martes, 30 de diciembre de 2025

Empresas millonarias con trabajadores pobres: protesta y marcha contra el Multimedios La Capital

Rosario vivió ayer una ruidosa jornada de protesta y movilización de trabajadores de prensa frente al edificio del Multimedios La Capital, ubicado en Sarmiento al 700, en reclamo de mejoras salariales, pago de deuda de obra social y fin de la precarización laboral. La acción fue encabezada por el Sindicato de Prensa Rosario (SPR) y contó con la participación de periodistas y empleados de distintos medios de la ciudad.

Bajo la consigna "Empresas millonarias con trabajadores pobres", el sindicato puso el foco en la aparente desproporción entre las inversiones millonarias del grupo y la situación de los trabajadores. Mientras el multimedios expande su imperio mediático hacia Bariloche, Tucumán, Salta, Bahía Blanca, Córdoba, Santa Fe y Capital Federal, y destina más de 140 millones de pesos en reformas edilicias y nuevos estudios de streaming con La Capital+, los empleados reclaman un bono que apenas representa 20 millones de pesos.

Durante la protesta, el secretario general del SPR, Edgardo Carmona, denunció que los dueños del grupo —a través de su holding GSS Group, encabezado por Gustavo Santiago Scaglione— priorizan la acumulación patrimonial por sobre los derechos de los trabajadores. "Estos muchachos utilizan los medios para crecer patrimonialmente, pero tienen a sus trabajadores precarizados y con servicios de obra social resentidos por falta de pagos", afirmó Carmona, quien destacó además la reciente compra de Telefe por 100 millones de dólares como ejemplo de la contradicción financiera de la empresa frente a los reclamos de los empleados.
Reclamos y denuncias de los trabajadores
Carmona subrayó la situación de precariedad que viven los empleados y la negativa de la empresa a atender sus pedidos. Señaló además que el conflicto se arrastra desde hace tiempo. Aseguró que mantuvieron reuniones permanentes con la empresa, aunque —según denunció— siempre recibieron la misma respuesta: una actitud sobradora y propuestas que consideró inaceptables. En ese marco, remarcó que el 30 de diciembre, "una fecha nada casual", los trabajadores decidieron iniciar un plan de lucha.

Sostuvo que no abandonarán la pelea hasta que se les reintegre "el último peso" que, afirmó, les fue quitado de manera sistemática. Denunció que más de 300 trabajadores sufren descuentos mensuales que nunca son devueltos, mientras la empresa —según indicó— destina más de 100 millones de dólares a inversiones como la compra de Telefe.

Carmona rechazó el discurso empresarial que promete crecimiento en beneficio de los empleados y lo calificó de falso. "Este es el futuro que nos proponen, y le decimos que no", afirmó, al tiempo que llamó a cada trabajador a defender su puesto laboral y el futuro de sus familias. Cerró su intervención agradeciendo el acompañamiento y reiterando la denuncia de robo salarial.

El dirigente sindical detalló además las cuantiosas inversiones del grupo: más de 80 millones de pesos en la instalación de La Capital+ y el streaming de LT8, y más de 60 millones en la mudanza administrativa al Palacio Minetti, antiguo edificio de Canal 3. "Tienen empresas millonarias con trabajadores pobres y precarizados", remarcó Carmona, haciendo referencia también a la participación del multimedios en la adquisición de Vicentin, ahora rebautizada como Nueva Vicentin Argentina.
Entre los principales reclamos de los trabajadores se destacan:
  • Pago de un bono de fin de año y recomposición salarial.
  • Cancelación de la deuda con la obra social y el sindicato, que supera los 600 millones de pesos.
  • Cese de la precarización laboral, que afecta tanto a periodistas como a empleados administrativos.
  • Respeto a la libertad de expresión, frente a denuncias de censura y condicionamiento editorial.
Una protesta con color y música
La protesta incluyó la instalación de una caja gigante de colores navideños con la leyenda "Feliz año, con la caja no alcanza", acompañada por una volanteada para visibilizar los reclamos. La murga que acompañó la acción aportó ritmo y color a la jornada, mientras Carmona y otros dirigentes explicaban al público los motivos de la movilización y la situación crítica de los trabajadores.

Carmona afirmó con firmeza: "No pedimos limosnas, queremos que nos devuelvan nuestra plata. La empresa cree que los trabajadores tienen temor y que vamos a soportar condiciones indignas, pero estamos dispuestos a defender nuestro salario, nuestros derechos y nuestra obra social".
Marcha por la peatonal Córdoba
Tras la concentración frente a La Capital, los trabajadores marcharon por la peatonal Córdoba hasta la Bolsa de Comercio, en Paraguay al 700, donde reafirmaron los reclamos y denunciaron la continuidad de reuniones infructuosas con la empresa durante más de un año. La recorrida finalizó en San Martín y Santa Fe, con un simbólico brindis con agua, un gesto que unió a los trabajadores en la defensa de sus derechos laborales.

Durante la movilización también se desplegó una bandera en rechazo a la reforma laboral y a la derogación de los estatutos del periodista y del empleado administrativo, proyecto impulsado por el gobierno de Javier Milei, cuya discusión en el Senado se prevé para febrero de 2026. Los trabajadores alertaron que la aprobación de la reforma representaría un retroceso significativo en materia de derechos laborales y sociales.

La jornada dejó en evidencia la tensión existente entre los trabajadores de prensa y el Multimedios La Capital, y expuso la profunda desigualdad entre las millonarias inversiones empresariales y las necesidades básicas del personal. Con firmeza y organización, los trabajadores dejaron claro que no aceptarán condiciones de precariedad y que el plan de lucha continuará hasta ver restituidos sus derechos.
El silencio mediático y la concentración de medios

La protesta y la marcha de las y los trabajadores de prensa no tuvieron cobertura en la gran mayoría de los medios locales. Solo los portales Conclusión y Redacción Rosario marcaron presencia, mientras que el resto del ecosistema mediático local permaneció en silencio. Habrá que esperar si el sábado, medios como Suma Política informan sobre el conflicto.

El silencio no es casual: refleja la concentración de propiedad de los medios en Rosario. El Tres TV, Telefe Rosario, Radio 2, LT8, FM Vida, Frecuencia Plus, Estación del Siglo, La Red Rosario, La Capital y Rosario3 pertenecen al mismo conglomerado, lo que hace previsible que no informen sobre conflictos que involucran a sus propios dueños. La centenaria LT3 tampoco lo menciona; su propietaria, Alpha Media, aún no pagó en su totalidad los sueldos a sus trabajadores y trabajadoras.

Otros medios locales, además de permanecer en silencio, también precarizan a sus trabajadores: RosarioI12, del grupo de Víctor Santa María, arrastra conflictos laborales internos que limitan la visibilización de estas luchas gremiales; los hermanos Vignati (Roberto, María Isabel, Julián, Gabriel y María Eugenia), de RosarioPlus y Radio Sí, tampoco dieron cobertura; y el portal RosarioNuestro.com (Marcelo Diego González), el canal de streaming Vorly TV y la página web Versión Rosario (Orlando Vignatti) tampoco mostraron interés en cubrir la protesta.

En el ámbito del cable, la señal Somos Noticias Rosario pertenece a Personal, del Grupo Clarín y con Scaglione comparten las juntas directivas de Asociación de Teleradiodifusoras Argentinas y Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas . Express levantó su señal local tras la eliminación de regulaciones que obligaban a las operadoras a incluir canales de noticias locales en sus grillas, durante la gestión de Javier Milei. Radio Nacional Rosario depende en gran medida de decisiones editoriales de Buenos Aires, aunque los compañeros y compañeras de la emisora intentarán cuando pueden reflejar estas protestas.

Mientras los trabajadores protestan y sufren precariedad, el poder político y mediático brilla en portada

Déborah de Urieta despedida de Diputados TV: repudios y tensiones en la señal pública

Déborah de Urieta con Mauricio Cantando en DiputadosTV

La periodista Déborah de Urieta, con larga trayectoria en la cobertura parlamentaria, fue informada este lunes que no le renovarán el contrato en Diputados TV luego de seis años de trabajo. La decisión, recibida mediante un mensaje de WhatsApp que se borra automáticamente, se produjo al término de su último programa, impidiéndole despedirse de sus compañeros al aire.

En sus redes, Déborah relató el episodio: "¡Después de 6 años no me renuevan en diputados TV! ¿Será porque soy 'militante' (no sé de qué) o 'tiro fruta', como dijeron las autoridades de la Cámara?

Me hubiera gustado que me avisen antes de que termine mi último programa, así me despedía de mis compañeros. Pero esperaron a que terminara y me mandaron un audio, esos que se borran, para decirme que no me renovaban.

En fin, el fin de una etapa. La pasé súper con mis compañeros. Seguiré haciendo periodismo en otros medios donde trabajo pero, sobre todo, en Tw, que es lo que más le 'molesta' a LLA". (¿Estará brindando el diputado de LLA que pidió mi renuncia después de una entrevista?)

Déborah profundizó sobre las circunstancias de su despido y el contexto de la señal:Déborah de Urieta aclaró que su desvinculación de Diputados TV no debe interpretarse como una crítica hacia sus compañeros de trabajo. "Quiero dejar en claro que los colegas que continúan en el canal son excelentes profesionales y personas. No es que les hayan renovado por obsecuentes ni nada parecido: son, por lejos, quienes más saben del Congreso", señaló. También afirmó comprender las reglas laborales del medio: "Puede no gustarles mi trabajo y pueden no renovarme el contrato. Eso lo entiendo. Lo que no entiendo son los modos".

En ese sentido, explicó que durante semanas consultó en reiteradas oportunidades si su contrato sería renovado, sin obtener respuestas. "Esperaron a que terminara mi participación en el programa y recién entonces, mediante un audio de WhatsApp de los que se borran, me dijeron que no me renovaban. Yo había preguntado una vez más antes de salir al aire porque quería saber si debía despedirme o no", relató. Pese a la situación, envió un mensaje de agradecimiento: "Un abrazo a mis colegas y al equipo de DTV. Aprendí mucho de todos".

