domingo, 21 de octubre de 2012

Cronología de un alivio sobre el #7D

Por: Eduardo Anguita, eanguita@miradasalsur.com
El nombramiento del juez federal Horacio Alfonso como subrogante del juzgado Civil y Comercial número 1 de la Capital pone una pausa sobre varias movidas confusas alrededor de la vacancia de ese juzgado, que tiene entre sus expedientes la famosa causa iniciada por el Grupo Clarín demandando la inconstitucionalidad del artículo 161 de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Conviene recordarlo, ese artículo es el que impone la adecuación de licencias con topes severos y pone un techo estricto a la posibilidad de constituir posiciones dominantes o monopólicas en los medios de comunicación.
El juez Edmundo Carbone, que subrogaba ese juzgado, había dictado una medida cautelar que permitía estirar los privilegios del Grupo Clarín.
Los artilugios de los abogados del grupo y la complicidad de Carbone pudieron, aunque parezca mentira, obturar la determinación del Congreso de la Nación. Carbone se jubiló y, por suerte, un fallo de la Corte Suprema puso fecha para el fin de esa cautelar. De allí surgió la fecha del 7D. Pero la existencia de un mecanismo volátil para ver quién quedaba al frente del juzgado, fuera por el nombramiento de un juez titular o por otro subrogante, crearon una vez más un clima de zozobra que se constituyó en uno de los temas claves de las últimas tres semanas. Conviene acentuar cómo, muchas veces, las pequeñas hendijas pueden permitir cambios o evitarlos. Este fue el caso, porque el juzgado Civil y Comercial número 1 quedaba a cargo del titular del juzgado número 3 de ese fuero, Raúl Torti, quien fue recusado por el Gobierno, ante las sospechas fundadas de que podía seguir los pasos del jubilado Carbone. Torti rechazó la recusación y, además, las trabas en el Consejo de la Magistratura –de donde tenía que salir un candidato para ocupar ese juzgado con un juez titular– indicaban que era preciso encontrar un juez subrogante que estuviera lejos de las influencias del Grupo Clarín. Al juez subrogante debía colocarlo la Cámara Federal que actúa como tribunal de alzada de ese juzgado. Entre los seis integrantes de ese tribunal está Ricardo Recondo, quien además integra el Consejo de la Magistratura, y es públicamente un magistrado opositor al Gobierno y cercano al Grupo Clarín. Esa Cámara había pensado en el juez jubilado Raúl Tettamanti, quien también vivió la impugnación del Gobierno. La Cámara interesó a la Corte sobre la conveniencia o no de nombrar a Tettamanti y el máximo tribunal de Justicia contestó que ya se había pronunciado y que la Cámara tenía facultad para nombrar a ese juez, más allá de que estuviera jubilado. El disgusto supino del ministro de Justicia, Julio Alak, hizo que Tettamanti, sin sufrir ninguna presión real, decidiera abstenerse por lo que llamó “violencia moral”.
Así las cosas, las últimas tres semanas, y cuando el almanaque marcaba menos de dos meses para el 7D, mostraron que los escenarios judiciales podían ser muchos y muy diversos. Uno de ellos, el más delicado, es que algún magistrado llegara a sentarse en el juzgado número 1 y decidiera lo más arbitrario: que el artículo 161 “es inconstitucional”. Esa eventualidad llevaría a una rápida apelación del Ejecutivo, meses de trámites en la Cámara Federal y luego un pronunciamiento de la Corte. Es decir, un 2013, año electoral, con el Grupo Clarín haciendo una demostración de poder fáctico por encima de una ley sancionada en 2009.
