Por: Inés Martín Rodrigo
Leila Guerriero (Argentina, 1967) jamás sale de casa sin un libro en la mano. Esa voracidad lectora, unida al "monstruito insaciable" que es su curiosidad y a una profesionalidad tan envidiable como incuestionable, la han convertido en uno de los máximos referentes del periodismo narrativo hispanoamericano. "Frutos extraños" (Alfaguara) es la primera antología que se publica en España de sus trabajos, una suerte de manual del perfecto "plumilla" que empuja al que lo lee a salir a la calle a hacer buen periodismo.
ABC tuvo ocasión de hablar con Guerriero durante su estancia en Madrid con motivo de la presentación del libro. Durante la charla, tan intensa y anecdótica como sus crónicas, la autora argentina hizo un repaso por elestado actual de la cuestión periodística (vertiente digital incluida), habló de sus referentes narrativos y dio una lección de humildad y saber hacer en una profesión que no atraviesa sus mejores momentos... ¿o sí?
¿Son estos "Frutos extraños" la prueba de que mientras hay vida hay esperanza, pero aplicado al periodismo?
Soy estúpidamente optimista en términos de pensar en el periodismo. Creo profundamente en que la idea de que el periodismo se acaba es muy insólita y peregrina. El periodismo siempre ha sido el lugar desde el que se cuentan historias y se construye democracia. Eso de que ahora cualquiera que tiene un blog y un móvil puede hacer periodismo es como pensar que cualquiera puede operar a un enfermo de apendicitis. El periodismo es un oficio que se aprende. Si la aparición de unos textos así sirve para que nosotros, los periodistas, pensemos un poco en términos de qué es lo que queremos contarle a la gente (que, en definitiva, se trata de eso), perfecto. El periodismo se trata siempre de contarle algo a gente que no estuvo allí para verlo, y si este libro sirve para eso, bienvenido sea.¿Qué es lo que usted quiere contarle a la gente?
A veces pienso por qué escribo y pienso que lo hago para, en algún punto, explicarme el mundo, organizarme un mundo muy complejo con cosas muy confusas. Partiendo de esa base, intento abordar situaciones sobre personas que me producen mucha curiosidad, y trato de contarle a la gente qué es lo que yo comprendo de esa circunstancia. En ese mundo hay cosas muy disímiles, desde cuestiones relacionadas con la vida cultural, política, económica... por eso es difícil ver si hay un denominador común en los temas que trato... Más bien creo que no, que mi curiosidad se despierta en algún momento por alguna situación e intento seguirla hasta las últimas consecuencias, hasta creer que entendí algo.
Y siempre tiene en mente al lector, algo que no hacemos todos los periodistas.
Hay mayores y menores grados de conciencia. No me gusta generalizar, porque creo que hay gente que sí lo hace muy bien. Coincido en que a veces se olvida que estamos escribiendo para alguien y, entonces, se producen esas crónicas ombliguistas, en las que el yo del periodista está demasiado presente y se olvida de que está contando una historia. Cuando digo que yo pienso en un lector, no tengo una masa lectora presente todo el tiempo, sino que, cuando escribo un texto, mi lector es el editor para el que escribo. Siempre tengo en cuenta que hay alguien que va a leer eso y cuando escribo no doy por sentado nada, no doy por sentado que el lector sabe de una circunstancia determinada, ni tampoco que es estúpido. A lo mejor eso es algo que te da el hecho de escribir para varios medios de distintos países. También es una herencia muy tradicional del periodismo, que viene de un periodista perfilado en este libro: Homero Alsina Thevenet; él siempre decía que la prosa no era de él, la prosa era del lector. Yo sigo ese camino, trato de aparecer poco en los textos, producir un texto claro, que se preocupe porque el otro comprenda lo que estoy intentando contarle, que no tenga que ir 20 veces a "googlear" los nombres. Me encanta la idea de un tipo que se acerca a leer una de mis crónicas sin sentir ninguna curiosidad por lo que quiero contar, pero de repente se engancha, lo descubre y se queda metido allí.
¿Cree que tanto ego ha perjudicado a la profesión?
