viernes, 22 de enero de 2021

Antisocial: la extrema derecha y la libertad de expresión en internet

Después de tres años incrustado con los fanáticos de la ultraderecha americana que manipulan las redes sociales y conociendo de primera mano el trabajo de los gurús de Silicon Valley, Andrew Marantz, el periodista del New Yorker presenta 'Antisocial', una crónica para explicar lo inexplicable
Por: Rodrigo Terrasa @rterrasa
Andrew Marantz tiene 36 años, es pelirrojo, judío, nació en Nueva York, vive en Brooklyn, usa gafas de pasta de diseño, apostaríamos que votó a Biden, es escritor y periodista y trabaja en la revista The New Yorker. Tiene el perfil idóneo para no salir vivo de cualquier reunión de fanáticos de Donald Trump en lo más profundo del estado de Wyoming. Pero salió.

Este lunes llegó a las librerías Antisocial: La extrema derecha y la ‘libertad de expresión’ en internet (Capitán Swing), una crónica entre dos mundos que acaban implosionando al entrar en contacto como un bote de mentos en una botella de coca-cola. A un lado, los alegres empresarios de Silicon Valley que imaginaron un internet libre, feliz y enormemente rentable. Al otro, los furiosos y cínicos propagandistas de la extrema derecha americana que aprovecharon el bucólico escenario para pisotear el jardín, profanar las redes sociales y apropiarse a gritos de la conversación, inflando el globo hasta que todo estalló. La era Trump, que ahora acaba (o quizás sólo acaba de empezar), es el clímax de una antiutopía que nos deja a un presidente amordazado en Twitter y a un tipo con cuernos y pieles de bisonte liderando el secuestro del Congreso americano en prime time.

"Lo que ocurrió en el Capitolio fue impactante, pero no necesariamente sorprendente", alerta el autor a través de Zoom justo el día que Trump desaloja la Casa Blanca con Washington tomado por la Guardia Nacional para evitar nuevos incidentes. "Yo no podría haber dicho hace cuatro años que esto acabaría exactamente así, pero sí podía saberlo hace unas semanas porque ellos mismos contaron que iban a ir, cuándo iban a ir y que eso era lo que el presidente les estaba diciendo que hicieran. A grandes rasgos sí sabíamos que algo así iba a pasar".

Y pasó. Y todos nos echamos las manos a la cabeza como si lo inimaginable, por arte de magia, fuera real de repente.

"Inimaginable es el adjetivo perfecto para resumir lo que intento contar en mi libro. Mi objetivo no era predecir lo que iba a pasar, ni señalar a unas personas o unas acciones concretas. Lo que yo quería era mostrar la tendencia general, la trayectoria que ha convertido, en el peor de los sentidos, lo inimaginable en imaginable, lo impensable en cierto. Esto es lo que las redes sociales pueden conseguir, lo que Donald Trump ha conseguido, y aquí es donde está la auténtica disrupción".

En 2016, Marantz decidió sumergirse en las alcantarillas de las redes sociales para convivir con la peor escoria de internet en sus madrigueras. Se reunió con racistas, nazis y trolls, marchó con supremacistas blancos, charló con intoxicadores profesionales, homófobos, machistas… Y en paralelo viajó hasta Silicon Valley para descubrir el otro lado de la pantalla y observar las caras de pasmo de los nuevos gurús de internet frente al monstruo que ellos mismos habían alimentado.

Desde Silicon Valley nos dijeron que iban a revolucionar las comunicaciones, pero no dijeron si sería para bien o para mal

"Los personajes de mi libro no son los ejemplos más importantes de este fenómeno, pero en ellos sí puedes encontrar los patrones de esta estructura, puedes ver cómo funcionan, cómo operan sus decepciones y cómo está construido el sistema para permitir que algunas cosas imposibles sean posibles. A menudo nos cuentan cómo las comunicaciones se han revolucionado para promover la justicia social, pero también funcionan de la manera opuesta. Por eso el libro se llama Antisocial. He pasado mucho tiempo con estos personajes y no es porque sea masoquista o me guste pasar miedo con gente que no me gusta demasiado, sino porque sólo desde los detalles se puede explicar el todo. Es fácil escuchar cómo las tecnologías pueden cambiar el mundo pero cuando te metes de verdad en esas partes específicas del mundo ves cosas mucho más aterradoras que las que te cuenta la publicidad". 