Algo pasó que llevó a la Cámara Federal a poner paños tibios y actuar con la cuota de sensatez que reclama un momento como el actual. Así llegó la designación de Horacio Alfonso, el titular del juzgado 1, a quedar al frente también del delicado juzgado 2. La resolución fue tomada por el presidente de la Cámara, Martín Diego Farrell, y los integrantes Santiago Kiernan, Ricardo Víctor Guarinoni, María Susana Najurieta, y Graciela Medina. Quien no firmó fue Ricardo Recondo. Escenarios posibles. Lo lógico es que, con apenas 40 días para ver el expediente, Alfonso no tome ninguna decisión sobre la cuestión de fondo del reclamo de Clarín. Es decir, que no se expida sobre la constitucionalidad o no del pedido de Clarín y, en consecuencia, el 7 de diciembre entre en vigencia la decisión de la Corte en el sentido de que el Ejecutivo puede tomar ese día como el límite para la presentación voluntaria del grupo que tiene cerca de 300 licencias y debe quedarse con el 10 por ciento de ellas. Si el Grupo Clarín no presenta un plan voluntario de adecuación, la Autoridad Federal de Servicios de Comunicación Audiovisual (AFSCA) tiene varios caminos administrativos para revertir esa situación ilegal en la que quedaría el Grupo Clarín. Uno es iniciar sumarios, caso por caso, para que el Estado recupere las licencias cuya titularidad perdería Clarín. Otra es llamar a concursos, una vez valuadas las licencias (como si fueran fondos de comercio) para buscar nuevos titulares. Y seguramente muchas otras vías o maneras de buscar nuevos titulares y así hacer efectiva la multiplicidad de voces. Los plazos para llevar a cabo esos procedimientos son los plazos propios de las tareas administrativas. Para nada los complejos plazos de la Justicia. Eso, desde ya, en caso de que Clarín no presente su propio plan. Clarín bien podría presentar un plan. Sin embargo, le restaría fuerza a su reclamo de inconstitucionalidad del artículo 161. Porque, vale la pena recordarlo, en algún momento del año próximo ese juzgado federal podrá –o deberá– expedirse sobre el “tema de fondo”. Y si Clarín se presenta a la autoridad para adecuarse está reconociendo implícitamente que desestima el reclamo judicial. En términos de Derecho podría hacerlo, en términos de fuerza para aspirar a doblar el brazo del Gobierno, no le sumaría puntos. Ahora bien, lo que también puede hacer el Grupo –y esto no es revelar ninguna estrategia que el Grupo no conozca– es tomar sumario por sumario o expediente por expediente para intentar demoras administrativas impugnando todas y cada una de las actuaciones, desde la ortografía hasta la valuación contable. Y además de demorarlo en las oficinas del AFSCA, intentará judicializar absolutamente todo. La idea de ganar tiempo no es ajena al propio escenario de los directivos de Clarín respecto de que, algún día, sectores opositores puedan derogar la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual. Lo dijo muy concretamente el martes pasado Marcelo Stubrin, quien acaba de asumir como miembro del radicalismo en el directorio del AFSCA. En una entrevista en Radio del Plata, Stubrin dijo que su posición era que varios artículos de la actual ley debían ser derogados. Al ser preguntado sobre si se sentía más cerca del Gobierno o de Clarín, tras una pausa, Stubrin dijo que respondía al radicalismo, como si eso significara una equidistancia. Resulta curioso, pero es un dato de la realidad política, todo el arco opositor, desde los sectores supuestamente más de izquierda del Frente Amplio Progresista hasta el PRO, prefieren ponerse cerca de Clarín para intentar desgastar al kirchnerismo. Ningún sector busca diferenciarse con propuestas propias –en este y en otros terrenos–, sino que prefieren apostar a producirle daño al kirchnerismo en vez de buscar su propia identidad de cara a sectores de la sociedad que se sientan respaldados por los referentes de esas fuerzas políticas. No es fácil advertir si por esa vía suman fuerzas o lograrán resultados de cierta eficacia. Lo que sí es evidente es lo poco democrático y constructivo de esas estrategias, claramente acordadas entre referentes corporativos y dirigentes políticos.
Es posible que el kirchnerismo pueda argumentar que es víctima de una oposición ciega. El problema radica en reflexionar con un poco de serenidad si un escenario tan judicializado y tan polarizado puede resultar una suma cero para la vida política nacional. Los espacios de diálogo, los espacios de debate genuino, los espacios de negociación y de concertación parecen quedar fuera de libreto. Es decir, buena parte de las herramientas de la política como cultura de la diversidad, quedan afuera. Y, curiosamente, cuando el tema de fondo que llevó a tener una nueva ley de medios era precisamente la de tener más voces en el aire. Es decir, para que nos acostumbremos a escuchar más voces y confiar en que el pueblo puede escuchar muchas campanas y formarse sus propias ideas. En pocos meses se van a cumplir diez años de la asunción de Néstor Kirchner. No es un mal ejercicio recordar la épica de la valentía y la determinación de Néstor como presidente, al mismo tiempo que abría espacios de diálogo y de diversidad. Para los que se resisten a entender la diversidad de los escenarios y la claridad para no perder el rumbo en esa diversidad, deben recordar cuántas veces Kirchner se apoyaba en personas o en grupos políticos o sociales con los que tenía acuerdos solo circunstanciales. A medida que el proceso político y económico avanzaba, tomaba las decisiones. Y algunos de esos referentes políticos o sociales, sentían que eran desplazados. Algunos de ellos, quedaban afuera. En ese curso diverso y contradictorio se fue construyendo una identidad que todavía parece vital y potente. Esa identidad kirchnerista tiene un respiro en una coyuntura complicada por adversarios experimentados y poderosos. Esos adversarios sólo aspiran a mantener privilegios. La agenda pública de los sectores populares es muchísimo más vasta, más compleja y requiere recortar no sólo los privilegios de ese grupo sino avanzar en recortar otros privilegios y sumar nuevos aliados y crear más espacios de diversidad y encuentro, desde ya aceptando las diferencias de pensamiento y de defensa de intereses diversos.

