domingo, 29 de junio de 2025

El oficio de contar: una vida en las redacciones con Carlos Ulanovsky

"El periodismo es lindo porque se conoce gente y otras picardías" es una crónica entrañable, irónica y nostálgica sobre el oficio periodístico, contada desde la experiencia y la memoria de Carlos Ulanovsky, uno de los grandes referentes del periodismo argentino. El libro es, a la vez, autobiográfico, coral y testimonial, y rinde homenaje a las redacciones, a los personajes que las habitaron, a las anécdotas que las definieron y, sobre todo, a la picardía —entendida como ingenio, recurso creativo y forma de supervivencia en un oficio muchas veces precario.
No se trata de un manual técnico, sino de una celebración del oficio: un recorrido poblado de nombres propios, situaciones insólitas, historias divertidas, errores confesados, redacciones caóticas, cierres apurados y mucha pasión. Se destacan relatos de figuras como Fernanda Nicolini, Eduardo Blaustein, Camilo Sánchez, Edgardo Esteban, Abel Gilbert, entre muchos otros. La "picardía" actúa como hilo conductor que enlaza el humor con la ética, y la improvisación con la responsabilidad, marcando distancia con aquellas prácticas turbias que suelen confundirse con la viveza.

Ulanovsky rememora redacciones memorables —como las de PáginaI12, El Porteño o Billiken— y evoca a sus colegas con ternura, ironía y admiración. También reflexiona sobre el impacto de las nuevas tecnologías, la precarización laboral y la desaparición de la bohemia periodística. Las ilustraciones de Miguel Rep y el prólogo de Sergio Olguín aportan belleza, humor y profundidad a una obra que celebra una manera de ejercer el periodismo con humanidad, compromiso y, sobre todo, pasión.

Carlos Ulanovsky reflexionó sobre las motivaciones que lo llevaron a escribir su nuevo libro El periodismo es lindo porque se conoce gente. Dijo que no sabía con precisión qué lo impulsaba, pero que quizás se trataba de una especie de locura: escribir un libro, explicó, implicaba un año de trabajo, de sentarse una y otra vez, durante doce horas diarias, hasta que el texto estuviera terminado. Tal vez, agregó, lo que lo motivaba era el hecho de haber vivido más de seis décadas dentro del periodismo, un oficio sobre el cual seguía haciéndose preguntas. Para él, el periodismo no era una profesión, ni una vocación, ni mucho menos un apostolado, sino un oficio, al mismo nivel que saber lustrar una mesa, pegar una alfombra o colocar una baldosa. Claro que el periodismo, subrayó, tenía sus particularidades, entre ellas la exigencia de tensar al máximo el músculo de la escritura.
En cuanto al papel de la picardía en el periodismo, Ulanovsky señaló que no tenía una respuesta cerrada sobre por qué había elegido ese enfoque, aunque consideraba que Sergio Olguín lo explicaba muy bien en el prólogo del libro: sin picardía, el periodista se reduce a ser un simple empleado administrativo que escribe bien. Coincidía con esa afirmación. Para él, la picardía era uno de los atributos fundamentales para ejercer el oficio, junto con el esfuerzo, la preparación, la investigación y la seriedad. También consideraba esenciales el olfato, la intuición, el sentido de la oportunidad (pero sin caer en el oportunismo), la capacidad de interpretación, la habilidad para transmitir, y la inventiva, la exageración e incluso el cholulismo.

Sobre el proceso de selección de anécdotas, explicó que fue como armar una nota muy extensa. Una nota grande, estimó, podía tener unos 10 o 12 mil caracteres, mientras que este libro llegaba a 270 o 300 mil. Eligió aquellas historias que surgían desde lo no sabido, desde lo que había que construir desde cero. Por eso incluyó capítulos sobre fuentes, títulos, errores, slogans, deportes, mujeres y poder. Mencionó también un capítulo dedicado a "Iberia" dentro del ambiente periodístico, y otro que definió como un "santuario", en homenaje a maestros que lo formaron, tanto los que conoció como los que no.

También aparecían voces jóvenes, que en sus primeros pasos relataban ese momento fundacional que los unió al periodismo. Aseguró que todos los que aparecían en el libro, vivos o no, se habían ganado su lugar. Reafirmó que el humor era parte central de su identidad, y que disfrutaba especialmente de reírse de sí mismo, así como de aquellos que se creen especiales solo por ser periodistas. Recordó con afecto su paso por Satiricón, una etapa en la que se rió mucho y a la que le debía varias de esas risas.

Cuando se le preguntó si creía en una “picardía sana”, sostuvo que sí. Afirmó que había conocido a muchos pícaros en las redacciones, y los definió como aquellos capaces de transmitir todo con un simple gesto o guiño. Para él, ser pícaro también significaba tener facilidad para comunicar, vocación de servicio, respeto por la verdad y un aceptable dominio de la escritura. Añadió que un buen periodista debía tener sentido del humor y que, en el fondo, la verdadera picardía estaba asociada a ser una buena persona. No creía que alguien malo pudiera ser un buen periodista.

Distinguió claramente la picardía de actitudes como la viveza criolla, la trampa, la ventajita o el aprovechamiento. Eso, remarcó, no era picardía. Tampoco lo eran las componendas, las operaciones o la corrupción. En cambio, sí valoraba el humor en la redacción: los chistes, las bromas, las cargadas. Recordó a colegas bromistas que tenían la capacidad de hacer reír, y confesó que los extrañaba.

Reconoció que seguramente quedaron anécdotas fuera del libro, pero dijo estar conforme con las que finalmente incluyó. Admitió también que no se podía hacer un libro interminable y que el texto tenía un límite. Expresó su deseo de que los jóvenes lo lean y descubran todo lo que podía pasar —o aún puede pasar— dentro de una redacción.

Al recordar a los periodistas que marcaron su carrera, mencionó que a los 15 años un compañero de escuela, Mariano Moreno Rodolfo Terraño, fundó una revista estudiantil en la que él fue subdirector. Esa experiencia temprana le mostró que el periodismo podía ser uno de sus caminos. Luego fue conociendo figuras claves en distintas redacciones: Francisco Valle de Juan, Pablo Alonso, Paco Vera, Martín Campos, Carlos Aguirre, Jorge Arauz Badí, Osvaldo Zeigermann, Aída Vornik, Mabel Iscovich. En la revista Confirmado, Osvaldo César le enseñó trucos del oficio, como usar ciertas teclas de la máquina de escribir para lograr un tachado parejo. También recordó a muchos colegas en Clarín, La Opinión, Satiricón, Página/12 y La Nación, a quienes consideró fundamentales en su formación y a quienes les debía gran parte de lo que era como periodista.

Sostuvo que la picaresca periodística no estaría completa sin todos ellos. Para él, el periodismo era lindo porque permitía conocer gente, y su libro remitía justamente a ese espíritu: el de las redacciones, el del amor por el oficio. Afirmó que ese amor lo había guiado toda la vida. Comentó que El periodismo es lindo porque se conoce gente se vinculaba también con Par en las rotativas, un libro de 1997 en el que originalmente había pensado incluir un capítulo sobre la picardía, aunque la editorial finalmente decidió suprimirlo por extensión. Varias de las anécdotas de ese entonces reaparecen ahora, en esta nueva obra.

Ulanovsky se despidió presentándose con la frase que figura en su tarjeta personal: “hincha de Racing, periodista, escritor, en ese orden”, y agregó con ironía que, últimamente, se definía también como un “dinosaurio vivo”. Se mostró abierto a responder cualquier otra pregunta y agradeció la consulta, enviando un saludo a la audiencia.
Antricipos del libro
Julio Ramos y Héctor Ricardo García
Periodista y licenciado en Economía por la UBA, Julio Ramos sacó el diario Ámbito Financiero en 1975, año del fatídico “Rodrigazo” que instaló las bases de la política económica de la dictadura que llegaría meses después. Ramos, que recibía en su oficina a interlocutores y visitantes, a quienes les exigía que acotaran al máximo lo que tuvieran para decirle, con un cartel que decía “Por favor, hable con copete”, fue el creador de una sección llamada “Charlas de Quincho” que, en poco tiempo, fue una de las más leídas. La catalogó de esta manera: “Información con entretenimiento”. Y redondeó: “Soy periodista. Todo lo que veo y oigo lo cuento, salvo que sean cuestiones personales, situaciones íntimas o romances que pudieran originar escándalos”. En su diario oficializó una polémica sección: las “publinotas”. En 1994, en el semanario La Maga así habló de sus características. “Si usted quiere aparecer en la página siguiente a las centrales, lo paga y aparece. Esto es así en el The New York Times y también en este diario. El valor figura en el tarifario de publicidad”. En lo que, seguramente, constituía una apreciable instrucción para sus redactores en esa misma entrevista agregaba: “Las empresas tienen su precio. No distinguen raza, religión, nada. La moneda de pago con quien le da información es, algún día, hablar bien de lo que esa empresa o quien habla en su nombre hacen. Quien no entienda esto no entiende nada de periodismo”. Resolvió con naturalidad, como si eso perteneciera a lo intrínseco del oficio, el significado de cualquier clase de toma y daca informativo. “Es obvio que si usted vio diez veces a un funcionario, llegará un momento en que el tipo le va a decir ‘Che, dale bolilla a esto que hicimos, o a esto que tenemos para informar: no sabés el trabajo que nos costó’ ”. Se podría intentar definir su tarea parafraseando un dicho eterno de Alberto Olmedo: “Éramos tan pragmáticos”. Ramos falleció en 2006 y el que inventó y condujo es otro de los tantos casos de un medio que no sobrevive a su creador. Luego de 47 años de editarse en papel y luego de varios pasamanos empresarios, el diario de actualidades económicas y financieras dejó de aparecer a principios de 2024, aunque mantiene activa una edición digital.

