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Atacar los deseos de Roberto Micheletti para llegar al poder le ha costado ser señalado por el gobierno de facto encabezado por éste.
"El presidente del congreso que ahora es presidente de la República fue diputado y quiso dar un golpe de estado en 1985". Pero ya lo consiguió.
Su voz resuena firme... y habla ya sin temor, respaldado por el pueblo que le apoya.
"La gente ha salido a las calles y con graffitis ha reproducido mis caricaturas en las paredes.
"La tinta y papel son más fuertes que la verdad cruda, porque agregan sentido del humor. Una persona o un periodista puede insultar a un político, pero a éste no le importan los insultos; los políticos son más sensibles a los defectos físicos que a los defectos morales".
¿El lápiz es más fuerte que el fusil?
Sí porque la diferencia entre el dibujo y el fusil es que el fusil tiene muchos cartuchos, muchas, muchas balas y la caricatura tiene dos balas: la bala de la inteligencia para dibujar y la bala del lector para entender la caricatura. Si el lector entiende la caricatura, creo que es un arma poderosa.
¿Tu reconocimiento te salvó de lo peor?
Sí, espero que lo que viví sea una equivocación; sabemos que los caricaturistas no somos peligrosos para la democracia, para los políticos. Ellos se ríen de las caricaturas, porque piensan que fue un chiste, no entienden el mensaje. No quiero creer que sea una cosa directa para mí. Vos sabés que las dictaduras son metódicas y sistemáticas, no hay errores... Yo tengo fe de que esto va a pasar y que nuevamente nos pongamos frente a un lápiz y un papel, y construyamos un mundo aparte, una nueva Honduras desde un papel no desde un fusil.
Fuente: Diario Rotativo de Querétaro
Caricatura de un país
Hacer caricaturas es un oficio muy parecido, en la apreciación de los lectores, a las piruetas de un arlequín. Normalmente quienes nos dedicamos a este aislado e inútil oficio nos encontramos a diario con gente que te pide que por favor le des un autógrafo en imagen para hacerlos reír por un momento, o que le dibujes a Garfield a los hijos de ellos, que ni idea tienen de quién es uno, o qué hace. Por eso suelo no salir tanto a las calles, porque mi generosidad puede sin lugar a dudas erosionar los vuelos limitados de mi creatividad y hacerme perder la perspectiva del compromiso que diariamente tengo que asumir con la realidad y con la condición humana.
En Honduras, hacer dibujo político es contar chistes.
Nuestro país es surrealista y ya lo era desde antes de salir en las portadas y en las pantallas plasma del mundo. Pero fue preciso que se suscitara esta experiencia cavernaria para que se supiera que un ojo sangrante puede alojarse en la macana de un gendarme. Y que el preguntar al pueblo sobre si apoyás algo o no para escribir una página de cambios puede provocar destierro, detenciones, muertes, represión, aislamiento, porque en sus mentes cuadradas de petulancia occidental el pueblo no está preparado para pensar, y la demo
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Mirás al país, te introducís al país y como Henri Bergson, sentís que te engolfás en un barco alucinante, que no distinguís el maridaje defectuoso en la geometría arquitectónica de los diseñadores burgueses entre un edificio de una red hotelera de prestigio internacional y la otredad configurada con un trazo inigualable de miseria como el zaguán en que se esconden todas las porquerías de una sociedad que mira en la pobreza un defecto y en el pobre un estorbo urbano. Aquí donde la vida está en las manos de la voluntad del otro y la pobreza en el bolsillo ignominioso de unos cuantos ricos. Este mapa hondo de desigualdades es el tema de mi trabajo. Eterno retorno de Nietzsche a la desigualdad y la vuelta de la desigualdad en una vieja callejuela de Tegucigalpa, marcada por los grafitis de las jóvenes generaciones que por primera vez saben que el mundo cabe en sus manos y no en Google, y la utopía en el compromiso permanente. Esta bendita juventud que acometió contra las estupideces de una vieja generación que nos legó una guerra risible de fútbol, golpes de Estado y militares con medallas como minas andantes, y en la algidez senil, esta locura de golpe como una forma de decirse a sí mismos que todavía pueden jugar la partida de ajedrez final, mientras la violencia militar pone en jaque mate nuestro futuro. La voluntad de poder, mal asimilada desde Schopenhauer como germen de la locura actual, pero sobre todo una vida y una eterna representación de personajes que no se cansan de jugar el mismo papel de voraces aves de rapiñas.
Por todo ello, la vida ha perdido valor, y la dignidad es una broma macabra que solo cabe en el espíritu de los que estamos enfermos de realidad. La solidaridad mundial que he recibido me ha conmovido, como también la indiferencia y la burla de la prensa local, que está armada de razones de desprestigio y artilugios para llamarle caricia a lo que sin lugar a dudas fue un golpe.
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Esta es la Tegucigalpa que hoy retrasa su faena cotidiana para lidiar con el fervor ciego de unos fanáticos que como tigres hambrientos ven en el rito de la sangre la confirmación sádica de su salvajismo. Hans Arp y De Chirico podrían recortar el diario y hacer collages de taxis llenos de tanques de sangre o de muchachitos sacados de las etnias milenarias para disparar el odio que no pudieron conjurar con la venganza de siglos. O una mujer caminando con la luctuosidad de una actriz y un niño vociferando en sus faldas de seda el próximo número de la lotería. Así es Tegucigalpa, así las desigualdades, así la ternura de la utopía diaria. Así el amor a la vida, así la necesidad de cambios. Así lo leyó nuestro presidente, de quien diariamente se reían porque no se comportaba con la delicadeza y los urbanismos de un ministro europeo y provocó reformas que perforaron bolsillos herméticos. Así es la Honduras a quien han despojado de voz, porque en las calles solo se permite que digas que tenemos un mesías con apellido italiano pero con un corazón propio de las peores mafias napolitanas.
Fui y seré siempre ese pobre muchacho que hace caricaturas, que no tambalea ni una mosca, que ningún político de Honduras se molestará en reprimir, porque, ¿qué daño podrían hacer esa rayitas espantosas que dibujo? “Si dibuja más bonito mi sobrino de 4 años...” decía esta tarde un periodista de radio golpista, y es verdad, porque mi “accidente” de detención fue condenado por miles de personas en el mundo, por centenares de cadenas televisivas y periódicos de decenas de países en el mundo entero, pero en Honduras es una carcajada eso que se llama conciencia. Ser respetado en el mundo por tu trabajo te da esa sensación gris y fatal de que uno acá es innecesario, como la democracia que, al final de cuentas, es también una caricatura.
Tegucigalpa, una tarde a finales de junio de 2009, que pronto solo será un mal recuerdo en la jungla de la historia.
Esta carta fue dada a conocer por McDonald a través de su página (www.allanmcdonald.com).
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