domingo, 19 de octubre de 2025

Gabriela Sosa: llegar al Congreso con los pies en el territorio y la cabeza en la transformación

Gabriela Sosa, candidata a diputada nacional por Santa Fe y referente del feminismo popular en el Frente Amplio por la Soberanía, quiere llevar al Congreso una agenda territorial, feminista y de derechos humanos en tiempos de retroceso

"Soy hija de los ’90, de abuelos y padres trabajadores", dice Gabriela Sosa, con la certeza de quien camina desde hace años los barrios, las calles, los espacios donde la política se juega de cuerpo entero. Candidata a diputada por Santa Fe por el Frente Amplio por la Soberanía, ella compartió este sábado una charla en Señales, el programa de Aire Libre Radio Comunitaria. Allí repasó su recorrido y las ideas que la mueven: justicia social, feminismo popular y soberanía política, económica y territorial.

Nacida en Córdoba, Rosario la adoptó hace más de dos décadas, cuando decidió mudarse para profundizar su militancia en un proyecto de izquierda nacional y popular. Su historia política comenzó en los años ’90, en la agrupación Venceremos, con un fuerte trabajo territorial con juventudes e infancias en barrios populares. Desde entonces, nunca se alejó de la organización de base: cooperativas, movimientos sociales, trabajo con mujeres, derechos humanos.

Fue una de las referentes del Movimiento Barrios de Pie y coordinadora de la Agrupación Las Juanas. Entre 2006 y 2011, estuvo al frente del Programa Juana Azurduy, primero a nivel provincial y luego a nivel nacional, promoviendo derechos desde una mirada federal y comunitaria.

Ya en el ámbito institucional, fue Directora de Derechos Humanos en Rosario (2011-2015), y más tarde Subsecretaria de Políticas de Género de Santa Fe durante la gestión de Miguel Lifschitz. Desde allí impulsó políticas públicas con fuerte anclaje territorial, pensadas desde y para los márgenes.

En 2015 fue electa Secretaria General del Movimiento Libres del Sur y participó en la fundación de MuMaLa – Mujeres de la Matria Latinoamericana, una de las organizaciones feministas más activas del país.

Gabriela no habla de logros individuales: insiste en que todo lo construido fue y es fruto de una militancia colectiva. Su apuesta política sigue siendo la misma que la llevó a militar en los 90: transformar las condiciones de vida desde abajo, con los pies en el territorio y el horizonte puesto en una patria más justa y soberana.

Una candidatura colectiva, pensada desde el territorio
¿Cómo llegó la propuesta para ser candidata? Gabriela no duda en responder: fue una construcción colectiva. "Libres del Sur se sumó al Frente en 2023", explica, y ahí arranca el recorrido. La confluencia con el Frente Social y Popular —que lidera Carlos del Frade— nació tras el alejamiento del Frente Progresista Cívico y Social, cuando algunos sectores empezaron a mirar demasiado al centro-derecha. "Ahí decidimos hacer otro camino", dice, un camino que se fue fortaleciendo con cada paso: la Convención Constituyente, concejalías en distintas ciudades y, ahora, la posibilidad de disputar bancas en el Congreso.

Las candidaturas, cuenta, se definieron en la mesa del frente: No fue una decisión individual, sino una elección con lógica colectiva y trayectoria. "Sabíamos que teníamos que llevar propuestas coherentes, que afiancen la identidad del frente", afirma.

Así, quienes venían del trabajo legislativo o del ámbito municipal se enfocaron en las listas locales; y quienes, como Gabriela, tienen una mirada nacional, fueron propuestas para disputar el Congreso. "Soy coordinadora nacional de las MuMaLa. Analizo las políticas sociales y de género en términos nacionales. Desde ahí sentí que podía aportar, diseñar propuestas, interpelar al gobierno con argumentos y propuestas concretas".

Sosa y Del Frade comparten no sólo una militancia de décadas, sino también una forma de hacer política que incomoda: desde abajo, con los pies en el territorio y la cabeza en las transformaciones estructurales que aún esperan. "Nos sentimos cómodos interpelando a este gobierno, pero también construyendo alternativas", resume.

Unidad en la diversidad: gestión pública y militancia territorial
En el Frente Amplio por la Soberanía conviven experiencias diversas que se encuentran en un punto común: la defensa de lo público y una práctica política con anclaje popular. "Esa es la riqueza de este espacio", dice Gabriela Sosa. "Una unidad construida entre quienes fuimos parte del diseño de políticas públicas —con todas sus limitaciones— pero desde una mirada progresista, y quienes venimos de la izquierda nacional y de la militancia territorial".

