Esta noche al término de "Justo a Tiempo" se emitirá el último capítulo de la serie que reafirmó a Carla Peterson y lanzó a Mike Amigorena a la audiencia masiva. La coautora de la serie hace un balance de esa aventura.
Por: Esther Feldman
Siempre me acuerdo cuando, estando reunidos Sebastián Ortega, Pablo Culell, mi coautor Alejandro Maci y yo, apareció el título de la tira: Los exitosos Pells. Una reminiscencia de El talentoso Mr. Ripley, mezclada con Los fabulosos Tenembaun y batida con un toque de Los fabulosos Baker Boys. El cóctel era perfecto y todos estábamos eufóricos.
Pero más recuerdo la cara de terror que teníamos uno días antes de salir al aire en el prime time del canal más visto de la televisión argentina. En ese momento el término “exitosos” se nos vino encima con la contundencia de su significado. Creo que recién ahí comprendimos el riesgo que significaba haber puesto esa palabra en el título. ¿Qué hubiera pasado si los exitosos se convertían en un fracaso? ¿Qué hubiera pasado si la audiencia y la crítica no nos hubieran acompañado?
Durante esos días de noviembre del año pasado, repasé mentalmente todos los riesgos que estábamos tomando además del ya mencionado en el título. Contar una historia que develara los entretelones del detrás de cámara de la televisión era un riesgo. Muchos antecedentes locales e internacionales demostraban que la gente prefiere sostener la fantasía a conocer la verdad de lo que ocurre en los canales. Escuché a muchas personas del medio decirme: “Esas cosas sólo nos interesan a nosotros” “Son chistes internos”, etc. ¿Íbamos a ser capaces de contar ese estrés que vivimos todos a diario sin convertirlo en un programa sólo apto para iniciados?
Poner de protagonista a un talentosísimo pero aún no masivo actor como Mike Amigorena, también era un gran riesgo, pero no menor era el de volver a elegir a Carla Peterson que parecía signada por su brillante interpretación en Lalola. ¿El público iba a poder ver a Sol Pells o siempre iba a ver a Lola Padilla?
Para nosotros como autores, el mayor riesgo era la comparación con Lalola. Y no sólo la comparación externa de colegas o periodistas sino la interna que nos hacía cotejar cada paso que dábamos con el que habíamos dado con la tira anterior. ¿Íbamos a poder volver a contar una historia tan original y con tanta repercusión nacional e internacional?
Hoy, cuando todo esto pasó allá lejos y hace tiempo y no sólo no se cumplieron las peores predicciones sino que Los exitosos está llegando a su fin con gran expectativa, creo que el aprendizaje fue enorme.
En mi caso particular, aprendí que tener un ámbito concreto en el cual desarrollar la trama; tener personajes sólidos con funciones dramatúrgicas precisas; tomar como base al melodrama pero teñirlo de otro género como en este caso la comedia; responder a alguno de los grandes interrogantes de las personas o por lo menos a algunas de sus fantasías (¿quién no quiere ser famoso por un día o vivir la vida de otro?) no garantizan el éxito de un producto pero son, sin duda, algunos de los pilares sobre los que construir una historia en la cual confiar.
Y es ahí donde estuvo el mayor de los aprendizajes y a la vez el mayor de los éxitos de Los Pells. Creo que todos y cada uno de los que hicimos este programa confiamos en lo que se estaba contando, en quienes lo estaban contando y en quienes lo estaban interpretando. En este programa, productores, directores, actores y autores jugamos en el mismo equipo y eso se notó en la pantalla. Cada uno sumó y la suma de todos multiplicó.
Hoy, Los exitosos Pells se despiden y mientras comienzo a escribir la nueva tira que lo reemplazará, pienso que en la ficción como en la vida, si se puede elegir, siempre es mejor tomar algunos riesgos.
Fuente: Crítica de la Argentina
Por: Esther Feldman
Siempre me acuerdo cuando, estando reunidos Sebastián Ortega, Pablo Culell, mi coautor Alejandro Maci y yo, apareció el título de la tira: Los exitosos Pells. Una reminiscencia de El talentoso Mr. Ripley, mezclada con Los fabulosos Tenembaun y batida con un toque de Los fabulosos Baker Boys. El cóctel era perfecto y todos estábamos eufóricos.
Pero más recuerdo la cara de terror que teníamos uno días antes de salir al aire en el prime time del canal más visto de la televisión argentina. En ese momento el término “exitosos” se nos vino encima con la contundencia de su significado. Creo que recién ahí comprendimos el riesgo que significaba haber puesto esa palabra en el título. ¿Qué hubiera pasado si los exitosos se convertían en un fracaso? ¿Qué hubiera pasado si la audiencia y la crítica no nos hubieran acompañado?
Durante esos días de noviembre del año pasado, repasé mentalmente todos los riesgos que estábamos tomando además del ya mencionado en el título. Contar una historia que develara los entretelones del detrás de cámara de la televisión era un riesgo. Muchos antecedentes locales e internacionales demostraban que la gente prefiere sostener la fantasía a conocer la verdad de lo que ocurre en los canales. Escuché a muchas personas del medio decirme: “Esas cosas sólo nos interesan a nosotros” “Son chistes internos”, etc. ¿Íbamos a ser capaces de contar ese estrés que vivimos todos a diario sin convertirlo en un programa sólo apto para iniciados?
Poner de protagonista a un talentosísimo pero aún no masivo actor como Mike Amigorena, también era un gran riesgo, pero no menor era el de volver a elegir a Carla Peterson que parecía signada por su brillante interpretación en Lalola. ¿El público iba a poder ver a Sol Pells o siempre iba a ver a Lola Padilla?
Para nosotros como autores, el mayor riesgo era la comparación con Lalola. Y no sólo la comparación externa de colegas o periodistas sino la interna que nos hacía cotejar cada paso que dábamos con el que habíamos dado con la tira anterior. ¿Íbamos a poder volver a contar una historia tan original y con tanta repercusión nacional e internacional?
Hoy, cuando todo esto pasó allá lejos y hace tiempo y no sólo no se cumplieron las peores predicciones sino que Los exitosos está llegando a su fin con gran expectativa, creo que el aprendizaje fue enorme.
En mi caso particular, aprendí que tener un ámbito concreto en el cual desarrollar la trama; tener personajes sólidos con funciones dramatúrgicas precisas; tomar como base al melodrama pero teñirlo de otro género como en este caso la comedia; responder a alguno de los grandes interrogantes de las personas o por lo menos a algunas de sus fantasías (¿quién no quiere ser famoso por un día o vivir la vida de otro?) no garantizan el éxito de un producto pero son, sin duda, algunos de los pilares sobre los que construir una historia en la cual confiar.
Y es ahí donde estuvo el mayor de los aprendizajes y a la vez el mayor de los éxitos de Los Pells. Creo que todos y cada uno de los que hicimos este programa confiamos en lo que se estaba contando, en quienes lo estaban contando y en quienes lo estaban interpretando. En este programa, productores, directores, actores y autores jugamos en el mismo equipo y eso se notó en la pantalla. Cada uno sumó y la suma de todos multiplicó.
Hoy, Los exitosos Pells se despiden y mientras comienzo a escribir la nueva tira que lo reemplazará, pienso que en la ficción como en la vida, si se puede elegir, siempre es mejor tomar algunos riesgos.
Fuente: Crítica de la Argentina