Hugo Gambini, que pasó por la legendaria redacción del diario Crónica de Héctor Ricardo García escuchó de su boca una historia que pinta al periodista talentoso, pero también alude al hombre al que le sobra calle, audacia e intuición. Refiriéndose a su formato tabloide que hacía poco había aparecido, una vez llegó preocupado a la redacción y a los gritos dijo: “La cagamos con el formato. Ayer estaba en la calle Lavalle, la gente salía de los cines y afuera llovía mucho. Todo el mundo compraba La Razón porque por el tamaño sábana se podía proteger más”. Nada de eso, y pese a otra clase de lluvias y tormentas, lo frenó para hacer un diario popular y masivo así como tampoco como para convertirse en un poderoso empresario de medios, dueño de diarios, revistas, radios, canales de aire, señales de noticia y también salas de teatro y empresas discográficas. Solo trinaba cuando de alguno de sus medios se decía que era sensacionalista. Ofendido, sostenía: “Eso es discriminación. ¿Por qué no hablan del sensacionalismo de saco y corbata?”. Tuvo una vida de película; fue uno de los primeros en tomar como lucha personal el reclamo, de las islas Malvinas; sufrió censuras y clausuras de varios gobiernos, atentados políticos de todos los colores ideológicos; fue secuestrado por la guerrilla de izquierda, purgó prisión por un presunto delito económico.

En 1963, año de la aparición del diario cuyo eslogan sigue siendo “Firme junto al pueblo”, medio país hablaba del asesinato de Norma Mirta Penjerek, una joven estudiante de origen judío que apareció asesinada. Ese episodio (duró meses en modo culebrón por entregas) instaló el diario en la consideración de la gente. En esos tiempos iniciales también apeló a otros ardides. Recién afincada en el mercado argentino, la transnacional Pepsi organizó un concurso de preguntas de interés general. Molesto porque al nuevo diario no había llegado ni una mínima pauta publicitaria, García ideó una estrategia que molestó sobremanera a la empresa. “Sin nombrar la marca, publicábamos frases como ‘si lo que busca son las respuestas del certamen refrescante acá las encontrará de a poco’ y tirábamos pistas sobre las respuestas”, explicó. Eso también aumentó notablemente las ventas y en abril de 1964 pudo poner dos ediciones diarias en la calle, la quinta y la sexta. El periodista Carlos Ferreira atribuyó a una trinidad de intereses la identidad principal del diario: fútbol, carreras de caballos e información policial. Y en muchas ocasiones García corroboró el fundamento de Ferreira. Queda sintetizado en estas frases: “Así como antes la gente llamaba al diario para alertar sobre cualquier incidente, siniestro o caso de violencia ahora alerta a Crónica TV antes que a la policía o a los bomberos. Y hasta la policía nos llama a nosotros para chequear o confirmar datos”. Acerca del estilo también aportó: “Yo inventé hace 30 años lo que ahora hace Mauro Viale. Que los delincuentes se entreguen frente a las cámaras. Por eso, en una época en que las seccionales de la ciudad eran cincuenta, a nosotros nos llamaban Seccional 51. Me acuerdo del día que el boxeador Andrés Selpa llegó conmocionado al canal, y después de poner un revolver sobre una mesa, dijo, al aire: ‘Acabo de balear a mi mujer. No sé si la maté’. La policía se lo llevó de aquí. Y eso hicimos con los muchos que preferían entregarse en Crónica TV. Los fotografiábamos para la nota en el diario y eso era una forma de blanqueo, porque sabían que así, después, no los iban a golpear o a torturar”. Héctor Ricardo García murió en 2019 a los 86 años. Desde hacía unos años había resignado la titularidad de sus empresas. Atrás quedaban más de 60 años de vida periodística y muchas, muchas picardías.
Solo queda el Humor

En junio de 1978, cuando la dictadura exigió a los medios que el Mundial de Fútbol a disputarse en el país fuera considerado cuestión de Estado, apareció la revista Humo® (abreviatura de Humor Registrado). En la tapa, se incluía la caricatura del director técnico del seleccionado argentino César Luis Menotti, más flaco, como consumido y con unas orejas que inequívocamente remitían a las del entonces ministro de economía Martínez de Hoz. El dibujo, de alto contenido irónico, estaba acompañado por una frase que lo empardaba en intención: “El Mundial se hace, cueste lo que cueste”. A partir de entonces, y durante 21 años y 566 ediciones, la revista Humor desafió al cerrojo informativo y se convirtió en alternativa al pensamiento único en un momento en que cualquier tipo de contenido diferente podía ser considerado subversivo. Desafiante, se plantó en la vereda opuesta del Mundial, criticaba con astucia a la televisión cuando todos los canales estaban en manos del Estado y hasta se permitía chanzas sobre las consecuencias irreparables del
modelo económico. Desde el número inicial (calificado por la censura imperante de “exhibición limitada” en los kioscos) fue observada, amenazada y en varias ocasiones castigada con secuestros. La revista fue una creación del notable caricaturista y editor Andrés Cascioli. Durante los años que apareció en dictadura, se caracterizó por publicar lo más de lo menos permitido. Basta revisar la colección para darse cuenta de que los principales jerarcas de las Fuerzas Armadas –en ese entonces dueños de la vida y de la muerte– fueron dibujados en modo sátira por Cascioli y otros talentosos ilustradores. Por esas cosas que a veces ocurren, una publicación que propiciaba la risa y el pensamiento, cosas muy mal miradas en ese tiempo, se les filtró a los militares y a sus muchos asesores civiles.

El medio celebró a partir de 1984 el retorno a la vida constitucional. Aunque apoyó al gobierno de Alfonsín, miembros del radicalismo y funcionarios temblaban ante algunas ocurrencias, con el débil argumento de que la recuperación de la democracia era muy reciente, y había que cuidarla. Pero verdaderamente mal le fue en la década menemista. El presidente y muchos de su entorno respondieron a cada chiste con juicios que, sumados, se convirtieron en un auténtico acoso judicial para la empresa. En esos años la revista vivió una experiencia extraña: más tapas adversas publicaba, más descendían sus ventas. A la persecución política y judicial se sumó la tributaria, y también intervenciones judiciales de ex empleados. El 18 de octubre de 1999, con las caricaturas de Duhalde y Ruckauf en tapa y con Ediciones de la Urraca (la empresa de Cascioli que, en un momento, llegó a tener doce publicaciones) quebrada, apareció el último número de Humor. Repasar ahora la colección es la posibilidad de reconocer a una publicación memorable que durante más de veinte años mostró, a su manera, mucho de lo que ocurrió, convirtiendo tantos momentos horribles o difíciles en risa transformadora.

British Lady
"Se había transformado en una rutina. Cada dos o tres semanas, sonaba el teléfono de mi escritorio y aparecía la voz de Helen. Era una lectora de décadas del Buenos Aires Herald, que desde las primeras conversaciones se presentó como una British Lady", cuenta acá, en deliciosa primera persona el periodista Sebastián Lacunza. "Comunicarse con la redacción de un diario nunca fue fácil. Pero Helen, una mujer mayor y tenaz sabía que tenía que llamar entrada la noche. Los muchachos de la guardia la reconocían y me la pasaban sin vueltas".

–Lacunza, soy Helen, la British Lady de Hurlingham.

Y de inmediato, cuenta Lacunza, seguía un reclamo: un crucigrama repetido, que faltaban noticias comunitarias, una tira cómica que no aparecía o, lo más grave, que ese día el diario no había llegado a su casona, ubicada en uno de los enclaves ingleses forjados a la vera de las vías ferroviarias construidas desde el último cuarto del siglo xix. La queja llegaba junto a la advertencia de que la perderíamos como lectora para siempre. "Que Helen me llamara desde su casa, ubicada en el segundo cordón del Gran Buenos Aires, a 30 kilómetros del centro de Buenos Aires, para reclamar que su canillita no le había dejado el Herald actuaba como aliciente porque significaba que los días anteriores sí había llegado… A veces ni siquiera se repartía en tiempo y forma en Callao y Las Heras, a veinte cuadras de la redacción".

"Su llamado me servía como control de calidad y para detectar errores", confirma ahora quien desde mayo de 2013 ocupara el cargo de director del diario escrito en inglés que se publicó durante 141 años (1876-2017). Fue un diario muy reconocido incluso a nivel mundial “en especial, por la denuncia de los crímenes atroces de la dictadura militar”. Se lamenta Lacunza: “Si las últimas décadas del diario fueron difíciles, los dos años finales fueron decididamente críticos. Los lectores, como Helen, se volvieron muy mayores y sus descendientes no necesitaban un periódico en inglés como fuente primaria de información”. A fines de 2017 el grupo empresario propietario del diario (Indalo) despidió a tres cuartos del personal y transformó al más que centenario medio en semanario. “Quedamos tan solo seis periodistas y una diagramadora”, recuerda Lacunza y afirma que el cambio fue “traumático”.