Una mirada sobre las falsas razones del grupo
Por: Roberto J. Boico. Abogado constitucionalista
El causa Clarín
La decisión de construir un escenario de distribución democrática y plural de la palabra es eminentemente política, su lugar natural de discusión es el Congreso, y allí se garantiza una deliberación colectiva que albergue a todos los espacios representativos para la conformación de la voluntad soberana. Un componente esencial para identificar las notas de la deliberación parlamentaria es la naturaleza soberana que asumen sus decisiones, sin perjuicio de que nuestra historia documenta una serie variopinta de ejemplos acerca de cómo se han fomentado intereses extraños. El problema actual radica en que este modelo político representa un ejercicio progresivo de emancipación y soberanía popular, al que algunos sectores del poder económico no se doblegan aún, librando una contienda comunicacional feroz de claro tenor desestabilizante. La estructuración del estado de derecho sólo quedará salvaguardada mientras las autoridades legítimamente constituidas por el sufragio se ubiquen asimétricamente por encima de los negociadores corporativos y sus presiones, pues la contienda trasciende el desmantelamiento del monopolio comunicacional, y se dirige a la conformación de una sociedad que no esté supeditada a la mediación paternalista de la agenda pública pergeñada por el multimedio, que oficia de vehículo eficaz para la instauración de modelos políticos extraños al que el pueblo seleccionó en el último sufragio.
La predicada violación al derecho de libertad de expresión. La supuesta restricción se vincula a la predicada mengua de ingresos económicos conjeturados por el sometimiento a la nueva normativa vigente, pretendiendo articularse bajo los parámetros conceptuales del derecho a la libertad de expresión y prensa, cuando en realidad encubre un pretendido resguardo frente a estimaciones lucrativas negativas que serían propias del riesgo empresario, las cuales carecen de cobertura constitucional. Asimismo, el Grupo interpreta el mercado comunicacional sujeto a la libre competencia, obviando que el escenario de los negocios en materia de medios audiovisuales está atravesado por intereses colectivos superiores al exclusivo ánimo lucrativo propio de la actividad comercial privada.
Dijo la Corte que la demanda de Clarín se centra exclusivamente en el campo patrimonial, que la mención sobre la supuesta afectación de la libertad de expresión no ha sido corroborada por ningún aporte argumental ni de prueba, por lo que el aparato comunicacional articulado en tal sentido por el grupo es absolutamente falaz.
El artículo 13 del Pacto de San José de Costa Rica señala que la libertad de pensamiento y expresión comprende la libertad de buscar, recibir y difundir informaciones e ideas de toda índole y el derecho de todo el pueblo a recibir informaciones e ideas. De esto resulta que el derecho de libertad de expresión tiene dos dimensiones: por un lado, que nadie sea arbitrariamente menoscabado o impedido de manifestar su propio pensamiento y representa, por tanto, un derecho de cada individuo. Pero implica también, por otro lado, un derecho colectivo a recibir cualquier información y a conocer la expresión del pensamiento ajeno. En tal sentido no sería admisible que, sobre la base del derecho a difundir informaciones e ideas, se constituyeran monopolios públicos o privados de comunicación para intentar moldear la opinión pública. Entonces, el desmantelamiento de monopolios u oligopolios es un deber del Estado Argentino en tanto suscribiente de la Convención Americana de Derechos Humanos. Clarín no puede invocar la legalidad de su pretensión jurídica, pues la ha perdido. Lo único que puede intentar es construir una legitimidad desestabilizante construyendo un escenario ficcional de descontento popular. Hay que prestar atención a las movidas desestabilizantes supuestamente articuladas con argumentos constitucionales.