¿Hemos subestimado el poder de las redes sociales, incluso el poder de las palabras?
El problema viene cuando se combina el respeto por el poder de las palabras con una aproximación naif sobre el peligro que tienen esas palabras. La palabra se puede utilizar para el bien pero también para el mal. Durante años, las compañías de Silicon Valley nos dijeron que iban a cambiar el mundo y a revolucionar las comunicaciones, pero no dijeron si las iban a revolucionar para bien o para mal. Por ahora no tenemos ninguna garantía de que esa revolución vaya a beneficiar a todo el mundo.

Usted ha reflejado los mecanismos de la extrema derecha en EEUU, pero el patrón es casi idéntico en el resto del planeta
En efecto, pasa en todas partes. Y las redes sociales no son la única fuerza que empuja en esta dirección. Afecta la globalización, la economía… pero lo cierto es que cada vez tenemos más casos en todo el mundo de democracias liberales estables y formales que se convierten en este tipo de espectáculos de mierda autocrática. No podemos echarle toda la culpa a las redes sociales, pero sería estúpido pensar que las redes sociales no tienen culpa.

¿No tiene la sensación de que la gente racista, sexista o violenta ha perdido la vergüenza a manifestar sus opiniones?
Durante la mayor parte del pasado, el racismo o el sexismo eran lo normal. Ha sido en el pasado más reciente cuando esa norma se interrumpió y la gente se hizo más políticamente correcta, pero esto siempre ha existido. Internet no se ha inventado a los racistas ni a los machistas o los xenófobos, pero sí es cierto que muchos de ellos han perdido la vergüenza y creen que ahora pueden decir lo que quieran, incluso con orgullo. También es verdad que no hay una categoría estable de gente mala, ni un número fijo. Nadie nace con una manera de ser definitiva. La gente es maleable, puede cambiar según las circunstancias. La sociedad cambia constantemente y manda señales sobre lo que es apropiado o no, lo que es aceptable o lo que antes era impensable pero deja de serlo.

¿Qué responsabilidad tienen las grandes compañías tecnológicas y que podrían haber hecho para evitar este clima?
Hay muchas cosas que podrían haber hecho. Una de ellas es no construir estas plataformas. Son como las empresas de tabaco: podrían haber optado por no hacer dinero con las miserias de la gente. Esa era una opción, pero aceptando que este es su modelo de negocio, podrían asumir más responsabilidad. Su objetivo es conseguir la mayor atención posible y para eso necesitan provocar emociones, engancharte con likes, con clics… Podrían haber construido un modelo diferente con incentivos menos perversos.

¿Y perder dinero?
Sí, habrían perdido dinero, pero siempre hay que elegir.

¿Cerrar la cuenta de Twitter a Trump es un acto de censura?
Puedes ser censura, pero eso no significa que sea una mala opción. Hay un argumento que dice que censurar al presidente nos arroja por una pendiente resbaladiza. Y sí, es verdad, pero también manda una señal al resto del mundo. En esto no se puede ser neutral.

Es curioso porque después de cuatro años diciendo barbaridades a través de las redes sociales, sólo le cerraron la cuenta cuando ya sabían que iba a perder el poder.
Exacto. Hay mucho cinismo. Como decía antes, la gente tiene la idea de que hay alguna clase de fórmula mágica para manipular en las redes, que tienes que ser un hacker o un espía ruso o algo así para hacerlo con éxito. Pero en realidad puedes mirar a tu alrededor y comprobar que estamos dominados por un mercado mundial de atención. Es algo que Donald Trump ha sabido toda su vida y es lo que han estado haciendo sus minions durante estos años.

En agosto de 2017, en Charlottesville, Virginia, se celebró un encuentro de movimientos de extrema derecha que acabó con enfrentamientos violentos y un joven de ideología nazi estrellando su automóvil contra una multitud de contramanifestantes. Mató a una persona e hirió a otras 19. Trump no condenó lo ocurrido. Días después, Andrew Marantz estaba en San Francisco con los responsables de las plataformas digitales desde las que se había convocado y alentado la marcha.

