“El problema del amor a la pelota, es que todos quieren con ella y ella quiere con todos, por eso es tan importante cuidarla” . Película “Rudo y Cursi”Hace cuatro años que en Argentina se viene hablando de “la democratización” del deporte nacional por excelencia, y es que en agosto de este año se cumplieron cuatro años de la vigencia del “Futbol Para Todos” (FPT). Se cumplieron cuatro años en que el juguete favorito de los argentinos, “el fulbo”, se convirtió en botín de guerra.
Sin dudas que en su fin último el FPT es una buena idea, porque nadie discute que años atrás los goles se veían sin ver, más de uno coincidirá en que el espectáculo del balompié debe ser para todos. Pero el análisis debe ir más allá e indagar en las diferentes peripecias que a su alrededor se tejen. Es que a veces el corazón corre más rápido que la pelota, y otras tantas la billetera también.
Goles secuestrados
El 21 de agosto de 2009, en un acto oficial, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner firmaba el contrato para que el fútbol se transmitiera por televisión abierta y gratuita. En su discurso, la primer mandataria tildaba el acuerdo como algo “más que un hecho deportivo”, acto seguido manifestaba la tan recordada controversial reflexión: “Dimos un paso en la democratización de la sociedad. ¿Saben por qué? Porque no es posible que solamente el que pueda pagar mire un partido de fútbol. Que además le secuestren los goles hasta el domingo, aunque pagues igual, como te secuestran la palabra o te secuestran las imágenes, como antes secuestraron y desaparecieron a 30.000 argentinos. Yo no quiero más secuestros”.
Aquel día, Gimnasia y Esgrima de La Plata y Godoy Cruz de Mendoza inauguraban algo más que el torneo Apertura 2009, daban rienda suelta a la era del Futbol Para Todos.
Entre 1991 y 2009, TSC (Torneos y Competencias y Grupo Clarín) tenían los derechos de la televisación de los partidos, los cuales se daban por cable, algunos por el sistema pay per view, o la última opción era esperar hasta el domingo a la noche donde “Futbol de Primera” compartía los goles retenidos. Corría el año 2009, cuando AFA pidió a TSC un poco más de plata de la habitual, a lo que la empresa se negó, invitando al juego al Gobierno, el cual ofreció 600 millones de pesos para dar el fútbol en televisión abierta. El contrato que tenía AFA con TSC era hasta 2014, este se rescindió, y desde entonces los canales de televisión están habilitados a transmitir los partidos gratuitamente.
En 2010 se habían destinado 648 millones de pesos, pero luego el Gobierno le habilitó otros 205 millones a la AFA. Pero la mano generosa del Estado continuó y a los 690 millones pactados para 2011 se le agregaron 189 extras. En 2012 fueron previstos 698 pero después hubo dos partidas extra de 205 y 279 hasta alcanzar casi el monto de 1.200 millones de pesos.
Para la actual temporada fueron destinados 1.200 millones, pero aún no se contemplaron partidas extraordinarias, e incluso aun no están contemplados los costos logísticos de transmisión de las productoras El Farolito, VTS y La Corte, que hacen la producción y post producción de los partidos de los torneos.
De acuerdo al proyecto del presupuesto nacional que ya tuvo media sanción en la Cámara de Diputados y que espera convertirse en ley en el Senado, la Jefatura de Gabinete de Ministros le asignó una partida de 1.410 millones de pesos al programa Fútbol Para Todos para 2014. De ello se desprende que, televisar los torneos de Primera División y el Nacional B costará 3,86 millones de pesos por día el año próximo.
Desde la primera partida de dinero tras el contrato firmado entre la AFA y el Gobierno en agosto de 2009 hasta lo previsto para 2014, se habrán destinado aproximadamente 6.127,9 millones de pesos al fútbol. Según lo proyectado hasta el período siguiente, el incremento sería de 135%.
La redonda sigue rodando
Cuatro años han pasado ya, y parece pertinente detenerse aquí para hacer un racconto de la situación.