La cautelar. El 7/12/2009 el Grupo Clarín consigue una medida cautelar de no innovar a fin de que se ordene la suspensión de la aplicación de la ley de medios y recién el 17/11/2010 notificó al Estado la pretensión de fondo. Un año de dispendio judicial. Como las medidas cautelares tienen función de provisionalidad hasta el dictado de la sentencia definitiva, y su naturaleza responde al aseguramiento de un eventual resultado judicial favorable de quien requiere la cobertura cautelar, la extensión ilimitada de la provisionalidad la transforma en lo sustancial, extremo que la Corte Suprema ha censurado.
¿Qué ocurre luego del 7/12/2012? ¿Qué pasa con la adecuación de Clarín a la ley 26.522, particularmente a los artículos 45 y 161? Si durante la vigencia de la cautelar Clarín pudo prevalerse de una abstención de modificar un cuadro fáctico, cancelada la cautelar ya no tiene ninguna cobertura –que en nuestro caso es una abstención de hacer–, y no pueden extenderse los efectos de la anterior cautelar –ya caduca– como si la misma le hubiere otorgado derechos utilizables posteriormente sin sentencia definitiva. Cuando finaliza la cautelar, lo que cae es el mantenimiento de una situación fáctica y jurídica, pero de ningún tramo de la ley procesal se extrae que el antiguo beneficiario de la cautelar puede entender que adquirió un derecho.
Un dato relevante es que la causa está en estado de dictar sentencia, pero sólo lo que refiere a la inconstitucionalidad del artículo 161. Esto significa que si alguien pretende impugnar una regla legal por supuesta afectación al derecho constitucional de propiedad, debe probar cómo la norma afecta ese derecho que se dice vulnerado. Pero el Grupo ha postergado la prueba del supuesto quebranto económico a una etapa posterior. Entonces: ¿cómo sustentar una sentencia de quebranto patrimonial si el afectado no probó dicho quebranto patrimonial?
Sobre el juez de la causa. El juzgado está vacante hace varios años. Y se ha producido una situación de pinzamiento particular. Por un lado, la Cámara en lo Civil y Comercial Federal, cuyo vicepresidente es Ricardo Recondo, dispuso jueces subrogantes en forma absolutamente anómala y sin el recaudo de la ley vigente 26.376. Por otro lado, el Consejo de la Magistratura paraliza sistemáticamente la designación de ternas de un concurso legítimo para la cobertura de ese y otros cuatro cargos. Frente al pedido de cobertura constitucional de las vacancias, se dice que hay presión sobre la Justicia. Finalmente y luego de la denuncia que formulara el ministro Alak, la Cámara readecuó la designación de subrogantes a la ley, otorgándole razón a las críticas del Estado.
Sin embargo, es necesario insistir que la obstrucción en el Consejo constituye un alzamiento contra la autoridad de la Constitución, máxime cuando sus miembros obraron contradictoriamente con sus anteriores actos, y cuando algunos de ellos transitan ampulosamente por las escenografías del multimedios arengando a su favor.
La Corte ha sido excesivamente prudente. No resolvió la cuestión de superintendencia, aunque la Cámara reconoció su impericia; y se exhibieron algunos comentarios desafortunados de algún miembro del tribunal, que ahora se entremezclan con la eventual incorporación del per saltum, un recurso que puede obviarse por otros mecanismos más ortodoxos. La Corte deberá resolver el temario en alguna oportunidad por apelación o en forma directa, pero podría clarificar algunos puntos de su decisión para pacificar un escenario sumamente caldeado. Algo similar a la rápida intervención que tuvo con el caso del aborto en la ciudad, de incuestionable gravedad institucional. ¿Pero acaso éste no lo es?.

Los medios vienen marchando o las tareas previas al 7D
Por: Miguel Russo, mrusso@miradasalsur.com

El mayor patrimonio, y el mayor deber, de un lector es dudar de aquello que lee o de eso que quieren que lea, incluida esta nota. Una guía para comprender el trabajo a desarrollar por la sociedad antes del 7 de diciembre.