La periodista también rechazó de plano las acusaciones que, según contó, circularon para justificar su exclusión. "No soy militante. Para ellos, criticar, cuestionar o alertar sobre presuntos casos de corrupción te convierte en militante, pero nunca me dicen de qué partido. No milito, nunca milité ni militaré en ningún partido. El insulto que usaron fue 'militante y tira fruta'", afirmó.

En una entrevista posterior, De Urieta relató un episodio ocurrido en el Congreso con el propio presidente de la Cámara de Diputados. "Me lo crucé en el Senado, lo saludé, y me dijo: ‘vos estás muy militante’. Le pregunté '¿militante de qué?', y me respondió 'como Fabián Waldman'", contó, en referencia al periodista que no fue renovado por Diputados TV el año anterior. "Yo le dije que no milito, que informo con datos. Él respondió ‘vos tirás fruta’. Para un periodista, eso es un insulto: significa que mentís, que operás o que no sabés".

Según su testimonio, tras ese cruce escribió al responsable de renovar o no los contratos del canal para contarle lo ocurrido, pero dejó de recibir respuestas. "El lunes siguiente me llegó el mensaje que se borra: después de seis años, no me renovaban", explicó. También sostuvo que uno de los motivos de incomodidad con su trabajo fue su actividad en redes sociales: "Todos los meses publico cuánto poder adquisitivo pierden los trabajadores del Congreso. La motosierra no pasa por los ñoquis, pasa por los trabajadores. En estos años se fue mucha gente muy formada, técnica, que labura muy bien. Eso, sinceramente, es lo que más me duele".

Finalmente, De Urieta aclaró que su salida de Diputados TV no implica que deje de cubrir la actividad parlamentaria. "Que no me hayan renovado en DTV no quiere decir que deje de ser periodista acreditada en el Congreso. Voy a seguir cubriendo para los otros medios en los que trabajo. Lo aclaro porque muchos pensaron que me iba del Congreso, y no es así", remarcó.

La desvinculación de la periodista se suma a una serie de tensiones entre la prensa acreditada y la actual gestión de la Cámara de Diputados, presidida por Martín Menem, en un contexto en el que el funcionamiento de los medios institucionales es objeto de denuncias por recortes, vaciamiento y presunto sesgo ideológico.

Cambios y despidos en Diputados TV
El despido de Déborah de Urieta se enmarca en una serie de transformaciones y tensiones en la señal oficial de la Cámara Baja. Uno de los cambios más drásticos se produjo con la llegada de Jonatan Arioli como director de Diputados TV, bajo la conducción de Martín Menem. A fines de 2023 y principios de 2024, se decidió no renovar la mayoría de los contratos de trabajadores esenciales del canal —productores, maquilladores, camarógrafos y técnicos— cuyos vínculos habían vencido el 31 de diciembre, provocando una reducción considerable de personal y múltiples despidos.

Esa medida fue el paso previo a una reconfiguración del canal, que dejó de emitirse por televisión tradicional para transmitirse únicamente por YouTube, decisión que generó fuertes críticas por limitar el acceso ciudadano a la información parlamentaria. Según contamos en Señales, la transformación contravino la resolución de la Cámara de Diputados de 2006, que establecía que la señal debía transmitirse por aire, cable, Internet y otros medios para cubrir todo el país. El cierre de espacios tradicionales implicó una merma significativa en la disponibilidad del servicio para amplios sectores de la población.

En paralelo a los recortes de personal y al cambio en la forma de transmisión, la señal oficial se vio envuelta en episodios de censura e intervención editorial directa. Por ejemplo, durante una transmisión en vivo de una comisión clave, la periodista acreditada Laura Serra fue interrumpida y se le indicó por auricular que no continuara hablando de la Comisión de Juicio Político, interpretado por colegas y opositores como un intento de censura. Asimismo, otros periodistas, como Fabián Waldman, denunciaron presiones internas y decisiones de la dirección del canal que limitaron su continuidad laboral.

Reacciones de apoyo
El despido de Déborah generó un amplio respaldo en redes sociales y entre legisladores de distintos bloques:
Jairo Straccia, su compañero en "Buenas tardes China", escribió: "A algunos no les gustan las preguntas, las repreguntas, el periodismo profesional y menos la independencia. Aguante @ddeurieta". Y finalizó: "Cuando quieras hablamos al aire @MenemMartin".

Nicolás del Caño, legislador del Frente de Izquierda: "Toda nuestra solidaridad Déborah".

Christian Castillo, diputado de la Provincia de Buenos Aires: "Toda la solidaridad Déborah ante este despido discriminatorio".

Agustín Rossi, diputado peronista, planteó: "¿Dónde queda la libertad de expresión? En @DiputadosTV sacan del aire a una de las mejores periodistas parlamentarias que tiene el Congreso de la Nación. Solidaridad total con @ddeurieta ante esta decisión arbitraria".

Maxi Ferraro, ex diputado: "Banco a la corajuda de @ddeurieta. En tiempos en los que muchos callan, Déborah se anima a preguntar, repreguntar, publicar y pensar; y eso ya es un acto de valentía. Vaya mi reconocimiento a su calidad profesional y mi solidaridad".

Daniel Lipovetzky, ex diputado, escribió: "Toda mi solidaridad con @ddeurieta! Esto demuestra que no defienden ninguna libertad y menos la libertad de expresión. Por suerte la vamos a seguir teniendo en el Congreso como periodista parlamentaria".

Karina Banfi, diputada provincial: "Déborah, te vi crecer. Te consolidaste como periodista parlamentaria, una especialidad que te destaca. Defiendo con todo que sigas interpelando a la política del Parlamento".

Pablo Juliano, legislador radical: "La sacan con un audio que se borra, imagínate que van a hacer con la reforma laboral. Toda mi solidaridad y respeto".

Marcela Pagano, ex diputada libertaria: "Una periodista que incomoda (a todos). Otra periodista en una lista negra. Felicitaciones @ddeurieta, te echan porque no te pudieron comprar!"

El despido de Déborah refleja una tensión creciente entre la prensa acreditada y la actual gestión de Diputados TV, en un momento en que la independencia periodística y el acceso a la información se encuentran bajo presión. La profesional continuará ejerciendo el periodismo parlamentario tanto en medios tradicionales como en redes sociales, manteniendo activa su cobertura parlamentaria.

Alerta y movilización del Sindicato de Prensa Rosario frente al intento de aniquilar derechos laborales

Frente al proyecto precarizador de reforma laboral y derogación del Estatuto del periodista profesional y del empleado administrativo de empresas periodísticas, la asamblea general de trabajadores del Sindicato de Prensa Rosario, reunida ayer en amplia convocatoria en la sede de Pichincha resolvió:
  • Declarar al gremio de Prensa en estado de alerta y movilización.
  • Continuar y profundizar acciones conjuntas con los gremios de prensa de todo el país.
  • Reunirse con legisladores nacionales representantes de Santa Fe para explicar la postura de las y los periodistas frente al proyecto que aniquila derechos laborales.
  • Difundir a toda la sociedad cómo la derogación del estatuto del periodista es un ataque directo a la libertad de expresión y el derecho a la información.
  • Participar en unidad de las actividades que propongan la CGT local y la CTA T y adherir al paro y movilización propuesto por la CGT Nacional para febrero cuando se discuta el proyecto del oficialismo.
La Asamblea resaltó que con organización y unidad es posible detener esta destrucción planificada de los derechos de la clase trabajadora, de sus organizaciones sindicales, del funcionamiento de las obras sociales, de la sostenibilidad de medios cooperativos y comunitarios y del derecho a la información.

En un detallado informe, las abogadas del gremio Rita Frenquelli y Florencia Sanjulián destacaron que el proyecto llamado de "modernización laboral" supone un retroceso en materia de derechos; la derogación de los estatutos del Periodista Profesional y del Empleado Administrativo de Empresas Periodísticas (Ley 12.908 y 12.921), vigentes desde hace 80 años, no sólo afecta directamente a los trabajadores de prensa, sino que compromete la libertad de expresión y el derecho a la información de toda la sociedad.

domingo, 28 de diciembre de 2025

Horroris Causa: un actor pone en debate lo que no se ve en la cultura rosarina

Christian Álvarez, con décadas de trayectoria en teatro y gestión cultural, denuncia exclusiones, meritocracia y "aristocracia" simbólica en los espacios culturales de Rosario, y presenta un manifiesto que invita a debatir quién define la cultura y quién queda afuera.

Un manifiesto incómodo
En los últimos días se conoció un documento que empezó a circular fuerte en Rosario, titulado 'Horroris Causa, cierta Cultura de Rosario'. No es un comunicado institucional ni un texto académico. Es un manifiesto crítico, incómodo, escrito desde la experiencia de quien trabaja en el teatro y en la cultura desde hace décadas. El texto pone en cuestión la idea de una cultura única, denuncia lógicas de exclusión, de meritocracia, de institucionalización y plantea una pregunta de fondo: ¿quién define hoy qué es la cultura en Rosario y quién queda afuera de ese relato? 

En Señales charlamos con su autor, actor, trabajador de la cultura, egresado de la Escuela 71 'Dr. Francisco de Gurruchaga' -La Gurru-, Christian Álvarez.

El origen de 'Horroris Causa'
El texto que tituló Horroris Causa no nació de un impulso aislado ni de una bronca repentina. Surgió en el mismo momento en que la ceremonia comenzó a circular por las redes y quedó colgada en la transmisión de la Universidad Nacional de Rosario en su canal de YouTube. Él ya sabía que ese día se iba a distinguir a Fito Páez con el doctorado honoris causa. Escucha radio, sigue esas señales, estaba al tanto. Cuando apareció el video, lo abrió y empezó a mirar. Y fue ahí, mientras avanzaba la ceremonia, cuando algo empezó a incomodarlo de manera persistente.

Fito, el afecto y la incomodidad
No fue Fito en sí. Al contrario: habla de él desde el afecto. Dice que lo quiere, que le gusta, sobre todo ese primer Fito que lo atravesó en la adolescencia, cuando discos como Ey! le pegaron fuerte y lo marcaron para siempre. Todavía hoy reconoce un montón de canciones que lo acompañaron durante años. Incluso cuenta que fue a verlo en vivo con su hija Lucía, de trece años, que también es fan, aunque ahora —le aclara ella— "le gusta menos". Fito es parte de su historia personal y familiar. 

