El Presidente de News Corp afirma que el futuro del periodismo es más prometedor que nunca, pero que el buen periodismo del futuro no será gratis y que el modelo basado en la publicidad murió.
Muchas empresas de la información están cerrando o sometiéndose a curas de adelgazamiento. Seguramente oirá a algunos decir que el periodismo lo está pasando mal y que la culpa es de Internet. Pues bien, quiero transmitirles el mensaje contrario. El futuro del periodismo es más prometedor que nunca y sus únicos obstáculos pueden proceder de editores y productores no dispuestos a luchar por conquistar a los lectores y a los espectadores, o de gobiernos demasiado intervencionistas regulando o subvencionando en demasía el sector.
Desde siempre, sólo hay un elemento de éxito para un periódico: la confianza que se deriva de representar los intereses de los propios lectores y proporcionarles las noticias que consideran importantes. Y esto significa informarlos sobre la comunidad en la que viven, descubrir la corrupción entre los políticos o entre los empresarios y mantener la cabeza alta ante los ricos y poderosos. La tecnología actual nos permite hacer esto a mayor escala. Y eso significa que tenemos los medios para alcanzar a miles de millones de personas que, hasta ahora, no tenían acceso a un tipo de información honesta e independiente, tan necesaria para mejorar el propio estatus social, obligar a los gobiernos a rendir cuentas y satisfacer las propias exigencias y sueños.
¿Quiere esto decir que lo vamos a conseguir? Naturalmente, no siempre. Algunas cabeceras y algunas empresas del sector nunca lograrán adaptarse a la realidad digital de nuestros días, y se verán obligados a cerrar. No debemos culpar a la tecnología de estos fracasos. El futuro del periodismo está en manos de los audaces y las empresas que prosperarán serán las que encuentren maneras nuevas y mejores de satisfacer las exigencias de sus espectadores, escuchantes y lectores.
Claves para el éxito futuro
Lo primero que hay que hacer es darle a la gente las noticias que quieren. He visto muchos periódicos con estanterías repletas de premios y reconocimientos, y un número de ejemplares vendidos que caía sin parar. Esto quiere decir que esos periodistas producen información para sí mismos, en vez de hacerlo para sus clientes. Lo más preciado de una empresa informativa es la confianza de sus lectores, un vínculo que nace de la certeza que tienen de que sus periódicos se preocupan de sus intereses.
En News Corp estamos trabajando, desde hace dos años, en un proyecto para utilizar partes de los servicios televisivos del grupo para ofrecer contenidos de televisión (e incluso contenidos de periódicos) a los teléfonos móviles. Los actuales consumidores de información no quieren estar sujetos a una pantalla en casa o en la oficina para ver sus programas informativos o de entretenimiento favoritos. Transfiriendo esos contenidos a sus móviles, nuestro plan tiene en cuenta las exigencias de la próxima generación de espectadores televisivos. Y lo mismo vale para los periódicos. Nuestros lectores utilizan cada vez tecnologías más diversas para acceder a nuestros periódicos en diferentes momentos del día. Por ejemplo, pueden leer una parte del Wall Street en su Blackberry mientras van de camino a la oficina, o leerlo en el ordenador cuando llegan, o en un e-book mayor y más claro en el sitio en el que se encuentren.
La segunda consideración que quiero hacer es una consecuencia directa de la primera: los contenidos de calidad no son gratis. El buen periodismo del futuro dependerá de la capacidad de una empresa informativa para atraer clientes, ofreciendo noticias e informaciones por las que estén dispuestos a pagar.
El viejo modelo de empresa basado en la publicidad ha muerto. Afrontemos la evidencia: un modelo que se base preferentemente en la publicidad online no será capaz de garantizar la sostenibilidad de los periódicos. La razón es aritmética. A pesar de que la publicidad online está aumentando, este incremento representa sólo una fracción de lo que se está perdiendo con la publicidad impresa.