La reaparición del Herald como semanario fue a principios de noviembre de 2017, con una edición de 56 páginas y llegada a una página web. Un esfuerzo periodístico que Lacunza califica como “odisea”. Seguramente así fue. Y en un momento el teléfono de Sebastián volvió a sonar y quien hablaba era Helen. “Recibí un reto de novela. A pesar de que la diagramadora Patricia Fernández había hecho una brillante rediagramación, Helen se quejó porque el crucigrama le había resultado pequeño para su menguada vista de dama británica. Ocho meses después, en agosto de 2017, llegaría el cierre definitivo. “Por un tiempo me quedé sin palabras. Solo atiné a llamar a colaboradores y a personas que habían sido importantes durante mi gestión, para darles y que me dieran consuelo. También llamé a Helen que apenas me escuchó, preguntó: ‘¿Qué? ¿Vuelve el Herald?’’’.

Lacunza se quedó sin palabras para hablar, pero no para escribir. En 2021 escribió y publicó El testigo inglés, un libro sobre los 141 años de historia del diario de habla inglesa. “Se me ocurrió que Helen podría decirme unas palabras para incluirlas en el epílogo. Tenía su teléfono con característica 4662, pero nadie contestó”.
Periodismo y poder: pues entonces, ¿quién lo tiene?

Está cada vez más claro que nos toca ejercer el oficio en un marco y en un tiempo en el que lo que más importa es el balance entre oferta y demanda. Lo sintió en carne propia un periodista del palo político. “¿Poder? Y sí, pero muy cada tanto y cuando les conviene.

Ahí, por un ratito, te dejan que espíes sus naipes. Pero los que verdaderamente juegan a las cartas son ellos”. ¿Quién tiene el poder?, vale preguntarse y responderse con sinceridad cuando se habla del poder del periodismo, livianamente calificado como “el cuarto poder”. No es disparatada la sensación (por momentos, también convicción) de que los efectos de la globalización sumados a los de la revolución digital liquidaron al periodismo tal como nos lo transmitieron muchos de los veteranos alquimistas que nos precedieron. La información disponible (que dista bastante de ser toda la información) es utilizada principalmente por grupos económicos concentrados o monopólicos para afianzar sus intereses y asegurar sus negocios y ganancias. Ha quedado bastante atrás la necesidad de contar con investigaciones que cambien rumbos, que transformen, que revelen, que sacudan al mundo establecido. Importa el caso que llene páginas y minutos de aire, el escándalo que lastime a gobiernos y salve de culpa y cargo a intereses privados y empresarios.

Calificado periodista de agencia noticiosa, especialista en temas profundos del deporte, conductor de audiovisuales, Ezequiel Fernández Moores escribió en la revista Temas un texto muy esclarecedor. Citó a uno de los fundadores del diario francés Le Monde que, directo y conciso, dijo de nosotros los periodistas que éramos “como los choferes. Algunos se sentirán al manejo de un viejo Citroën y, otros, en cambio, se creerán más poderosos conduciendo un Mercedes Benz. Pero ni uno ni otro dejan de ser choferes. Los dueños de los autos son sus patrones. El chofer podrá cada tanto sentir que comete alguna travesura. Pero, en definitiva, es el dueño del auto el que indica hasta dónde se puede llegar”. Ezequiel parte de ese pensamiento, que parece tener mucho conocimiento de causa, y lo acerca al territorio del que es especialista. “El periodismo deportivo quedó condenado al entretenimiento. Así también, el periodista deportivo quedó condenado al rol de animador, relator de hazañas que entusiasman a las multitudes. ¿Cómo hacer para informar sobre altas y bajas del espectáculo deportivo cuando cualquier periodista sabe que el propietario del medio en el que trabaja es también parte interesada en el negocio?”. Lúcido y valiente en su análisis, Ezequiel entiende que “antes los dirigentes deportivos tenían fuerza para negociar desde una posición de poder, porque sabían que eran los dueños de la materia prima. La situación es distinta. Los dueños de los medios se han convertido también en dueños del espectáculo”. Menciona en el artículo las prácticas monopólicas que, en ocasiones, obliga al periodista, tenga poco o mucho renombre, a adaptar su pensamiento o a mimetizarlo con el de la empresa. Su conclusión es verdadera y dolorosa: “El problema no es exactamente aquello que decimos. El problema, en realidad, es todo aquello que callamos”. Esa fisura a la que Fernández Moores alude cruza los tiempos. En cualquiera de las actuales escuelas de enseñanza del periodismo pueden leerse en libros especializados o en definiciones precisas pero insuficientes, como “periodismo es difundir todo aquello que no sea propaganda” o “periodismo es eso que los poderosos no quieren que se sepa”.

Seguramente, los colegas que en 1938 organizaron en Córdoba el Primer Congreso Nacional de Periodistas no solo lo hicieron motivados por el propósito de lograr mejores condiciones de trabajo, sino para discutir con conciencia de clase las decisiones empresariales. Tuvo que pasar un tiempo hasta que, en 1946, el Congreso de la Nación votó la ley 12 908, la misma que con serias lesiones y fracturas expuestas aún rige (o debería hacerlo) el ecosistema laboral periodístico. Muchos hicieron posible esa gesta. Pero la historia reconoce a algunos elegidos. Por ejemplo, al prestigioso periodista Octavio Palazzolo que fue el que le acercó el borrador de la futura ley al coronel Perón, cuando este cumplía funciones en la Secretaría de Trabajo y Previsión. Ya como presidente, Perón sumó voluntad para que el documento alcanzara estado de derecho.

En un texto excelente publicado en la revista independiente Cítrica (proyecto de necesidad y urgencia de ex trabajadores del diario Crítica cerrado en 2010) y firmado por Mariano Pagnucco, se dice que desde esos momentos fundacionales hay marcas y grietas que siguen vigentes. Las más importantes se refieren a la condición de los periodistas. La nota se pregunta: “¿Seres librepensadores que vuelcan sus ideas para intervenir en la esfera pública u obreros del pensamiento que ponen su fuerza de trabajo al servicio de patrones que lucran con el resultado de su labor?”. Preguntas similares también se hacían en los tiempos en que diarios como La Prensa, La Nación, Crítica o La Razón ocupaban la centralidad informativa.

Aquí importa el recuerdo de Palazzolo. “Por un lado estaban los que hinchados de una enorme vanidad seguían alimentando la leyenda del periodista […] quijotesco, heroico, que solo vivía para difundir ideas. Por otra parte, estábamos los que habíamos superado ese magnífico pretexto, destinado a pagar sueldos de hambre, a enriquecer a las empresas o a solventar los lujos de algún director-propietario”.

Nada ilustra mejor acerca del verdadero poder del periodismo y de los periodistas, la historia contada por el cronista al que la revista en la que trabajaba le confió la misión de seguir a sol y a sombra la visita de Christina Onassis a la Argentina. Desde que se dieron la mano por primera vez hasta su despedida, el hombre no se perdió ningún movimiento. “En un momento me creía un magnate del jet set. No era para menos, andar de un lado para el otro con la heredera de una de las mayores fortunas del mundo. Pero no. Compartimos el remis hasta la mansión de una amiga y antes de bajar, me volvió a dar la mano y me dejó una propina”.
La pelea por el título

Es la inicial llamada de atención, ese guiño que de la cabeza de página le inyecta interés y curiosidad a la cabeza del lector. Es la puerta de entrada a una noticia, a una historia, a una revelación que se desconocía. Toda información periodística empieza por el título y, si es bueno, atractivo, apropiado, mucho mejor.

Ahí anda el dicho de redacción: “Dame un buen título y te armo la mejor nota del mundo”. En la tarea periodística el título es una estrella indiscutida. Cuentan que en uno de los tantos diarios en los que aportó tiempo y talento el joven Ernest Hemingway, una autoridad insidiosa quiso ponerlo a prueba. “Arme un título de seis palabras y de tres líneas”. Sin atormentarse y después de dar algunas vueltas escribió The Old Man And The Sea, lo que con el tiempo se convertiría en el título de su novela más conocida: El viejo y el mar.

Entre nosotros, también hay un título ingresado al salón de la fama. En la sección deportiva de un diario, a Américo Barrios le pidieron que hiciera un título en tres líneas con palabras que tuvieran solo tres letras. Su magistral respuesta fue “Hoy hay Box”. Durante largo tiempo, Barrios (seudónimo de Luis María Albamonte) se destacó en radio. Allí creó un título de oro para su sección de aguafuertes ciudadanas: “¿No le parece?”. Le doy mucha importancia a los títulos.

Encontrar uno adecuado me hace feliz, me deja tranquilo, me alivia de una pasajera aridez de inspiración y me instala en la ruta de lo que necesito y quiero decir. Aclarado esto, debo reconocer que, aunque amo jugar con las palabras, no he sido un buen titulero. Sin embargo, una vez, evocando a Manuel Belgrano y a la creación de la Bandera encontré uno que todavía me gusta: “El que la hizo, y la izó”. Y cuando digo que no figuraré en el libro de oro de los títulos, pienso en alguien como Juan José “El Nene” Panno. En el suplemento Líbero de Página/12 hizo varios títulos memorables. Seguramente relacionando el éxito de la telenovela Ricos y famosos y hablando de los sueldos de los jugadores escribió “Riquelmes y famosos”. Luego de un partido en el que Juan Román la había descosido eligió “Imperio Román”. En un mal momento futbolístico de Boca para volanta jugaron con “Pésima actuación” y para título principal frotaron la lámpara y salió “Boca jugó como el otro”. Tiene en archivo una colección de titulares sugerentes. Un remero de apellido Fernández de la Concha había ganado una regata importante pero la diferencia con quien lo siguió era mínima. Crónica tituló “Fernández de la Concha ganó por un pelito”. Y esta otra de Olé, probablemente el más machirulo de la historia del periodismo. Cuando las Leonas ganaron una medalla importante en un torneo de hockey pusieron en tipografía gigante: “¡MACHAS!”, recuerda Panno.

