domingo, 5 de agosto de 2012

Daniel Vila cambió el director del UNO Mendoza

Jaime Correas dejó de conducir el UNO y según una comunicación oficial que circuló en la empresa ahora "se desempeñará como Editor de Suplementos Especiales". Será reemplazado "interinamente" por Rubén Valle, quien fue repatriado después de haberse ido a Los Andes. El cambio se produce justo después de que Vila fuera insultado en una asamblea de periodistas, a los que les envió cartas documentos
El empresario Daniel Vila no sólo genera noticias relacionadas a Independiente Rivadavia o Pamela David. En los últimos días hubo dos novedades que lo incluyen y dominaron el chisme mediático. Ayer desplazó al director de su diario en Mendoza. Y antes envió cartas documento a un grupo de empleados que hicieron una asamblea el 18 de julio y lo insultaron cuando él intentó disuadirlos.

Según la comunicación que anoche a las 21 llegó por mail al personal, con la firma de la Gerencia Corporativa de UNO Medios, a partir de este 1 de agosto "Jaime Correas se desempeñará como Editor Responsable de Suplementos Especiales".

"Además, continuará con la realización y edición del suplemento dominical Señales; de los Magazine Uco, Sur, Luján, Maipú, Este; y seguirá colaborando con las ediciones semanales de San Juan 8 y Diario UNO San Rafael".

"Interinamente, Rubén Valle estará a cargo de Diario UNO Mendoza, en sus versiones papel y digital. Y reportará en sus funciones a Carlos Bajach, Gerente General de Diario UNO, y a Ariel Robert, Coordinador de Contenidos Editoriales".

El escrito termina con estas frases: "Agradecemos a Jaime su aporte profesional" y "contamos con la colaboración de todos en esta nueva etapa de la gestión de Rubén".

Correas, de 51 años y profesor en Letras, conducía el UNO desde 1998, cuando renunció como director el ya fallecido Alejandro Gómez y él dejó Primera Fila. Mientras que Valle, también dedicado al periodismo y autor de libros, fue repatriado por la empresa de Vila hace pocos meses después de que hace unos 3 años se fuera a Los Andes.

Este año Valle volvió para desempeñarse como subdirector del medio, en un momento de mucha disconformidad del personal con la empresa por los salarios y otras condiciones laborales.

De hecho, la previa a este cambio de mando en Diario UNO fue un escándalo en el multimedio ubicado en el Acceso Norte protagonizado por el propio Vila.

Fue el 18 de julio, cuando unos 25 periodistas reclamaban por mejoras salariales durante una asamblea afuera del edificio, en la playa de estacionamiento del predio ubicado sobre Manuel A. Sáez de Las Heras, y el empresario los enfrentó luego de ser insultado con un "hijo de p..." justo cuando emprendía la retirada.

Enojadísimo, Vila se volvió exigiendo que su agresor verbal se identificara, algo que hasta hoy no ocurre. Quien lo insultó nunca lo reconoció y tampoco sus compañeros lo traicionaron.

Nadie contestó y el dueño se volvió a su oficina. Una vez adentro, explotó y a los gritos buscó al director del diario UNO, Jaime Correas, tras lo cual dio instrucciones de que cerraran las puertas del edificio para que un escribano identificara a los asambleístas de aquellos empleados que se encontraban en sus lugares de trabajo, y la semana pasada enviarles cartas documentos. Siempre con el objetivo de identificar al autor del insulto.

En el medio de todo esto, la empresa también está buscando un nuevo CEO para el Grupo UNO tras la salida de Luis Galli, hace aproximadamente un par de meses.