Por eso la sensación que le empezó a crecer mientras veía la ceremonia no tuvo que ver con un rechazo al artista ni con la universidad otorgándole el reconocimiento.

El doctorado y el clima simbólico
Está acostumbrado a que las universidades entreguen doctorados honoris causa y, de hecho, cree que tiene sentido. Le parece interesante como gesto de apertura, como una forma de vincular los claustros con la comunidad, de reconocer trayectorias por fuera del microclima universitario, con sus códigos propios, su universo cerrado. Hasta ahí, nada que objetar. 

Sin embargo, algo en el clima general, en la presentación, en los argumentos, en la locución del propio Fito, empezó a golpearle "feo y duro" en distintos lugares.

La palabra que activó todo: aristocracia
Hubo una frase puntual que terminó de dispararlo todo: cuando Fito habló de pertenecer a una "aristocracia", una "aristocracia espiritual", que —según dijo— sería la única que existe. Él cree que fue una expresión dicha con pudor, quizás corregida en el aire al escucharse a sí mismo. Pero la palabra quedó flotando. Aristocracia. 

Y con ella, todo su peso histórico, simbólico y cultural. La asociación fue inmediata: la idea de una cultura que baja desde Buenos Aires, que pisa fuerte en el resto del país, que se impone como modelo, como centro irradiador de legitimidad. Desde ese lugar, la memoria lo llevó a una acción realizada años atrás.
El negreo naturalizado
Entonces aparece la anécdota que arrastra desde hace años. Vuelve al 2007, cuando junto a otros compañeros reabrieron la delegación Rosario de la Asociación Argentina de Actores y Actrices. En 2008 ya estaban intentando ordenar el trabajo actoral en la ciudad, poner límites, desmarcar prácticas abusivas que se naturalizaban desde hacía décadas. Para ellos, uno de los emblemas más claros de ese "negreo" —lo dice sin rodeos— era y sigue siendo un reconocido director y referente del teatro musical argentino.

Durante años, en todo el país y particularmente en Rosario, ese director montó un mismo mecanismo. Llegaba con seminarios pagos, anunciados con bombos y platillos. Seminarios intensivos, de dos días, por los que la gente pagaba mucho dinero. A cambio, prometía premios: la posibilidad de actuar en alguna de sus producciones más emblemáticas, títulos clásicos del repertorio que solían estar de gira. Se promocionaban elencos de treinta actores en escena, pero cuando llegaba el momento de la verdad, desde Buenos Aires viajaban apenas nueve intérpretes, con contratos en regla. Los otros veinte o veintiuno eran actores locales que no cobraban un peso. El “pago” era el mérito, el honor, la experiencia de haber sido elegidos entre los mejores del seminario que ellos mismos habían financiado.

El conflicto y la denuncia
Muchos actores rosarinos todavía exhiben en su currículum haber trabajado con ese creador. Lo recuerdan como una experiencia maravillosa. Cuando desde la asociación se enteraron de que el mecanismo seguía activo, se acercaron a la producción para pedir una reunión, para charlar. La respuesta fue el ninguneo. El mismo de siempre. El trato distante y despectivo que él asocia, justamente, con los aristócratas.

Con el correr de los días, empezaron a llegar más datos. Una semana antes del estreno, esos actores locales eran convocados a ensayar de madrugada, de once de la noche a tres o cuatro de la mañana. Sin comida. Aportando ellos mismos el vestuario base. Sin cobrar. Y después venía la maratón de funciones: una el viernes en el Teatro El Círculo, dos el sábado, una el domingo y cuatro más el lunes para escuelas privadas de Rosario. Todo envuelto en la retórica de la “experiencia inolvidable” de pisar un gran escenario.

Mientras lo escuchaba hablar de aristocracia espiritual, esa escena volvió con fuerza. No como un recuerdo aislado, sino como una clave para leer un modo de entender la cultura, el mérito y el poder simbólico. De ahí nació Horroris Causa: no como un ataque personal, sino como una incomodidad que necesitaba ser escrita. Y dicha de un modo que invite al debate.

Ministerio de Trabajo y desenlace
Ante la negativa persistente de la producción a recibirlos, decidieron avanzar. Ese domingo se presentaron directamente con el Ministerio de Trabajo y labraron un acta. A partir de ahí empezó a salir todo a la luz: ninguno de los actores tenía contrato, exactamente como ellos ya sabían. El escándalo fue inmediato. Llegaron antes de la función del domingo sin saber bien con qué se iban a encontrar. El director no estaba. Sí estaba el responsable musical del proyecto, visiblemente desencajado, junto a otros actores. Pero no hacía falta que el máximo referente estuviera presente para que el conflicto estallara. Eran actores hablando con actores, y eso ya decía mucho.

La situación fue escalando. Hubo amenazas telefónicas. La producción seguía sin pagar. El conflicto terminó trasladándose a Santa Fe y, finalmente, los pagos se hicieron efectivos. En el medio, aparecieron advertencias de que iban a publicar una solicitada en un diario de alcance nacional para escracharlos, acusándolos de impedir el trabajo de actores y actrices en Rosario. La respuesta era simple: si había dinero para pagar una solicitada, mejor pagarle a la gente y terminar con el problema. Además, cualquier discusión sobre contratos los dejaba en peor lugar, porque directamente no existían.

Aristocracia, cultura y poder simbólico
Todo ese proceso desembocó en una carta —que Christian lamenta haber perdido— escrita por un actor de Buenos Aires a la presidenta de la asociación en ese momento, Cecilia Censi. La firmaba el propio creador del proyecto. Allí los describía como los típicos "patoteros sindicalistas", los que pateaban puertas, los que no lo dejaban trabajar a él, miembro —según decía— de una aristocracia artística, heredero de generaciones dedicadas a descubrir talentos, gracias a los cuales muchos habían llegado a ser lo que eran.

Por eso, cuando escuchó a Fito Páez hablar de aristocracia, el vínculo fue inmediato. Esa palabra activó una cadena de ideas y experiencias que venía masticando desde hacía años como trabajador de la cultura, como actor y como alguien que eligió desarrollar su trabajo en Rosario. No por azar, no como paso previo a otra cosa, sino decididamente en Rosario. 

Cultura, trabajo y responsabilidad
Desde ahí, con una relación permanente con lo colectivo, con la apertura, con la discusión sobre la distribución —una palabra que, dice, ya casi no se pronuncia— empezó a preguntarse qué cultura se está defendiendo, a quién beneficia y a quién deja afuera.

La cultura, insiste, está hecha para la gente o debería pensarse desde la gente. Y la penetración simbólica que tiene una figura como Fito implica una responsabilidad mayor. No es gratuito lo que se dice en un escenario así. No es inocente no asumirse como trabajador. Entiende que cada uno se autoperciba como quiera, pero esa autopercepción también forma parte de una cultura que él siente la necesidad de cuestionar.
¿Por qué el trabajo parece algo negativo?
Ahí aparece la pregunta que atraviesa todo su razonamiento: ¿por qué el trabajo es percibido como algo negativo? ¿Por qué parece estar mal decir "soy trabajador"? ¿Acaso Fito nunca trabajó en su vida? La idea de que el trabajador es siempre otro, alguien a quien hay que decirle qué hacer, alguien que no puede disputar sentidos, que no puede intervenir en el terreno de la cultura, es una visión profundamente arraigada. Como si la cultura solo pudiera ser producida por una aristocracia ilustrada, por artistas que, desde ese lugar, se sienten habilitados a decir cualquier cosa.

El asco, el humor y los cuerpos que soportan
Cuando recuerda el momento en que Fito contó, casi como una anécdota graciosa, que había trabajado un solo día en una pollería sacando menudos y que nunca más lo hizo porque le daba asco, entiende por qué a muchos les resultó cómico. A él mismo, en otro contexto, podría haberle causado gracia. Pero puesta en relación con todo lo anterior, la escena cambia de sentido. Piensa en ese trabajador o trabajadora que saca menudos todos los días, que no puede darse el lujo del asco, porque su sensibilidad no está autorizada a rechazar ese trabajo. Como si hubiera cuerpos destinados a soportar lo que otros no toleran. Como si el asco de uno valiera más que la necesidad del otro. Y ahí, dice, es donde se le erra feo.

El problema no es el humor ni la risa. El problema es no hacerse cargo de qué se está diciendo cuando se ríe. La tradición del grotesco, recuerda, siempre estuvo ahí para habilitar una risa crítica, una risa que expone lo que duele. Estuvieron Discépolo, los dos Discépolos, estuvo Pirandello. Reírse sí, pero reírse en serio de lo que pasa, no para reafirmar jerarquías.

La universidad y la distinción
En el auditorio donde se entregó el honoris causa, además, hubo frases que terminaron de cerrar el cuadro. Cuando el rector dijo "distinguiendo a quien distingo, me distingo a mí", la pregunta se volvió inevitable: ¿qué está distinguiendo realmente la universidad? 

No se trata de separar al artista de la persona. Fito es todo eso junto. Pero también es cierto que se lo distingue desde una institución que está por fuera de su expertise, y que en ese auditorio se aplaudieron afirmaciones cargadas de sentido político y cultural.

No una cultura, sino muchas
Lo que a él le interesa, en definitiva, no es Fito como individuo, sino pensarse —pensarnos— en relación con esa cultura que se celebra y se legitima. Una cultura que algunos necesitan imaginar como única, homogénea, cerrada. Cuando, en realidad, insiste, no somos una sola cultura. Y nunca lo fuimos.

Arístides Vargas y la idea de los muchos teatros
Esa reflexión no era nueva. Él mismo reconoce que en 2015 alguien se la terminó de poner en palabras con una claridad demoledora. Fue Arístides Vargas, director y dramaturgo, un artista al que define como precioso y a quien tuvo la fortuna de tener como director en el Teatro Nacional Cervantes. 

Aquella experiencia fue, dice, maravillosa: un elenco de nueve personas provenientes de ocho provincias distintas que convivieron un mes y medio en Buenos Aires para montar una obra, girar luego por el país con veinte funciones y cerrar finalmente en el escenario del Cervantes.

Un momento político bisagra
Todo eso ocurrió en un momento bisagra. Estaban en Capital cuando cada uno volvió a su provincia para votar y regresó después. Vieron de cerca la transición política, las elecciones presidenciales, el triunfo de Mauricio Macri y la sensación de que se caía un pedazo enorme de un proyecto de país distinto, como si algo que se venía construyendo se desmoronara frente a sus ojos.