En la liga de los títulos están clasificados algunos resueltos con una sola palabra, pero que, de tan fuertes, lo dijeron todo. La muerte de Perón fue reinterpretada por los medios. Para ponerse cerca de la condolencia colectiva Crónica eligió la palabra MURIÓ.

Ante el mismo acontecimiento, el diario Noticias prefirió titular con “DOLOR”. Cuando la edición de Clarín del 10 de diciembre de 1983 (la histórica jornada en la que se recuperó la democracia) llegó a sus lectores, vieron en vistosa tipografía la palabra LLEGAMOS. Ya en democracia, el diario Sur presentó una tapa negra y en letras blancas la expresión INDULTO. La llamada de Crónica ante el fallecimiento de Diego Maradona fue simple y contundente: “ADIÓS”. La antología no deja afuera a otros títulos igualmente impactantes, pero resueltos con dos palabras, como el de La Opinión apenas ocurrido tras el golpe de 1976: “Intervención Militar”. Los tres que se consignan a continuación salieron en Página/12: “Adiós YPF” (cuando capitales españoles se hicieron cargo de la petrolera estatal); “Fuerza todos”, al día siguiente del fallecimiento de Néstor Kirchner y “Sí, quiero”, tras la sanción del matrimonio igualitario. Con el polémico argumento de que era “la guerra de todos” los medios no pudieron superar la exigencia de la información única y crearon textos y títulos de inoportuno triunfalismo. “Vimos rendirse a los ingleses (La primera revista en llegar a las islas)” y “Seguimos ganando”, aparecidos en Gente y una serie de la revista Tal Cual como “La Thatcher está loca” o “La bruja Thatcher”, son apenas unos pocos, pero representativos de la manipulación.

Con sistemática voracidad, el periodismo y sus oficiantes se apoderaron de títulos originados en otros territorios. Fueron usados y vueltos a usar, pero todavía tienen vida por delante. De la mano de la literatura llegaron “Sin novedad en el frente”, “Triste, solitario y final”, “Historia universal de la infamia” o “A sangre fría”. De la pantalla grande al papel en blanco viajaron (Mujeres, o lo que venga mejor) “Al borde de un ataque de nervios”, “La fiesta inolvidable”, “Último (tango o no necesariamente) en París”. Con música incorporada aumentaron el repertorio Esos locos bajitos, Las vaquitas son ajenas, Solo le pido a Dios o el Oíd mortales del Himno. Dribleando en el área de la creación, la célebre sentencia de Diego Maradona “La pelota no se mancha” tuvo múltiples usos. El discurso político fue otro venero. Desde “Las patéticas miserabilidades” que Hipólito Yrigoyen dedicó a sus adversarios, efectivamente patéticos y miserables, hasta la actual “Motosierra” que solo imaginando su sonido llena de desazón. Pero hubo otros que llenaron páginas y tapas. “La más maravillosa música” (copyright de Perón), “No pudo, no supo, no quiso” (propiedad intelectual de Alfonsín) o el “Estamos mal, pero vamos bien”, del presidente Menem. Hay titulares tan usados que merecerían ser suplentes. Este es un podio, seleccionado con condenable arbitrariedad. Puesto 3) “Barajar y dar de nuevo”; 2) “El sueño terminó” y 1) “¿Qué hay de nuevo, viejo?”. Aunque, como dijo alguien, el público se renueva. Se sugiere no insistir con ellos porque el desgaste es grande.

Con mucha frecuencia el arte de titular es tema central en las redacciones, en donde quien proponga más desenfado y gracia en sus títulos se habrá ganado un lugar único. Desde su aparición en 1987, Página/12 apeló a fotomontajes, dibujos de Rep o Daniel Paz y en especial a títulos tan ingeniosos como provocativos, tan críticos como humorísticos. La década menemista les permitió ejercitar al máximo sus chispeantes interpretaciones políticas. En marzo de 1991, enojado por denuncias que comprometían a sus funcionarios, Menem acusó al diario de practicar periodismo amarillo. La respuesta fue la publicación de una edición impresa en papel amarillo con la marca Amarillo 12 en tapa. El 8 de julio de 1992 la marca del diario mutó a Página Once. Toda la edición venía con el rótulo de “Kosher”. En este caso, salieron al cruce de un enojo del empresario Jorge Antonio que ante una información que lo involucraba, se consideró perseguido y acusó a Página/12 de ser un medio de judíos. En la portada llevaron una foto del veterano ex secretario de Perón, trucada con bigotitos tipo Hitler y la marca del día fue El diario de Ana Frank. Una vez aludieron a las continuas prácticas deportivas del presidente y esa edición llevó por título Pelota 12. Y en otra, para referirse a la presencia de Menem en salones exclusivos o a sus enredos amorosos trocaron la marca a Radiolandia 12.

El periodista Fernando Capotondo contó a este libro una anécdota deliciosa que vivió en 2003 en el diario Crónica, por entonces todavía en manos de Héctor Ricardo García. Se estaba por aprobar la ley de matrimonio igualitario y García –vaya gesto audaz– propuso publicar un suplemento dedicado a las minorías sexuales. El diario ya venía cuestionado por enfoques u observaciones que en la actualidad serían motivos de denuncia homofóbica. Pero la idea de García se concretó. Crónica del Orgullo Gay comenzó a salir en la edición vespertina de los viernes. “Me eligieron a mí para dirigirlo, porque, en comparación a otros jefes, más veteranos, tenía una mirada más moderna. Trabajé mucho para ponerme muy al día, tomé contacto con las organizaciones haciéndoles entender que tenían el diario a disposición. Tal como el gallego había adelantado, la venta del vespertino empezó a aumentar”. Algo común, de cuando la edición de medios impresos era más artesanal, era que el diagramador encargado acostumbraba a ponerle títulos chistosos. Y ahí ocurrió lo imprevisto. Habían preparado un informe especial sobre la homosexualidad en las Fuerzas Armadas, un tema tabú aún hoy y, haciendo una de las suyas el diagramador se divirtió identificándolo como “Milicos trolos”. Capotondo dice hoy que intentó parar las rotativas, pero no pudo hacerlo. La edición ganó la calle y lo que podía haber sido un escándalo, no pasó de ser una anécdota memorable. “Enseguida pedí verlo a García, con el propósito de poner mi renuncia a su disposición. Pero llegué, él tenía la página abierta, me miró, se sonrió y me dijo: ‘Che, Capo, me gustó el título’. Lo que pasó después también fue sorprendente. Empezamos a recibir mensajes desde las organizaciones felicitándonos por habernos metido con ese tema, tan poco tocado, y, en especial, elogiándonos el título”, cierra la historia Capotondo y recuerda que a partir de ese momento controló mucho más de cerca las bromas del diagramador.

Contratapa
Por: Sergio Olguín, del prólogo al libro
El maestro de periodistas Carlos Ulanovsky recupera una forma de ser, actuar, pensar y trabajar en esos templos laicos que son las redacciones, hoy en vías de extinción. Personajes que, con solo una mirada, un guiño o un silencio, nos avisan que cuando nosotros fuimos ellos ya están de vuelta.

¿Qué es la picardía en el periodismo?, se pregunta Ulanovsky. No es la ventajita, la canchereada, ni la humillación al compañero. Tampoco la operación interesada ni el procedimiento corrupto. Es algo de oficio, olfato, intuición, curiosidad, pero, sobre todo, astucia para romper la solemnidad y dar vuelta una página para llegar al cierre.

El libro recoge historias de medios gráficos donde dejaron su impronta Roberto Arlt, Rogelio García Lupo, María Esther Gilio, Jacobo Timerman, Rodolfo Walsh y otras grandes plumas. Enumera decálogos, apuntes y recomendaciones de Leila Guerriero, Jorge Fernández Díaz, Reynaldo Sietecase, Juan Sasturain y muchos otros. Y recupera, en base a numerosos testimonios y la propia experiencia de Ulanovsky, un sinfín de anécdotas que se resisten a caer en el olvido.

“El periodismo es lindo porque se conoce gente” es un latiguillo de los periodistas en el que mezclan ironía y escepticismo en partes iguales. El autor no se avergüenza de reconocer la excusa del periodismo para ejercer el cholulismo por conocer gente notable. ¿Es profesión, vocación, apostolado, especialidad, macaneo o algo divertido? Tal vez sea un poco de cada cosa, pero un oficio respetable al fin y, a la vez, fascinante. Como la pluma experta del querido Ula y las ilustraciones de Rep que coronan este libro.

Yo creo que la picaresca está en el gen del oficio de periodista. Está en su ADN. Sin la picaresca, el periodista es un empleado administrativo que escribe lindo (en el mejor de los casos). Gracias a ese gen es capaz de escribir sobre cualquier tema que le digan. Le mete la misma pasión a un artículo sobre el funcionamiento de los semáforos como a desarmar la trama de una estafa piramidal a doble página.

Carlos Ulanovsky x Carlos Ulanovsky
Mi nombre y apellido completo es Carlos Alberto Ulanovsky Viniarsky, aunque también me conocen como Carlos Ulanovsky, Ula, Uli, Carlitos o Tito. Nací en Buenos Aires, Argentina, en 1943. Soy el padre de dos hijas y el abuelo de nieto y nieta.

También hincha de Racing, periodista y escritor, en ese orden.