No, no lo creo. Las cosas que han quemado el periodismo tienen que ver con periodistas que no se han formado en la calle, que se han acostumbrado a hacer las cosas por teléfono, que confían en que Twitter o Facebook son una gran fuente de información. Hay periodistas a los que las cosas les suceden a la vuelta de su trabajo y no se toman la molestia de salir a la calle. Pero esto es un vicio promovido, también, por cierta manera de trabajar que han establecido los medios en los últimos tiempos. No quiero cargar contra los periodistas. Me parece que en ese afán de hacerlo corto, rápido, ya, también se ha cultivado esa forma de trabajo en la que da lo mismo ir a ver a una persona, o llamarla, o "googlearla". Eso tiene que ver con el reporterismo, que es el alma del periodismo. Sin reporterismo no hay historia, no existe la historia. Ha pasado más bien por eso, y por esta idea de que hoy en día un periodista tiene que salir a la calle con una cámara de fotos, un móvil, una grabadora, hacer la foto, el vídeo, poner vínculos en su página... En ese sentido se ha precarizado la profesión y se ha olvidado cuál es el movimiento primigenio que hace el periodista. Un periodista es una cámara con sus ojos, alguien que sale de su lugar de comodidad para ponerse incómodo, y va a buscar y vuelve para contarlo. Ese movimiento está en la base de la cosa periodística, por lo menos desde hace treinta años para acá. La historia del periodismo es la historia de ir, ver, y volver para contarlo. Me parece que ese ir se ha mutilado, pero no necesariamente porque los periodistas sean perezosos, sino porque la misma estructura de trabajo les ha ido llevando por ese camino.
Estamos convirtiendo a los nuevos periodistas en funcionarios...
De todos modos, eso va a caer por su propio peso. En algún momento se van a dar cuenta y se va a volver a la base de todo. Tengo mucha esperanza. En Latinoamérica hay mucha gente que está abriendo revistas de periodismo narrativo, capacitándose, tomando talleres... y me cuesta mucho trabajo creer que toda esa gente esté perdiendo su dinero y su trabajo en algo que no va a existir en el futuro. Los tipos que ahora se están formando van a ser los editores de mañana, con lo cual algo va a suceder. Por otra parte, no veo que este nuevo modelo esté dando ventajas, no veo que a los grandes medios les esté yendo florecientemente bien aplicando esa técnica de dejar a los periodistas encerrados en la redacción. Con lo cual, cualquiera que lo mire desde fuera podrá pensar: un empresario al que la fórmula no le funciona, la tendrá que cambiar, aunque solo sea por lógica empresarial.
¿Es clave ese posible cambio para la supervivencia del periodismo?
Yo no creo estar dedicándome a algo que va a desaparecer o a algo que está en vías de extinción.
Y esa creencia, ¿depende en parte del fracaso del nuevo modelo?
No, no. Siempre he creído que la humanidad necesita que todos contemos historias, contamos historias desde la cuna, contar historias reales o ficticias está en el ADN y la gente siempre va a necesitar saber lo que sucede. Daniel Samper ha llegado a decir que el periodismo ciudadano es lo mismo que la medicina ciudadana; el periodismo sigue siendo un oficio, no una profesión, y tiene que estar hecho por gente que esté capacitada para evaluar una realidad y contar lo que merece ser destacado. Hay oficio para rato.
¿Qué ingredientes debe tener una buena crónica?
Cuando yo empecé en el periodismo, no le decíamos crónica, ni periodismo narrativo, ni nada. Eran artículos. Ahora, a esto que hemos llamado crónica, que a mí me gusta más llamarlo periodismo narrativo, es una pieza de periodismo que usa en la forma algunas técnicas de la literatura de ficción: giros narrativos, metáforas, adjetivos, suspense, tensión... cuestiones que no necesariamente están relacionadas con el periodismo más puro, cotidiano y urgente. Lo único que el periodismo narrativo no tiene permitido es inventar.
¿Qué crónica se muere por escribir?
Todas las que aún no escribí, que por suerte son muchas. Yo nunca he perdido el hambre de escribir, de contar, y ojalá no lo pierda nunca. No quiero contar la elegía de la periodista entusiasmada con todas y cada una de las letras que escribe, pero no está muy lejos de eso. Aún tengo muchas historias por contar y todas me van a captar en su momento y me van a provocar esa especie de obsesión temática que me hace que me centre en eso. Cuando estoy demasiado tiempo de viaje empiezo a sentir esa especie de abstinencia, el mono de la escritura...