En ese contexto, Arístides les decía algo que quedó grabado: no existe el teatro. No se confundan. En Argentina hay muchos teatros. Cada uno venía de una provincia, de una ciudad, de una cultura distinta, con rasgos propios que podían dialogar, complementarse, tensionarse, pero que no se reducían a una sola forma. Y eso, decía Vargas, es la cultura. Por suerte no existe un solo teatro.

Cultura hegemónica y exclusión
El problema, piensa hoy, es que los discursos hegemónicos —y ahí nombra sin rodeos al discurso fascista— necesitan imponer la idea de una única cultura para poder avanzar. Para implementar determinadas cosas, hace falta borrar la diversidad. Y en ese proceso, quienes quedan afuera son siempre las personas. La mayoría. Porque no a todos se les concede un honoris causa, ni simbólico ni real.

Aclara que no está pidiendo ningún reconocimiento para sí mismo. No se trata de reclamar distinciones personales ni de exigir honores por ser actor. La discusión pasa por otro lado: por la idea de distinción como superioridad, por esa noción de ser "distinto" desde un lugar jerárquico, como él entiende que se plantea en el discurso que lo disparó a escribir.

Cultura, educación y origen
Por eso habla de Horroris Causa como un manifiesto político-cultural. No solo como una crítica puntual, sino como una toma de posición. Y no es casual que se presente como egresado de la escuela Gurruchaga. Lo hace a propósito. Porque ahí, dice, hay un vínculo profundo entre cultura y educación. La cultura es la madre de todo lo demás. Desde ahí se puede pensar la política, un proyecto de país, las tensiones necesarias, las disputas inevitables, siempre en relación con un bien común.

La Gurruchaga y la formación temprana
Habla de sí mismo deliberadamente. Recuerda la primera vez que salió en el diario La Capital: tenía once años y, junto a un compañero y una maestra, viajó en 1982 para llevar una ofrenda floral a los soldados de Malvinas. Todavía era dictadura. Ya se percibía el final, pero también estaba naciendo algo: el proyecto de la escuela Gurruchaga, el complejo educativo con talleres a contraturno. 

Había de todo: bonsái, periodismo, coro, teatro. Ahí tuvo a su primera maestra, Chiqui González —que más tarde sería ministra de Cultura de la provincia de Santa Fe—; después Miguel Palma; la gente de la Agrupación Discepolín; Ana Bárzola, enumera. Más tarde, ya adolescente, entró a Discepolín y nunca más se fue del teatro.
El contraste con el presente
Cuando mira el presente, el contraste es brutal. Hoy esa misma escuela ofrece horario extendido solo para un turno, para una cantidad limitada de chicos, con dos o tres talleres y, encima, pagos. Ese es el devenir, dice. Ese es el contexto.

En ese recorrido también aparece Fito. Lo conoció ahí, en la infancia, cuando Chiqui González los acercó en pleno auge de la Trova Rosarina. Y ahora, décadas después, hay que salir a pelear para que los pibes puedan ir a un taller de teatro en contraturno, pagando, y solo si están en el turno mañana, porque el turno tarde directamente no existe para eso. No entiende cómo se piensan las cosas.

Educación financiera y sentido común
Trae otro ejemplo que lo indigna. El año pasado tuvieron que movilizarse contra la introducción de la llamada "educación financiera" en la escuela primaria. Un proyecto presentado como vanguardia, promocionado por la directora en la señal de TN un domingo, destinado a chicos de primero a séptimo grado, vinculado a plataformas como Mercado Pago. 

Un proyecto mal redactado, sin sustento pedagógico, cuya portada mostraba a un nene de nueve años poniendo dólares en un frasco como símbolo del ahorro. Y este año, señala, ese mismo proyecto aparece avalado por el Ministerio de Educación de la provincia.

Entonces la pregunta se vuelve inevitable: ¿dónde estamos? ¿Qué hacemos con todo esto?

Si no pertenecés, no sos
Dentro de ese manifiesto hay una frase que condensa el problema: "si no pertenecés, no sos". No lo plantea como una exageración. En el ambiente cultural, dice, pertenecer a determinado círculo es lo que legitima. Y hablar de eso es delicado. 

Enumera rasgos de una cultura excluyente, bienpensante, cerrada. Una compañera le señaló algo más que él no llegó a incluir: el amiguismo, que funciona como otra forma de exclusión silenciosa.

Pertenecer y quedar afuera
Es un terreno incómodo, porque hay muchas cosas que no se dicen de frente. En un contexto de supervivencia, cuando se empiezan a sentir los codos de los propios pares, emergen pudores difíciles de romper. Se convive con gente querida, admirada, amada, y aun así se reproducen lógicas donde pertenecer implica quedar adentro y, automáticamente, dejar a otros afuera. 

Es algo tácito, no dicho, y por eso mismo más profundo y más difícil de discutir.

Cultura que marca y define
Él lo reconoce como una cultura que marca, que define quién puede estar y quién no en determinados lugares. Y la pregunta que se hace, una y otra vez, es si realmente quiere estar en esos lugares.

Una generación con experiencia
Pertenece a una generación que podría ocupar muchos de ellos. Por trayectoria, por recorrido. Trabajó en la municipalidad, fue precarizado durante años, organizó muestras intercolegiales de teatro, dio talleres, sostuvo múltiples espacios. Eligió otra cosa. Por ejemplo, dar clases. Aclara que no es docente, que no se recibió como tal, y reivindica a quienes sí lo son y tienen esa vocación. Su elección, insiste, no fue ingenua ni casual. Fue una toma de posición dentro de ese entramado cultural que sigue discutiendo, incluso consigo mismo.

Teatro anclado en lo artístico
Su vínculo con el teatro, aclara, siempre estuvo anclado en lo artístico. Entró para actuar, para dirigir, para hacer funciones. Eso fue lo primero que quiso y sigue siendo lo que quiere. Dar clases le encanta y lo hizo durante muchos años, pero cuando sintió que para continuar necesitaba un título que no tenía, decidió correrse. No por desinterés, sino por convicción: si no correspondía, no debía hacerlo.

Instituciones y defensa pública
Desde ahí vuelve sobre otra cuestión central de su texto: la institucionalización. No la demoniza. Al contrario, dice estar convencido de que las instituciones —sobre todo las públicas— no están mal y deben ser defendidas. Pero no solo desde adentro. Cree firmemente que a la escuela pública, a lo público en general, hay que defenderlo desde afuera. De lo contrario, el discurso dominante termina siendo que los docentes defienden la escuela pública solo porque es su fuente de trabajo. 

Y, otra vez, aparece esa idea reduccionista del trabajador como alguien que simplemente defiende lo suyo y nada más.

Instituciones y comunidad
La situación se agrava cuando incluso desde los medios se pone en duda que los docentes sean trabajadores de la educación. Por eso insiste: las instituciones se defienden desde afuera, porque no pertenecen a quienes trabajan en ellas, sino a la comunidad organizada. Son espacios creados para discutir, para sostener derechos, para distribuir. De ahí la importancia de hablar de lo público y de lo universal.

Financiamiento público y agotamiento de luchas
En ese marco, se pregunta qué está pasando con organismos como el Instituto Nacional del Teatro o el INCAA. Señala que se está borrando la idea misma de financiamiento público, que se toman decisiones arbitrarias y que, con el tiempo, también se va agotando la capacidad de pelear cada frente. Las luchas se multiplican y se superponen.

El subsidio y la cultura subsidiaria
Habla desde adentro cuando describe una sensación extendida: la de sentirse privilegiado por recibir un subsidio. "A mí me están subsidiando", dice, como si eso fuera un favor y no una política pública. Por eso plantea que la matriz del debate debería ser otra. 

En el teatro, fundamentalmente, existe una cultura que es subsidiada y subsidiaria. Subsidiada por el Estado —algo que considera correcto— pero no reconocida como trabajo. El subsidio no implica derechos laborales, no implica una concepción del hacer artístico como labor.

Diferencias de legitimación
Ahí aparecen figuras que no se terminan de discutir: los gestores culturales, la industria cultural, la profesionalización real del sector. En lugar de eso, avanza el mecenazgo, con sus propias lógicas. Y otra vez se instala la idea de diferencia, de excepción. Mientras otros trabajadores —los taxistas, los obreros, quienes se levantan temprano y hacen cuentas imposibles— cargan con el peso de sobrevivir, el artista subsidiado parece ocupar un lugar de privilegio. De ahí también una culpa soterrada que atraviesa al sector.

Por otro lado, señala que el trabajo artístico es subsidiario de otros trabajos legitimados socialmente. Está legitimado ser docente, ser empleado estatal, ser funcionario con poder de decisión en cultura. Ser actor, titiritero, sin otro respaldo institucional, queda reducido a "eso y nada más". Esa jerarquía no es casual y reproduce la lógica de pertenencia que critica.

Espacios y accesibilidad
Por eso aclara que la discusión no pasa por ocupar cargos ni disputar puestos individuales. La discusión real es por los espacios. Por garantizar que existan y que sean accesibles para la mayor cantidad de gente posible. Ahí ubica la verdadera disputa y el compromiso que cree necesario asumir.
La ilusión de los consagrados
En su texto también cuestiona con fuerza una idea muy instalada: que solo los consagrados pueden hacer cultura. Una mirada que, dice, causa un daño enorme. Recuerda que a fines de los años noventa un secretario de Cultura de Rosario afirmó públicamente que desde la Secretaría se trabajaba con los artistas rosarinos consagrados en Buenos Aires. Hubo manifestaciones, pedidos de disculpas, cierta marcha atrás, pero la idea quedó flotando, latente.

Esa lógica, además, tuvo consecuencias concretas. Benefició a una compañera que en ese momento era referente de actores, pero también empleada municipal. Llegado el punto, tuvo que elegir lo que le daba de comer. Y esa elección, señala, no habla solo de decisiones individuales, sino de cómo funcionan las cosas desde abajo, en lo cotidiano. Es lamentable, dice, pero real.

