El Telégrafo cita a los accionistas
La Junta de Accionistas de Diario El Telégrafo sesiona hoy en Guayaquil. Aunque no está confirmada la hora, uno de los principales puntos a tratar es la intención de crear un nuevo órgano informativo del Gobierno, bajo el paraguas del matutino guayaquileño.
La Junta de Accionistas de Diario El Telégrafo sesiona hoy en Guayaquil. Aunque no está confirmada la hora, uno de los principales puntos a tratar es la intención de crear un nuevo órgano informativo del Gobierno, bajo el paraguas del matutino guayaquileño.
En una entrevista con El Comercio, el director de El Telégrafo, Rubén Montoya, indicó que el nuevo periódico tendría un corte propagandístico.
“Pero para ejecutarlo ha ordenado que parte del presupuesto inicial, para el diseño del proyecto y las instalaciones en donde trabajen, colabore diario El Telégrafo. Estoy en contra de esa disposición”, dijo en la entrevista.
Según Montoya, la orden preocupó al Directorio de El Telégrafo, que en su sesión del 11 de diciembre de 2009, pidió que se suspenda cualquier contratación referente a ese proyecto.
También mencionó que conversó con el Ministro de Telecomunicaciones y Sociedad de Información, Jorge Glass, quien también participaría de la sesión prevista para hoy. “Me ha dejado la mejor impresión posible. Y un espacio de reflexión será la próxima Junta de Accionistas del próximo viernes (hoy)”.
Se conoció que hoy se publicará un comunicado de la Redacción del diario, en el que dan su apoyo para que El Telégrafo se mantenga como un diario público, entregado a la ciudadanía.
Mientras, en la página de Facebook, ayer circuló una invitación para unirse al grupo ‘Por un verdadero periodismo público apoyamos a El Telégrafo’. La convocatoria menciona el proyecto del nuevo diario. “Las intenciones del Gobierno Nacional de crear un periódico de corte popular con los recursos, personal e infraestructura de El Telégrafo pone en riesgo su autonomía e independencia.
Defendamos el proyecto del primer diario público, que en sus dos años de existencia le ha abierto las puertas a grupos y agendas que no figuran en otros medios”. Hasta las 17:00 de ayer, se registraron 195 seguidores en el grupo.
Fuente: El Comercio
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El debate dentro del diario El Telégrafo
El Director del diario a sus lectores:
Luchas que trascienden
Rubén Montoya Vega
Cuando usted lea estas líneas, el proyecto del primer diario público del Ecuador estará pasando una dura prueba: el ministro de Telecomunicaciones (o su delegado) decidirá -en nombre del Gobierno- si bajo el paraguas de El Telégrafo puede planearse y ejecutarse un diario popular, oficial. O si no debe hacerse así... Ojalá sea lo segundo y redireccionen su legítimo proyecto.
Quienes hemos levantado este proceso (cientos ya, enriquecidos en el crecimiento y en la lucha) sabemos que a pesar de los prejuicios y los odios, de las envidias y las ignorancias, vale la pena (¡y la alegría!) entregarle nuestro mejor tiempo y aliento. Porque creemos que todo lo trascendente cuesta, y todo lo que ES, es lucha... (pero de la verdadera, no la que solo esconde defensa de intereses y privilegios).
Creemos que son los tiempos germinales de este esfuerzo que tiene por fin dar a los ciudadanos un medio que nunca tuvieron... y merecen. Después, con un proceso consolidado (que incluye una necesaria Ley de Comunicación), los medios públicos deben ser administrados y dirigidos por la sociedad: hacia allá deben ir. Esa es parte de nuestra tarea... No es una pelea menor y hay que darla a la luz del día, maravilloso signo de estos tiempos nuevos, en que la democracia -creo- es muchísimo más que una palabra desvencijada y hueca.