Como periodista me inicié en 1963. Desde entonces trabajé en numerosos medios gráficos de la Argentina y de México en donde viví siete años. Trabajo en radio desde 1972, hasta hoy. Trabajé poco en televisión, durante diez años fui docente de especialidades periodísticas y fui curador de las muestras-homenaje a Niní Marshall, Tato Bores y Les Luthiers.

Como escritor publiqué veintiséis libros, varios de ellos con muchas ediciones: fueron investigaciones históricas sobre la radio, diarios y revistas y televisión de nuestro país; análisis del lenguaje cotidiano; biografías; crónicas, ensayos y dos novelas. Este es el libro número veintisiete y el segundo que publico en Marea Editorial. El primero fue Seamos felices mientras estamos aquí (2018), una crónica sobre mi exilio.
Fotos, imágenes: Editorial Marea, Tiempo Argentino

RT en el aire de Chile: el canal ruso que ya transmite en abierto y genera ruido político

Hace dos semanas se empezó a transmitir, casi sin interrupciones, RT en Español en la televisión abierta chilena. La movida fue inesperada y generó todo tipo de reacciones
Por: Mateo Navas

La coincidencia es precisa. En diciembre de 2005, con cinco días de diferencia, dos canales de televisión comenzaron a emitir por primera vez. Uno desde el edificio World Trade Center en Las Condes. El otro, desde Moscú. El primero, Telecanal, salió al aire el 5. El segundo, RT, lo hizo el 10. No compartían idioma, ni propiedad, ni territorio. No había nada en común.
Hasta ahora.

Hace dos semanas, a las 6 am del lunes 16 de junio, la señal chilena comenzó a retransmitir el contenido del canal ruso, sin pausas, sin anuncios, sin contexto: noticieros, documentales y programas de entrevistas. Fue una decisión que, según fuentes del canal, "vino de arriba".

No se informó a competidores, ni a Anatel, ni al Consejo Nacional de Televisión (CNTV), ni a la embajada rusa en Chile. Algunos la respaldan como una jugada comercial legítima —"es meramente una venta de espacio", argumentan—, mientras que otros la consideran una infracción a la normativa vigente.

En el mundo político también hubo reacciones dispares: Daniel Jadue celebró la incorporación, mientras que desde la UDI criticaron abiertamente su arribo.

Telecanal no tiene sitio web, ni rostros, ni programación propia. Apenas registra actividad comercial. Según fuentes internas, el equipo no supera las 15 personas, instaladas en el segundo piso del edificio World Trade Center Santiago, frente al Costanera Center. Desde ahí, comenzaron a retransmitir RT en Español por sus señales abiertas 2.1 y 2.2.

Ya han pasado dos semanas desde el inicio y, por ahora, el balance puertas adentro es positivo. La retransmisión es completa: no aparece el logo de Telecanal y hay pocos bloques locales, solamente aquellos para cumplir con la ley de franja cultural.

¿Qué es RT?
RT es propiedad de TV-Novosti, sociedad fundada por la Agencia Rusa de Información Nóvosti, entidad controlada por el gobierno ruso. Como medio estatal, ha generado reacciones divididas en los países donde ha intentado instalarse: en Europa, EE.UU. y Canadá su señal está prohibida, tras investigaciones por difusión de desinformación y propaganda oficialista.

En otros mercados —Colombia, Argentina, Bolivia, Ecuador— opera con normalidad y es considerada una fuente válida dentro del ecosistema de medios.

Pese a las restricciones en Europa y América del Norte, RT en Español ha ganado terreno en América Latina. En México ha desplegado una fuerte campaña callejera bajo el eslogan “La verdad sobre el mundo está en RT”.

Sus contenidos también han sido replicados por TeleSur, la señal estatal venezolana con línea editorial afín al gobierno de Nicolás Maduro. Y hace sólo 10 días, RT firmó un acuerdo de intención con el gobierno de Nicaragua para incorporarse a la televisión nacional, en una ceremonia que incluyó al hijo homónimo de Daniel Ortega.

Pero a diferencia de Nicaragua, el ingreso de RT a Chile fue silencioso. El Consejo Nacional de Televisión (CNTV) confirmó que no recibió ninguna solicitud. Y a pesar de eso, la señal rusa —e indirectamente la agenda programática del Kremlin y de Vladimir Putin— está funcionando como cualquier otro canal de TV abierta.

Los comienzos
Cuando Telecanal debutó en 2005 —entonces propiedad de Jaime Cuadrado— prometía tecnología de punta: cámaras remotas, equipos digitales y una propuesta técnica inédita en la televisión chilena.

Antes de eso, dicha señal ya tenía historia. En los años 90 operó como la estación de la radio Rock & Pop, con un perfil alternativo que luego derivó en contenidos religiosos bajo el nombre Vidavisión. Fue recién en 2005 cuando Canal Dos adoptó su nombre actual y se presentó como un nuevo actor en la TV abierta.

Telecanal partió transmitiendo teleseries extranjeras y programas de producción propia. Pero hacia fines de la década comenzó a enfrentar dificultades económicas. En 2010 cambió de dueño, y desde entonces, la propiedad se ha mantenido sin modificaciones.

Aunque suele atribuirse su propiedad a Albavisión —el holding de medios del empresario mexicano Ángel González, dueño de La Red—, Telecanal pertenece, en rigor, a Guillermo Cañedo White. Mexicano, de bajísimo perfil e hijo del histórico dirigente del fútbol mexicano del mismo nombre.

Según distintos consultados, su círculo mantiene una relación cercana con González. Por eso, explican fuentes del sector, ambas señales mantienen un vínculo operativo: La Red presta soporte técnico a Telecanal en distintas áreas de producción. Por ejemplo, comparten el uso de la torre repetidora en el Cerro San Cristóbal.

Planes y acuerdos
Al principio de la década pasada se evaluó convertir a Telecanal en un canal deportivo, pero la idea no prosperó. Más adelante se exploró una alianza con la radio ADN para levantar una nueva señal, pero tampoco llegó a concretarse.

Uno de los hitos más relevantes en su historia fue la transmisión de la Eurocopa 2016. Ese año lograron una sintonía inédita: 10,7 puntos. Luego vinieron otros eventos deportivos como la Copa Davis, también en alianza con ADN.

Desde entonces, la curva fue descendente. En 2019 estrenaron Mercado Mayorista TV. Al año siguiente apostaron por espacios conducidos por Katherine Salosny (Hablemos de Chile) y Ernesto Belloni, pero ninguno logró consolidarse.

Por eso sorprendió la irrupción de RT en la parrilla del canal chileno. No fue un reenvío espontáneo: el acuerdo, dice un conocedor, habría sido diseñado directamente con el canal ruso, y hoy existe "constante" coordinación. El actor clave en este proceso, añade otro consultado, fue la agencia mexicana Unimedios, que representa a la estación rusa y que se acercó a Telecanal para explorar este negocio.

La cuestión de la propiedad
La propiedad de Telecanal es un tema sensible. Para este reportaje, ninguno de los consultados aceptó ahondar sobre este punto, aunque sí explican —bajo reserva— que es un asunto zanjado con el CNTV.

Desde 2017 circulan versiones de que el control final estaría en manos de Albavisión, lo que contravendría la legislación chilena, que prohíbe que un mismo grupo controle más de una concesión de televisión abierta. El CNTV abrió una investigación y concluyó que la situación estaba en regla.

En los balances más recientes de Canal Dos S.A. (al 31 de marzo de 2025), se detalla que la señal mantiene relaciones financieras en dólares con una serie de sociedades locales y extranjeras. Entre ellas figuran Wayland Corporation, Belleville Investments Inc. y Lasolta S.A.

Algunas de estas firmas —como Belleville, aunque en registros extranjeros aparece sin el “Inc.”— han sido vinculadas en investigaciones al entramado empresarial del mexicano Ángel González.

Por su parte, La Red informa en sus últimos estados financieros una millonaria obligación con una entidad muy similar: Belleville Investments Ltda. La coincidencia refuerza, para algunos, las sospechas sobre una posible estructura de control común. Sin embargo, existen personas que explican que eso no es un nexo de propiedad, sino sólo comercial.

Otro caso: en sus registros financieros, Canal Dos (Telecanal) también mantiene movimientos en dólares con Televisiete S.A., el mismo nombre de un canal guatemalteco que fue adquirido por Ángel González en 1980.

Y no se trata de un caso aislado. El Canal 13 de México, que forma parte de la red Albavisión, también transmite contenido de RT. Lo mismo ocurre con el canal costarricense 1.2, otra señal vinculada al mismo grupo empresarial.

El debate sobre quién controla realmente estas señales ha generado tanto revuelo que, según consta en un dictamen reciente, el Consejo para la Transparencia acogió un amparo presentado contra el CNTV. En su fallo, emitido en mayo, ordenó "la entrega de los documentos que acreditan la propiedad de los canales de televisión La Red y Telecanal, los nombres de las sociedades, la fecha, así como los representantes legales de dichas empresas".

El Consejo ya entregó la documentación solicitada a Mauricio Parra, exproductor del programa Mentiras Verdaderas de La Red, quien fue desvinculado del canal y presentó una demanda laboral el año pasado. Según cuenta a DF MAS, mientras trabajaba en la estación presenció reuniones recurrentes entre ejecutivos de La Red y de Telecanal en la sede de Quilín. Parra adelanta que continuará por la vía judicial para demostrar que ambas señales comparten la misma propiedad.

