido David”, publicada por Lorena Mónica Torres, mamá del joven asesinado David Moreira, en el sitio de la Garganta Poderosa. También escrito a partir de distintas entrevistas que le hicieron a la madre y familiares. Moreira murió luego de agonizar tres días, tras ser linchado por un grupo de personas en Rosario que lo acusó del robo de una cartera cometido presuntamente por dos hombres en moto. La familia niega que el joven haya sido un delincuente. En las últimas horas, se difundió un video de nueve segundos del linchamiento, que fue incorporado a la causa. Estos linchamientos no son producto de la ausencia del Estado, sino por su presencia y su descomposición.