Y en este ámbito las cosas no cambiarán. Ni siquiera si hay bonanza económica. La razón es que el viejo modelo se basaba en situaciones de cuasi-monopolio. Como el de los anuncios publicitarios, que han sido desplazados por competidores nuevos y más económicos, como Craiglist, Monster.com y otros.
En el nuevo modelo de negocio haremos pagar a los consumidores las noticias que les ofrezcamos en nuestra web. Los escépticos dicen que la gente no pagará. Yo creo que pagará, pero sólo si le ofrecemos algo válido y útil. Porque nuestros clientes son lo bastante inteligentes para saber que nada es gratis.
Basta de robos
Y esto vale incluso para algunos de nuestros amigos online. Hay quien piensa que tiene todo el derecho del mundo a coger nuestros contenidos y utilizarlos sin contribuir ni siquiera con un céntimo a la producción de los mismos.
Otros reescriben, sin ni siquiera citar las fuentes, los artículos de periodistas ilustres y bien pagados, que invirtieron días, semanas o, incluso, meses para hacerlos. No hay derecho. Esta gente no está invirtiendo en periodismo, se está aprovechando del trabajo y de las inversiones de otros. Y apropiarse indebidamente casi por completo de nuestros artículos no es una utilización correcta. O para decirlo más claramente, es un robo.
En estos momentos, los creadores de contenidos soportan todos los costes, mientras los buscadores o agregadores de contenidos se benefician. A largo plazo, todo esto es insostenible. Nosotros estamos abiertos a otros modelos de retribución, pero el principio es claro. Parafraseando a un famoso economista, no hay artículos gratis y haremos todo lo posible para que nos los paguen, de una forma equitativa pero honesta, por el valor que ofrecemos.
Advertencia a los estados
Para concluir, quiero decir algo sobre el Estado. En los últimos 20 ó 30 años, hemos visto nacer nuevas plataformas y nuevas oportunidades que nadie habría sido capaz de prever: redes sociales, iPhone, Blackberry, páginas web de periódicos y de radios y televisiones. Y estamos sólo en los comienzos.
El Estado tiene un papel que cumplir en este ámbito. Desgraciadamente, una parte preponderante de los mecanismos que el Estado utiliza para regular la información y las empresas que operan en este sector está basada en presupuestos del siglo XX. El desarrollo del sector implica una mayor competencia, lo cual redunda en beneficio de los consumidores. Pero así como las empresas se están adaptando a las nuevas realidades, también debe hacerlo el Estado. En este nuevo universo de la información más competitivo, limitar la propiedad cruzada entre televisiones y periódicos tiene tan poco sentido como tendría prohibir a los periódicos que dispusiesen de páginas web.
A mi juicio, las crecientes exigencias de subvenciones para los diarios son alarmantes, al igual que el exceso de regulación del sector. Una idea que está ganando popularidad es la de destinar fondos públicos a los periodistas o proporcionar a los periódicos el estatus de organizaciones no lucrativas, a cambio de la renuncia de los periódicos a apoyar a sus candidatos políticos.
El mayor problema de las ayudas públicas es aquel al que hemos asistido en el caso del salvamento de la industria automovilística y consiste en que las ayudas mantienen en pie empresas que producen cosas que los clientes ya no quieren.
La perspectiva de que el Gobierno americano entre directamente en el periodismo comercial debería considerarse como algo terrible para todos los que amen la libertad de expresión. Los padres fundadores sabían que el elemento fundamental de la independencia era permitir a las empresas prosperar y servir de contrapeso al poder público. Precisamente porque los diarios no dependen del Estado para su supervivencia tienen los medios para vigilar las actividades del Gobierno. Lo importante no es cómo se difundirá el periódico del futuro. Lo importante, sobre todo, es que la industria de la información siga siendo libre, independiente y competitiva.
Dibujo: El Mercurio, Chile
Fuente: El Economista