En los balances más recientes de Canal Dos S.A. —correspondientes al 31 de marzo de 2025— se detallan relaciones financieras en dólares con diversas sociedades locales y extranjeras. Entre ellas figuran Wayland Corporation, Belleville Investments Inc. y Lasolta S.A. Algunas de estas firmas —como Belleville, aunque en registros extranjeros aparece sin el "Inc."— han sido vinculadas en investigaciones al entramado empresarial del mexicano Ángel González.

Previo a la resolución del Consejo para la Transparencia, ambas señales se opusieron a revelar información sobre su propiedad final. Canal Dos, por ejemplo, argumentó que los antecedentes ya habían sido entregados al CNTV, "a partir de fuentes que no se encuentran accesibles al público y cuya privacidad es un elemento fundamental del tratamiento de estos datos".

Según los documentos a los que accedió DF MAS —y que fueron entregados al Consejo—, los accionistas de Canal Dos S.A. son dos sociedades: Inversiones Alfa Tres S.A. y Wayland S.G.L. Sin embargo, no se especifican las entidades ni las personas naturales que controlan estas estructuras aguas arriba.

El rol de DLA Piper
Según consta en documentos de la Fiscalía Nacional Económica, en 2010 la sociedad controladora de Canal Dos S.A., Inversiones Alfa Tres S.A., fue adquirida por Wayland Services Group Limited. La operación fue representada legalmente por el abogado Rodrigo Álvarez Aravena, hoy socio del estudio DLA Piper Chile y especialista en derecho tributario, corporativo y fusiones y adquisiciones.

En ese entonces, Álvarez era socio del bufete BAZ, que más tarde se fusionó con DLA Piper. Desde esa transacción, su vínculo con Telecanal se ha mantenido en el tiempo: hoy figura como director ejecutivo de la señal. De hecho, esta semana acudió a las oficinas del CNTV para presentar detalles de la retransmisión de RT, luego de que el Consejo lo citara para obtener información sobre ese proceso.

Álvarez representa a Telecanal en el directorio de Anatel. Sin embargo, según miembros de esa mesa, en general acude en su lugar el gerente general de la estación, José Cartagena. El otro director formal de la señal también es abogado y forma parte de DLA Piper: Claudio Sepúlveda Calvert.

El rol de DLA Piper —un estudio jurídico global con más de 4 mil abogados y oficinas en más de 40 países— es asesorar a Telecanal en todo lo relacionado con procesos regulatorios: se han hecho cargo de tramitaciones de permisos ante la Subsecretaría de Telecomunicaciones y de procedimientos administrativos sancionatorios instruidos por el CNTV.

DLA Piper, el estudio al que pertenecen los dos directores de Telecanal, tuvo oficinas en Rusia durante años. Sin embargo, tras el inicio de la invasión a Ucrania, la firma anunció su salida del país. “Mantener una presencia en Rusia no se ajusta a nuestros valores y, por tanto, ya no es viable”, comunicaron en marzo de 2022.

Una de las últimas gestiones formales encabezadas por DLA Piper tuvo lugar en abril de 2024, cuando, en representación de Canal Dos S.A., se reunieron con Carolina Sáez, directora del departamento jurídico del CNTV. En la cita participaron dos abogados del estudio: el director Claudio Sepúlveda y Joaquín Santos, asociado del área de Mercados Regulados.

¿El objetivo? La “revisión del proceso de implementación de la TV digital, particularmente respecto de dos concesiones de las que Canal Dos S.A. es titular, y que se encuentran en proceso de transferencia a un nuevo titular, trámite que ya ha sido iniciado con la FNE y que está pendiente de resolver”.

Es decir, de acuerdo a esa minuta, se han realizado gestiones para transferir parte de las concesiones de Telecanal a un nuevo operador. Pero hasta ahora, no hay información pública sobre el desenlace de ese proceso.

Lo que sí, es que el CNTV ya ha recibido denuncias por contenido y se ha solicitado un oficio a Subtel pidiendo antecedentes sobre el estado actual de la concesión.

Y ese fue, precisamente, uno de los puntos que el Consejo del CNTV transmitió a Álvarez: aunque la retransmisión podría ajustarse a la normativa actual, no está exenta de sanciones en caso de recibir denuncias formales de los televidentes. En Telecanal, dice un entendido, están al tanto de ese riesgo.

La estrategia del Kremlin
La mayor señal de que Rusia ha intentado influir en la política interna de otros países apareció en 2016, cuando autoridades de Estados Unidos confirmaron que células vinculadas al Kremlin operaron campañas digitales y de desinformación, e interfirieron en las elecciones presidenciales entre Donald Trump y Hillary Clinton.

Años antes, RT ya había iniciado una ambiciosa expansión internacional: en 2007 lanzaron RT Arabic; en 2009, RT en Español. Luego vino RT America (2010), RT UK y RT DE (2014), y finalmente RT France en 2017.

El CNTV ya ha recibido denuncias por contenido y se ha solicitado un oficio a Subtel pidiendo antecedentes sobre el estado actual de la concesión.

Los últimos cuatro ya están cerrados, tras la prohibición de sus operaciones en esos países. Las primeras tensiones surgieron durante la pandemia, cuando distintas plataformas y gobiernos acusaron al canal de difundir desinformación sobre el Covid-19. El punto de quiebre, sin embargo, fue en 2022, con la invasión de Rusia a Ucrania.

Estas restricciones no sólo operan a nivel estatal, sino también en redes sociales. Facebook, Instagram y WhatsApp han limitado o bloqueado su contenido en distintos mercados.

Por eso, RT ha desplazado parte de su estrategia hacia plataformas rusas como VK y Telegram. También mantiene presencia en X, TikTok y Rumble, una plataforma canadiense similar a YouTube, con reglas de moderación más laxas y usualmente asociada a la ultraderecha.

Ellos mismos parecen asumir su posición periférica. En su declaración de principios, publicada en su sitio oficial, afirman: "¡Felicidades! En estos tiempos que corren, haber llegado a esta página es todo un logro y se lo agradecemos de todo corazón (…) la lluvia de señalamientos, acusaciones y prohibiciones tras nuestro éxito nos han convertido también en, probablemente, la más atacada."

Desde entonces, RT ha mantenido su estrategia de expansión internacional, con un foco particular en el mundo hispanohablante: sólo RT en Español emite 92 noticieros semanales y cuenta con una red de decenas de periodistas y corresponsales en distintas partes del mundo. Su señal está disponible en más de 1.100 redes de cable y satélite a nivel global.

Un reciente reportaje de The New York Times expone cómo, pese a las múltiples prohibiciones que enfrenta RT en distintas plataformas, la cadena estatal rusa ha logrado mantenerse activa a través de una estrategia descentralizada: creación de páginas espejo, alianzas con medios afines, uso de plataformas como Telegram y una red internacional con fuerte presencia en América Latina.

Y ese patrón ya comienza a notarse en Chile. El fin de semana pasado, explica un conocedor, RT entrevistó a un experto chileno sobre política internacional. La lectura, dice alguien de la industria, es una: como ya se está transmitiendo en el país, intentarán, de forma paulatina, incorporar más contenido local. Y ahí puede jugar un rol clave un rostro que, si bien su presencia es anterior —trabaja en RT desde 2009—, podría ser determinante: el periodista chileno Mauricio Ampuero, que es un popular corresponsal y presentador de noticias en Moscú.

A mediados de esta semana, por ejemplo, RT publicó una nota sobre el avance de China en el desarrollo del litio, un mineral estratégico para Chile.

Sin embargo, este interés por acontecimientos locales no es nuevo: RT ya había tenido un rol activo durante la cobertura del estallido social en 2019. Y en el reciente fallecimiento de Sebastián Piñera, en 2024, la señal entrevistó al analista internacional Esteban Silva, quien sostuvo que su muerte "deja impunidad en los procesos penales" sobre dicho periodo.

¿Cercanía editorial?
Retransmitir una señal extranjera no requiere una operación compleja. "Es cosa de apretar un botón", grafica alguien de la industria. Basta con un solo gesto técnico para que la programación externa —en este caso, la de RT— comience a emitirse en televisión abierta. Es un procedimiento similar al que se utiliza cuando las estaciones reciben la señal de la cadena nacional.

Voces desde el interior de Telecanal reconocen que retransmitir una señal como RT implica cierta cercanía con su línea editorial. Por lo mismo, pese a las críticas que han recibido —algunas desde el propio mundo de las comunicaciones, como un editorial de El Mercurio esta semana que cuestionó abiertamente la decisión—, han optado por invitar a sintonizar el canal. No todo es política ni propaganda del Kremlin, aseguran fuentes internas; también hay espacio para contenidos culturales, como programas sobre astronomía y documentales sobre historia y ciencia.

Y además, otras voces del rubro destacan que es una decisión comercial, de venta de espacio, y que es legítimo hacerlo. "Es una forma más para sobrevivir en esta industria", dice un director de un canal de televisión. "Espero que estén cobrando caro".

Las esquirlas del caso todavía no terminan de caer. Pablo Vidal, presidente de Anatel, lo resume a DF MAS: "Hemos estado pendientes de este asunto, y es algo que conversaremos al interior de nuestro directorio". La cita está prevista para los próximos días.

