domingo, 5 de octubre de 2025

Coimas, Audios y Silencios: El poder y la corrupción detrás de Karina Milei

El pasado viernes 3 de octubre en la Facultad de Ciencia Política y Relaciones Internacionales de la Universidad Nacional de Rosario fue escenario de un conversatorio fundamental sobre corrupción, periodismo de investigación y libertad de expresión en Argentina. Bajo el título "Las coimas de Karina", los periodistas Mauro Federico —quien destapó el caso de corrupción vinculado a Karina Milei y la Administración Nacional de Discapacidad (ANDIS)— y Carlos del Frade, periodista de investigación, expusieron sus investigaciones y reflexiones sobre el impacto político y social de este escándalo. Además, señalaron un silencio similar que pesa en Santa Fe, donde el senador provincial Traferri es acusado de cobrar también 200 mil dólares, la misma cifra que figura en el caso de José Luis Espert, pero que permanece casi invisible para muchos medios locales. La charla profundizó en los desafíos que enfrenta el periodismo para romper estos cerrojos informativos y en las consecuencias políticas de mantener estos silencios.
Carlos del Frade: el saqueo, Vicentin y la pérdida de independencia de Argentina
Lo que comenzó la semana pasada con la reunión de Javier Milei y Donald Trump marcó un punto de inflexión en la historia reciente de Argentina. Trump, a través de un simple tuit, prometió 20.000 millones de dólares condicionados a los resultados del 26 de octubre. Fue en ese instante cuando pudimos medir la profundidad del saqueo que se avecina. Una herida que se abrió aún más esta semana con la instalación de tres bases militares estadounidenses en nuestro suelo. Y como si no fuera suficiente, mientras se desestima la investigación que inició Mauro Federico, los medios de comunicación se lanzan en una ofensiva sincronizada para reproducir investigaciones de la justicia norteamericana. El mensaje es claro: Argentina ya no es un país independiente. Somos, más bien, una estrella oculta en la bandera estadounidense.

La justicia norteamericana empezó a revisar el caso Vicentin. Y ahí se revelan los verdaderos intereses detrás de la justicia "objetiva". Cinco años después, Julián Ercolini —el mismo juez que fue al lago Escondido en el avión de Clarín— archivó en 2020 una investigación clave de Gerardo Pollicita, que denunciaba la fuga de 788 millones de dólares a través de 1.418 transferencias bancarias. Ahora, Ercolini decide reabrir el caso. ¿La razón? El principal interesado en quedarse con Vicentin es Cargill, empresa estadounidense. Estados Unidos es el verdadero dueño de la Argentina y está limpiando el terreno para la segunda etapa del saqueo, liderada por un virrey irracional: Milei. Aunque ya aparecen virreyes racionales, como el gobernador de Santa Fe, Maximiliano Pullaro, dispuesto a continuar con el saqueo bajo otra máscara.

Por eso la justicia estadounidense insiste en investigar Vicentin: porque necesitan limpiar la "basura" para facilitar el negocio de sus empresas. En ese contexto reaparece una investigación sobre José Luis Espert, el mayor símbolo de la degradación política argentina, vinculada con el narcotráfico de arriba, el que manejan las grandes empresas. Yo siempre digo: Vicentin es más narco que Los Monos. En cinco años, exportó cuatro toneladas y media de cocaína. ¿Acaso la familia Cantero movió tanto en 20 años? Pero la culpa la ponen en Los Monos, mientras que lo de Espert lo denuncia la justicia norteamericana. Y como lo dice esa justicia, los medios se alinean, incluso los propios de Libertad Avanza, para sacar del camino a un hombre que no es cualquiera: presidente de la Comisión de Presupuesto de la Cámara de Diputados. En esta Argentina sin independencia, el periodismo de investigación es más necesario que nunca.

Investigar significa descubrir, poner en evidencia lo que está oculto. Mariano Moreno lo decía: descubrir los misterios que el poder inventa para ocultar sus crímenes. En la larga tradición del periodismo político de investigación, Mauro Federico es una de sus mejores expresiones. Lo que hizo Mauro no estaba permitido: no esperó a que la información madurara para salir al aire, sino que estuvo atento a las puertas cerradas, a lo que no se dice. Siempre busca responder las cinco preguntas básicas del periodismo: qué, quién, cómo, por qué y para qué. Y no lo ha perdido nunca.

Además, Mauro es un tipo formidable, con una sensibilidad humana que Eduardo Galeano llamaría "sentipensante". Si le miran los ojos, verán un brillo que se enciende y apaga, el alma en ebullición. Como decía Kapuściński, un maestro del periodismo: sin ética, no hay buen periodista. Mauro tiene la ética, la capacidad para investigar, la escucha para contar bien —como decía Rodolfo Walsh— y el coraje.