Hoy nada garantiza que tratar de contar la verdad sea un modelo de negocio viable

"Vi a ingenieros de 27 años sentados en una mesa, comiendo snacks y bebiendo kombucha mientras apretaban un botón para ir eliminando las cuentas de todos esos grupos. No hay nada romántico en todo eso, pero vieron que era indefendible y que no podían anteponer la ideología de la libertad de expresión por encima de todo porque estaban provocando un daño real en el mundo. Yo les pregunté: ‘Si hoy prohibís a los nazis, ¿Qué harán con los maoistas más duros que quieren poner bombas en los trenes, o los que ondean la bandera confederada o la gente interesada en las Cruzadas o a la Inquisición?’. Y me respondieron: ‘No lo sabemos, pero por algún lado hay que empezar’. Su respuesta es aterradora, pero también es honesta. Me dijeron que eran conscientes de que sus plataformas tenían el poder de cambiar el resultado de unas elecciones. Realmente da miedo, pero es mejor saberlo que negarlo"

¿Cómo se puede encontrar el equilibrio entre proteger la libertad de expresión en internet y a la vez no permitir que se propague el discurso de odio?
Como cualquier pregunta interesante, no tiene una respuesta fácil. Estas compañías están entre las más poderosas del mundo , así que es su responsabilidad conseguir ese equilibrio.

¿En qué nos hemos equivocado los medios tradicionales durante estos años?
Nos equivocamos al no meternos en un negocio que era mucho más lucrativo que el nuestro. (Se ríe). Algún día veremos el periodismo tradicional como una aberración histórica, una excepción a la regla. Algún día diremos que hubo unas pocas décadas en las que el modelo de negocio funcionó, miraremos atrás y diremos que desde los años 50 hasta los 2000 hubo medios capaces de hacer verdadero periodismo soportado por la publicidad. Hoy nada garantiza que tratar de contar la verdad sea un modelo de negocio viable.

¿Nos hemos olvidado los periodistas de los elementos antisociales de la sociedad?
No sé… Yo no lo he hecho y sé que otros periodistas no lo han hecho, pero es cierto que hay gente que se siente enfadada, desconcertada y qué se siente que no se le ha escuchado. Yo eso lo entiendo, pero también hay gente racista, estafadores, manipuladores, gente que está intentando ganar dinero…

¿Qué responsabilidad tenemos los ciudadanos? Las redes no dejan de ser un espejo de lo que somos
Yo no creo que las redes sociales sean un espejo de la sociedad. No son neutrales, no son un espejo plano. Si son un espejo, el reflejo que nos dan es engañoso. Las plataformas quieren parecer un espejo plano, pero sus algoritmos sacan lo peor de nosotros.

Le he oído abogar por un nuevo lema: ‘Make decency cool again’ (Hagamos que ser decente mole de nuevo). ¿Lo ve posible?
No lo sé y no creo que las plataformas ayuden. Sería bonito, pero no creo que la responsabilidad individual sea el principal foco. El poder lo tienen las grandes compañías. Esto es como la lucha contra el cambio climático. Tú puedes reciclar o comprarte un coche híbrido, pero nada cambiará hasta que las compañías dejen de extraer petróleo del suelo. Yo no digo que no recicles, digo que no creas que esa es la principal solución.

¿Cree que este es el final real de Trump o su legado permanecerá?
Su legado no va a desaparecer, tampoco sé si él va a desaparecer. Ahora mismo diría que es el principal candidato para las elecciones de 2024 y si no se lo impiden legalmente, creo que volverá a presentarse.

¿Y habrá un nuevo Trump después de Trump?
Sí. Nada ha cambiado para prevenirlo, así que volverá a pasar.

¿Será peor que el actual?
Es difícil imaginar cómo puede ser algo peor que Trump, pero seguro que será más efectivo. Lo mejor que puedes decir de Trump es que es un vago y que no consiguió hacer demasiado, así que el siguiente será más efectivo seguro.
Antisocial
Una crónica profundamente inmersiva de cómo los empresarios de Silicon Valley se propusieron crear un internet libre y democrático y cómo los cínicos propagandistas de la extrema derecha explotaron esa libertad para impulsar sus fanatismos en la masa social. Marantz explora dos mundos: el de los emprendedores de las redes sociales, que con ingenuidad y una imprudente ambición cambiaron los medios tradicionales de recepción y transmisión de la información; y el de «los intrusos»: conspiradores, supremacistas blancos y troles nihilistas, que se han hecho expertos en el uso de redes sociales para promover su corrosiva agenda. Antisocial abarca un periodo amplio, desde los primeros libros impresos en masa hasta los hashtags del presente, desde reuniones secretas de neofascistas hasta la sala de ruedas de prensa de la Casa Blanca… Revela cómo se han borrado las fronteras entre tecnología, medios y política, lo que resulta en un panorama informativo profundamente roto. Muestra cómo se encamina a muchos jóvenes alienados hacia la radicalización en línea y cómo se difunden anónimamente unas ideas marginales de los medios de comunicación sociales al imaginario colectivo.
Fuentes: Diario El Mundo, Señales

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