Qué dice el poco usado Manual de Estilo del diario, editado en 1997:
El miércoles 18, van der Kooy bajó la cantidad de condicionales:
En PáginaI12 el periodista Esteban Viú denuncia el uso intencionado del condicional en la construcción de la información periodística, llama al posicionamiento crítico de las audiencias y reclama responsabilidad, dedicación y optimismo en el ejercicio del periodismo
Un poder potencial
Por: Esteban Viú*
No es una tendencia exclusiva de nuestro tiempo, pero el rol preponderante que han adquirido los medios en los últimos años hace que resalte. El uso del potencial (o condicional de rumor) en el periodismo se ha vuelto moneda corriente, casi un requerimiento obligatorio en los títulos de algunos medios. Gramaticalmente no se viola ningún principio. No es ése el problema. La duda llama a la puerta cuando se abusa del uso de este tiempo, cuando se lo utiliza descuidada e intensivamente.
¿Qué se pretende instalar o hacer entender a los televidentes, lectores u oyentes? ¿O simplemente se trata de información no corroborada? Su utilización parece ser un poco más turbia que el mero hecho de evitarse posibles problemas legales por difamación.
“Los rumores no son noticia”, asevera Julio Alonso en la primera edición del Libro de Estilo del diario El País. Esos “podría” “sucedería” o “descartaría” no hacen más que contar algo que el periodista no puede asegurar. Nada más que un rumor.
No se puede negar que en la era de la instantaneidad se utiliza el condicional de rumor, en muchos casos, para ser el dueño de la primicia, dueño de una veracidad instantánea y frugal que resigna aspectos como el chequeo de los datos o la precisión, entre otros.
Pero, por otra parte, algunos medios masivos de comunicación no persiguen sólo la simpleza de una primicia, sino el poder de manipulación que les otorga instalar un tema en la agenda. Y no interesa si es verdad o mentira, información corroborada o no, lo más importante es que llegue a primera plana.
Ya es parte de la rutina desayunarnos con titulares como “Hoy se anunciaría...”, “Podría haber un paro...” o “Todo indicaría que...”. Al fin y al cabo, salimos de casa con más dudas que certezas.
Para poner algún ejemplo podemos citar al matutino porteño que titulaba, sobre la muerte del fiscal Alberto Nisman, “Un informe forense descartaría que haya sido suicidio”. No es mi intención entrar en la disyuntiva acerca de si el fiscal se suicidó o no, pero sí echarle una mirada a la nota que continúa después del título. Allí se hace alusión permanente a “fuentes judiciales” que opinan sobre el informe de la autopsia, a pesar de que no hay información oficial que desencuadre con la hipótesis de suicidio. Entonces esta “noticia” no es más que una traducción de opiniones (o deseos).
También se nota una vil intencionalidad cuando, en la nota, citan a la fiscal del caso diciendo que “no hubo intervención de terceros” e inmediatamente se preguntan: “¿pudo haber habido entonces una segunda persona, además de Nisman?”. Encontramos nuevamente un potencial, pero esta vez en forma de pregunta, intentando cuestionar nuevamente la veracidad de los informes oficiales. En términos judiciales, afirmar que no hay intervención de terceros es asumir que no hay otros participantes más allá del presunto autor. Es una burla pensar que no hubo terceros pero sí segundos.
Entonces, ¿por qué hubo tanta insistencia de algunos medios en instalar la idea de que no fue un suicidio? No es casualidad que esta nota haya aparecido días antes de la marcha del 18F, fogoneada hasta el hartazgo por los monopolios de la información.
Vale resaltar que el propósito de este artículo no es condenar la utilización del condicional de rumor, sino resaltar algunas estrategias que utilizan los medios masivos para ofrecernos hechos como dados bajo el manto de lo que sólo “podría” llegar a suceder.
La propuesta es para nosotros como lectores, como consumidores activos de medios que tenemos el poder de elegir qué consumir y qué no. No olvidemos que mucho de nuestro conocimiento acerca de lo social y lo político deriva de lo que escuchamos o leemos en los medios. Entonces, de una vez por todas abandonemos la simpleza del algo habría que hacer y tomemos postura, hagamos uso de nuestro examen crítico a la hora de informarnos. Reclamemos lo que nos pertenece, estándares aceptables de calidad de la información, que refuercen el sistema democrático y no lo debiliten por dentro.
Pero el mensaje es extensible para las nuevas generaciones de periodistas, que estamos formándonos bajo un clima caldeado pero que nos ha permitido conocer varias facetas de la profesión. El periodismo es una hermosa labor, sobre todo cuando se ejerce con pasión, pero a lo que hay que agregarle cuotas de responsabilidad, dedicación y optimismo.