Es una alegría enorme tenerlo aquí con nosotros en esta pelea que nos diferencia de otros sectores políticos. Nosotros decimos lo que otros callan. Eso lo aprendimos del oficio más hermoso: escuchar bien a nuestro pueblo para contar lo que pasa. Eso es el periodismo.
Los audios que rompieron la coraza: la reacción social y la derrota política
"Hace apenas mes y medio, el 19 de agosto, difundimos el primer audio de Diego Spagnuolo", arranca y sigue diciendo Mauro Federico. Ese hecho desató una crisis política cuyas dimensiones eran impensadas hasta ese momento. El gobierno, que venía sosteniendo de forma monolítica un discurso que pretendía instalar una idea irracional de que todo estaba bien —que este era el camino correcto para la Argentina hacia una supuesta prosperidad—, de pronto se encontró con algo que rompió esa narrativa. Una prosperidad que, en realidad, nadie estaba viendo.

"Yo creo mucho en lo mágico", dice Federico. "Y tengo la sensación de que esto ocurrió en un momento, en una circunstancia y de una manera muy particular, que permitió —como dicen los pibes ahora— que la bala entrara en una coraza que hasta entonces parecía impenetrable".

Trae entonces a cuento la fábula del rey desnudo: aquel monarca engañado por dos farsantes que se hacían pasar por sastres. Nadie se animaba a decirle que estaba desnudo, hasta que un niño rompió el hechizo. "Hasta ese momento, la sociedad entera actuaba como si el rey realmente estuviera vestido con una tela de oro. Algo parecido ocurrió aquí: los audios comenzaron a circular y, en poco tiempo, generaron una reacción social que ni siquiera nosotros habíamos calculado".

Apenas unas horas después de la primera difusión de ese trabajo —y aquí Federico destaca especialmente el rol de Ivy Cángaro— notaron que algo se estaba moviendo. "Ivy es una gran periodista, quizás incluso con la ventaja de permanecer en el anonimato. Yo le digo siempre: 'Vos tenés ese anonimato que te permite todavía salir a la calle sin que te puteen, sin que te insulten... o que te abracen, como está pasando ahora; porque, por suerte, vienen siendo más los abrazos que los insultos'".

Federico subraya que Cángaro hizo un trabajo minucioso, con la cautela y el equilibrio necesarios para procesar la información. "Ella representa todo el contrapeso que necesito para poder equilibrar muchas veces lo que nos va llegando. Desde el momento en que empezamos a leer el primer informe, vimos cómo esa reacción social empezaba a cobrar forma".

Y para explicar esa reacción, recurre a una metáfora futbolera: "Es como cuando una canción se vuelve popular porque la empiezan a cantar en la cancha. La tribuna la toma, la adapta, le cambia la letra. Bueno, empezamos a escuchar a la gente corear cosas como 'Alta coimera', o referencias al 3% de Karina, o directamente 'Karina chorra'".

Karina Milei, dice Federico, hasta entonces era una figura oscura, casi invisible. Su hermano la había ubicado en un rol entre místico y delirante. "Ni siquiera conocíamos su voz. Pero la investigación la puso en escena, no porque ella lo quisiera, sino porque los datos la ubicaban como el rostro visible de un sistema de corrupción mucho más aceitado de lo que muchos imaginaban —incluso dentro del propio oficialismo".

En ese punto, Mauro Federico reconoce que algo había cambiado. "Había una necesidad social de encontrar una bandera. Y nosotros, desde nuestro lugar, habíamos hecho un aporte humilde: simplemente evaluar el contenido de una información, sopesarla técnica e históricamente, ponerla en contexto y ofrecerla con el mayor respeto posible. Lo demás, creo yo, lo hizo el contexto: un país que era un polvorín a punto de estallar".

El estallido, dice, llegó tres semanas después. La elección en la provincia de Buenos Aires, que el gobierno de Milei creía tener bajo control, se convirtió en un golpe político. "A pesar de tratarse de un solo distrito, era el más populoso, y la derrota —una diferencia de casi 14 puntos— impactó a nivel nacional".

Y cierra con una reflexión sobre el impacto del trabajo: "Ese resultado terminó de potenciar y vigorizar aún más una investigación que, insisto, no fue necesariamente más importante que otras. Pero llegó en el momento justo".
Periodismo en tiempos difíciles: coraje, presión y compromiso
Con Carlos tenemos una historia de trabajos conjuntos que —diría yo— fue mucho más peligrosa que la actual. Hicimos cosas verdaderamente delirantes. Por ejemplo, emprendimos una cruzada de investigación contra uno de los hombres más poderosos de la Argentina: el entonces presidente de la Corte Suprema de Justicia, oriundo de esta misma provincia.

Con ese caballero lo expusimos por sus negociados en el ámbito de la salud. Y no fue fácil. La presión que sufrimos fue inmensa, especialmente Carlos, que "jugaba de local", como se dice. Mientras yo estaba en Buenos Aires, con cierta distancia y resguardo, a él lo apretaron con todo: lo llevaron incluso a declarar a la propia Corte Suprema.