Allí están, por ejemplo, Claudia Balagué, exministra de Educación; Leonardo Caruana, con una trayectoria en salud pública desde la Municipalidad de Rosario; Fabián Palo Oliver, exintendente y legislador; Lucho Vigoni, con fuerte presencia en el trabajo con juventudes con el programa Nueva Oportunidad. Muchas y muchos compartieron incluso espacios de gestión con Maximiliano Pullaro cuando este formaba parte del Frente Progresista, pero hoy tomaron distancia por su giro hacia la centroderecha.

"El Frente Amplio por la Soberanía reúne a compañeras y compañeros con compromiso en la gestión estatal, pero también con una historia de lucha en las calles y en los barrios", afirma Sosa. Y remarca una consigna que atraviesa al espacio: el Estado debe fortalecerse, sacudirse los nichos de corrupción, y ser una herramienta real, concreta, al servicio de la ciudadanía.

Desde esa conjunción, que no oculta las diferencias pero apuesta a una unidad programática sólida, el FAS avanza con una identidad propia y una propuesta política que busca interpelar tanto a las instituciones como a los sectores populares.

Un Estado ausente: el vaciamiento de las políticas de género
Desde su doble experiencia —en la militancia y en la gestión pública— Gabriela Sosa es tajante al evaluar la situación actual de las políticas de género en Argentina: "Las nacionales han sido desmanteladas totalmente". La frase suena dura, pero no hay exageración. Para Sosa, lo que se vive hoy es un retroceso planificado, parte de una ideología negacionista que niega tanto el terrorismo de Estado como la existencia misma de la violencia de género.

"El presidente Milei ya lo había anunciado en campaña", recuerda. "No es solo una decisión política, es una propuesta ideológica que niega la construcción de género, como lo hacen las derechas en todo el mundo". El resultado está a la vista: programas sin financiamiento, estructuras vaciadas, ninguna política activa que acompañe a las mujeres víctimas de violencia, ni recursos económicos, ni apoyo para hijos e hijas de víctimas de femicidio, ni formación a agentes del Estado, ni aplicación real de la Educación Sexual Integral. Tampoco hay estadísticas: "No hay datos oficiales sobre violencia de género en Argentina. El Ministerio fue degradado, los programas desarticulados, y no hay estadísticas oficiales: el Estado desapareció".

En el plano provincial, la situación no es mejor. "En Santa Fe no se eliminaron formalmente los programas, pero se precarizó todo", señala. Y lamenta especialmente la figura que hoy encabeza la Secretaría de Género: una referente histórica del feminismo radical, "puesta ahí en una gestión muy pobre, sin impacto territorial real". Para Sosa, lo que está en juego no es solo la política pública, sino también una historia de luchas que se ve dilapidada.

Su mirada es crítica, pero no resignada. Desde su rol como referente de MuMaLá y su candidatura, insiste en que es urgente reconstruir un Estado que no mire para otro lado, que vuelva a tener herramientas reales para garantizar derechos y acompañar a quienes más lo necesitan.

Memoria viva y resistencias actuales: lo que no se dice, lo que se borra
En medio de los retrocesos en las políticas de género, algunas voces emergen con fuerza para recordar que los derechos conquistados no fueron regalos, sino producto de años de lucha y resistencia. Una de esas voces es la de Mabel Gabarra, histórica precursora en temas de género en Rosario. En Señales la mencionamos con afecto y admiración: "En algún momento vamos a tener que hacerle un gran homenaje por toda su lucha".

El jueves pasado, durante la presentación del libro Rosario, perfil de una ciudad al límite, de Arlen Buchara —una obra que narra a Rosario desde otras miradas, desde las luchas y los trabajos invisibilizados— hablamos con Mabel. La charla derivó en lo inevitable: la preocupación por el presente. Y al aire, Gabarra compartió su testimonio: crudo, directo, sin anestesia.

"Cuando empezamos, nos puteaban en la Peatonal Córdoba. Las mujeres, incluso, nos gritaban de todo", recordó, hablando del activismo por el aborto legal en tiempos en que el tema ni se nombraba. Y sobre el presente, no dudó: "Milei no va a vetar la ley, pero encontró otra forma de jodernos: no dar insumos a las provincias. Así están derogando la ley en la práctica".

