Bocones. Hablan, operan, accionan contra lo más importante de la democracia: unas elecciones limpias.
Por: Julio Petrarca, Defensor de los lectores de Diario Perfil
Para quienes intentamos desde siempre ejercer un periodismo fundado en la ética y las buenas prácticas del oficio –respeto por las fuentes confiables, administración equilibrada de la información, distancia extrema del poder y de quienes lo ejercen, entre otras– la observación cotidiana de personajes de medios de comunicación y operadores de redes sociales plantea dilemas insalvables sobre la honorabilidad de algunos de ellos.
Hace tiempo, ya, que han transgredido las mínimas barreras éticas y de eso se ha ocupado no pocas veces esta columna al servicio de los lectores de Perfil. Lo observado en los últimos días –un mes, casi– va en el mismo sentido: defensa acrítica de la gestión Milei hasta que los hechos y la verdad aplastan la mirada obsecuente de esos comunicadores (insisto en no adjudicarles el nombre de periodistas) y los dejan al descubierto.
En tiempos preelectorales, esas conductas espurias se potencian porque lo que está en juego es la decisión de los ciudadanos sobre los personajes y las políticas que regirán los destinos del país. Y todo aquello que sirva para torcer con malas artes la voluntad popular debe ser condenable.
Días antes de las elecciones legislativas de medio término de noviembre de 2021, describía en el espacio del ombudsman de este diario las condiciones de aquel momento preelectoral, caracterizado por "enfrentamientos verbales que llegan al insulto, dardos lanzados a uno y otro lado de una grieta que –es necesario aceptarlo– viene dividiendo a la sociedad argentina desde hace ya demasiado tiempo". Decía entones que las formas de comunicación vienen cambiando dramáticamente y los nuevos formatos afectan, de una u otra manera, la llegada al electorado. A los portales periodísticos en la televisión paga –que han desplazado en audiencia a buena parte del universo televisivo convencional– se han sumado el novedoso streaming –cuya influencia es ya innegable y la multitud de redes sociales –con su carga de información falsa– que el consumo de las audiencias ha validado en exceso.
En el marco de un taller digital sobre "Las elecciones en tiempos de desinformación", organizado por la Unesco y el PNUD (Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, el director de la división de Estrategias y Políticas de la Unesco, Guy Berger, dijo: "No podemos tener elecciones reales sin un flujo libre de información. Es un derecho humano internacional de voto y de garantizar la libre expresión del electorado. Sin embargo, el problema de la desinformación es que estas expresiones también pueden infringir el derecho de voto. Esto plantea la cuestión de lo que sería legítimo en términos de transmisión y recepción de este contenido, a fin de proteger el derecho de voto, así como el núcleo de la libertad de expresión".
Sara Lister, oficial de gobernabilidad del PNUD, aportó: "En el mundo digitalizado de hoy, las oportunidades de buscar, recibir y transmitir información e ideas entre los ciudadanos, los políticos y los partidos políticos no tienen precedentes, ya que la información relacionada con las elecciones fluye con mayor rapidez y facilidad que nunca. Es precisamente por esta facilidad de acceso, y porque las elecciones son la piedra angular de la gobernanza inclusiva, por lo que los procesos electorales son particularmente vulnerables".
Dos miradas coincidentes acerca del valor del buen manejo de la información, responsable y equilibrado cuando se acerca un acto electoral como el que la Argentina vivirá el 26 de este mes. Responsabilidad y equilibrio que una parte muy influyente de los viejos y nuevos medios de comunicación ejercen con poco entusiasmo, o peor, con un entusiasmo cegado por la sumisión a los designios, actos y palabras protagonizados por quienes ejercen el poder.
Y, para peor: se insiste con adjudicar a conductas de opositores sus acciones cargadas de corrupción para intentar una justificación a los actos también corruptos de actores del oficialismo actual. Los de ayer los conocemos y muchos de ellos han sido ya condenados por la Justicia y el electorado. Los de hoy los vamos conociendo, y no tienen buen aspecto.
Es tiempo de reflexión, sin aceptar calladamente la manipulación de seudoperiodistas alimentados por modestas porciones de un poder mediático alejado del buen oficio.
Fuente: Diario Perfil