Luis Etcheverry, falleció este viernes a los 80 años. Pionero de los medios locales y se convirtió en maestro de varias generaciones. Empezó a trabajar en el diario La Capital con apenas 14 años. También ocupó una banca en el Concejo Municipal por el Partido Demócrata Progresista y fue director de Información Pública en la intendencia de Alberto Natale, en los finales de la dictadura
Luis llegó a ser secretario general del diario La Capital, donde sus lectores disfrutaron de su pluma exquisita. Además, Etcheverry se desempeñó como comentarista de espectáculos en el noticiero de Canal 3, desde fines de los 70' y hasta 1983. También lo hizo en las tres radios AM de la ciudad, LT2, LT3 y LT8.
El Vasco fue también parte de medios señeros de la ciudad, como la revista Boom, donde compartió staff, entre otros, con Roberto Fontanarrosa y el Negro Ielpi. Algunas de sus crónicas fueron memorables, como su cobertura de El Rosariazo. En los últimos años escribía crónica culturales desde un medio propio al que llamó "El Fisgón" – Hojas de arte & ciencia.
Un sábado, en diálogo con las Señales, habló sobre la ciudad y el fútbol se definió como un leproso cariacontecido. Etcheverry recordó lo ocurrido durante el Rosariazo: "Estaba tomando café y me cuentan que pasaba algo en Corrientes y Córdoba. Después es un compañero de la Facultad, que me dice que le dispararon a un tipo. Y veo a policías subiendo al herido a un taxi. Más tarde me entero había muerto Adolfo Ramón Bello (22 años), el oficial inspector Juan Agustín Lezcano, le había dispado en la cabeza. La Policía inventó que fue agredida. Así decía ese comunicado policial, era una mentira. El miércoles 21 de mayo de 1969 se realizó una Marcha de Silencio organizada por la Federación Universitaria de Rosario y la Confederación General del Trabajo, se pidió expresamente que no haya banderas políticas".
El Pipiolo y los cuatro tiros* (Fragmento)
Por: Luis Etcheverry
—¡Ni un taxi, mierda! –susurra una vez más como asmática la voz de Fioravanti “El negro” Minari. Sus piernas retaconas, que encima soportan una panza respetable con miles de “potrillos” de linajes dudosos bebidos, acodado en incontables estaños, se esfuerzan por mantener el paso acelerado de las mías, más largas y como veinte años más jóvenes.
Lo miro y me sonríe. Parece pedirme disculpas.
—¡Vamos, Negro! Ya llegamos a Moreno –lo espuelo con la escasa voz que me queda al cabo más de diez cuadras a los piques.
Doblamos y un olor a cebolla podrida nos golpea. Pasando Rioja, casi dos cuadras más allá, una nube blanca se deshilacha desde el ras del piso. Oculta a medias a los policías que, con sus bastones de goma, corren hacia San Luis. Cuando alcanzamos el parque que rodea a la Asistencia Pública y la vieja Maternidad Martin, los policías están de regreso. Muestro la credencial.
—¡Mire, mire! Pensar que si después los fajamos, nos caen con todo.
El cana es zurdo. Sin dejar de aferrar con fuerza su bastón, me muestra: el dedo meñique, o quizás el anular, sangra. Algo contundente y con perfil ha traspasado piel y carne, dejando al 92 descubierto un sector de hueso. Antes de que me pida opinión, lo gambeteo.
—Haga ver esa herida. El agente acepta el consejo. Por fin la paz vela la agonía de Bello.