Fascinación por Buenos Aires
Mientras tanto, la fascinación por los consagrados de Buenos Aires sigue intacta. Se los aplaude, se los celebra, se los toma como medida de todo. Nadie niega el deseo de ir a Buenos Aires, de probar suerte, de que te vaya bien. Pero no es fácil. No lo fue nunca. Basta preguntarle a alguien como Luis Machín para entenderlo.

El techo invisible
En su reflexión sobre la cultura y el trabajo en Rosario, el actor y gestor cultural subraya que los artistas de la talla de Fito y otros compañeros que buscan nuevos horizontes se enfrentan a un techo: un límite implícito que marca hasta dónde se puede llegar, qué se puede decir y qué incomoda. "Hay un techo que implica que podés ir hasta determinado lugar, pero otras cosas que digas incomodan, y sí, qué querés que haga, incomoda", explica, evidenciando cómo ese límite condiciona la expresión y el desarrollo artístico.

Relación con el Estado
Para él, la relación con el Estado no se reduce a renunciar o aceptar las condiciones de pago de la municipalidad. "No quiero trabajar para la municipalidad porque paga después, o paga mal. Pero ¿por qué tenemos que renunciar al Estado? ¿Por qué no discutimos lo que significa el presupuesto estatal, que vaya a la gente, que vaya a los lugares donde tiene que ir?", reflexiona, insistiendo en la necesidad de que la cultura llegue a todos, y no solo a ciertos círculos consolidados.

Pertenencia y exclusión
Denuncia además cómo la cultura del "pertenecer" reproduce inequidades. "Con esta exacerbación de los 300 años ha pasado todo en el centro. Y no quiere decir que en los barrios no pasen cosas", aclara, mencionando las 320 funciones que realizan en los barrios junto con el colectivo de Titiriteros Rosarinos, con el colectivo de narradores y con el colectivo de teatro en calle.

Tres lenguajes y coproducción
En espacios como la Biblioteca Popular Cachilo y las bibliotecas populares de los distintos barrios y los Centros Cuidar, se trabaja con tres lenguajes —Teatro - Circo, Narración oral y Títeres—, en coproducción con la municipalidad. Sin embargo, ni siquiera el propio Estado logra decirlo o valorarlo como corresponde. Y eso es lamentable, porque son experiencias que deberían crecer: la gente tiene que poder acceder a la cultura, a partir de una verdadera lógica de distribución, de lo que necesitamos como comunidad y de lo que la gente necesita.

Cultura y seguridad en Rosario
Eso es solo una parte de la discusión cultural. Lo que más lo afecta, aclara, no tiene que ver con una cuestión corporativa ligada a su trabajo, sino con el cambio cultural que se está viendo en Rosario. No quiere una ciudad donde la presencia policial se reduzca a pedir documentos a un pibe con gorrita o a un cartonero, incluso cuando ni siquiera queda claro qué se está controlando. "Rosario es otra cosa", insiste, cuestionando la idea de seguridad basada en el control visible, que ignora el verdadero sentido de la convivencia urbana.
 
Reconoce que la seguridad es una necesidad, pero se pregunta qué se busca mostrar con ciertas prácticas: a quién tranquilizan y en nombre de qué. Para él, detener a un cartonero visible y reconocible no construye seguridad. Esas son, dice, las cosas que le interesa discutir.

Tomar la palabra públicamente
En este contexto, explica su decisión de tomar la palabra públicamente: escribir, debatir y convocar. Prefiere la discusión colectiva al activismo individual: "No me gusta escribir y tirar porque sí las cosas, porque nunca fui un petardista. Prefiero el barro de poder discutir y enojarme con otras personas, a ser un llanero solitario". Así surge su convocatoria para reunir a compañeros de distintos ámbitos, no solo del teatro, en un encuentro transversal a partir del 25 de enero.

Sensibilidad y aristocracia cultural
Sobre el impacto de su manifiesto, reconoce la sensibilidad que toca al cuestionar la cultura "bien pensante" o los círculos de amiguismo. Advierte que no se trata de señalar culpables individuales, sino de diferenciar entre quienes toman decisiones y quienes realizan el trabajo cotidiano, reconociendo el esfuerzo de los laburantes que sostienen instituciones. Su experiencia de 18 años como delegado de la Asociación Argentina de Actores y Actrices lo posiciona para comprender las complejidades de estas dinámicas: errores, decisiones y distintas perspectivas se entrelazan en la gestión cultural diaria.

Desde su mirada, hablar de aristocracia cultural es hablar de democracia ausente. La democracia se vacía y, con ella, la cultura. Para él, es fundamental ir a la raíz: advertir los riesgos de discursos que legitiman la meritocracia, promovidos tanto por figuras políticas como por actores culturales que avalan ciertos privilegios. "Una de las cosas que logró Macri instalar es la cuestión meritocrática. Entonces vos pertenecés, yo te legitimo, vos sos meritorio de tal cosa. ¿Quién dice eso? En una democracia lo tenemos que discutir", afirma.

Ciudadanos y cultura
Critica también la visión superficial de la cultura como arte aislado: "Tampoco la cultura es 'qué lindo, somos maravillosos porque hacemos arte'. Somos ciudadanos, somos personas que transpiramos, que sentimos y que vivimos en una ciudad como Rosario y un país como el nuestro". Hay situaciones concretas de la vida cotidiana que ilustran la falta de estructura y contexto. 

Cuenta una escena cotidiana que lo marcó. Vive cerca de la terminal y una noche, mientras esperaba el colectivo con su compañera, dos policías jóvenes les preguntaron qué colectivo podían tomarse para llegar a la terminal, donde terminaban su turno. Estaban a apenas cuatro cuadras. No lo dice con enojo hacia ellos: al contrario, aclara que no quiere que esos pibes sean odiados. Pero señala que hay un sistema que empuja a esa situación y habilita la pregunta inevitable: ¿para qué está un servidor público si no conoce el territorio en el que trabaja?

Recuerda que antes, cuando alguien necesitaba una referencia, podía acudir a una persona del Estado que estaba para eso, entre otras cosas. Para él, esa pérdida es parte de una cultura de vaciamiento: del rol del Estado y de los vínculos colectivos. Una cultura que instala la idea de que todo logro es mérito individual, como si no existiera contexto. "Y eso —advierte— lo estamos padeciendo", dice, señalando cómo la narrativa del mérito ignora las condiciones sociales y culturales que hacen posible cualquier éxito.

Resistencia cultural y ciudadana
Finalmente, su compromiso se centra en la resistencia cultural y ciudadana, más allá de la denuncia: convocar, debatir y sostener espacios para el encuentro y la discusión. "Nos sumaremos a la convocatoria de febrero. A debatir un poco, a vernos, a encontrarnos, a tratar de pensarnos, porque hay un montón de cosas maravillosas para poder sostener y me parece que esa es la verdadera resistencia", concluye. 

También manifiesta un rechazo profundo al discurso bélico y a prácticas denigrantes como la colimba, subrayando que los intereses culturales y políticos deben orientarse al beneficio de la mayoría, y no a la consolidación de privilegios. "Cuando uno manifiesta determinadas cosas hay intereses de por medio, y ese es el hueso. Eso es lo que tenemos que ir viendo: que los intereses sean para la mayoría", finaliza, dejando en claro su compromiso con una cultura inclusiva y democrática.
 
Escuchá la entrevista completa: 

Lee el manifiesto completo:
"Horroris Causa, cierta Cultura de Rosario"
Cierta élite tiene la fantasía de una "Cultura rosarina". No me molesta que quien quiera fantasee con lo que quiera. Lo que me molesta es la hegemonía, el discurso ÚNICO, así con mayúsculas, que emana de los generadores de discursos desde los distintos estamentos. Como todo discurso hegemónico, solo es sostenible por el uso de la posición dominante de las usinas legitimadas.

No quiero aportar a la "mala prensa" institucional, sobre todo cuando la institución "madre", la Democracia, viene siendo tan arteramente atacada y vaciada de contenido. Pero creo que sí, que la "Cultura en Rosario" está "institucionalizada"; en este caso uso esa palabra como sinónimo de: encapsulada, maniatada, subsidiada, encorsetada, formateada, tutelada.

En algún momento encontramos el atajo del "subsidio" para que el Estado "fomente y estimule" la Cultura. Esto generó cierta ilusión de libertad, ya que la "independencia" artística no se veía amenazada por el "yugo" laboral y dependiente (además, no somos trabajadores, somos artistas: no yugamos, gozamos).

Luego vino la definición de "industria cultural", que fue generando pseudoproductores y productores freelance, con mayor o menor llegada a los círculos de decisión, de los cuales la mayoría no asumen su rol empresarial y de empleador, escudándose en el "esfuerzo" y el mérito de poder gestionar recursos (el "movimiento de gestores" es anterior al de industria).

En el discurso hegemónico siempre prevalece el Capital (¡es el capitalismo, estúpido!), ya sea el concreto, el cash, o el simbólico, el meritocrático, que claro, lo determina la propia "institución" que te legitima y, por ende, te institucionaliza.

¿Está mal la institución? Para nada. Si no está mal la institución madre, la Democracia (aunque al atacarla y no ejercerla a pleno parezca que no sirve), ninguna de las instituciones y/u organizaciones que tiendan a tener una comunidad plural tampoco lo están.

Es decir, el ejercicio del Estado de Derecho en cualquiera de las organizaciones es fundamental para que, desde las bases, quienes representan respondan a esas bases. Si el ejercicio del poder se desarrolla en función del usufructo de lo colectivo, es decir, vaciando de contenido lo grupal, lo colectivo, entonces lo convierto en un "síganme que no los voy a defraudar", y la "elección" y la "representatividad" se aplastan, generando la ilusión de la libertad, de la participación, y por ende se subvierte la vitalidad de lo grupal y lo colectivo: lo vivo que es tensar, poner en cuestión, pujar por los intereses individuales para llegar a acuerdos comunes y ejercicios en consecuencia para llevar adelante objetivos superadores de la individualidad.

Recuerdo cuando se lanzó en nuestra ciudad el "Presupuesto Participativo". Con un grupo de compañeras y compañeros planteábamos la preocupación de que se convirtiera en el "siga participando" de la chapita.

El sesgo de confirmación de las redes se ha instalado en los círculos de decisión y ha generado un microclima que expulsa, mira de arriba y, claro, se convence de que es la única cultura, la mejor, la que "quieren todos", incluso aquellos/as que no son alojados, porque es la que se "instala".