Pero no nos detuvimos. Los torpedeamos. Y como parte de esa lógica medio insana —de ese impulso que da el periodismo con sentido—, un día nos metimos con una cámara oculta en el barrio de los Monos. En pleno quilombo. Era de noche. Caminábamos con el "Cabezón" y él me decía: "Tranquilo, no pasa nada". Pero estábamos en el centro del barrio, justo donde está la cancha, y ahí se armó un picón.

En medio del partido, a dos semanas del Mundial 2014, ¿a quién vemos? ¡A Éver Banega! Jugando ahí, con los Monos. "¿Ese es Banega?", le pregunté. "Sí", me dice. "¿¡Cómo que es Banega, boludo!? ¿Qué hace Banega acá? ¡Filmalo!" Pero la cámara no salió. Estábamos tan jugados, tan fuera de lugar, que parecíamos un sketch de Capusotto. La cámara no andaba y estábamos regaladísimos.

Después quisimos ir a buscar un carrito para cargar la nota. Banega, por supuesto, salió rajando. Y, días más tarde, la historia salió en todos los diarios, incluso en C5N.

Nos llovieron los cascotes. Fue una de esas cosas que uno hace por inconsciencia... pero tampoco éramos tan jóvenes. Ya éramos grandes. Boludos, pero grandes.

Lo cierto es que esa adrenalina, esa emoción que da el periodismo cuando lo hacés con alguien que comparte tus valores, tu mirada, tu audacia, es única. Y en estos tiempos —donde ejercer el periodismo se ha vuelto otra vez muy complejo— esa complicidad es fundamental.

Hoy, el trabajo periodístico está expuesto a dos grandes formas de hostigamiento.

Por un lado, el escenario judicial: denuncias constantes, cartas documento, amenazas legales que buscan frenar investigaciones. Carlos y yo tenemos una habitación llena de cartas documento y demandas. Ninguna prosperó. Nunca tuvimos que pedir disculpas ni retractarnos de nada. Las investigaciones siempre fueron ratificadas en los ámbitos correspondientes.

Pero el otro frente, aún más peligroso, son las redes sociales. Ahí, la persecución es más salvaje, más sucia. Ahora le llaman "doxeo": exponen a quienes opinamos o investigamos. Publican tu cara, tu dirección, la de tus hijos. Y eso no es una crítica: es una amenaza directa.

Esa práctica ha cobrado fuerza en manos de ciertos militantes del oficialismo nacional. Gente como el "Gordo Dan", la "Pepona" y tantos otros personajes que se esconden detrás de perfiles anónimos para hacer daño real. Tipos que tienen cara de boludo, pero son —como diríamos con bronca y sin eufemismos— unos reverendos hijos de puta.

Y el daño que hacen no siempre es directo. A veces no te lo hacen a vos: se meten con lo que más duele. Con tu familia.

Nos pasó que, en plena difusión de los audios, alguien salió a decir que me estaban allanando la casa. Fue mentira, claro. Pero mi familia lo creyó. Me llamó mi compañera, llorando. Y eso no se borra.

En este contexto, liderar un equipo y poner la cara todos los días implica también una carga emocional. Un compromiso.

No quiero extenderme mucho más, porque me gustaría que podamos interactuar, pero sí quiero decir algo sobre este oficio que amamos.

Nuestro trabajo necesita muy pocas cosas, pero muy importantes.

Primero: honestidad. Como decía Carlos recién, el pacto con quien te lee, te escucha o te ve es sagrado. Lo que digo es lo que pienso, sustentado por la mejor información que puedo recabar. Nada va a traicionar ese pacto.

Segundo: rigurosidad. No alcanza con tener una idea. Hay que cotejar, contrastar, verificar. Porque una opinión puede ser valiosa, pero una verdad periodística necesita estar probada, incluso con lo que la contradice.

Tercero: valentía. Cuando el trabajo está hecho y todo cierra, hay que animarse. Aunque duela, aunque te exponga, aunque tengas miedo. Y ahí entra en juego el factor humano. La familia. El laburo. El miedo a perderlo.

Con Carlos pasamos por muchos medios. Algunos nos bancaron, otros no tanto. A veces éramos "circunstancias" que había que sacar del medio. Pero lo que nunca nos falló fueron ustedes.

Ustedes, que están acá, un viernes a las cinco de la tarde, escuchando. Ustedes que nos devuelven respeto, presencia, afecto. Eso tiene un valor que no se puede medir.

No minimizo nuestro trabajo. Lo valoro profundamente. Pero quiero ponerlo en su justo lugar: somos parte de una sociedad que necesita cada vez más honestidad en el periodismo. Más compromiso. Más testimonio.

Como dijo Rodolfo Walsh en aquella carta valiente a las Juntas Militares, el periodismo debe estar dispuesto a dar testimonio en tiempos difíciles.