¿Es posible hacer buena literatura de la realidad?
Yo creo que sí. Yo no hice una carrera de Periodismo. No sé si me salió bien o mal, pero lo poco que yo sé es por haber leído a tipos que me formaron, como Martín Caparrós, Capote, Gay Talese... Uno aspira a escribir tomando las voces que a uno lo han alimentado como lector. Yo leía un libro de Scott Fitzgerald y una crónica de Talese, y a mí me parecía que estaban escritos con la misma contundencia literaria y narrativa.
¿Es clave ese posible cambio para la supervivencia del periodismo?
Yo no creo estar dedicándome a algo que va a desaparecer o a algo que está en vías de extinción.
Y esa creencia, ¿depende en parte del fracaso del nuevo modelo?
No, no. Siempre he creído que la humanidad necesita que todos contemos historias, contamos historias desde la cuna, contar historias reales o ficticias está en el ADN y la gente siempre va a necesitar saber lo que sucede. Daniel Samper ha llegado a decir que el periodismo ciudadano es lo mismo que la medicina ciudadana; el periodismo sigue siendo un oficio, no una profesión, y tiene que estar hecho por gente que esté capacitada para evaluar una realidad y contar lo que merece ser destacado. Hay oficio para rato.
¿Qué ingredientes debe tener una buena crónica?
Cuando yo empecé en el periodismo, no le decíamos crónica, ni periodismo narrativo, ni nada. Eran artículos. Ahora, a esto que hemos llamado crónica, que a mí me gusta más llamarlo periodismo narrativo, es una pieza de periodismo que usa en la forma algunas técnicas de la literatura de ficción: giros narrativos, metáforas, adjetivos, suspense, tensión... cuestiones que no necesariamente están relacionadas con el periodismo más puro, cotidiano y urgente. Lo único que el periodismo narrativo no tiene permitido es inventar.
¿Qué crónica se muere por escribir?
Todas las que aún no escribí, que por suerte son muchas. Yo nunca he perdido el hambre de escribir, de contar, y ojalá no lo pierda nunca. No quiero contar la elegía de la periodista entusiasmada con todas y cada una de las letras que escribe, pero no está muy lejos de eso. Aún tengo muchas historias por contar y todas me van a captar en su momento y me van a provocar esa especie de obsesión temática que me hace que me centre en eso. Cuando estoy demasiado tiempo de viaje empiezo a sentir esa especie de abstinencia, el mono de la escritura...
¿Es posible hacer buena literatura de la realidad?
Yo creo que sí. Yo no hice una carrera de Periodismo. No sé si me salió bien o mal, pero lo poco que yo sé es por haber leído a tipos que me formaron, como Martín Caparrós, Capote, Gay Talese... Uno aspira a escribir tomando las voces que a uno lo han alimentado como lector. Yo leía un libro de Scott Fitzgerald y una crónica de Talese, y a mí me parecía que estaban escritos con la misma contundencia literaria y narrativa.
Eso son sus referentes pero, ¿cuáles serían los de alguien que sale ahora de la facultad? ¿No cree que andamos algo huérfanos?
No, no, no andamos nada huérfanos. Esos mismos escritores que he mencionado siguen produciendo. Lo que hay es una enorme carencia de lectura. No hay ninguna facultad de Periodismo que yo conozca que tenga un plan de lectura de ficción tan serio como el de no ficción. Un periodista no puede alimentar su prosa solo de leer a otros periodistas. De hecho, todos esos referentes consumían masivamente literatura, iban al cine, al teatro... Lo único que tiene un periodista como arma de trabajo es su cabeza, pero su cabeza debe estar bien amueblada. Siento que los periodistas, lamentablemente, leen súper poco. Hay periodistas que creen que leyendo un diario van a poder producir una pieza impresionante. No puedes escribir un artículo impresionante si no lees a Richard Ford, si no sabes quién es Lorrie Moore, John Irving... ¿Alguien sabe quién es Michael Ondaatje o Flannery O'Connor? Son nombres súper obvios, autores contemporáneos cuya prosa debe alimentar la narrativa periodística.
¿Y qué me dice del no-lector al que se refiere Martín Caparrós?