*Del libro “Crónicas Primarias”
Luis Etcheverry: admitir la autocensura, el miedo y el "no queríamos saber"
Eugenia Langone, periodista de La Capital, recordó una reciente nota con él en su perfil de Facebook: "Se fue Luis Etcheverry. No nos cruzamos en el diario, aunque él le metió 40 años de su vida a esa redacción. Este año, en el marco del 24 de Marzo, me recibió en su casa y hablamos de periodismo y dictadura, del Diario La Capital y otros medios también, de su militancia en el PDP y demases durante más de dos horas. Memorioso, amable y picante en la charla, y también autocritico. Como le escribí recién a su hijo y compañero de la redacción, Ariel Etcheverry, me alegro haber tenido ese encuentro. Acá les dejo algo de todo eso…"
El periodista de la sección Espectáculos de La Capital en los tiempos del terrorismo de Estado atendía también una librería céntrica. Ahora, a los 80 años y con más de 40 en este diario, recuerda esa época en la redacción de calle Sarmiento, donde llegó de pantalones cortos
Por: Eugenia Langone
Luis Etcheverry trabajó en La Capital desde enero de 1956 y lo hizo por más de 40 años.
"La censura nos la poníamos nosotros mismos; el miedo". Luis Etcheverry entró a La Capital como cadete y de pantalones cortos; el primer uniforme que se puso fue el de ordenanza de este diario donde su padre ya trabajaba como gráfico y él mismo pasó los siguientes 40 años. Allí, la dictadura cívico militar que comenzó el 24 de marzo de 1976 lo encontró trabajando en la sección Espectáculos y aunque ya era militante del Partido Demócrata Progresista (PDP) e incluso entre 1973 y 1976 ocupó una banca en el Concejo Municipal hasta que la dictadura determinó su cierre, admite que en la redacción "mucho de lo que pasaba no lo queríamos escuchar".Etcheverry llegó a ser columnista, editorialista y cuando decidió irse ocupaba el puesto de secretario general en la Redacción; sin embargo, ese camino lo comenzó con apenas 14 años, en enero de 1956. Antes había pasado por la cadetería y la administración; terminó el secundario de noche en el Superior de Comercio y recién cuando se decidió por el periodismo, tras el servicio militar, inició de cero su carrera en una redacción desierta de mujeres. Eran los tiempos en el que diario se hacía "todo en caliente" y de noche, algo de lo que él sabía bastante a través de su padre, un obrero de la gráfica con participación sindical, "de izquierda y antiperonista", lo recuerda.
Su militancia en la democracia progresista fue temprana y de hecho, fue el cierre de las instituciones democráticas lo que lo sacó de su banca en el Palacio Vasallo, un lugar que ocupaba desde 1973.
"En paralelo estaba en el diario, nunca me había ido de la Redacción", recuerda ahora a sus lúcidos 80.
En esos primeros tiempos en el diario, trabajó bajo las órdenes de Fernando Chao. No tiene registro de haber recibido directivas o censuras específicas, de cómo hacer o dejar de hacer, aunque aclara: "Es cierto que yo trabajaba en Espectáculos, hablo de esa sección aunque por otra parte existía en toda la redacción una fuerte autocensura y todos nos cuidábamos".
- ¿De qué se cuidaban?
- De no poner cosas raras. Ninguna cosa que pudiera llamar la atención y sobre eso había un consenso generalizado, pero no recuerdo que se haya hecho ningún control sobre la redacción o alguien viniera abiertamente a decir algo.
Por esos años, además del trabajar en La Capital, Etcheverry cambió el segundo trabajo que tenía en el diario vespertino Hoy y se fue como socio a una librería especializada en psicología, que mantuvo por años en la galería La Favorita.
"Siempre me gustaron los libros. Hasta el 76 vendíamos mucho, sobre todo textos políticos, los de Perón se vendían como agua, literatura, best-sellers y sobre todo psicología; nos iba muy bien -relata-. Después del golpe no se vendía nada, ni de Perón, menos de política, quebraron las carreras como psicología y en el 78 cerramos".
En esos primeros tiempos en el diario, trabajó bajo las órdenes de Fernando Chao. No tiene registro de haber recibido directivas o censuras específicas, de cómo hacer o dejar de hacer, aunque aclara: "Es cierto que yo trabajaba en Espectáculos, hablo de esa sección aunque por otra parte existía en toda la redacción una fuerte autocensura y todos nos cuidábamos".
- ¿De qué se cuidaban?