La denuncia es clara: el Laboratorio Industrial Farmacéutico (LIF), que hasta hace poco producía mifepristona —uno de los medicamentos esenciales para garantizar la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE)—, dejó de fabricarla, y los centros de salud ya no tienen misoprostol. Es decir, el acceso real al derecho está siendo cercenado.

En tono ácido, y entre risas, Mabel lanza: "Pullaro es el hijito de Milei". Y la preocupación crece. De hecho, se consultó por WhatsApp a la ministra de Salud de la provincia, Silvia Ciancio, ante la falta de información oficial y reportes de interrupciones en el acceso a estos medicamentos. Hasta el momento, se espera su respuesta.

El dato no es menor: fue este mismo gobierno provincial el que, en su momento, valoró públicamente que el LIF —laboratorio público de referencia— produjera misoprostol y mifepristona. Hoy, ese mismo gobierno parece haberle soltado la mano a la política pública, justo cuando más se necesita.

La doble ausencia: entre el vaciamiento nacional y la indiferencia provincial
"Lamentable", resume Gabriela Sosa cuando le preguntan por el desmantelamiento de las políticas públicas vinculadas a la salud sexual, reproductiva y no reproductiva. Porque no se trata solo de aborto legal: "Tuvimos faltantes de hormonas para mujeres travestis y trans, también de anticonceptivos, y hasta preservativos". La situación no es nueva, y tampoco es únicamente responsabilidad del gobierno nacional. El problema —señala— es que lo que Milei elimina, la provincia no reemplaza.

Esa es una de las críticas más duras que lanza contra la gestión de Maximiliano Pullaro. "Todo lo que recorta el gobierno nacional o no ha sido reemplazado o lo es de manera muy lenta por parte de la provincia. Nosotros venimos reclamando eso. Sabemos que Milei no va a devolver lo que eliminó, porque tiene un modelo político claro: solo defiende al sector financiero y a las multinacionales. Todo lo demás queda afuera".

Frente a eso, la expectativa no está puesta en una restitución milagrosa desde Nación, sino en la responsabilidad política de las provincias. Pero Santa Fe, lejos de dar respuestas, se adelanta incluso a algunas de las políticas de ajuste más agresivas del gobierno nacional. "Logró la reforma previsional en la provincia. Eso no solo es alinearse con Milei, es adelantarse a los deseos del Fondo Monetario Internacional", denuncia.

Y va más allá: critica la represión al derecho a la protesta, los castigos a trabajadores y trabajadoras que reclaman por sus salarios, y lo que define como un "acting" mediático del gobernador, que elige sus batallas según el impacto que puedan tener en la opinión pública. "Pone carteles rojos por la obra pública en rutas, cada tanto critica al gobierno nacional de forma coyuntural, pero en los temas clave, donde se juega la vida cotidiana de miles de personas, no ha hecho nada. Y en otros, incluso, ha sido más rápido que Milei en recortar derechos".

Para Sosa, no alcanza con denunciar. Hace falta gobernar distinto. Y ese es el proyecto que, afirma, representa el Frente Amplio por la Soberanía.

Provocar para tapar: odio, ajuste y disciplinamiento desde el poder
No se trata de un exabrupto. Para Gabriela Sosa, los dichos de Patricia Bullrich justificando femicidios no son una opinión personal desafortunada, sino una expresión más de un discurso coherente —aunque brutal— del gobierno nacional. "Es una más de Bullrich, sí, pero también de Cúneo Libarona, del propio Milei y de sus voceros e intelectuales. No hay miradas individuales, hay una mirada ideológica de odio hacia las mujeres y los feminismos".

Sosa recuerda el discurso de Milei en Davos, donde se asoció diversidad sexual con delitos; las amenazas del ministro de Justicia sobre eliminar la figura del femicidio porque —según su visión— la violencia de género no existe; y ahora, la ministra de Seguridad que directamente minimiza los crímenes machistas. "Estas voces muestran el corazón del modelo que impulsa este gobierno: un modelo que nos odia no solo por lo que somos, sino por lo que representamos. Porque nosotras queremos transformar el sistema patriarcal, el modelo económico que nos subordina, y avanzar hacia una sociedad más democrática, con poder compartido y con reconocimiento de las tareas de cuidado".

Pero no se detiene ahí. Sosa también marca el avance de un negacionismo histórico que no se limita a la dictadura: "Ahora también niegan las culturas y civilizaciones de los pueblos originarios. Vuelven a hablar del 12 de octubre como Día de la Raza, una provocación más entre tantas".