Esa gente la hubo siempre. Es muy difícil evaluar qué va a pasar con internet dentro de 20 años, con esa gente que ahora solo puede leer de corrido un tuit. Yo nunca salgo sin un libro en el bolso, y esa es una costumbre mía desde que era chica, pero no tengo el recuerdo de haberme cruzado con un solo compañero con el que hubiera tenido una conversación. Si comparo eso con lo que pasa ahora, hasta debería ser optimista, porque ahora al menos leen Harry Potter. Hasta la mala literatura te sirve para introducirte en el mundo de la lectura. Escribir 140 caracteres no es lo mismo que escribir "Pedro Páramo". Hay una mentira muy demagógica en hacerle creer a la gente que está escribiendo grandes cosas porque pone "Hola, qué tal" en Twitter. Si la gente tiene cosas interesantes para leer, va a leer. Pero si se encuentra con un periódico que le cuenta todos los días lo mismo, y descubre intereses espúreos, y unas manipulaciones raras, y además está mal escrito... claro, pierde el lector. Pero cuando a la gente le ofreces buen contenido, lo lee.
No, no, no andamos nada huérfanos. Esos mismos escritores que he mencionado siguen produciendo. Lo que hay es una enorme carencia de lectura. No hay ninguna facultad de Periodismo que yo conozca que tenga un plan de lectura de ficción tan serio como el de no ficción. Un periodista no puede alimentar su prosa solo de leer a otros periodistas. De hecho, todos esos referentes consumían masivamente literatura, iban al cine, al teatro... Lo único que tiene un periodista como arma de trabajo es su cabeza, pero su cabeza debe estar bien amueblada. Siento que los periodistas, lamentablemente, leen súper poco. Hay periodistas que creen que leyendo un diario van a poder producir una pieza impresionante. No puedes escribir un artículo impresionante si no lees a Richard Ford, si no sabes quién es Lorrie Moore, John Irving... ¿Alguien sabe quién es Michael Ondaatje o Flannery O'Connor? Son nombres súper obvios, autores contemporáneos cuya prosa debe alimentar la narrativa periodística.
¿Y qué me dice del no-lector al que se refiere Martín Caparrós?
Esa gente la hubo siempre. Es muy difícil evaluar qué va a pasar con internet dentro de 20 años, con esa gente que ahora solo puede leer de corrido un tuit. Yo nunca salgo sin un libro en el bolso, y esa es una costumbre mía desde que era chica, pero no tengo el recuerdo de haberme cruzado con un solo compañero con el que hubiera tenido una conversación. Si comparo eso con lo que pasa ahora, hasta debería ser optimista, porque ahora al menos leen Harry Potter. Hasta la mala literatura te sirve para introducirte en el mundo de la lectura. Escribir 140 caracteres no es lo mismo que escribir "Pedro Páramo". Hay una mentira muy demagógica en hacerle creer a la gente que está escribiendo grandes cosas porque pone "Hola, qué tal" en Twitter. Si la gente tiene cosas interesantes para leer, va a leer. Pero si se encuentra con un periódico que le cuenta todos los días lo mismo, y descubre intereses espúreos, y unas manipulaciones raras, y además está mal escrito... claro, pierde el lector. Pero cuando a la gente le ofreces buen contenido, lo lee.
Después de esta conversación, estoy convencida de que cree en el periodismo, pero ¿qué me dice del periodismo digital?
Para mí no hay diferencia. Yo creo en el periodismo. El hecho de haberle puesto el apellido digital le ha hecho un gran daño porque nos ha hecho perder de vista qué queremos contar, la conversación se escapa hacia el lugar del soporte y no del contenido. Toda esa parafernalia tecnológica tiene que estar al servicio del lector, no puede tapar la historia. Muchas veces siento que cuando se discute el periodismo digital, precisamente se deja de discutir de periodismo y se discute solo de digital. Yo sí creo que si el texto está bien, el lector se lo va a leer en una lata de Coca-Cola, en la suela de un zapato, proyectado en un intrachip dentro de su cerebro o en la web. Además, me parece un pensamiento muy arcaico, porque el periodismo digital es una cosa de ayer, ya está, ya llegó, ya pasó. Nunca como en esta época hemos vivido tan convencidos de que hemos llegado al futuro, como si mañana no hubiera, como si ya hubiéramos alcanzado el colmo de la expresión de la especie, como si internet fuera el no va más de todo el desarrollo tecnológico. Cuando no existía internet, creo que teníamos más imaginación para imaginar el futuro. No hay un lenguaje nuevo, inventado, pero tenemos el convencimiento de que sí, que el futuro es esto. No somos capaces de levantar la vista y darnos cuenta de que va a venir algo después de internet que nos va a dar la vuelta por completo y va a modificar el acto de leer y escribir.
