martes, 7 de junio de 2011

Choque de egos: Lanata vs. Aliverti

Ayer Eduardo Aliverti escribió “Sobre ellos y nosotros” en su tradicional columna de PáginaI12 sobre el caso Schoklender-Madres y sin mencionar su apellido se refirió a Jorge Lanata: 
"(...) Hay esa gente cooptada por el discurso corporativo. Esa gente mimetizada con él hasta un punto en que asumen el “nosotros”. Podrá no justificarse pero se entiende, como forma de esquivarles el bulto a las angustias existenciales. Esa gente que llega a decir “estamos invirtiendo en”, como si en vez de empleado fuese accionista. Puesto eso en línea de medios periodísticos, hay esa gente necesitada de creer que forma parte de una cruzada republicana contra el autoritarismo gubernamental, el avasallamiento de las instituciones, los ataques a la prensa libre. O algo así.
No hablamos de Morales Solá, naturalmente, que hace unos días fue capaz de animarse a reivindicar a Nora Cortiñas en su defensa de los tobas que acamparon en la 9 de Julio. Nora, una militante enorme, una intachable, un ejemplo en todo sentido, “usada” por el diario La Nación con tal de embarrar a Hebe a como diera lugar. Morales Solá es parte íntima de ellos, es núcleo duro de su bajada de línea, es cuadro de la derecha.
Pero vos, Jorge, vos con quien compartimos tantos años, tanta utopía, tanta pelea en solitario contra viento y marea y, sobre todo, tanta seguridad de que si tocaban a las Madres nos tocaban a todos, a todos los como vos y como yo y como tantos, ¿qué te pasó, Jorge? ¿Qué te pasa? ¿Estás nervioso? ¿Qué hacés mendigando espacios en el territorio de ellos, para decir lo que les conviene contra lo que tanto tiempo soñamos juntos? ¿A vos te parece hacer eso?
Entendeme: no hablo de que nunca se debe trabajar en campo contrario, y menos que menos en esta profesión. Y además, si fuera por eso yo no sería uno de los más indicados para decirlo. Pero si, encima de tener que resolver esa contradicción, te convertís en el vocero explícito de lo incompatible con lo que pensás, ya no es dialéctica, Jorge. Es servilismo. ¿O es que siempre pensaste como ellos y haber sostenido lo inverso fue de oportunismo transgresor?
Vos edificaste sobre la transgresión, Jorge. Una transgresión progre, humanista, llamémosle de izquierda. Y la estás haciendo percha con una transgresión contrapuesta que ni siquiera es pícara, porque la cancha te la marcan ellos para que vos juegues con el extremo de ensuciar a las Madres. Nada menos que a las Madres.
Fue espantoso verte el otro día en TN jugando precisamente a eso, con pasajes en los que tus interlocutores trataban de moderarte, digamos, con la advertencia de que las Madres, después de todo, podrían no ser iguales que el sujeto de marras. Que al día siguiente habría gente que iría a la Plaza para dejar claro que estaba con lo que las Madres significan, no con Schoklender. En TN casi para que te corran por izquierda, Jorge. Me duele, aun por esta única parrafada, estar entrado en el juego que querés: que te respondan para seguir reconquistando lugar. Resolví que no me importe. ".
“(...) No hay los términos sueltos, salvo para quienes creen o quieren convencerse de que primero se es periodista y recién después el animal político.
Feliz día, mañana, para los que comprenden que es al revés”.

Hoy Jorge Lanata le respondió desde su columna "Página 2" en el diario Libre:
Eduardo no se llama así
Se llama, en verdad, Eduardo García. Luego se agregó el apellido materno: Eduardo García Aliverti.
De eso me enteré hace ya años, cuando rastreábamos la lista de los que habían sido favorecidos con créditos irregulares del Banco Hipotecario en la época radical. Así figuraba: García Aliverti.
Trabajé con Eduardo hace muchos, muchos años, contratado por su productora en la mítica Radio Belgrano, en un programa llamado Sin Anestesia.
Alí me ocupaba de las notas de investigación. Eduardo nos pagaba una miseria, y en negro; él, por su parte, ganaba una suma sideral, como si fueran $ 10.000 de ahora, contra $ 500 que cobrábamos nosotros, para dar un ejemplo.
En aquellos años Eduardo estuvo brevemente "de moda" y se la pasaba dando -y cobrando- charlas en diversos sitios. Allí supe, por primera vez, que también iba a una cena más o menos numerosa si le pagaban para hacerlo.
Siempre fantaseaba con el momento crucial: ¿en qué momento le darían el sobre con la plata? ¿En el postre, o al llegar? Nunca lo supe.
Eduardo estaba en aquel tiempo cerca del PC; creo que aún lo sigue estando: el Instituto Movilizador de Fondos Cooperativos y el Credicoop, las empresas de fachada del partido, auspiciaban puntualmente todos sus programas, y él obedecía difundiendo sus gacetillas y candidatos.
Lo llevé a PáginaI12 apenas sacamos el diario, ofreciéndole lo que aún sigue haciendo: una columna semanal en la que incluso hoy, 24 años después, sigue perdiendo la batalla contra la sintaxis.
Cuando unos meses más tarde comenzamos a publicar RosarioI12, yo estaba de viaje y le pedí que fuera en nombre al lanzamiento.
"Este diario que fundamos con Lanata y Tiffenberg, entre otros... "comenzó Eduardo, que nunca había trabajado en la redacción y enviaba las columnas.
En aquel tiempo, Eduardo -que ahora se espanta porque asisto a TN o Canal 13- co-conducía un programa de debate con Carlos Varela, un periodista pinochetista de triste renombre. No sé desde cuándo conocía a Varela, pero sus vínculos con la derecha militar eran ambiguos y se perdían en la noche de los tiempos.
Eduardo publicó junto a Néstor J. Montenegro, en 1982, con Editorial Nemont, un reportaje a Galtieri titulado Los Nombres de la Derrota. Puede conseguirse en Mercado Libre a un precio módico.
La presencia de Galtieri en el libro es anónima; se lo identifica como "una alta fuente militar" y en las 112 páginas se justifica su conducción de la guerra.
El libro se publicó poco después de la derrota, y era el descargo del general alcohólico ante un locutor y un periodista.
Ahora Eduardo dicta clases de moral desde la radio de José Luis Manzano y Daniel Vila. Antes trabajó en Rivadavia, la emisora del testaferro de Coti Nosiglia.
Es lo que se dice un tipo versátil. Tiene una gran voz y nada, absolutamente nada para decir.

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