Todo forma parte de una estrategia, insiste. "Como no tienen nada bueno para mostrar, buscan provocar permanentemente. El recital de Espert, las fotos con Trump, los dichos reaccionarios en cada efeméride… Es todo parte de un show para desviar la atención. Mientras tanto, lo que avanza es el hambre, la fragmentación social y el sometimiento del país a los intereses del FMI y las potencias extranjeras".

Para Sosa, lo importante es no perder de vista el fondo de la cuestión. "Estas provocaciones no son solo para sacarnos. Son para tapar lo que están haciendo de verdad. Por eso hay que entenderlas, desenmascararlas y no dejar de hablar de lo que duele: la destrucción del tejido social, el vaciamiento del Estado, la pérdida de derechos, el empobrecimiento del pueblo. Provocan porque no pueden gobernar. Y mientras nos distraen con odio, el ajuste avanza".

Una banca, una apuesta: construir poder desde abajo
Mientras Milei se arrodilla ante Trump y apenas logra asistir como oyente a una conferencia de prensa en la que "ni siquiera Trump lo escuchó", Gabriela Sosa se permite un comentario con ironía rosarina: "A mí no me llevó ningún presidente al Salón Oval… pero Carlos del Frade me va a llevar a recorrer la legislatura nacional. Y eso, la verdad, es lo que prefiero".

La frase resume su apuesta política. Frente al show del poder concentrado, la respuesta es clara: construir poder popular desde abajo, con coherencia, convicción y territorialidad. "Estamos ahí", dice. "Es un gran desafío, pero también una gran posibilidad: ser la cuarta fuerza que entre al Congreso".

Y no se trata solo de entrar, sino de disputar sentido. "Queremos arrancarle la banca a la derecha. En el sentido amplio: desde el Cachi Martínez hasta La Libertad Avanza. Porque los votos que tuvo Milei fueron de mucha gente que estaba enojada, frustrada, angustiada con las gestiones anteriores. Entonces la pregunta es: en este momento del país, mirando la realidad nacional, ¿qué voces queremos sentadas en el Congreso?".

Sosa no duda: "Si hay una sola banca en juego, es Carlitos. Pero si esta semana logramos empujar un poco más, lo van a tener a Carlos y también me van a tener a mí, para llevar la voz del feminismo al Congreso".

La expectativa es alta, aunque las condiciones materiales son desiguales. "Competimos contra espacios con años luz de ventaja en recursos y estructuras: el radicalismo, el socialismo, el PJ, La Libertad Avanza. Pero nosotros tenemos otra cosa: coherencia, causas populares y trabajo territorial".

Y vuelve a marcar la diferencia política. "Difícilmente tengamos otra banca más. Ojalá. Pero lo cierto es que competimos con listas que han sido abiertamente antiderechos. El caso de Cachi Martínez y Verónica Baró Graf es claro: votaron en contra del aborto legal y hasta del acceso a la pastilla del día después. Entonces hay que preguntarse en serio: ¿quién querés que te represente? ¿Carlos del Frade o quienes quieren retroceder en derechos ya conquistados?".

Porque mientras el poder nacional se arrodilla ante intereses extranjeros, mientras se vacían derechos y se criminaliza la protesta, la pelea sigue siendo por construir representación real. Una que venga desde abajo, con mirada feminista, con compromiso territorial y con decisión de disputar el modelo. Y Gabriela Sosa lo tiene claro: "la política tiene que volver a ser una herramienta de transformación".

Sobre el show, las peleas y las discusiones en el Congreso
Desde afuera, el Congreso puede parecer un escenario de excesivo show. Peleas filmadas, cruces personales que se viralizan, declaraciones grandilocuentes pensadas más para las redes que para la resolución de los problemas estructurales. Pero aún con todo ese ruido, Gabriela Sosa no pierde de vista que en ese ámbito —el único donde hoy se permite algún tipo de matiz— también se están dando discusiones centrales para el presente y el futuro del país.

Porque más allá del show, fue en el Congreso donde se logró frenar —aunque sea parcialmente— algunas políticas más lesivas del gobierno nacional. Y no fueron todos. Fueron sobre todo las feministas, los sectores más golpeados por los recortes, quienes lograron instalar la discusión. Frente a una reacción tibia, cuando no ausente, de buena parte del sindicalismo, fue ese activismo el que puso el cuerpo y la voz.