El impulso a "pertenecer" genera un accionar errático e ilusorio que permite conformarse con lo que hay: con "si no digo nada, tal vez pueda ocupar aquel lugar", simbólico o concreto. También, y es lo más lamentable, genera en muchos y muchas el "dolor de ya no ser", porque si no pertenecés, "no sos".

Allá por el ’82 salí por primera vez en el diario La Capital, con foto y todo: un compañero, una maestra y yo. La noticia era que nos habíamos juntado un sábado a la mañana, de manera institucional, con guardapolvo y todo, para llevar una ofrenda floral a los "héroes de Malvinas". Esto fue en plena guerra. Subimos al barco Ciudad de Rosario y, en el medio del Paraná, hicimos la ofrenda y vimos cómo las flores se las llevaba el río…

Tal vez esa ofrenda nunca llegó, como los "chocolates" de las 24 hs. El río, o tal vez la marea, las condiciones climáticas, algunos peces o algún pescador desprevenido —ojalá un pescador enamorado— habrán truncado nuestras mejores intenciones. En las 24 hs los "chocolates" no llegaron por las angurrientas y miserables manos de civiles y militares que siempre usufructuaron lo colectivo, manipulando las mejores intenciones en beneficio propio.

Creo que esto es cultural. Esta sistematización de la miseria, esto de "manipular deseos", se convirtió en una "Cultura dominante": un ejercicio de poder cuyo motor es la especulación, el rédito, el escarnio para los muchos que no entran en el molde o ya pasaron de moda. La cultura del "Descarte"… (ojo, en rosarino tal vez suene positivo o al menos cool).

Todavía no había cumplido los 12 y era parte de un proyecto educativo de una escuela que nos permitía descubrir distintos universos desde los distintos talleres (llegué a participar de los talleres de Bonsái, Coro, Periodismo y, por supuesto, el de TEATRO, donde descubrí esto que ejerzo, hago, soy: "trabajador actor").

En esa misma escuela, hoy por hoy, también se promocionan talleres a contraturno, pero para un solo turno, para un solo nivel, para unos pocos y que puedan pagar.

Cierta élite educativa, con cargos directivos, confunde hacer "carrera" con hacer jugar desde temprano "carreras", para que el que llegue primero tenga la posibilidad y pueda sentir que él sí se merece "gozar" del beneficio. Así enseñan: son beneficios a lograr y no derechos a ejercer, porque claro, no hay para todos.

Otra cosa que se ha convertido en cultura: la resignación. Hacemos lo que podemos, es lo que hay y ya.

La Cultura única genera espectadores, bufones y sobrevivientes que van recibiendo migajas para que no hagan demasiado ruido. Pero es una ilusión: habrá quienes quieran llegar a ciertos lugares para repetir la misma matriz, cambiando de denominación y ejerciendo la misma hegemonía con distintas caras o distintas caretas.

Y otros/as ejerciendo, generando, compartiendo sentidos y sentires desde las entrañas de una ciudad diversa.

¿Y con ser parte qué? ¿A dónde hay que llegar? No hay a dónde llegar: hay tránsito, y en ese tránsito un devenir que tendría que transcurrir en una sociedad que, desde las manifestaciones más básicas, responda a premisas que no sean de sometimiento, ni de mayorías ni de minorías; una sociedad que se sostenga realmente en la igualdad, que pueda profundizar la distribución y no un "equilibrio" basado en la dádiva, la exclusión y el mérito de poder sostenerse en una cuerda floja mientras te dé la fuerza, tengas paracaídas o una "red" familiar que te contenga.

No soy quien para criticar a la Universidad como institución, ni tampoco a Fito como artista o persona.
Sí me gusta hacer foco en lo que representan, o quieren representar, o creen representar, o quienes se sienten representados, o tienen cierta referencia aspiracional.

El rector asume que, dando la Universidad esta distinción, se distingue a sí misma por distinguir al hijo pródigo, el mejor de una ciudad que se hizo a sí misma, bla, bla, bla…

Y quien recibe la distinción se define como "aristócrata" de una "aristocracia espiritual" (que es la única aristocracia, agregó —creo— con cierto pudor al escuchar sus propias palabras). ¿Quiere decir que la Cultura que se distingue es la "aristocrática"?

En definitiva, quien quiera distinguir o distinguirse, que lo haga.

Ojalá se distinguiera a todos y todas los y las laburantes de la Universidad con lo mínimo, que es el respeto a los trabajadores. Ojalá que aquel sueño de "mi hijo el dotor" de una clase ninguneada de principios del siglo pasado no se haya convertido hoy en esa élite que solo ve el mérito de unos pocos.

Ah, también el distinguido dijo haber trabajado solo una vez y poco, que lo suyo no es trabajo… (no me meto con la autopercepción). Sí me preocupa el mensaje: lo que define construye, o algo así.

Esto último me da una explicación del porqué ciertos círculos no ven importante el trabajo de quienes nos dedicamos a lo artístico: porque ciertos discursos legitimados no lo ven como trabajo, porque el trabajador no puede hacer nada artístico ni tampoco "Cultura". Solo pueden hacer arte los artistas (consagrados y reconocidos como tales). Y la cultura la puede ejercer el culto (con título, institucionalizado).

Las culturas nos constituyen, y si hay una cultura debería ser el conjunto, o el colectivo, de las distintas culturas, y no una sola ejercida por quien toma decisiones.

Ojalá tuviéramos espacios de discusión, o cátedras abiertas, que permitan construir una cultura que contenga las distintas Rosarios que hay hoy, pero sobre todo que tenga lugar esa Rosario que no se define como tal porque queda fuera del discurso hegemónico.

No hablo de las manifestaciones culturales y artísticas que ejercitaremos como seres humanos a pesar de… Hablo de pensarnos cultores de nuestra propia historia social: colectiva, dinámica, plural, inclusiva, democrática.

Se ejerce una cultura dominante: "bienpensante", "blanca", "meritocrática", "patriarcal", "fragmentada", "concéntrica", "excluyente".

Propongo un espacio, a partir de febrero de 2026, a construir para debatir, cuestionar, pensarnos desde las Culturas.

El eje principal: generar un espacio transversal, multidisciplinario, intergeneracional, con perspectiva de género y basado en los Derechos Humanos universales, que vaya dando cuenta de nuestra ciudad con una mirada plural y democrática.

Quien se quiera sumar me escribe a: christianalvarezteatro@gmail.com

Christian Álvarez
Actor
Egresado de la primaria de la Escuela N.º 71
Dr. Francisco de Gurruchaga

sábado, 27 de diciembre de 2025

Caprichos de libertarios

Por: Diego Berardo, Gestor Cultural. Ex Director del Centro Cultural San Martín
Odios. Quieren que el teatro se parezca al show de la jura de diputados. | Diputados

El año se va como empezó. La cultura sigue amenazada por quienes tienen la obligación de cuidarla y promoverla, esos que hoy utilizan el proyecto de reforma laboral para insistir en el desfinanciamiento de organismos como el Instituto Nacional de Cine y Artes Audiovisuales (INCAA), el Instituto Nacional del Teatro (INT) y el Instituto Nacional de la Música (INAMu). Para ponerlo en números, el Incaa dejará de recibir el dinero por el 10% de los tickets vendidos en los cines y el 25% que ENaCom le gira de lo que recauda de las empresas televisivas. Es decir, se queda sin fondos por fuera de lo que caprichosamente decida el Ministerio de Economía. Esto último sucede a la par de que el secretario de Cultura de la Nación, Leonardo Cifelli, destacara que en su gestión se le puso fin a la discrecionalidad. ¿En qué quedamos?

Como no se entiende por qué un gobierno que profesa la mínima intervención estatal quiere dejar todo al antojo de Luis Caputo, alguien en X le preguntó al presidente del Incaa cómo se financiará el instituto y Carlos Pirovano confirmó: "Fondos del Tesoro. Se propone eliminar la asignación específica, no la policía (sic) pública. Las asignaciones específicas son un privilegio que busca evitar la sana discusión de presupuesto". Entonces, cabe preguntarse por qué el Gobierno insiste en dañar a un sector que tiene un vínculo tan grande con nuestra identidad y que, si eso no alcanzara, como pocos, genera un círculo virtuoso en la economía, repercutiendo en distintos actores de la producción y los servicios, generando empleos y exportando nuestro arte al mundo.

La respuesta es puramente ideológica. Odian a la cultura, tal vez porque quieren que el teatro se parezca al show que montan en una jura de diputados o a que la música que suena sea la de un presidente jugando al rock & roll. A lo mejor desean que el cine no exista, como el del cameraman oficial Santiago Oría. En esto último se van haciendo camino al andar, gracias a decisiones políticas y una brutal recesión. Por ejemplo, si buscamos cuántas entradas vendieron los films nacionales desde que Milei llegó al poder, encontramos que en 2025 llevamos más de 2,8 millones en 219 películas estrenadas, pero si le sacamos Homo Argentum a la cuenta el número se reduce a menos de un millón. En 2024, fueron apenas 791 mil en 235.Es decir, en dos años suman 3,6 millones, mientras que en 2023, se cortaron casi 3,5 millones de tickets en 241 producciones argentinas.

Para pasar en limpio, en todo lo que lleva esta administración al mando se superará en venta de entradas de películas locales por muy poquito al último año de su predecesora, en un contexto donde se supone que la economía ha mejorado, pero las industrias locales (y la cultura es una de ellas) no se enteran. El cine argentino produce menos y a la gente le cuesta cada vez más ir a una sala. Sin discriminar el origen del film, en 2023 hubo un total de 42.789.793 tickets vendidos, unos10 millones más que en 2025. Por eso, es evidente que la cultura necesita más apoyo y no cortarle ingresos. Buscan asfixiarla para silenciarla, pero nuestros artistas tienen una historia de vocación y resistencia que el Gobierno y sus voceros quizás desconozcan.