Y estos, sin duda, lo son.
La filtración, las presiones y el dilema del silencio
Los audios de Diego Spagnuolo no eran nuevos —eso lo dijimos desde el primer día. Fueron grabados aproximadamente un año antes de que los recibiéramos, entre agosto y septiembre de 2024. Nosotros los recibimos recién el 15 de agosto de 2025.

Quienes grabaron esas conversaciones —personas que no conocemos— habían hablado con Spagnuolo varias veces. Él, por esa época, estaba muy enojado. Se sentía maltratado. No le estaban dando lo que pedía y decía, con bronca, que él cobraba dos mangos mientras otros se estaban llenando los bolsillos. Que había gente llevándose el famoso 3%. En definitiva, lo que quedó registrado era una queja abierta, una especie de paritaria a cielo abierto.

En ese contexto, alguien —de entre los muchos a quienes les dijo lo mismo— decidió grabarlo. Y después, guardó ese material. Hasta que, en un momento determinado, alguien dijo: "Bueno, vamos a jugar con esto", y lo empezaron a hacer circular.

Nosotros no fuimos los únicos que recibimos esos audios. El material no era exclusivo. Pero nadie se animaba a difundirlo. Por diferentes razones. Yo incluso tuve algunas discusiones —que decidí no hacer públicas y no lo haré tampoco ahora— con colegas que decían que esto era "una operación".

¿Y qué es una operación? ¿Explicámelo? Porque si una operación es alguien que quiere contar algo que perjudica a otro… bueno, así se hace el periodismo. El periodismo siempre empieza con alguien que quiere contar algo que está oculto. "Hay un fusilado que vive" fue la frase que dio origen a la más importante investigación periodística de la historia argentina, y quizás mundial: la "Operación Masacre", de Rodolfo Walsh.

El periodismo es eso: alguien que quiere develar una verdad que se está tapando. Sí, claro que perjudica a alguien. Pero si es la verdad, al que perjudica es al mentiroso, al corrupto, al que quiere que no se sepa.

Ahora bien, cuando yo recibí ese material, como muchos en este medio, era —y soy— un periodista "pluriempleado". Trabajo en cinco lugares. Uno de ellos, quizás el de mayor reconocimiento institucional, es el Grupo Indalo, es decir, C5N. Y ahí también habían recibido el mismo material, por otra vía.

Pero en ese grupo —a diferencia de lo que yo hice— tomaron una postura distinta: preguntaron. Se movieron, evaluaron. Yo, en cambio, opté por hablarlo primero en el canal de streaming donde estaba empezando un programa nuevo, Carnaval.

En Carnaval, algunos de los chicos son amigos, compañeros, y había esa sensación de que "con esto metemos un bombazo". Yo, en parte, me hice un poco la boluda, para que corriera. Porque sabía perfectamente que si se dimensionaba el quilombo que iba a generar, podía caerse todo.

Además, yo trabajo con Jorge Rial tanto en Radio 10 como en C5N. Y Jorge, si bien hoy tal vez no se anima a avanzar con ciertos temas como antes, me da libertad. Me banca. Entonces le pregunté: "¿Dónde lo hacemos?", y decidimos que íbamos a ir por los dos lados.

Teníamos el material desde un viernes. Lo trabajamos bien sábado y domingo. Lo teníamos listo el lunes. Lo anunciamos a la mañana en Radio 10, con fuerza. Jorge también lo anunció. Dijimos: "Se viene material exclusivo". La idea era sacarlo ese lunes por la tarde en C5N, y al día siguiente en el streaming.

Pero al mediodía me avisan: "Che, esto no sale hoy en C5N". ¿Cómo que no sale? "Pidieron 48 horas". ¿Quién pidió? "No sabemos bien, pero hay que esperar". Y ahí entendí: si no lo poníamos al aire en ese momento, no salía más.

Yo venía en el auto, terminando Radio 10 (de 10 a 13), rumbo al streaming (de 13 a 15), antes de ir a C5N (de 16 a 18). Cuando llego al estudio de Carnaval, planteo la situación. Y los pibes me dicen: "¿Qué hacemos? ¿Lo largamos?" Y se animaron. Se la jugaron.

Lo dimos por streaming el lunes. Y ahí se desató el quilombo. Gracias a eso, también, logramos evitar que lo censuraran en otros medios. Porque inmediatamente apareció un abogado, pidió los audios y presentó una denuncia. Al día siguiente ya estaba en Comodoro Py. La causa ya era pública.

Y eso obligó a otros medios —que estaban dudando o negociando— a anticiparse y publicar algo. Porque si no, quedaban afuera.

Ahí es donde aparece esa otra palabra clave: audacia. Porque los medios grandes, muchas veces, lo que buscan no es publicar la información… sino negociarla.