Sin dudas la primer gran crítica que surge es la cifra descomunal que se destina para este espectáculo deportivo y lo que ello significa para el presupuesto de un estado. Dinero que bien podría ser destinado a otras necesidades del pueblo aún insatisfechas. Teniendo en cuenta además que no comercializa la venta de privados, es decir que la publicidad es simple política estatal para propagandear las políticas públicas. Por lo que a esto debe sumarse el costo de los spots de propaganda oficial que transmite el Gobierno nacional cada fin de semana.
Cifra descomunal ésta, que continua incrementándose año tras año, mientras casi el 49% de los clubes aumentan sus pasivos. Y cabe entonces la pregunta de ¿en qué invierten ese dinero los dirigentes?
Mientras tanto el mundillo del fútbol continúa oliendo a corrupción. Continúan los negocios entre los barras, la policía, los dirigentes y los funcionarios. Y por si fuera poco, dentro y fuera de las canchas la vida vale menos que un choripán. La ONG “Salvemos al fútbol” da cuenta de 274 muertos desde los orígenes del profesionalismo, casi 180 crímenes desde la dictadura en adelante. Y contando. Es que al parecer, la violencia en el fútbol se acentuó cuando el espectáculo deportivo pasó de ser una fiesta popular a un negocio. El negocio de unos pocos a costa de la pasión de unos miles.
En cuanto a calidad periodística, cuestiones técnicas de televisación y apertura del campo laboral, ni hablar. Más aún si partimos de la base de que a la cabeza del equipo se encuentra Marcelo Araujo, panqueque acomodaticio a dictaduras militares y supuestos gobiernos populares. El mismo que puede confundir al arquero con un delantero con la misma facilidad con la que baja línea política del modelo kirchnerista entre corner y corner. Claro que no se puede dejar de resaltar la inclusión de la mujer que el Futbol Para Todos trajo a las transmisiones, con la incorporación de Viviana Vila como comentarista, y Ángela Lerena en campo de juego. No obstante, el mercado laboral para el comunicador deportivo no se amplió con este nuevo proyecto, ya que incluso terminó incorporando a los mismos periodistas de TyC: Marcelo Benedetto, Tití Fernández y el relator Bambino Pons, junto a Julián Bricco y Héctor Gallo en el Nacional B, entre otros. ¿Y la gente que se quedó sin empleo? Bien gracias.
Ver un partido del FPT es una lotería, y tener que adivinar la jugada que la voz del relator narra mientras en pantalla acompaña otra imagen que aún repiten del primer tiempo es moneda corriente en las transmisiones. Los planos exageradamente abiertos, los jugadores tamaño hormiga, y las faltas, offsides y penales nunca repetidos dan ganas al espectador de volcarse nuevamente a la tan fantástica e inagotable transmisión de radio.
Aunque parezca una enumeración negativa, que quede claro aquí que no es intención de este escrito hacer un mero desprecio por el FPT. Ni dejar de mencionar que Clarín y La Nación despotrican contra ello no por defender lo del pueblo, sino por la bronca de haberse perdido el negocio.
Ciertamente, es atinado celebrar la democratización del patrimonio del fútbol, y es que nadie discute aquí el qué, pues a nadie se le ocurriría discutir que el fútbol es del pueblo. Pero lo que aquí sí se discute es el cómo. Ya nadie se chupa el dedo, y lo que algunos quieren disfrazar como “una batalla cultural ganada”, bien se sabe que es propaganda bien usada. No a las demagogias, no a los codificados, pero nunca nos olvidemos como alguna vez lo dijo el Diego que “la pelota no se mancha”.
Por suerte, como dice Eduardo Galeano, “todavía aparece en las canchas, aunque sea muy de vez en cuando, algún descarado carasucia que sale del libreto y comete el disparate de gambetear a todo el equipo rival, y al juez, y al público de las tribunas, por el puro goce del cuerpo que se lanza a la prohibida aventura de la libertad” (El Fútbol a sol y sombra).
Fuente: APA