[Spoiler alert] Una vez más, no podrán.
Fuente: Diario Perfil

jueves, 25 de diciembre de 2025

Donald Trump desafía la libertad de expresión: ataques a los medios y acusaciones contra la regulación europea

Donald Trump lanza nuevos ataques a los programas de comedia nocturnos y a las cadenas de televisión en EE. UU., mientras acusa a la Unión Europea de presionar a las plataformas tecnológicas para silenciar las voces conservadoras, desatando un conflicto sobre la libertad de expresión y la regulación de contenido digital
Un técnico trabaja en un centro de datos de IA de Amazon Web Services en New Carlisle, Indiana. 2 de octubre de 2025. Amazon es uno de los siete "guardianes" cubiertos por la Ley de Mercados Digitales en la Unión Europea

La confrontación entre el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, y las grandes cadenas de televisión sigue intensificándose, después de que el mandatario sugiriera cancelar las licencias de transmisión de las cadenas que lo critiquen abiertamente.

El expresidente de Estados Unidos, Donald Trump, intensificó sus críticas hacia los programas de comedia nocturnos, especialmente aquellos que se han convertido en blanco frecuente de sus ataques. En esta ocasión, Trump amenazó con revocar las licencias de transmisión de las cadenas de televisión que, según él, tienen un sesgo negativo hacia su figura y el Partido Republicano.

El nuevo ataque de Trump estuvo dirigido principalmente al programa de Stephen Colbert en CBS. A través de un mensaje publicado en su plataforma Truth Social, Trump calificó a Colbert como un “desastre patético” y exigió que su programa fuera cancelado de inmediato.

En un mensaje publicado en su red social, Trump expresó: "Si los noticieros y programas nocturnos de las cadenas son casi 100% negativos hacia el presidente Donald J. Trump, el movimiento MAGA (Make America Great Again) y el Partido Republicano, ¿no deberían cancelarse sus valiosas licencias de transmisión? ¡Yo digo que sí!", escribió, reiterando una amenaza que había expresado anteriormente.

Este tipo de comentarios generaron una fuerte reacción de los opositores a Trump, que denunciaron estas declaraciones como un intento de censura. En ese contexto, también se habló de un cambio de sesgo “anticonservador” en la televisión estadounidense, especialmente después de que la cadena Paramount, matriz de CBS, accediera a pagar 16 millones de dólares para resolver una demanda relacionada con un reportaje editado en "60 Minutes".

Además, Trump nombró a uno de sus aliados, Brendan Carr, al frente de la Comisión Federal de Comunicaciones (FCC), lo que generó polémica debido a declaraciones recientes de Carr sobre la falta de independencia de la FCC, sugiriendo que sus decisiones podrían estar alineadas con las prioridades políticas de la Casa Blanca.

UE regula grandes tecnológicas y lucha contra la desinformación, pero enfurece a Trump
La administración de Donald Trump llevó su disputa con la Unión Europea a un nuevo nivel, denegando visados a cinco europeos involucrados en los esfuerzos de la UE para combatir la desinformación y el discurso de odio en las redes sociales. Trump ha acusado a Bruselas de presionar a las plataformas tecnológicas estadounidenses para que censuren las voces conservadoras y defendió en varias ocasiones que tomará represalias contra cualquier país que intente controlar a las gigantes tecnológicas de EE.UU.

La controversia gira en torno a la Ley de Servicios Digitales (DSA) de la Unión Europea, que busca regular el contenido en las plataformas digitales, obligando a las empresas a vigilar de cerca los discursos de odio, la desinformación y otros contenidos dañinos. Trump y la extrema derecha estadounidense consideran esta ley como un intento de censura que silencia las voces conservadoras en Europa y más allá.

En respuesta a estas regulaciones, el Departamento de Estado de EE.UU. anunció que denegaría visados a un excomisionado de la UE y a otros cuatro individuos, acusándolos de promover medidas de censura contra empresas y oradores estadounidenses. Esta postura también se refleja en las declaraciones de la Oficina del Representante Comercial de EE.UU., que ha criticado las regulaciones de la UE, afirmando que las medidas son discriminatorias y agresivas contra los proveedores de servicios estadounidenses.

Entre las medidas más controvertidas de la UE están la Ley de Servicios Digitales y la Ley de Mercados Digitales. La primera obliga a las plataformas a eliminar rápidamente contenidos ilegales o peligrosos, y la segunda se centra en la competencia y el dominio de las grandes tecnológicas, como Google, Apple, Amazon, y Meta. Estas leyes, que imponen multas millonarias a las plataformas infractoras, han generado un fuerte enfrentamiento entre Estados Unidos y la UE.
Foto: Reuters - Noah Berger
Fuente: Agencia AFP

Activista británico contra la desinformación queda protegido contra eventual deportación de EE. UU.

Imran Ahmed, uno de los cinco funcionarios europeos a los que Estados Unidos acusa de censura por sus advertencias contra los discursos de odio y la desinformación en línea, quedó amparado por la orden judicial de un tribunal de distrito de Nueva York, que impide que se materialice la detención con miras a la deportación, anunciada por el secretario de Estado Marco Rubio. Ahmed es el único de los activistas digitales a los que se les dictara prohibición de entrada que ya vive en Estados Unidos
Un activista indio sostiene un cartel con el retrato del director ejecutivo de Meta, Mark Zuckerberg, durante una protesta contra la desinformación frente a la entrada de las oficinas de Meta en Londres. 17 de abril de 2024

Un juez estadounidense impidió temporalmente este 26 de diciembre que la administración Trump detenga al activista británico contra la desinformación Imran Ahmed, después de que este residente permanente en Estados Unidos demandara a las autoridades por prohibirle la entrada al país, debido a su papel en lo que Washington considera censura en línea.

El martes, el Departamento de Estado impuso prohibiciones de visado a Ahmed y a cuatro europeos, entre ellos el excomisionado francés de la Unión Europea Thierry Breton.

Washington los acusa de trabajar para censurar la libertad de expresión o atacar injustamente a los gigantes tecnológicos estadounidenses con regulaciones onerosas. Ahmed vive en Nueva York y se cree que es el único de los cinco que se encuentra actualmente en el país.

La medida provocó la indignación de los gobiernos europeos, que argumentan que las regulaciones y el trabajo de los grupos de monitoreo hicieron que internet fuera más seguro al destacar la información falsa y obligar a los gigantes tecnológicos a hacer más para combatir el contenido ilegal, incluido el discurso de odio y el material de abuso sexual infantil.

Para Ahmed, de 47 años y director ejecutivo del Centro para la Lucha contra el Odio Digital, con sede en Estados Unidos, también ha despertado el temor a una deportación inminente que lo separaría de su esposa e hijo, ambos ciudadanos estadounidenses, según una demanda que presentó el 25 de diciembre ante el Distrito Sur de Nueva York.

Amenaza creíble de deportación
Al anunciar las restricciones de visado, el secretario de Estado Marco Rubio dijo que había determinado que la presencia de los cinco en Estados Unidos tenía consecuencias potencialmente graves para la política exterior del país y que, por lo tanto, podían ser deportados.

Ahmed nombró a Rubio, a la secretaria de Seguridad Nacional, Kristi Noem, y a otros funcionarios de Trump en su demanda, argumentando que los funcionarios estaban violando sus derechos a la libertad de expresión y al debido proceso con la amenaza de deportación.

El juez federal Vernon Broderick dictó el 26 una orden de restricción temporal que prohíbe a los funcionarios arrestar, detener o trasladar a Ahmed antes de que tenga la oportunidad de que se escuche su caso, y programó una conferencia entre las partes para el 29 de diciembre.

Ahmed, en una declaración proporcionada por un representante, elogió los controles y equilibrios del sistema legal estadounidense y dijo que estaba orgulloso de llamar a este país su hogar.

"No me dejaré intimidar para que abandone el trabajo de mi vida, que es luchar por mantener a los niños a salvo del daño de las redes sociales y detener el antisemitismo en Internet", afirmó el activista.

En respuesta a las preguntas sobre el caso, un portavoz del Departamento de Estado dijo: "El Tribunal Supremo y el Congreso han dejado claro en repetidas ocasiones que Estados Unidos no tiene la obligación de permitir que los extranjeros entren en nuestro país o residan aquí".

El Departamento de Seguridad Nacional no respondió a una solicitud de comentarios.

Antecedentes de muy alto perfil
Los residentes legales permanentes, conocidos como titulares de la tarjeta verde, no necesitan un visado para permanecer en Estados Unidos, pero la administración Trump ya ha intentado deportar al menos a uno este año.

Mahmoud Khalil, detenido en marzo tras su destacada participación en las protestas a favor de Palestina en la Universidad de Columbia, fue puesto en libertad por un juez que argumentó que castigar a alguien por un asunto civil de inmigración era inconstitucional.

En septiembre, una jueza de inmigración de Estados Unidos ordenó la deportación de Khalil por haber omitido información en su solicitud de tarjeta verde, pero él apeló esa decisión y siguen vigentes otras órdenes que bloquean su deportación.
Foto: AP - Kirsty Wigglesworth
Fuente: Agencia Reuters

martes, 23 de diciembre de 2025

Censura, poder y castigo: el caso 60 Minutos, Donald Trump y la cárcel de Bukele

Apenas un día y medio antes de su emisión, la nueva editora en jefe de CBS News, Bari Weiss, canceló un segmento de investigación de 60 Minutes, centrado en las denuncias de abusos en un centro de detención de El Salvador, donde la administración Trump envió a cientos de migrantes venezolanos en marzo pasado. Weiss informó a sus colegas este fin de semana que el artículo, previsto para el programa del domingo por la noche, no podía emitirse sin un comentario oficial de un funcionario de la administración
La jefa de CBS News, Bari Weiss, quien aparece aquí entrevistando a Erika Kirk, se ha convertido en un foco de atención desde que asumió el cargo en octubre

La retirada de un segmento del programa 60 Minutos sobre el Centro de Confinamiento del Terrorismo (CECOT) de El Salvador expuso con crudeza un fenómeno que atraviesa hoy a Estados Unidos: la censura política ejercida no por el Estado de forma directa, sino a través de conglomerados mediáticos alineados con el poder. El episodio, producido, revisado y aprobado por todas las instancias editoriales y legales de CBS News, fue levantado del aire a último momento por decisión de su nueva jefa editorial, Bari Weiss. La justificación oficial fue que el material "necesitaba más contexto". La lectura interna fue otra: una decisión política.