Pero no será la única. Mañana lunes, el Consejo del CNTV se reunirá en sesión ordinaria. En la tabla figura un tema central: RT, Telecanal y todo lo que se activó a su alrededor.

sábado, 28 de junio de 2025

Una figura olvidada, una historia necesaria: Mil claveles colorados llega a El Cairo

Susana Moreira es realizadora, guionista y productora con una extensa trayectoria en el cine documental argentino. Su obra se distingue por un fuerte compromiso social, político y feminista, con una mirada aguda sobre las luchas de mujeres, pueblos y comunidades históricamente silenciadas. Junto al reconocido cineasta Miguel Mirra, ha codirigido numerosos documentales, entre ellos Los ojos cerrados de América Latina, Las mujeres del Sahara libre, Esa mirada..., entre otros. El sábado 5 de julio, presentan en Rosario su nuevo trabajo: Mil claveles colorados, un retrato sensible y potente de Salvadora Medina Onrubia, figura clave del anarquismo y el feminismo argentino. Dramaturga, periodista y mujer de pasiones intensas, su historia es recuperada en un film que entrelaza tiempo, memoria y presencia para narrar la vida de quien eligió vivir sin pedir permiso.

¿Qué fue lo que más te conmovió, te interpeló de esta figura de Salvadora?
Bueno, la fuerza de estas mujeres en una época en que precisamente las mujeres estaban poco reconocidas, más bien invisibilizadas. Entonces, eso conmueve. Salvadora fue muy amiga de la poetisa Alfonsina Storni. Y las dos tuvieron un derrotero parecido, si bien diferente, pero parecido. Fueron madres solteras, decidieron hacer frente a la vida. Y bueno, la verdad que eso es lo que conmueve.
¿Es un documental, es un film, cómo lo podemos denominar?
Bueno, es un documental, no 100% documental. Tiene la actuación de Ingrid Pellicori, maravillosa actriz. Porque bueno, por las fechas que estamos hablando, no teníamos ninguna posibilidad de hacerle una entrevista a Salvadora, una persona que vivió al principio del siglo pasado. Entonces, es un documental sui generis, digamos así. Pero todo documental es una película también, no olvidemos. 

Esta película plantea tres tiempos o vidas de Salvadora: su juventud, su vejez, y una presencia espectral, plantean ustedes. ¿Cómo surgió esa estructura narrativa?
Sí, sí. Fue así. Nos pareció interesante, precisamente, plantear su comienzo, digamos que fue su juventud, allá en el interior del país, y después que ya viene con su hijo a Buenos Aires, su parte, digamos, final de la vida, después de que pasó todo lo que, bueno, lo que pudo afrontar en cuanto a su militancia, y ya fue muy militante de la cuestión anarquista, ayudó mucho a los grandes anarquistas del país. Por eso, cuando llegó al final de sus días, tuvo dificultades. En su parte media de su vida, fue muy compañera del fundador del diario Crítica.
De Natalio Botana.
Exactamente. Y tuvo que luchar por ese diario, porque se lo querían sacar, por supuesto. Y nos pareció interesante plantear estas tres etapas de la vida de Salvadora. Podríamos haber tomado otra parte, pero nos pareció interesante. 

Salvadora ha sido silenciada, minimizada en la historia oficial. 
Bueno, si vos la buscás, no está casi en ninguna parte. Como tantas mujeres, digamos, nosotros veníamos haciendo algunos documentales con mujeres desde distintos puntos de vista, un documental con cantoras como Sara Mamani, hay otro documental que yo he hecho que se llama Esa mirada, mujeres documentalistas. En general, la mujer está invisibilizada. Y aún más si tiene una perspectiva política, en su andar. Y entonces, esto no es solamente aquí, sino en otros lugares, que las mujeres no están muy fuertemente puestas,o son puestas como "la señora de", "la mujer de", cuando en realidad ellas tienen la perspectiva personal, no tienen por qué ser "compañeras de" para ser alguien valioso.

Seguro. Y más ella, que estuvo al lado de una figura que es ultra reconocida y seguramente hasta tiene un montón de libros, biografías no autorizadas, como don Natalio Botana, que fue el fundador de este diario Crítica que marcó toda una época y quedaba obnubilada su presencia frente a él. Por eso es importante hoy que este Mil Claveles Colorados la ponga en un primer plano, y Mil Claveles lleva el nombre del libro póstumo de ella, e inédito de Salvadora.
Sí, porque ella lo escribió pensando en los compañeros, y a los compañeros se les pone en los cementerios, en las tumbas recordatorias, claveles colorados. Es una forma de reivindicar su memoria. Ponerle ese nombre: Mil Claveles Colorados.

Y no es menor en estos tiempos que corren buscar y poner en pantalla una figura politizada, feminista, anarquista, polémica, como lo fue Salvadora, sobre todo en un contexto audiovisual complicado como el que estamos viviendo aquí en Argentina.
Sí, bueno, no voy a redundar lo que pasa con el INCAA. Nosotros teníamos aprobado otro documental sobre Cantoras del norte y después lo desaprobaron. Subiendo con las figuras femeninas entonces, es así. Hay que apechugar y enfrentar la tormenta, digamos, ¿no? Como la figura de Salvadora.
Contanos cuándo y dónde se presenta Mil claveles colorados.
Ya la presentamos en otras instancias, pero ahora viene la presentación oficial en Rosario, este sábado a las 20 horas en El Cairo Cine Público. También la vamos a exhibir en Buenos Aires, en el Gaumont, aunque ahí solo nos dieron una función, algo que antes no era así: lo habitual era una semana entera. Aprovecho para contarle a la gente que el Gaumont es otro cine público, administrado por el INCAA, ubicado frente a Plaza Congreso, un lugar hermoso. Pero lamentablemente hoy en día las funciones se han reducido al mínimo, más allá del contenido de las películas —no importa si se trata de una figura anarquista, feminista o socialista como Salvadora, lo mismo les pasa a muchas otras producciones. Por eso estamos muy agradecidos con El Cairo por darnos este espacio en Rosario. Los esperamos para que vean el documental y, ojalá, nos compartan su mirada.

Mil claveles colorados: memoria y rebeldía en clave feminista
Es el nuevo largometraje documental de Susana Moreira y Miguel Mirra, una dupla con una extensa trayectoria en el cine político y social argentino. Con dirección, guion y producción conjunta, la película rescata la vida y el pensamiento de Salvadora Medina Onrubia, figura clave del anarquismo y el feminismo argentino.

La reconocida actriz Ingrid Pelicori interpreta a Salvadora en una narración que combina documental, puesta en escena y evocación poética. El film cuenta también con la participación de Vanina Escales, autora del libro ¡Arroja la bomba! Salvadora Medina Onrubia y el feminismo anarco, y fragmentos de la obra teatral El caso de la mujer que no quiso ser un jarrón, escrita por Andrea Ojeda, Gilda Sosa y María Victoria Felipini.

Con cámara y fotografía de Damián Barrera y dirección de arte de Lelia Bamondi, Mil claveles colorados tiene una duración de 80 minutos y propone una estructura narrativa singular, en la que se cruzan tres tiempos: juventud, vejez y una presencia espectral que habita la memoria y el presente.
El fuego de Salvadora: una vida feminista, anarquista y silenciada
Salvadora Medina Onrubia (La Plata, 1894 – Buenos Aires, 1972) fue narradora, poeta, dramaturga, periodista, anarquista y feminista. Su vida estuvo atravesada por la militancia política, el pensamiento libertario y la escritura comprometida. A los 15 años, trabó una intensa relación epistolar con el anarquista ruso Simón Radowitzky, preso por el atentado contra Ramón Falcón, jefe de policía responsable de la masacre de la Semana Roja. Salvadora financió dos intentos de fuga y gestionó, sin éxito, su indulto ante el presidente Hipólito Yrigoyen.

Fue amiga de figuras como Alfonsina Storni y Severino Di Giovanni, y en 1913 comenzó su actividad literaria colaborando en medios como Fray Mocho, La Protesta y, más tarde, Crítica, el diario fundado por su compañero Natalio Botana. Juntos tuvieron tres hijos, aunque ella ya era madre soltera cuando lo conoció.

Autora de obras teatrales (Las descentradas, Almafuerte, Un hombre y su vida), poesía (El misal de mi yoga, La rueca milagrosa), cuentos (El libro humilde y doliente, El vaso intacto), y una novela (Akasha), fue una de las primeras mujeres en dirigir un diario masivo como Crítica, hasta que en 1931, durante la dictadura de José Félix Uriburu, fue encarcelada y el medio fue clausurado.

Desde prisión, escribió una célebre carta al dictador: "General Uriburu, guárdese sus magnanimidades junto a sus iras y sienta como, desde este rincón de miseria, le cruzo la cara con todo mi desprecio."

Su pensamiento quedó plasmado en textos como Orden político, institución siniestra y Uriburu (el principio de una contribución a la historia), entre otros. Tras su muerte, quedó inédito su libro Los mil claveles colorados, una serie de aguafuertes dedicadas a sus compañeros anarquistas, que da nombre al film. Fue publicado recientemente junto al ensayo de Vanina Escales.

La mirada del adiós: Imágenes contra el olvido

El próximo lunes 30 de junio a las 18 se inaugurará en el Concejo Municipal de Rosario la muestra fotográfica “La mirada del adiós”, de la fotógrafa argentino-armenia Araz Hadjian, organizada por el Consulado Honorario de la República de Armenia en Rosario. La exposición reúne retratos tomados durante el éxodo forzoso del pueblo armenio de Artsaj, tras la ofensiva militar de Azerbaiyán en 2023. Más de 120.000 personas fueron expulsadas de sus hogares en un proceso denunciado internacionalmente como limpieza étnica. En Señales, Hadjian comparte su testimonio, su dolor y su compromiso con la memoria a través de la fotografía
Hoy escuchamos a una mujer que ha recorrido distintos lugares con su cámara, pero también con su historia. Araz Hadjian es fotógrafa, diseñadora, voluntaria y, sobre todo, testigo. Nacida en Aleppo, criada en Palermo, con raíces armenias y una mirada que no esquiva el dolor. Llega a Rosario con su muestra La mirada del adiós, un registro conmovedor del desplazamiento forzado del pueblo armenio de Artsaj (Nagorno Karabaj).