Para mí no hay diferencia. Yo creo en el periodismo. El hecho de haberle puesto el apellido digital le ha hecho un gran daño porque nos ha hecho perder de vista qué queremos contar, la conversación se escapa hacia el lugar del soporte y no del contenido. Toda esa parafernalia tecnológica tiene que estar al servicio del lector, no puede tapar la historia. Muchas veces siento que cuando se discute el periodismo digital, precisamente se deja de discutir de periodismo y se discute solo de digital. Yo sí creo que si el texto está bien, el lector se lo va a leer en una lata de Coca-Cola, en la suela de un zapato, proyectado en un intrachip dentro de su cerebro o en la web. Además, me parece un pensamiento muy arcaico, porque el periodismo digital es una cosa de ayer, ya está, ya llegó, ya pasó. Nunca como en esta época hemos vivido tan convencidos de que hemos llegado al futuro, como si mañana no hubiera, como si ya hubiéramos alcanzado el colmo de la expresión de la especie, como si internet fuera el no va más de todo el desarrollo tecnológico. Cuando no existía internet, creo que teníamos más imaginación para imaginar el futuro. No hay un lenguaje nuevo, inventado, pero tenemos el convencimiento de que sí, que el futuro es esto. No somos capaces de levantar la vista y darnos cuenta de que va a venir algo después de internet que nos va a dar la vuelta por completo y va a modificar el acto de leer y escribir.
¿Qué consejo le daría a un recién licenciado en Periodismo?
La verdad es que no me gusta dar consejos porque creo que la fórmula le sirve a cada uno. Lo contrario puede producir en el otro una idea anuladora y así se han reventado contra la pared muchos talentos. De todos modos, no creo que se pueda ser un buen periodista si uno no lee, si uno no alimenta su prosa, si no va al cine, si no alimenta su manera de ver el mundo. Un periodista es, ante todo, alguien que tiene una mirada; si no tienes una mirada, no tienes nada. Uno no es periodista por un lado y persona por el otro, uno lleva puesto lo que es todo el tiempo, sobre todo en una profesión así.
La verdad es que no me gusta dar consejos porque creo que la fórmula le sirve a cada uno. Lo contrario puede producir en el otro una idea anuladora y así se han reventado contra la pared muchos talentos. De todos modos, no creo que se pueda ser un buen periodista si uno no lee, si uno no alimenta su prosa, si no va al cine, si no alimenta su manera de ver el mundo. Un periodista es, ante todo, alguien que tiene una mirada; si no tienes una mirada, no tienes nada. Uno no es periodista por un lado y persona por el otro, uno lleva puesto lo que es todo el tiempo, sobre todo en una profesión así.
Leila Guerriero mantuvo una charla con internautas de TVE
¿Cómo has seleccionado los textos del libro? ¿Siguen algún criterio concreto?
Yo tengo una teoría, que podría llamarse "la teoría del yogur", y que consiste en creer que, así como el yogur tiene fecha de vencimiento, la escritura también. Cuando leo cosas escritas por mí hace diez años, siento una especie de erizamiento, porque no me siento reconocida en esos textos: quiero decir que yo ya no escribo así.
La escritura parecer tener, como el yogur, fechas de vencimiento que rondan los cinco o seis años: cada cinco o seis años todo cambia, y uno deja de reconocerse en la forma de aquello que escribió. De modo que podría decirte que la selección fue más o menos sencilla: no podía ir muy atrás en el tiempo -por aquello del yogur-, y lo demás fue un ejercicio de modestia: saber que, en casi diez años, no todo lo que uno hace tiene la misma calidad, y por tanto no todo debe formar parte de una antología. También me ayudó mucho el trabajo del editor, Camilo JIménez, un colombiano talentosísimo a quien envié todos los textos que creí podían incluirse, y me convenció de incluir algunos que no estaban en esa selección previa, y de sacar otros que yo creía que sí deben estar. El ojo ajeno, y sobre todo si es un ojo inteligente, como era el caso, ayuda mucho.