Y para quienes piensan que “las cosas malas se lavan en casa”, hay que decirles primero que no es ‘cosa mala’ discrepar. Y luego habrá que preguntarles: ¿cuál creen que es la casa de un medio público?... A esa casa en la que creemos y por la que hemos luchado, le debemos gratitud y cuentas. Y ambas se hacen con transparencia... Se imprime
Fuente: El Telégrafo
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Los trabajadores del Diario El Telégrafo en un aviso que pagaron:
Carta pública de la redacción de El Telégrafo
El periodismo ciudadano no soluciona los problemas sociales, facilita soluciones. Esa es una de las premisas con las que un día, en la década de los ‘90, en los Estados Unidos, nació el también denominado periodismo cívico, participativo y público.
En nuestro país, esta experiencia no tiene antecedentes. Si bien la actual etapa de diario El Telégrafo apareció como iniciativa del presente Gobierno, tanto su proceso de construcción cuanto su funcionamiento actual están sujetos a su razón de ser: constituirse en el Primer Diario Público del Ecuador.
En este proceso nos hemos unido fotógrafos, periodistas, editores, el departamento de infografía y de diseño. Somos profesionales que, aunque podríamos trabajar en otra empresa, decidimos hacerlo aquí porque creemos en el proyecto inicial del diario público. Estamos convencidos de que es indispensable, necesario y urgente instaurar otro tipo de periodismo en el país. Un periodismo que, entre otras cosas, no sacralice a la información oficial y que no responda a ningún interés hegemónico.
Un periodismo que contribuya a la construcción de la esfera pública. Que visibilice las realidades de una sociedad tan compleja y diversa como la nuestra. Lo hacemos sin ninguna presión, sin ninguna afiliación política y sin más interés que el de hacer un trabajo profesional.
Estamos conscientes de que el proyecto del diario público todavía se encuentra en una etapa muy temprana y que necesita de un proceso de maduración. Sabemos que concebir así al periodismo implica dar un giro de 180 grados en la forma de entender a este oficio. No solo desde la perspectiva de los mismos periodistas -la mayoría formados en la práctica de medios privados-, sino también desde la del público lector, cuya única alternativa a la agenda de los medios tradicionales se reducía a la crónica roja, al mundo visto desde lo político o lo económico y a contenidos de farándula. No desconocemos la importancia de esta visión del periodismo y el papel que ha jugado. El periodismo público no es la panacea, pero si un esfuerzo en la búsqueda de encontrar nuevas rutas hacia la verdad, abriendo el debate y generando cambios.
Este cambio debe también ser comprendido por quienes de una u otra forma contribuyen a que el proyecto pueda llevarse a cabo. Un verdadero periodismo público no puede estar comprometido con los auspiciantes de un medio y mucho menos con alguna institución estatal. Un diario público, aún cuando se financie con fondos contemplados en el Presupuesto General del Estado, no se constituye de ninguna manera en una vocería gubernamental, sino en el espacio de los ciudadanos. En última instancia, la misión del periodista que trabaja en un medio público, es de dar voz a los que no la tienen.
De ahí que para nosotros tenga sentido el trabajo que hace El Telégrafo.
En secciones como Retrato, Diversidad, Zona Ciudadana, Sociedad, el Portafolio Gráfico o las entrevistas del Fin de Semana, encuentran voz aquellos personajes anónimos que construyen al Ecuador desde su quehacer diario. Las ediciones de Séptimo Día dan prioridad a géneros como la crónica y el reportaje, a través de los cuales se da cuenta de realidades desconocidas pero igual de importantes. El espacio que en el diario se ha reservado para la Cultura nos recuerda que las sociedades se definen mejor a través de su producción material intangible, porque en ella se revela lo más profundo de quienes las componen. También la sección económica abre un espacio para las iniciativas comunitarias y nuevos emprendimientos; no se detiene en el anuncio oficial de las propuestas, sino que trasciende a las necesidades y a la búsqueda de soluciones.
La página editorial es la muestra palpable del respeto a la diversidad de opinión y pensamiento. Algo similar pude decirse de Sociedad, Quito Metropolitano y Metrópoli Guayaquil.
Todas estas reflexiones vienen al caso debido a que, en los últimos días, hemos conocido de un proyecto que desde las altas esferas del Gobierno se piensa implementar, amparado por El Telégrafo, por ahora con el mismo presupuesto, y presumiblemente con los mismos recursos humanos, pero ya no con la visión del medio público, sino con la de un medio gubernamental.