Una periodista que trabajó muchos años en Clarín me lo dijo una vez, y nunca me lo olvidé: "El negocio principal de Clarín no es vender información. Es vender silencio." Y eso se confirma una y otra vez. Porque muchas veces el negocio es que no se sepa. Que no se publique. Que no circule algo que puede perjudicar intereses económicos o políticos.

De hecho, un mes después, supe cómo se negoció internamente para que esos audios no salieran. Me lo contaron los propios protagonistas. Fue Santiago Caputo —el asesor estrella del gobierno, "el Mago del Kremlin"— quien pidió las 48 horas.

¿Para qué? Para buscar una explicación razonable a algo que, en ese momento, ni siquiera ellos sabían cómo explicar. Y como no se las dimos, como no esperaron más, como no pudieron frenarlo, derraparon. No supieron cómo reaccionar. Ni siquiera Caputo.

Para que se den una idea: ayer, José Luis Espert fue a la Casa Rosada, después de haber hecho papelones en la televisión la noche anterior, cuando no pudo explicar si le habían girado o no 200 lucas. Entra al despacho de Caputo con su asesor de prensa.

Caputo lo hace quedar afuera y le dice a Espert, directo:

—¿Te giraron o no te giraron 200 lucas?

—No voy a responder operaciones de Grabois —dice Espert.

—Entonces, tomatelá —le responde Caputo.

Lo reventó. Lo cagó a pedos y lo obligó a guionarse la respuesta que después dio, toda armada, en ese famoso tape.

Lo que quiero decir con todo esto es: están hasta las pelotas. Pero hasta las recontra pelotas. No hay manera de que puedan zafar del daño que esto les hizo.

Quizás logren evitar ir presos, o que los metan en un tubo naranja en EE.UU., pero políticamente ya están afuera. Un tipo así no puede seguir siendo diputado nacional. Mucho menos presidente de la Comisión de Presupuesto y Hacienda.

Y siempre —recuérdenlo— el poder va a tratar de evitar que se vea lo que lo puede dañar. Eso es así. Y los medios también son poder.

Entonces, los caminos alternativos —como el streaming, como las redes, como el boca en boca— son a veces los únicos que permiten que la verdad encuentre su cauce. Porque, como los ríos, si no pueden por el cauce natural, van a encontrar igual su camino al mar.
Las 200 lucas verdes: la cifra que une a José Luis Espert y Armando Traferri
Retoma la palabra Carlos del Frade, con una necesaria apostilla santafesina. Porque mientras todos hablan del escándalo de las 200 lucas verdes de Espert, en Santa Fe pasa algo igual —o peor— y no se dice nada.

Traferri. Senador provincial. Otra vez, media docena de testigos judiciales lo vuelven a señalar. Otra vez, lo mismo: que cobró 200 mil dólares del zar del juego clandestino, Leonardo Peiti.

La diferencia es que ahora, dice Del Frade, Traferri y Pullaro están de acuerdo. Y eso —asegura— no sale en los medios. No lo cubre nadie. Nadie lo menciona.

Pero acá hacemos una nota necesaria: Aire Libre, Radio Comunitaria, sí lo contó. Con todos los detalles. Más allá de eso, demasiado silencio en la provincia de Santa Fe.

¡Doscientas lucas verdes! Lo mismo que Espert. ¡La misma cifra! Como si fuera el precio de entrada al sistema. Como si fueran las fichas para sentarse a la mesa.

Y no es que lo dice uno solo. Lo dicen fiscales, lo repiten testigos, lo confirma el propio Leonardo Peiti, el empresario del juego trucho: "Le pagué 200 mil dólares a Traferri". Así, textual. Pero ahora la culpa es de los fiscales. Lo rajaron a Édery. Van a ir por Schiappa Pietra. La justicia se achica para no molestar. Para no joder al poder.

Y Traferri sigue ahí. Intocable. Dando cátedra de institucionalidad. El dueño del PJ, el que le vota la reelección a Pullaro, el que acomoda piezas en la reforma constitucional. Un operador con terminales en todos lados.

Y esto no sale en ningún lado. O sale donde no tiene eco. Porque publicar en Perfil sobre Santa Fe es como gritar en el desierto. En Rosario no existe Perfil. En la tele local no existe esta historia. Y en los diarios menos.

Y entonces, ¿quién informa? ¿Quién cuenta lo que pasa? ¿Quién rompe el cerco?

Ahí es donde entra Carnaval Stream. Ahí es donde entra el laburo alternativo. Como decía Del Frade, como hacía Walsh con Operación Masacre, entregando fascículos en una imprenta militante. Así, a pulmón. Así, a cuentagotas. Porque los medios grandes están para otra cosa.

Y ojo con esto: la guita es la misma. Los 200 mil de Espert y los 200 mil de Traferri. Pero el escándalo es selectivo. Uno sirve para el show. El otro hay que esconderlo debajo de la alfombra. Porque molesta. Porque compromete. Porque muestra que en Santa Fe hay un Partido Único, como dice Carlos. Y que ese partido tiene reglas claras: no se patea el tablero si estás adentro del negocio.