¿Qué queda del nuevo periodismo en estos tiempos de periodismo basura, mal pagado, peor valorado y al servicio de todo tipo de intereses?
En principio, creo que las generalizaciones son injustas. No creo que todo el periodismo sea periodismo basura (aunque estoy un poquito más cercana a creer que sí casi todo periodismo es mal pagado, pero en fin), ni que esté al servicio de todo tipo de intereses. Si tengo que hablar de la parte del mundo de la que yo vengo -américa latina-, te diría que hay mucha gente que está haciendo buen periodismo, yendo contra corriente, trabajando de forma honesta, y en muchos casos independiente. Desde ese lugar, podría decir que el terreno que le queda al nuevo y viejo periodismo es el de siempre: contar historias, hacer visible lo que no puede verse o lo que no se quiere dejar ver, tratar de entender el mundo para contárselo a mucha gente. Y también querría agregar que todos son los mejores y los peores tiempos para el periodismo. La queja acerca del peor tiempo de todos, en nuestra profesión, lleva, al menos décadas.
Literatura y Periodismo ¿No le parece que son dos conceptos que muchas veces son antagóncicos? ¿Como los maneja sin que uno contamine al otro?
Tomás Eloy Martínez decía que todo es literatura: que el periodismo también es literatura. Hay que diferenciar, en todo caso, entre literatura de ficción y literatura de no ficción. El periodismo es eso: literatura de no ficción. No veo, desde ese punto de vista (y la verdad que desde ningún otro) antagonismo alguno. Me parece, antes bien, que son géneros diferentes. Pero, en cuanto a cómo manejarlos sin que se contaminen, te diría que para mí -a lo mejor porque soy un poquito precámbrica- la frontera es fácil: el periodismo (la literatura de no ficción), es periodismo. Por tanto, todo lo que cuente debe basarse en hechos comprobables, en cosas que hayan sucedido. El periodismo narrativo toma, de la literatura de ficción, técnicas formales. Lo único que no puede ni debe tomar de la literatura de ficción es la capacidad, que esta sí tiene, de la invención. Un periodista no debe ni puede inventar. Ese es el límite, más bien brutal y clarito, según lo veo.
Qué opinas sobre Internet y las redes sociales como fuentes para los periodistas
Creo que son fuentes válidas, y que sin dudas es mucho mejor poder hacer una búsqueda en Google para chequear en qué fecha se publicó tal o cual cosa (por mencionar sólo una de las infinitísimas posibilidades), que tener que tomar un metro y dos buses hasta llegar al archivo de un periódico, buscar entre cuatrocientas cajas durante dos horas y, recién entonces, obtener el dato que buscamos. Pero lo que veo con cierta preocupación -por no decir alarma, grito, alarido, erizamiento-, es que esas fuentes son las únicas fuentes que utilizan algunos periodistas. Otra vez, no quiero generalizar, pero siento que el periodismo se construye sobre una idea básica, al menos en las últimas décadas. ESa idea básica es el movimiento de ir y ver qué pasó para después contarlo. Me parece que la utilización de las redes sociales y de internet como única fuente anula esa idea. Yo quisiera seguir pensando en que el periodismo es un oficio lleno de gente curiosísima que sale a la calle para intentar darle, a los lectores, una mirada sobre lo que vio. Y me temo que, si sólo nos quedamos contemplando las llanuras plácidas del twitter y la pampa desinfectada de doctor Google, ese movimiento primigenio que nos trajo hasta aquí podría perderse, corromperse, sucumbir.
¿Cuándo te diste cuenta de que lo tuyo era "escribir periodismo"?