Habría que agradecer a Eduardo Galeano la repetición de esa frase legendaria con la que alguien transformó una pared de Montevideo en algo así como las tablas de la verdad: “Nos mean y en los diarios dicen que llueve”. Y se debe agradecer la repetición, ya que más allá de lo que ocurra el 8 de diciembre, los únicos que pueden garantizar la democracia informativa son los lectores de diarios, los escuchas radiales o los espectadores de televisión. Son (somos, aunque la primera persona suene siempre demasiado incómoda en un medio) los únicos que podemos pelear y ganar esa batalla contra la desinformación sin necesidad de caer en chicanas, recurrir a cautelares o aplicar menesundas varias. En tren de citar, valga lo que afirmaba el poeta mendocino Armando Tejada Gómez: “Diga no, simplemente, y se le viene abajo toda la estantería”. Himno a la libertad sin límites, decir “esto no lo leo” (o “no lo escucho” o “no lo miro”) rompe la lógica tendiente a formar y no a informar; esa lógica que ya tiene varias décadas en el país y que –aunque muy pocos hoy lo recuerden– llevó a que, durante el menemato, los periodistas, todos (no olvidar que “todos” eran –éramos– progresistas durante el menemato, ¡era tan fácil!), se creyeran los encargados de impartir y repartir justicia. Y la ruptura de esa lógica garantiza, se insiste, más allá de cualquier discusión jurídica, la caída en el olvido de aquello que, cada día, se torna más imprescindible de olvidar.
Claro que, para olvidar tranquilo, primero es preciso recordar. Por eso, nada mejor que conocer varias de las matufias con las que los dueños de los medios de comunicación (repetidas hasta el paroxismo por muchos de sus periodistas) machacan en la sociedad. Noam Chomsky (alguien que sabe, y muy en serio, de todo eso) señalaba algunas de las principales. A saber: Distracción; construcción e instalación de un supuesto problema para pasar a ofrecer, de inmediato, la solución; obligar al público a creer que son criaturas de poca edad y que, por eso, deben hablarles como a idiotas; mantener a sus fieles en la ignorancia y la mediocridad y, al mismo tiempo, estimularlos a creer que esa ignorancia y esa mediocridad es “estar en la onda”; hacer abuso de lo emocionante por sobre lo reflexivo, y, sobre todo, inducirlos a comprar alegremente eso de que “el medio” los conoce mucho mejor de lo que ellos mismos creen conocerse.
Antes de entrar en detalles en cada una de esos chanchullos, conviene releer lo que claramente decía Ricardo Forster: “El 7D será un día importante, pero no cambiará radicalmente aquello que sigue estando en juego. Abrirá una fisura en el lenguaje de la dominación que supo encontrar en los medios de comunicación y en la industria cultural instrumentos fundamentales para seguir perpetuando su concepción del mundo y de la vida”. Afirmación que, justamente, refleja de manera simple y concisa aquello que uno cualquiera sabe pero le cuesta articular. Y aquí sí es imprescindible caer en la primera persona: uno es, a mucha honra y, aunque parezca mentira, tras largo trabajo, uno cualquiera. Ese ciudadano “medio pelotudo” (copyright perteneciente al periodista Juan Rezzano y su recomendable blog El pelotudo medio) que entra a un bar y encuentra Clarín en la mesa de al lado (“ejemplar de gentileza”) descerrajando certezas tan brutales como “llega el Día del Niño y no hay Barbies” o debe bajar el cafecito mientras TN desgrana mala noticia tras mala noticia y culpa tras culpa con sus distintas y tan similares caras indignadas y voces de circunstancia.
El relato, que le dicen. Pero un relato que no es, como se lo pretende hacer aparecer para restarle legitimidad, de construcción imprescindiblemente intelectual o política sino tarea de todos –los ciudadanos de a pie que esgrime Mario Wainfeld–, ese “nosotros” largamente renombrado como “masa”, “gente”, “pueblo”, “soberano”, etcétera, según la ideología del que lo mencione.
Por eso se torna una obligación empezar a leer, escuchar y ver más allá de lo que se escribe, se dice y se muestra. Es decir, entender qué quieren los medios –todos–, que la sociedad lea, escuche o vea.
Sólo de esa manera podrán destrabarse las estrategias bien o mal intencionadas,a favor o en contra, de desinformación.
Retomemos a Chomsky y su denuncia sobre la estrategia de la distracción como elemento primordial de control social: “Consiste en desviar la atención del público de los problemas importantes y de los cambios decididos por las élites mediante la técnica del diluvio o inundación de continuas distracciones y de informaciones insignificantes”. De ese modo, se le impide al público, haciéndolo creer que es su propia decisión, interesarse por los conocimientos esenciales y se lo mantiene alejado de los verdaderos problemas sociales mientras quedan cautivos de temas sin importancia real (vaya como ejemplo, aunque un buen ejercicio es mirar las tapas de los grandes diarios día tras día y descubrirlos por uno mismo, la mención de las Barbies y los pobres niños que no tendrán la célebre y anoréxica muñequita como regalo en su día).