El escándalo se reflejó de manera importante en las redes sociales, que el empresario se ha acostumbrado a utilizar.
Fuente: SitioAndino

Jaime Correas, su despedida como director:
El reloj del UNO en la mesa de luz
Se cierra una etapa en la dirección periodística del diario que inaugura otra llamada a consolidar la presencia y el liderazgo. La carrera de fondo sigue
Por: Jaime Correas, jcorreas@arlink.net.ar
No uso reloj. Nunca lo usé. Pero desde hace años tengo uno guardado en el cajón de mi mesa de luz y cada tanto lo miro. Me lo regalaron en la fiesta de lanzamiento del Diario UNO la noche del 26 al 27 de junio de 1993. He tenido que cambiarle varias veces la pila para que siga funcionando. Y ahí continúa latiendo su maquinaria suiza. Me marca que el tiempo pasa, me pasa, nos pasa. En el centro está el logo de UNO y abajo dice “Diario de Mendoza”. Es un talismán que guardo como un corazón intracorpóreo. Yo, que no uso reloj.


Después de 13 años como director periodístico del Diario UNO, esta semana he dejado ese cargo para desarrollar otras funciones. Han sido 6.731 ediciones hasta el viernes, último día en que me senté a imaginar la tapa, ese fetiche que tenemos los periodistas en el que creemos, con inocultable ingenuidad, que se cifran las claves del mundo.

En la edición número 1 ya había una nota con mi firma. He perdido la cuenta de las que escribí en estos más de 19 años de existencia que han llevado al diario a transformarse en una institución de Mendoza.
Nacimos con el augurio de que íbamos a durar pocos meses, con lo cual la tarea está cumplida en lo que hace a la existencia, la consolidación y la continuidad. Pero los diarios son como lo narrado en El mito de Sísifo, el célebre libro del periodista y filósofo Albert Camus. Cada día, con todas las páginas en blanco, hay que llevar con los ojos ciegos una piedra enorme hasta la cima. Luego cae montaña abajo y se la debe volver a izar una y otra vez.

Con esta metáfora magnífica de la existencia humana y su absurdo Camus reflexionó sobre el suicidio y escribió que es el más serio problema filosófico que enfrenta el hombre. Citó allí la III Pítica del poeta griego Píndaro, en un epígrafe que tiene incontables ecos: “No aspires, alma mía, a una vida inmortal, pero agota el ámbito de lo posible”.

En nuestro caso, los periodistas que hacemos diarios, ese “ámbito de lo posible” es hacer llegar a los lectores, día tras día, año tras años, esa piedra que es el periódico. Sin olvidar nunca que mañana el gran peñasco estará con todo su peso otra vez en la base del monte, esperando ser acarreado otra vez hasta la cúspide. Y que la operación deberá ser repetida sin cesar.

La posibilidad de haber desarrollado esta tarea maravillosa y excitante durante tanto tiempo no es fortuita, sino que tiene su historia y sus protagonistas.

La etapa que se cierra ha sido gratificante y hace, sobre todo, necesario el agradecimiento. Porque, siguiendo a Camus, sabemos que hay un momento de felicidad, un instante de plenitud, que no necesariamente es mientras se empuja la piedra, sino cuando comprobamos que ha llegado. Y eso es así aun cuando sabemos que caerá y se deberá empezar otra vez con la labor. Y agregaría que hay algo asimismo edificante: el contar y necesitar de un proyecto, el saber que nos espera una tarea por hacer. Ese es el motor. Un diario es un escenario cotidiano de proyectos. Allí están todas las páginas en blanco y si se encara el desafío se arribará a cada edición, que es como una meta alcanzada. El proyecto, la tarea, la llegada y luego volver a empujar hacia arriba la pesada piedra es la síntesis del oficio periodístico en un diario.

Pero para poder acarrearla, esa piedra debe existir. Es allí donde aparece la gratitud, porque sin piedra no habría ni potencia que aplicar, ni monte que escalar, ni siquiera pendiente que llevara otra vez el peñasco al valle. Porque en el mito y en la vida, hay felicidad y tristeza. Lo que hace vivibles esos sentimientos es la acción, el acarreo cotidiano y, sobre todo, el arribo, aunque sea un instante fugaz, si he entendido bien a Camus. En esto se esconde algún misterio. No es sólo un hacer forzudo y tosco, es un trabajo realizado también con nobleza, con belleza, con integridad, con elegancia y con señorío.
Aludí a la gratitud, porque no se hace el trabajo sin la piedra, sin los que enseñan a empujar y sin los que ayudan, de uno y otro modo.