En verdad, creo que antes de que yo me diera cuenta de que lo mío era escribir periodismo, se dio cuenta otra persona. Yo llegué al periodismo de manera extravagante. Siempre escribí, desde pequeña, pero para mí escribir era escribir poemas, cuentos, etcétera. A los 17 años entendí que no tenía la menor idea de cómo se podía hacer para sacar esa escritura del ámbito, digamos, doméstico, y ganarme la vida con ella. Así, estudié una carrera universitaria que no tenía nada que ver con la literatura ni el periodismo. Cuando me recibí, vino el golpe de suerte de la década, o de la centuria: Un día pasé por el periódico PáginaI12 y dejé un relato corto, de ficción, que había escrito, por ver si algún editor de un suplemento llamado VeranoI12, que por entonces publicaba relatos de lectores ignotos, quería publicarlo. Pero el recepcionista del diario me dijo que ese suplemento ya estaba cerrado, con todas las publicaciones programadas durante meses, y me sugirió dejar el texto a nombre del director del periódico: Jorge Lanata. Yo escribí, en el sobre, Atención Señor Director Jorge Lanata, sin la menor esperanza de que sucediera nada con eso. Y me fui. Tres días más tarde el relato salió publicado en la contratapa del diario, donde publicaban Osvaldo Soriano, Juan Gelman, Rodrigo Fresán, etcétera. Yo no había dejado en el sobre ni mi dirección ni mi teléfono, de modo que, cuando vi el relato publicado, corrí a llamar por teléfono a PáginaI12. Allí me pasaron con Lanata que, según su secretaria, me había estado buscando infructuosamente para preguntarme si podía publicar el relato. ¡Como si yo fuera a decirle que no! Cuestión, que me pasaron con él, me preguntó quién era, de dónde había salido. Quedamos en contacto y, seis meses después, me ofreció un puesto de redactora en la revista Página/30, que era la revista mensual del diario. Y desde entonces nunca he trabajado de otra cosa.
Por eso te digo que había otra persona que sabía que yo quería ser periodista, antes que yo lo supiera. Esa persona era Jorge Lanata.
¿Qué consejo le das a un joven que está estudiando periodismo? ¿Tenemos futuro en esto? ¿Está todo tan mal como nos dicen?
El primer consejo es que no pidas consejos, al menos no a periodistas. A mí, en verdad, no me gusta dar consejos, pero te diría que, si lo tuyo es el periodismo escrito, leas mucho, y no sólo periodismo, sino también ficción, poesía (poesía, poesía), ensayo. TEngo una amiga chilena, una editora estupenda, llamada Andrea Palet, que dice que la única herramienta que tiene un editor es su cabeza, pero que esa cabeza debe ser una cabeza bien amueblada. En el caso de un periodista pasa lo mismo: tu única herramienta es tu cabeza, pero debe estar bien amueblada. Una cabeza bien amueblada permite tener lo que más importa en el periodismo: una mirada. Caparrós dice que un buen periodista debe ver, allí donde todos miran, algo que no todos ven. De eso se trata. Y en cuanto a si hay futuro, por supuesto que sí. Yo creo que nunca, como ahora, el futuro ha sido tan viejo. Quiero decir: pensamos que internet es el no va más, que después de esto no habrá nada que vuelva a ponernos patas arriba. Los medios ponen toda la energía en pensar cómo sobrevivir en este mundo internético, dando por sentado que ya no vendrá nada que pueda superar esto. Y, sin embargo, el acto de leer sigue siendo el acto de leer, las palabras son todavía las palabras, las imágenes son todavía las imágenes. Ha cambiado el soporte, pero nadie, o muy pocos, piensan en el contenido. Yo creo que hay periodismo para rato, y que la mirada pesimista sobre el oficio es una mirada perimida, que entronca con esa idea de "ya está: esto es el último estadío de la evolución".
¿Cuál es tu método de trabajo? ¿Cómo documentas tus historias?
Primero: no creas todo lo que dicen. Después, el método de trabajo en la etapa de reporteo consiste en, básicamente, una idea: tratar de saber todo lo que se pueda saber de la persona a la que voy a entrevistar, aplicar mucha curiosidad y mucha paciencia, ver a esa persona muchas veces y en diversas circunstancias, obsesionarme con el asunto durante unas cuantas semanas, entrevistar a personas relacionadas con el protagonista del perfil (para no quedarme con una sola versión del asunto), y, después, lo usual: desgrabar, repasar por apuntes y las desgrabaciones, y sentarme a escribir sólo cuando sé que tendré por delante al menos diez días libres de todo compromiso y sabiendo exactamente cuál será la frase de arranque.
Foto: Diego Sampere
Fuentes: ABC y TVE