¿Y los narcos? Bien, gracias. Peiti, dicho sea de paso, era socio de Los Monos. Por si faltaba algo en esta historia. Si querés meterle condimento narco, ahí lo tenés. Pero ni así prende.

Y mientras tanto, algunos se llenan la boca hablando del "campo nacional y popular", como si fuera un club privado. Como si tuvieran la patente de la causa. Pero esos mismos son los que negocian con el poder real. Los que se sientan con Traferri, con Pirola, con Sosa. Los dueños del PJ.

Por eso es tan importante decirlo. Porque esto también se juega en la elección del 26. Porque el silencio tiene consecuencias políticas. Porque la desinformación construye poder. Y porque, cuando los medios no hacen su laburo, el que se jode es el pueblo.

Así que sí: Espert, 200 lucas. Traferri, 200 lucas. ¿Qué diferencia hay? La diferencia es quién tiene amigos y quién no. Quién tiene micrófonos y quién tiene la tapa del diario. Pero la guita es la misma. Y el sistema, también.

Y si un día la justicia yanqui llega hasta Santa Fe y lo agarra a Traferri, va a ser triste pero real: vamos a tener que agradecerle a ellos, porque acá nadie se anima.

De Viedma a Olivos: el financiamiento oscuro que sostiene campañas
En un momento aparece una pregunta concreta sobre los porcentajes de las coimas. Primero se habló del 3%, después del 5%, más tarde se mencionó un 8%. Y alguien consultó directamente: si el 3% era para Karina, ¿el 5% a dónde iba? ¿Avanzaste en esa línea?

Mauro Federico retoma y recuerda que los primeros trabajos que hizo con Carlos del Frade fueron para una publicación vinculada a políticas de salud, El Médico del Conurbano. Ahí hicieron varias investigaciones sobre los negocios que hay dentro del sistema sanitario, y uno de los más rentables, sin lugar a dudas, es el de los medicamentos. Históricamente, la relación entre droguerías y farmacéuticas se basó en porcentajes que permiten márgenes de ganancia lógicos. Si intermediás como droguería entre un cliente y un laboratorio, te llevás tu parte. Una parte que, dentro de la lógica del sistema, es "razonable".

Pero cuando se hizo esta investigación, lo primero que Federico le señaló al fiscal fue que la manera más sencilla de saber adónde fue a parar esa plata era hacer un estudio contable no solo de lo registrado oficialmente, sino también de la contabilidad paralela. Porque incluso cuando no está registrada formalmente, toda operación necesita algún tipo de anotación, aunque sea interna. Si no la tenés, no sabés a dónde fue a parar la guita.

Eso fue lo que pasó con Espert: esas 200 lucas aparecían anotadas en una planilla contable paralela. Porque cuando hacés pagos irregulares no podés meterlos en los libros oficiales, pero tampoco podés no anotarlos en ningún lado. Lo que no se puede evitar, además, son las transferencias bancarias. Y ahí es donde queda la traza.

Federico explica el mecanismo de forma clara: el Estado, a través de la Agencia Nacional de Discapacidad, paga a una droguería por un medicamento. Esa droguería, con ese dinero, le paga al laboratorio. El laboratorio entrega el medicamento. Si podés reconstruir esa trazabilidad —cuánto te dieron, en qué fecha, para qué lote, cuándo pagaste, cuándo hiciste la transferencia—, ahí aparece la diferencia que te queda. Esa diferencia es tu ganancia.

Esa parte se la explicó en detalle al fiscal, que tenía voluntad pero no entendía bien cómo funcionaba esa triangulación. Porque el punto es saber quién se queda con qué. Los márgenes razonables de ganancia para una droguería, explica Federico, suelen estar entre el 5% y el 10%. Pero en este caso, la droguería estaba excediendo ampliamente ese porcentaje. Ahí aparece el famoso 3%. Y no lo decía cualquiera.

Spagnuolo no era un topo. No era Grabois. No era un outsider. Era uno de ellos. Abogado personal de Milei. Amigo de Milei. Segundo funcionario con más ingresos a Olivos en 2023. No era un boludo que pasaba por ahí. Si a un propio lo estaban mexicaneando o cagando a ese nivel, y el tipo sale a contarlo, es porque evidentemente sabían. Lo sabían todos.

De ahí la conexión con otro nombre clave: Fred Machado. Porque si en algún momento se piensa en avanzar sobre Espert, primero hay que destrabar la extradición de Machado, que es quien aparece como titular de las empresas desde donde salió la plata. Hoy Machado está detenido desde 2021, en la casa de su madre, una finca de cuatro hectáreas a las afueras de Viedma. Su causa llegó al Procurador General, Casal, que dictaminó a favor de la extradición a Estados Unidos hace más de dos años y medio. Pero ese dictamen está parado en la Corte Suprema desde entonces. Y hasta ahora, nadie explica por qué.