Como profesionales esto nos preocupa, porque hasta ahora el Gobierno ha dado muestras de respetar el trabajo sin interferir con imposiciones de agenda o de otro estilo. Pretender construir un nuevo medio sobre las aún inacabadas bases de un proyecto inédito de periodismo público, es echar tierra sobre él; es enterrarlo.
Cerramos esta carta pública a la espera de una reflexión. De haber nuevos medios gubernamentales, éstos deben tener otro espacio y otra conducción, porque su fin no es del medio público, El Telégrafo. No mezclemos un proyecto histórico con un deseo coyuntural; porque se estaría acabando con las razones por las cuales en principio le apostamos al diario en el que trabajamos.
Como Redacción El Telégrafo, seguimos firmes voluntaria y profesionalmente en torno del diario público. Lo hacemos con la convicción de que al final la verdad nos hará libres.
La Redacción de Diario El Telégrafo
Ecuador, 28 de enero de 2010.
Este artículo fue respaldado y pagado por 63 firmantes
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Los columnistas del Diario El Telégrafo a sus lectores en una carta abierta:
Quito, 27 de enero de 2010
Señores Junta de Accionistas de Diario El Telégrafo
Señores Miembros del Directorio de Diario El Telégrafo
C.C.: Rubén Montoya Vega, director de El Telégrafo
Carol Murillo Ruiz, subdirectora
La historia ecuatoriana, así como la de muchas sociedades contemporáneas, registra la importancia de los medios de comunicación y del periodismo como espacios de construcción del discurso y el debate públicos. Podemos decir que, a la par de la cultura política, responsable del modo de organización social, se ha desarrollado una cultura periodística, responsable del modo de entender las relaciones sociales.
En el Ecuador, la cultura periodística -cuyos elementos vertebradotes son: propiedad, condiciones de producción y prioridades informativas de los medios- se ha desarrollado exclusivamente en el ámbito de los medios privados. Por ello, la creación de medios públicos ha sido una de las iniciativas más acertadas del actual Gobierno en la gran tarea de diversificar y democratizar la oferta informativa y devolver a ésta su condición de bien público.
No obstante, el desarrollo y consolidación de los medios públicos tienen como condición indispensable su independencia informativa respecto del poder político. Cualquier decisión o iniciativa que tienda a vincular a estos medios con actividades de promoción y difusión del gobierno de turno supondría un retroceso, no solo en la cultura periodística sino también en las posibilidades de democratización del espacio mediático en el país.
En las últimas semanas ha trascendido, por diversos espacios informativos, la intención de algunos funcionarios del Gobierno Nacional de crear un órgano de difusión oficial que, valga recordarlo, no es ni remotamente lo mismo que un medio público. En principio, ese no es el problema, puesto que el Gobierno está en su derecho de informar sobre su desempeño y el de sus funcionarios. El problema radica en que ese medio nacería, como lo han advertido varias fuentes, cobijado bajo la infraestructura de diario El Telégrafo. Esta cercanía de hecho entre un medio público y un órgano de difusión y propaganda oficial podría comprometer el proceso y afectar notablemente las posibilidades de consolidación de diario El Telégrafo como medio público.
De este modo, la sociedad recibiría un mensaje contradictorio sobre la naturaleza y los alcances del proyecto de medios públicos y podría interpretar que el mismo Gobierno que abrió la posibilidad de construir un espacio de discusión e información desde el interés de ciudadanos y ciudadanas, ahora pretende manejar y controlar esos mismos medios que contribuyó a crear. Adicionalmente, en el marco de la campaña instrumentada en contra de la regulación de la actividad de los medios de comunicación, este mensaje, con seguridad, será capitalizado a su conveniencia -es decir de modo perverso- por los medios privados.
Por ello, quienes colaboramos con El Telégrafo, desde una posición crítica e independiente del poder político, expresamos nuestra preocupación por este proyecto que, según información de dominio público, está próximo a concretarse. Expresamos, además, nuestro apoyo a la existencia y consolidación de medios públicos, como El Telégrafo, orientados a ofrecer información periodística al servicio del interés ciudadano antes que del gubernamental.
Firman 34 columnistas de diario El Telégrafo
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