Un informe que no debía verse
El segmento —de casi 14 minutos— investiga el funcionamiento del CECOT, la megaprisión construida por el gobierno de Nayib Bukele y utilizada por la administración Trump como destino para deportaciones masivas, en su mayoría de ciudadanos venezolanos que se encontraban en proceso de solicitar asilo en Estados Unidos.

Las imágenes y testimonios son contundentes: hombres encadenados, rapados, semidesnudos, alineados frente a literas sin colchones ni mantas; luces encendidas las 24 horas; falta de agua potable; castigos físicos sistemáticos. Ex detenidos relatan golpizas, humillaciones y encierros prolongados en celdas de castigo conocidas como "la isla", espacios sin luz ni ventilación donde los guardias ingresaban periódicamente para golpear a los prisioneros.

Uno de ellos, Luis Muñoz Pinto, estudiante universitario venezolano sin antecedentes penales, fue detenido en California durante una cita migratoria. "Simplemente me dijeron que yo era un peligro para la sociedad", contó. Otro ex detenido describió el mensaje de bienvenida al llegar al CECOT: "Nunca volverán a ver la luz del día ni de la noche. Bienvenidos al infierno".

Hechos verificados, censura confirmada
El informe no se basaba únicamente en testimonios. Incluía referencias a un reporte del Departamento de Estado de 2023 que documentaba torturas y condiciones carcelarias que ponían en riesgo la vida, así como una investigación de 81 páginas de Human Rights Watch que concluye que casi la mitad de los hombres encarcelados no tenía antecedentes penales. Según el propio programa, estas afirmaciones fueron corroboradas de forma independiente.

El segmento había sido revisado cinco veces y aprobado tanto por abogados como por el área de Estándares y Prácticas de CBS. Aun así, fue retirado apenas tres horas antes de su emisión. Para Sharyn Alfonsi, la corresponsal responsable del informe, no hubo dudas: "No es una decisión editorial, es una decisión política".

El papel de Bari Weiss y la nueva CBS
La figura central de esta decisión es Bari Weiss, recientemente nombrada jefa editorial de CBS News tras la compra de su medio The Free Press por parte de Skydance Media, la empresa de David Ellison, nuevo propietario de Paramount Global. Weiss exigió cambios de último momento, incluyendo —según revelaron fuentes internas— la incorporación de una entrevista con Stephen Miller, arquitecto de la política migratoria de Trump, o con otro alto funcionario de la Casa Blanca.

La administración Trump había sido contactada y declinó participar. Para Alfonsi, aceptar que la negativa del gobierno bloquee una investigación equivale a entregar a la Casa Blanca un "interruptor de apagado" sobre el periodismo de investigación.

El cuestionamiento de Weiss al uso del término "migrantes" y su insistencia en subrayar la ilegalidad del estatus de los detenidos revelan una línea editorial alineada con el discurso oficial: deshumanizar primero, justificar después.

Trump, Bukele y la admiración por el castigo
El informe también mostraba imágenes del presidente Donald Trump elogiando el sistema penitenciario salvadoreño tras reunirse con Bukele en la Casa Blanca: "Hacen instalaciones excelentes. No juegan". La admiración no es anecdótica. La administración Trump deportó al menos a 288 personas al CECOT, muchas de ellas sin condenas, a un país del que no son ciudadanos y con antecedentes documentados de tortura.

Según el propio segmento, Estados Unidos evalúa acuerdos similares con otros países, incluidos algunos con historiales aún más graves de violaciones a los derechos humanos. La externalización del castigo —pagar para que otros encarcelen y castiguen— aparece como una nueva frontera de la política migratoria estadounidense.

Censura corporativa en tiempos de fusiones
El contexto empresarial es clave. Paramount pagó 16 millones de dólares para cerrar una demanda presentada por Trump contra 60 Minutos. Skydance busca ahora concretar adquisiciones multimillonarias, incluida una ofensiva hostil sobre Warner Bros. Discovery, y necesita del visto bueno político para avanzar. En ese marco, el conflicto con 60 Minutos deja de ser un problema periodístico y pasa a ser una variable de negociación.

Trump, por su parte, utiliza su red Truth Social para presionar públicamente a CBS, quejándose del trato recibido incluso después del cambio de dueños. El mensaje es claro: la independencia editorial se paga caro.

El efecto Streisand y el samizdat digital
La censura no logró su objetivo. El segmento se emitió en Canadá, circuló vía VPN, fue grabado y se difundió por redes y almacenamiento en la nube. Senadores como Elizabeth Warren lo compartieron públicamente: "Tómense unos minutos para ver lo que no querían que vieran".

El intento de silenciar la investigación la convirtió en una de las piezas más vistas y comentadas del año. Como en otros momentos de la historia, la censura transformó al contenido prohibido en documento político. El video que acompañaba la nota fue censurado por YouTube por un reclamo de derechos de autor presentada por CBS.
Más que una nota retirada

Lo ocurrido con 60 Minutos no es un episodio aislado. Es una señal de alarma sobre el estado del periodismo en un ecosistema donde los grandes medios dependen de intereses corporativos profundamente imbricados con el poder político. También es una advertencia sobre la normalización de prácticas que violan derechos humanos, siempre que se apliquen a los "otros": migrantes, pobres, extranjeros.

El CECOT no es solo una prisión en El Salvador. Es el espejo de una política que castiga sin juicio y calla sin pudor. Y la censura de este informe demuestra que, hoy, el problema no es la falta de información, sino quién decide qué puede ser visto y qué debe desaparecer.

Demandas, acuerdos y alineamientos: el trasfondo político de la censura
Como ciudadano particular, Donald Trump demandó a CBS el año pasado por la edición de una entrevista de 60 Minutes con su rival en las elecciones presidenciales, la entonces candidata demócrata Kamala Harris. La acción judicial fue interpretada por especialistas como débil desde el punto de vista legal, pero resultó eficaz como herramienta de presión política y corporativa.

A comienzos de este año, el director de noticias y principal ejecutivo de 60 Minutes presentó su renuncia, en momentos en que la cadena analizaba la posibilidad de alcanzar un acuerdo con el equipo legal de Trump. Poco después, los anteriores propietarios de Paramount aceptaron pagar 16 millones de dólares para cerrar el litigio, sin admitir irregularidades ni emitir disculpas. Observadores legales coincidieron casi de manera unánime en que la demanda tenía escasas probabilidades de prosperar en los tribunales.

El acuerdo, sin embargo, cumplió una función estratégica: facilitó a la accionista mayoritaria, Shari Redstone, la aprobación regulatoria necesaria para avanzar en la venta de la compañía a la familia Ellison, en el marco de una revisión federal antimonopolio.

Weiss, Ellison y el giro editorial
La llegada de Bari Weiss a CBS News, bajo la nueva conducción de David Ellison al frente de Paramount, intensificó el escrutinio interno y externo sobre la línea editorial de la cadena. Weiss fundó The Free Press con la premisa de que los grandes medios estadounidenses tienden, por reflejo, a una mirada excesivamente liberal. Aunque el sitio publica críticas ocasionales a Trump, también sostiene que gran parte de la cobertura informativa sobre el expresidente está distorsionada en su contra.

David Ellison es hijo de Larry Ellison, fundador de Oracle, una de las personas más ricas del mundo, aliado político y asesor informal de Trump. Durante el proceso de aprobación federal para la adquisición de Paramount Global, David Ellison se comprometió ante el principal regulador de radiodifusión del país a que CBS sería más receptiva a las voces conservadoras.

Weiss ha defendido públicamente la idea de que las organizaciones periodísticas pueden recuperar la confianza del público fomentando el debate entre la centroderecha y la centroizquierda, en lugar de amplificar los extremos polarizados. Sin embargo, Trump ha mantenido a los Ellison bajo presión constante, ya que Skydance también busca la aprobación federal —y el visto bueno político— para adquirir Warner Bros. Discovery, la empresa matriz de CNN.

En ese contexto, Trump volvió a cargar contra CBS por un episodio reciente de 60 Minutes que otorgó espacio a la congresista Marjorie Taylor Greene, exaliada suya devenida crítica. "¡No son mejores que los dueños anteriores, que acaban de pagarme millones de dólares por informes falsos sobre su presidente favorito, yo!", escribió este mes en Truth Social. "¡Desde que lo compraron, 60 Minutes ha empeorado!".

Decisiones de último momento
Weiss comunicó la decisión de retirar el informe sobre el CECOT durante la madrugada del sábado, apenas un día y medio antes de la emisión prevista del programa dominical. El gesto resultó especialmente llamativo por tratarse de 60 Minutes, la franquicia más emblemática del periodismo televisivo estadounidense, cuyos informes suelen requerir semanas o meses de producción y atravesar múltiples instancias de revisión.

En una evaluación previa del segmento, Weiss objetó que se describiera a los detenidos como "migrantes venezolanos" en lugar de "inmigrantes ilegales", un término promovido por la administración Trump. Sin embargo, muchos de los hombres enviados al CECOT no se encontraban en situación irregular y estaban a la espera de una resolución sobre sus solicitudes de asilo.

Quién es Bari Weiss
Weiss asumió como editora en jefe de CBS News en octubre, luego de que Skydance Media adquiriera The Free Press, cuya cobertura pasó a integrarse al sitio web de CBS. El cargo representa su primera experiencia en televisión y al frente de una redacción del tamaño y peso histórico de CBS News, aunque continúa dirigiendo Free Press en paralelo.

En las últimas semanas, Weiss presentó una entrevista ampliamente promocionada en CBS con la activista conservadora Erika Kirk, viuda de Charlie Kirk, cofundador de Turning Point USA asesinado. También anunció planes para replicar ese formato con más figuras políticas de alto perfil, entre ellas el vicepresidente J.D. Vance y el gobernador demócrata de Maryland, Wes Moore.

La combinación de demandas judiciales, acuerdos millonarios, fusiones empresariales y redefiniciones editoriales ayuda a explicar por qué un informe ya aprobado sobre violaciones sistemáticas de derechos humanos terminó fuera del aire. Más que una disputa puntual, el caso revela cómo el poder político puede moldear el periodismo sin necesidad de prohibiciones formales, simplemente alterando los incentivos y los costos de decir la verdad.
Fotos: Michele Crowe/CBS News, John Moore vía  Getty Images
Fuentes: The Guardian, The Verge, NPR, The New York Times

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