Un poder potencial
Por: Esteban Viú*
No es una tendencia exclusiva de nuestro tiempo, pero el rol preponderante que han adquirido los medios en los últimos años hace que resalte. El uso del potencial (o condicional de rumor) en el periodismo se ha vuelto moneda corriente, casi un requerimiento obligatorio en los títulos de algunos medios. Gramaticalmente no se viola ningún principio. No es ése el problema. La duda llama a la puerta cuando se abusa del uso de este tiempo, cuando se lo utiliza descuidada e intensivamente.
¿Qué se pretende instalar o hacer entender a los televidentes, lectores u oyentes? ¿O simplemente se trata de información no corroborada? Su utilización parece ser un poco más turbia que el mero hecho de evitarse posibles problemas legales por difamación.
“Los rumores no son noticia”, asevera Julio Alonso en la primera edición del Libro de Estilo del diario El País. Esos “podría” “sucedería” o “descartaría” no hacen más que contar algo que el periodista no puede asegurar. Nada más que un rumor.
No se puede negar que en la era de la instantaneidad se utiliza el condicional de rumor, en muchos casos, para ser el dueño de la primicia, dueño de una veracidad instantánea y frugal que resigna aspectos como el chequeo de los datos o la precisión, entre otros.
Pero, por otra parte, algunos medios masivos de comunicación no persiguen sólo la simpleza de una primicia, sino el poder de manipulación que les otorga instalar un tema en la agenda. Y no interesa si es verdad o mentira, información corroborada o no, lo más importante es que llegue a primera plana.
Ya es parte de la rutina desayunarnos con titulares como “Hoy se anunciaría...”, “Podría haber un paro...” o “Todo indicaría que...”. Al fin y al cabo, salimos de casa con más dudas que certezas.
Para poner algún ejemplo podemos citar al matutino porteño que titulaba, sobre la muerte del fiscal Alberto Nisman, “Un informe forense descartaría que haya sido suicidio”. No es mi intención entrar en la disyuntiva acerca de si el fiscal se suicidó o no, pero sí echarle una mirada a la nota que continúa después del título. Allí se hace alusión permanente a “fuentes judiciales” que opinan sobre el informe de la autopsia, a pesar de que no hay información oficial que desencuadre con la hipótesis de suicidio. Entonces esta “noticia” no es más que una traducción de opiniones (o deseos).
También se nota una vil intencionalidad cuando, en la nota, citan a la fiscal del caso diciendo que “no hubo intervención de terceros” e inmediatamente se preguntan: “¿pudo haber habido entonces una segunda persona, además de Nisman?”. Encontramos nuevamente un potencial, pero esta vez en forma de pregunta, intentando cuestionar nuevamente la veracidad de los informes oficiales. En términos judiciales, afirmar que no hay intervención de terceros es asumir que no hay otros participantes más allá del presunto autor. Es una burla pensar que no hubo terceros pero sí segundos.
Entonces, ¿por qué hubo tanta insistencia de algunos medios en instalar la idea de que no fue un suicidio? No es casualidad que esta nota haya aparecido días antes de la marcha del 18F, fogoneada hasta el hartazgo por los monopolios de la información.
Vale resaltar que el propósito de este artículo no es condenar la utilización del condicional de rumor, sino resaltar algunas estrategias que utilizan los medios masivos para ofrecernos hechos como dados bajo el manto de lo que sólo “podría” llegar a suceder.
La propuesta es para nosotros como lectores, como consumidores activos de medios que tenemos el poder de elegir qué consumir y qué no. No olvidemos que mucho de nuestro conocimiento acerca de lo social y lo político deriva de lo que escuchamos o leemos en los medios. Entonces, de una vez por todas abandonemos la simpleza del algo habría que hacer y tomemos postura, hagamos uso de nuestro examen crítico a la hora de informarnos. Reclamemos lo que nos pertenece, estándares aceptables de calidad de la información, que refuercen el sistema democrático y no lo debiliten por dentro.
Pero el mensaje es extensible para las nuevas generaciones de periodistas, que estamos formándonos bajo un clima caldeado pero que nos ha permitido conocer varias facetas de la profesión. El periodismo es una hermosa labor, sobre todo cuando se ejerce con pasión, pero a lo que hay que agregarle cuotas de responsabilidad, dedicación y optimismo.
“Omitir siempre una palabra, recurrir a metáforas ineptas y paráfrasis evidentes es el mejor modo de indicarla.”
“El jardín de los senderos que se bifurcan”,
J. L. Borges