La otra gran estrategia, la de crear un problema para después brindar la solución puede analizarse en las recientes elecciones presidenciales realizadas en Venezuela. Resultaba oprobioso observar y escuchar a muchos enviados especiales a cubrir tal evento decir al aire, detrás del escritorio y la infaltable notebook abierta a la nada, dos minutos antes de que el Comité Nacional Electoral diera los datos precisos, que se estaba “frente a un empate técnico”. Esa noticia de “empate” intentaba crear la siguiente “situación” al conocerse el 55 por ciento: “hubo fraude, si tal o cual periodista dijo recién que hubo empate”.
Todo eso aderezado con el lenguaje típico de las monerías hacia un pequeño, ya que cuanto más se intenta engañar al lector/escucha/espectador, más se tiende a adoptar un tono infantilizante. Dice Chomsky en Armas silenciosas para guerras tranquilas: “Si uno se dirige a una persona como si ella tuviese 12 años o menos, entonces, en razón de la sugestionabilidad, esa persona tenderá, con cierta probabilidad, a una respuesta o reacción también desprovista de un sentido crítico: como la de una persona de 12 años o menos de edad”.
Las pruebas pueden encontrarse en titulares anodinos que patentizaron el “ahora dicen” como una suerte de “había una vez” pero infinitamente menos literario. O en las muecas/guiños a cámara similares a las que los actores de teatro infantil utilizan para preguntar a la platea dónde está la bruja. O en las entonaciones encomiables para la lectura nocturna de cuentos al pie de la cama de un hijo pero abusivas en el noticiero de las 19 o de cualquier otro horario.
Si eso no alcanza para desbaratar las maniobras, es bueno comprender la utilización de los aspectos emocionales para que se opere un cortocircuito en cualquier posibilidad de análisis racional. Maniobra que se complementa con la tendencia a hacer creer que uno (lector, escucha, espectador) está incapacitado para comprender cómo puede esclavizar la manipulación de la tecnología. Chomsky dixit: “La calidad de la educación dada a las clases sociales inferiores debe ser la más pobre y mediocre posible, de forma que la distancia de la ignorancia que planea entre las clases inferiores y las clases sociales superiores sea y permanezca imposible de alcanzar para las clases inferiores”. Allí están, por ejemplo, las infinitas “llegadas” mediáticas hasta “el país que nadie muestra”, como una suerte de dioses blancos que descubren “alla Colón” lo que ya estaba ahí y tenía voz propia en lugar de permitir que sea ese país el que se muestre a sí mismo e informe sobre lo que es necesario para su cotidianidad y su futuro. O, también, la inveterada costumbre de repetir el parte meteorológico de la Ciudad de Buenos Aires (sensación térmica incluida) en el cuadradito inferior de las pantallas de todos los canales nacionales de televisión: ¿qué extraña mitología lleva a hacer creer que a los habitantes de Tilcara, Santo Tomé o Maquinchao les urge saber desesperadamente si los 12º de temperatura a las 20.30 en la porteña Villa Urquiza les cambiará su cosmovisión del mundo?
En una época de cambios –o, si se prefiere, en un cambio de época– es bueno cambiar. Para hacerlo, es necesario saber qué se era antes. Sobre todo cuando se trata de algo tan hecho carne como las astillas de la argentinidad. Miguel Brascó, con su seriedad siempre al borde de la carcajada, decía que el ser argentino estaba escondido dentro de una cajita de fósforos de cera Ranchera detrás de la carta de Graham Greene dejada como al descuido (pero para que todos vean que el británico mantenía contacto epistolar con el dueño de casa) en la biblioteca de Ernesto Sabato en Santos Lugares. Parece hora de empezar a ubicarlo en un sitio no tan intrincado. O de comenzar a pensar, de una vez y para siempre, que quizás una de las razones del ser nacional (sobre todo el de aquellos que habitan la pampa húmeda) radica en que caminamos por la llanura, pasito a paso, con la mirada fija en un horizonte que se aleja cada vez más, como si lo hiciéramos por una ruta impecable, plana y sin contratiempos, sin comprender y sin siquiera darnos cuenta, de que la tierra es redonda.
Fuente: Miradas al Sur

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