- De no poner cosas raras. Ninguna cosa que pudiera llamar la atención y sobre eso había un consenso generalizado, pero no recuerdo que se haya hecho ningún control sobre la redacción o alguien viniera abiertamente a decir algo.
Por esos años, además del trabajar en La Capital, Etcheverry cambió el segundo trabajo que tenía en el diario vespertino Hoy y se fue como socio a una librería especializada en psicología, que mantuvo por años en la galería La Favorita.
"Siempre me gustaron los libros. Hasta el 76 vendíamos mucho, sobre todo textos políticos, los de Perón se vendían como agua, literatura, best-sellers y sobre todo psicología; nos iba muy bien -relata-. Después del golpe no se vendía nada, ni de Perón, menos de política, quebraron las carreras como psicología y en el 78 cerramos".
La violencia
"En la redacción no hubo desaparecidos y es cierto, pero sí pasó lo del chico de apellido Russo", dice en relación al caso de Mario Russo, un joven militante del ERP que trabajaba en tesorería y fue asesinado durante el asalto al Batallón de Arsenales de Fray Luis Beltrán.
"Era cadete en la sucursal de Fisherton del diario y a este muchacho lo mataron en ese asalto. Su papá, también era gráfico y trabajaba en el diario: un hombre muy serio a quien yo no trataba mucho, pero supimos que le entregaron el cuerpo. En el diario no sabíamos de su militancia, solo que de golpe y porrazo, apareció por todos lados que lo habían matado, recién después nos enteramos por el padre de lo que había pasado".
Ya en los años de dictadura, recuerda que la información de personas muertas que llegaba a la Redacción a través de los partes policiales se contaba de a decenas.
"Eso llegaba a través de los partes de la policía y así se publicaban, había muertos todos los días, a orillas de las rutas, en todos lados", dice sin dejar de lado una reflexión que le permiten los más de 40 años de distancia: "Mucho de lo que pasaba no queríamos escuchar, es cierto que al diario nunca llegaron ni escuché que hayan llegado los documentos de la agencia clandestina de Rodolfo Walsh y solo recuerdo una mujer, familiar de una víctima, que posteriormente fue asesinada por la patota de (Agustín) Feced en un procedimiento".
El gremio y la política
Así como el resto de la actividad pública, cultural, periodística y política, la actividad gremial sufrió también los embates de la dictadura y la violencia, y Etcheverry grafica a través de una anécdota ese escenario donde la posibilidad de la protesta estaba absolutamente vedada.
"Al frente del Sindicato de Prensa estaba «El Negro» Soto, ya en el 73 durante la paritaria de ese año habíamos hecho una acción muy eficaz que fue sin exponernos en la calle, ingresar todos los días al diario, meter las páginas en las máquinas de escribir, pero el diario no salía -cuenta-. Había conflicto, venían los inspectores del Ministerio de Trabajo, pero a los 10 días más o menos logramos que nos dieran el aumento de sueldo. Cuando llegó la paritaria del 76, hicimos lo mismo. Lo hicimos un día, pero al siguiente a Soto, a la comisión directiva y a todo el cuerpo de delegados los llamaron al Comando del Ejército y no sabemos en detalle qué les dijeron, pero les dejaron en claro que «por ahora muchachos no hay lugar para ese tipo de medidas» y nunca más las hubo".
Sobre el final de la charla, habla de su participación política y la decisión que ya sobre los 80 tomó la democracia progresista de apoyar la participación de Alberto Natale como intendente de la ciudad; una decisión que él acompañó en el debate interno señalándola como "la llave hacia la apertura democrática".
Aunque no esquiva ese debate, sí es ahí, más que en el periodismo, donde hace ahora su mea culpa: "Yo fui Director de Información Pública de Natale, en ese momento pensé y vi en esas decisión la salida a la democracia, pero debo decir que si hubiera sabido todo lo tremendo que después reveló la Conadep (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas), hubiera tomado otra posición".
Fuentes: Diario La Capital, Archivo Señales