En primer lugar, la piedra la puso ahí Daniel Vila, cuya inteligencia, fuerza y osadía lo llevaron a imaginar que Mendoza necesitaba un diario. Él alumbró la idea y la amasó hasta llevarla a ser una realidad que llega a hoy fortificada y va rumbo a los 20 años. Fue el armador de este barco y quien me eligió como su capitán durante todos estos años en los que espero no haberlo defraudado demasiado. A él le debo la oportunidad del aprendizaje del oficio y el haber podido ejercerlo con la mayor libertad posible gracias a su persistente respaldo.

Cuando en 2007 recibí el premio Konex como uno de los cinco mejores editores de la década en el país le agradecí porque sabía que en su apuesta se cifraba el origen de ese inesperado reconocimiento de mis colegas. Estuvo a mi lado también cuando la Academia Nacional de Periodismo le entregó al diario, personificado en el equipo que conduje, el premio a la Creatividad 2010 por el “Diario del Bicentenario”.

Un recuerdo especial merece la memoria de Alfredo Vila, porque intervino cuando fue imprescindible y lo hizo con una creatividad y una sagacidad inigualables.

Esta profesión nuestra, que como ha dicho Gabriel García Márquez, es “el mejor oficio del mundo”, tiene maestros. Gabo, que es uno de ellos, ha escrito con claridad: “Nadie que no lo haya vivido puede concebir siquiera lo que es el pálpito sobrenatural de la noticia, el orgasmo de la primicia, la demolición moral del fracaso. Nadie que no haya nacido para eso y esté dispuesto a vivir sólo para eso podría persistir en un oficio tan incomprensible y voraz, cuya obra se acaba después de cada noticia, como si fuera para siempre, pero que no concede un instante de paz mientras no vuelve a empezar con más ardor que nunca en el minuto siguiente.”

Los periodistas que me enseñaron y me enseñan fueron y son muchos. A ellos debo agradecer. Me quedo con algunos nombres, los más determinantes: in memoriam, Carlos Castañeda y Alejandro Gómez, y todavía hoy, desde un ayer remoto e imprescindible, Miguel Ángel Bastenier y Andrés Gabrielli.

Un pilar principal al que guardo gratitud es el de mis compañeros de la redacción. No los voy a nombrar, porque ellos saben, pero son los que han hecho y hacen el Diario UNO. Los que vibran y van a seguir haciéndolo con ese “orgasmo de la primicia”. Quizás entre ellos deba mencionar a uno que los sintetice a todos en este momento especial, porque es quien recibe el pase del testigo y sé que mantendrá la nave con pulso firme mientras le toque hacerlo: Rubén Valle, por tantos años de amistad y compañerismo.

Mi gratitud también a todos los que hacen el diario en las distintas áreas de esta maquinaria compleja y a veces antropófaga.

Debo agradecer a mis amigos de siempre, de antes y después del diario, que están ahí, cada mediodía, cada café, cada cena, cada ida al cine, cada discusión.

Y, sobre todo, la mayor gratitud, la que no se puede explicar ni, quizás, decir, es para los míos: Adriana, Paloma, Victoria y Francisco, porque si alguien me sufrió en estos largos años de ejercer el mejor oficio del mundo fueron ellos. También Juan, Lidia y Patricia.

La roca sigue ahí y también la montaña. Mientras pueda y sea útil voy a seguir haciendo fuerza para subir el peñasco a la cumbre, aun sabiendo que se va a caer. Esta tarea es de equipo y se aprende que cada uno de los que intervenimos somos menos importantes que la institución. Y ese es mi gran orgullo de estos 13 años: haber contribuido junto a tantos otros para que el Diario UNO sea más importante que cualquiera de los que lo hacen posible, que la institución nos justifique y no al revés.
Para no olvidarlo nunca, siempre estoy atento al latido del reloj en el cajón de la mesa de luz. El viernes, le cambié la pila.

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