Espert recibió mucha más plata que esas 200 lucas que figuran. Eso es lo que apareció. Y miente cuando dice que fue por una asesoría que no pudo hacer por la pandemia. Él mismo lo cuenta así: que cobró 200 mil dólares en febrero de 2020 para hacer un trabajo que no hizo. Pero nunca devolvió la plata. No hubo acuerdo de honestidad. No hubo devolución. Y además, esa ni siquiera fue la primera vez que cobró. Ni fueron dos o tres viajes en avión. Fueron 35. Todos en aviones de empresas vinculadas a Fred Machado.

¿Y Machado es un narco? Eso lo dirá la justicia. Pero Federico aclara algo importante: el narco no es solo el que vende falopa. El que vende es el quiosquero. El más importante no es ese. El más importante es el que agarra toda la guita que se genera en la base del negocio y la convierte en algo legal, transable. Porque la plata que entra por el narco no se puede usar de forma normal. Se necesita un mecanismo para blanquearla. Esos son los que sostienen el negocio. Y hasta que no se les corte a ellos el flujo, va a ser muy difícil terminar con los Machado y con los Espert, que son —dice Federico— los que en definitiva operan dentro de esa red.

Machado, no es un dato menor, financió tres campañas presidenciales, y no en Argentina: en Guatemala. Dos presidentes guatemaltecos llegaron al poder con la plata de Machado.

Y entonces, la pregunta cae sola: cuando llegás al poder de la mano del financiamiento narco, ¿a quién respondés? ¿Al que te votó, o al que te puso la guita?

Ahí empiezan las verdaderas dependencias.
¿Qué va a hacer la justicia con Karina Milei?
Porque mientras todo esto explota, ella sigue de gira, armando partidos, construyendo poder territorial. Sigue en campaña. Como si nada. Pero la bomba ya estalló. Y el impacto político se está viendo. Entonces, la pregunta se impone: ¿la justicia va a hacer algo?

Lo primero que debería pasar en los próximos días es que se impute, al menos, a los primeros nombres que aparecen en la causa: el titular de ANDIS y la familia Kovalivker, dueños de la droguería involucrada en la triangulación. Si ni siquiera ellos son llamados a declarar como imputados, si ni siquiera tienen que dar explicaciones formales, va a ser muy difícil avanzar hacia responsabilidades más arriba.

¿Y si eso pasa? ¿Qué puede ocurrir si imputan, por ejemplo, a Diego Spagnuolo? Bueno, ahí el tipo va a tener que elegir cómo quiere quedar en la historia.

Porque si decide colaborar, puede ser clave. El Código Penal contempla la figura del imputado colaborador: vos cometiste un delito, pero podés reducir tu pena si brindás información que permita avanzar sobre los que tienen más responsabilidad que vos. La línea de mando. La caja mayor.

Y ahí, Spagnuolo tendría que decidir si cuenta —como ya le dijo a varios— que la guita que le hacían sacar a la droguería iba a parar a Lule Menem y a Karina Milei. No lo dijo una vez. Lo dijo varias veces. A viva voz. Lo dijeron otros también.

Y esto no se limita a la Agencia Nacional de Discapacidad. El esquema se replicó. En IOSFA, en las obras sociales de las Fuerzas Armadas, en la Policía. Era una mecánica. Si se demuestra que se repetía, esto puede transformarse en un caso penal grave. En múltiples causas.

Mauro Federico lo cuenta así: él estuvo seis horas con el fiscal Franco Picardi explicándole cómo funciona el sistema, cómo rastrear la guita, cómo seguir la trazabilidad. Porque, claro, si el fiscal no lo entiende, ¿cómo va a investigar? Y después Mauro le entregó todo el material. Hizo su parte.

¿Después qué queda? Esperar. Porque llega un momento en el que la justicia tiene que avanzar sola. Si no, volvemos al lugar común del "no pasó nada". Pero no es que no pasó: es que la dejaron pasar.

Y ojo, porque mientras esto avanza a paso lento, lo otro avanza a paso firme. En paralelo, aparecen 50 audios. No de Spagnuolo. De Karina. De Martín Menem. De reuniones en las que discuten el reparto del poder. Quién manda, quién ejecuta. Karina dice: "se hace como diga Martín".

¿Y qué hizo ella cuando se enteró que los audios existían? Metió una cautelar. Quiso frenar la difusión. Lo primero que hace el poder cuando se ve expuesto es tratar de tapar.

Esa denuncia ni siquiera la redactó Bullrich. Se la escribió el viceministro de Justicia de Mariano Cúneo Libarona. ¿Por qué? Porque nosotros lo mandamos al frente con unos videos. En esos videos se lo ve ofreciéndole servicios de lobby a un supuesto agente norteamericano... siendo ministro de Justicia. Sí, como lo escuchás. El tipo, ministro de Justicia de la Nación, ofreciendo lobby. Por eso nos odia Cúneo Libarona. Nos detesta.