Y eso tiene valor, dice Sosa, porque incluso en este tiempo tan hostil, se han dado articulaciones inesperadas entre distintas miradas opositoras, que permitieron rechazar o visibilizar cuestiones tan sensibles como el vaciamiento de la universidad pública. Hasta integrantes del oficialismo, como Silvia Lospennato del PRO, votaron en ese sentido. Eso muestra que el Congreso sigue siendo un lugar para sembrar debates, aun sabiendo que muchos pueden perderse, pero que abren ventanas hacia una sociedad más justa.

En ese marco, reconoce que la derecha supo canalizar un malestar social muy real. Lo hizo Milei, lo hicieron sus voceros, lo hicieron sus redes. Lo que no supieron hacer otros espacios fue leer esa bronca y dar una respuesta transformadora. Asumir errores, dice, es también asumir que hubo una gestión —la de Alberto Fernández— que no se animó a discutir los temas estructurales: el acuerdo con el FMI, el caso Vicentin, la redistribución de la riqueza. Hubo falta de estrategia, falta de coraje.

Para Sosa, el debate sobre el modelo de país es ineludible. ¿Qué rol queremos que tenga la Argentina? ¿Qué tipo de inserción en el mundo, qué grado de soberanía, qué política de cuidado? Y por eso una de las propuestas que piensa llevar al Congreso, junto a Carlos del Frade, es investigar la deuda externa. Auditar, señalar responsables, discutir la legitimidad de una deuda que fue contraída de manera fraudulenta y se fugó sin control. Y en paralelo, recuperar otras banderas: una reforma tributaria progresiva, la eliminación del IVA para productos de la canasta básica —que incluya no solo alimentos sino también productos de higiene y cuidado del hogar— y la declaración urgente de la emergencia nacional en violencia de género. Solo en octubre, recuerda, hubo 15 femicidios en Argentina. Y la respuesta del Estado es la nada misma.

Entonces sí: la pelea es en el Congreso. Pero no solo por una banca, sino por una voz. Una que no se calle ante el ajuste ni ante la violencia. Una voz feminista, popular y con memoria.

"Para vivir diferente, hay que votar diferente"
¿Qué se le dice a esa persona que está harta, que siente bronca, que piensa que votar ya no cambia nada? Gabriela Sosa no duda: se le dice que sí hay otra forma de hacer política, que no todo es lo mismo, que no todos y todas somos iguales. Y se le dice también que, aunque cueste, aunque la bronca sea genuina, aunque la frustración esté más que justificada, vale la pena tomarse un ratito para volver a confiar.

Porque ese ratito, ese gesto de ir a votar, de elegir, es una conquista que costó mucho en este país. Costó muertes, exilios, luchas de generaciones. Y aunque hoy parezca que todo está perdido, que el poder siempre gana, que no hay opción real, justamente por eso hay que seguir eligiendo. Para defender lo poco que queda y para abrir caminos nuevos.

Sosa lo dice desde la experiencia. Recuerda el 2001, cuando el "voto bronca" era una manera de hacer catarsis social. Lo entiende. Pero también recuerda que de ese desencanto no siempre sale lo mejor. A veces, se cuela el odio. A veces, la antipolítica termina dándole poder a quienes nunca estuvieron del lado del pueblo.

Por eso insiste: Carlos del Frade y ella no son lo mismo. Porque vienen de otro recorrido. Porque caminaron al lado de quienes sufren. Porque tienen propuestas concretas, banderas claras, convicciones firmes. Porque para vivir diferente, hay que votar diferente.

Entonces, sí: hay que ir a votar. Y si deciden acompañarlos, tienen que buscar la lista 501, la que está anteúltima a la derecha, sí, a la derecha, justo ahí —ironías de la vida— para dar pelea en ese lugar donde hoy se plantan los que odian, los que ajustan, los que se burlan de la democracia.

La suya, en cambio, es una boleta que va del rojo al violeta, en degradé, como los tonos de una lucha que va de lo social a lo feminista, del trabajo a la dignidad, de la bronca a la esperanza.

Mientras tanto, en las redes... ¿Una propuesta, una idea nueva? No hay. Solo siguen odiando, y a su vez, criticando al que tienen enfrente, al que está un poco más abajo. No, no le encuentro sentido. Porque eso no es una campaña. Pero bueno, eligen ir por ese lado —dice Gabriela. Y tiene razón: eso es lo de siempre.

La apuesta está hecha. Que el voto sea también una forma de pelear. Y de empezar a transformar.

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