Y eso, encima, es otra causa que está ahí… durmiendo. Porque no es que se armó un bolonqui por lo que hicimos. No. Mostramos el video. Clarito. No es cámara oculta. No es un actor. Es él. Cúneo Libarona, en persona. Hablando. Contando todo. Maravilloso. Y nadie hizo nada.

Entonces, su número dos, el viceministro, nos escribió esa denuncia insólita. Y Bullrich la firmó. Pero, chicos, la firmó en pedo. Literalmente. Sin leerla. Tarde, después de las 15, cuando ya no te responde una oración seguida. Eso es real. Lo juro. Una vez le preguntaron por esa denuncia en la tele… y fue un papelón. No sabía ni de qué le hablaban.

La denuncia es una vergüenza. Nos emparenta con cualquier cosa. Yo, que soy muy curioso y encima tengo una novia medio filo venezolana… bueno, peor. Encima viajó a Venezuela. Ya me veía con esposas, con algún agente del FBI tocándome la puerta. Un delirio. Esa denuncia es una locura absoluta.

¿Y a dónde cayó? A la fiscalía de Stornelli. Mirá el nivel del delirio. Tuve que ir a declarar. Lo conozco hace 30 años a Stornelli. Le dije: "che, decile a tu amiga que no es así". Porque Bullrich es amiga personal de él. Esto no es una teoría conspirativa, es así. Quedate tranquilo.

Y por esa denuncia pedían el allanamiento de mi casa. Lo viví. Se los conté. Mi hija llorando, diciéndome "te van a meter preso, papá". Los libertarios a los gritos por la tele pidiendo que me allanen. Una cosa de locos.

Y lo que hay detrás de todo esto son los audios. Fuego amigo. No es filtración externa. No es espionaje. Es gente del propio círculo. Sin códigos. Sin lealtades. Cuando se sienten traicionados, se pisan entre ellos. Cuando no les dan lo prometido, hablan. Y hablan de más.

Porque estos tipos —dice Mauro— no conocen el silencio como herramienta política. No entienden que, a veces, callarse era proteger al otro. Esa lógica de la resistencia no existe acá. Lo único que existe es la caja. El cargo. El reparto. Y cuando no les toca lo que les prometieron, lo cuentan todo.

Spagnuolo mismo lo decía: "A mí Javier me prometió que iba a ser ministro. Y terminé en ANDIS. Y yo no sé nada de discapacidad". Pero lo que quería no era hacer política pública. Quería una caja. Quería hacer negocios desde adentro.

Por eso, lo que sigue depende menos de lo que se diga y más de lo que la justicia quiera hacer con todo eso que ya está dicho.
¿Quién mueve a quién? La política, entre el Congreso y la plaza
Carlos del Frade aporta una reflexión cargada de experiencia: en su recorrido legislativo, ya firmó tres pedidos de juicio político contra Javier Milei. Y aunque ninguno prosperó, la conclusión es clara: se puede presentar un juicio político, pero para que avance, hace falta algo más.

"Eso se mueve si se mueve algo fuerte afuera. Adentro del Congreso, adentro de una Legislatura o de un Concejo, solo se mueve cuando la calle empuja."

La justicia, asegura, hoy responde a los intereses del oficialismo. Nombra a Mariano Cúneo Libarona como operador clave de ese entramado. Y aunque eso no augure respuestas inmediatas, abre la puerta a lo que podría pasar después del 26 de octubre, cuando se espera un nuevo ciclo de movilizaciones. "Puede ser que ahí empiece a moverse algo."

Más allá del diagnóstico, Del Frade apunta a lo esencial: saber con quién se camina, hasta dónde se quiere ir, y por qué proyecto se lucha. "Hay que tenerlo en cuenta. Saber cuáles son los límites. Qué plataforma se defiende."

Con mirada a mediano plazo, imagina un nuevo escenario: "Creo que el 2027 va a amanecer con una oposición nueva, diferente, pero con viejos ideales. Y hasta entonces, en este mientras tanto, también hay que poner límites."

Entonces, propone una disyuntiva ética y política que atraviesa a toda la historia argentina: ¿Maquiavelo o Gandhi?

"La frase 'el fin justifica los medios' no está en El Príncipe, pero todo el mundo la conoce. Y sin embargo, el que hizo una revolución fue Gandhi. Lo hizo con otra idea: 'medios y fines son equivalentes'. A mí me gusta más Gandhi. Porque incluso numéricamente, fue más concreto. Le ganó a los ingleses."

Y con esa frase se cierra un arco político y filosófico que va desde la coyuntura más dura hasta los dilemas profundos de la historia. Porque al final, todo se resume en eso: quién mueve a quién, y con qué medios se quiere transformar un país.

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