Convivís con esta doble identidad, argentina y armenia.
Totalmente, sí. Amo la Argentina y soy plenamente consciente de mis orígenes armenios.
Y fuiste a Armenia justo el día en que comenzaba un nuevo ataque. Según entiendo, ese momento marcó tu decisión de empezar a documentar.
Sí, y fue una mera coincidencia. Uno de mis hermanos vive en Armenia. Estábamos viajando con mi mamá y mi hermana para visitarlo, y justo cuando llegábamos a Frankfurt, nos enteramos de que habían cerrado el espacio aéreo de Armenia por los ataques de Azerbaiyán.

De todos modos, llegamos. Y apenas lo hicimos, me fui directamente a la frontera sur, por donde el pueblo armenio de Artsaj ingresó a lo que es propiamente Armenia.

Hay que aclarar que Artsaj es un enclave montañoso, la zona en disputa, de donde fueron expulsados los armenios. El único acceso que tienen es por tierra, hacia la República Independiente de Armenia, donde llegaron los 120.000 desplazados.
Fuiste voluntaria en los campos de refugiados en Grecia, pero esta vez te tocó en tu propio pueblo. ¿Cómo cambia esa mirada cuando el dolor es tan cercano?

Exacto. No porque yo sea personalmente refugiada —sí soy inmigrante, me reconozco como inmigrante, aunque viví toda mi vida en Argentina—, pero sé que hay una parte mía que viene de otro lado.

Soy muy sensible al desarraigo. Tengo una profunda empatía hacia quienes se ven forzados a dejar sus tierras por distintos motivos.

Jamás pensé que, como fotógrafa, algún día me tocaría retratar las mismas imágenes con las que crecí: las del genocidio de 1915.

Obviamente, me afecta mucho más. Me conmueven todos los pueblos que sufren, claro, pero cuando es el tuyo... No puedo creer que hoy esté retratando, yo misma, parte de la historia trágica de Armenia.
Todo lo que implica la expulsión de una tierra ancestral. Si bien no presencié matanzas, sí fui testigo de la pérdida de todo un territorio, y del trauma que eso deja.

Estaba profundamente conmovida. Me resultó muy difícil. Muy difícil. Pensaba todo el tiempo: si yo hubiera sido armenia, viviendo allá, estaría viviendo exactamente lo mismo.
¿Cómo nace La mirada del adiós? ¿Qué fue lo primero que viste, fotografiaste, que sentiste que tenía que estar registrado?
Esa es una gran pregunta, un verdadero debate fotográfico. Porque sé que la fotografía no va a cambiar la realidad.

Ojalá tuviera la fuerza para provocar un cambio contundente. Pero lo que sí puede hacer es abrir preguntas en la sociedad.

Lo vemos a diario. Lamentablemente, lo que está pasando en Palestina es atroz. Hoy, muchas de esas tragedias ni siquiera aparecen en las noticias, como si no merecieran ser contadas. Es inconcebible. Como si estuviéramos viendo un reality en la televisión: están cometiendo un genocidio contra los palestinos y el mundo mira hacia otro lado. Es imperdonable.
Si me preguntás qué tema me conmueve más a nivel humano —más allá de las nacionalidades—, te diría que es ese: que no podamos frenar semejante genocidio delante de nuestras narices.

¿Y qué retratar, entonces? Es lo que decía: la fotografía no tiene el poder de cambiar las cosas en lo inmediato. Ya sabemos quiénes están en el poder.

Pero al menos puede dejar un testimonio de lo que sucedió. Porque con el tiempo también se borran las evidencias.

Eso es lo que hacen las dictaduras genocidas como las de Azerbaiyán y Turquía.

Y quiero remarcar algo: el principal socio bélico de Azerbaiyán es Israel. Le ha provisto armamento, y lo sigue haciendo, a cambio de que Azerbaiyán permita el ingreso de espías en Irán. Son países fronterizos, y hay muchos intereses geopolíticos en juego. Pero es paradójico: siendo Azerbaiyán un país musulmán, permite el ingreso de espías israelíes. Cosas que solo la política —y ciertos intereses— explican.

Y lo que hacen Azerbaiyán y Turquía, una vez que ocupan territorios, es destruir sistemáticamente todos los vestigios de cultura armenia: monumentos históricos, iglesias, escuelas, museos.
Eliminan toda evidencia de que existió vida armenia en esos lugares, para que el día de mañana, cuando se presenten reclamos, digan: "Acá no hay nada, demuestren que vivieron armenios aquí".

Convierten iglesias en mezquitas, destruyen cementerios, escuelas. Ya no quedan huellas físicas que puedan sostener esa memoria milenaria.

Por eso la fotografía se vuelve un último recurso. Una herramienta para mostrar el dolor.

El dolor que se vive tanto a nivel individual —cada persona, cada familia— como a nivel colectivo.
Ahí es donde lo individual se entrelaza con lo comunitario: el dolor propio se funde con el de todo un pueblo.

Y para quienes somos parte de la diáspora, también es un golpe enorme. Para todos los armenios del mundo, perder ese territorio histórico fue devastador.
Y en medio de todo ese caos, ¿cómo se establece ese vínculo entre la cámara y las personas que empiezan a dejarlo todo?
Fue muy doloroso. Lo hacía con lágrimas en los ojos. Muchas veces ni siquiera podía fotografiar. Me preguntaba: ¿para qué hago estas fotos?, ¿qué voy a lograr?

Al final, lo tomé como una forma de dejar un registro de las víctimas. Y eso no es menor.

Pero fue muy difícil.

Además, tengo un límite ético. Porque en situaciones así, la gente está en un estado de extrema vulnerabilidad. No hace falta decirlo.
Y no iba a abusar de esa fragilidad para lograr una foto impactante. No buscaba imágenes que golpearan desde lo visual, si eso implicaba aprovecharme de alguien que no podía defenderse.

Por suerte, dentro de lo trágico, esta vez no fue como en otros casos de refugiados que quedan en campos a cielo abierto, en tierras de nadie.

Aquí llegaron a Armenia, que sigue siendo una patria. No quedaron a la intemperie, como les pasó a los sirios, que estuvieron meses y meses en campos de refugiados.

Acá, al menos, hubo una nación que los pudo recibir y darles una primera asistencia.

Y eso, aunque sea poco frente a todo lo que perdieron, es algo.
Mientras esto ocurría, uno veía desde acá el silencio, la pasividad internacional frente a la crisis, cierta complicidad. Vos hablabas recién de lo que significa la limpieza étnica, el genocidio. ¿El mundo está mirando para otro lado?
Totalmente. Y no solo eso, lo hace con aval. Por ejemplo, nuestro propio gobierno se ha declarado abiertamente a favor.

Entonces, por lógica directa, deduzco que muchos votantes también están avalando un gobierno que apoya a quienes cometen genocidios.

Y eso, como ciudadana, me preocupa profundamente. Me pregunto: ¿cómo puede ser que una ciudadanía acepte eso?

Cuando pensás en el tema de Israel y el genocidio del pueblo palestino, entiendo que muchas veces la distancia geográfica confunde.
Y no hablo de todos: hay muchísima gente acá en Argentina, y en el mundo, que se informa, se moviliza, hace mucho.

Pero a veces, la distancia y la forma en que se presenta la información llevan a generalizaciones.

El promedio piensa que Medio Oriente es solo un foco de bombas y terrorismo, y no se entiende quién es quién: cristianos, musulmanes, las diferencias entre países...

Y claro, también tenemos nuestras propias crisis cotidianas, nuestras urgencias.

Todo eso hace que lo que pasa allá se perciba lejano, ajeno.

Pero hoy, con toda la información disponible, creo que ya no es justificable no saber.

No se puede seguir votando sin preguntarse: ¿qué tipo de gobierno estoy eligiendo para que me represente?

Y sí, te imaginás... todos los gobiernos... Yo, sinceramente, no puedo creer lo que está pasando en Palestina. Es inconcebible que no se pueda frenar. Inconcebible.
Yo creo que la imagen transforma, conmueve, genera conciencia. Y mucho de esto habrá para mostrar, para seguir retratando estas cosas.

Ojalá que no.

Estas son las fotos que nunca hubiese querido hacer. Ninguna: ni las de los refugiados sirios, ni de tantos otros que he visto en distintas partes.

Pero creo que siempre fue así. Y aunque soy optimista, también reconozco que, desde siempre, en la historia de la humanidad, han existido estas injusticias.

Por último, ¿por qué La mirada del adiós? ¿Cómo surgió ese título tan potente?
Porque es toda una población despidiéndose de una vida entera. De sus tierras, de sus muertos. Y ahí es donde te preguntás: cuando te dicen de repente te tenés que ir ya, con lo puesto, ¿qué te llevás? Algunos querían llevarse incluso a sus muertos. Muchos salieron literalmente con lo que tenían encima. Muchos chicos descalzos, sin tiempo siquiera de ponerles un par de zapatos. Es la gente dejando todo atrás. Es el adiós. El adiós a toda una historia, a una vida. Con la certeza de que lo más probable es que no vas a volver.

La entrevista completa:

Cautela en cooperativas tras el decreto que facilita el acceso a la TV por cable e Internet

El Gobierno eliminó trabas para licencias a partir del decreto, pero ratificó que las entidades tengan que alquilar su infraestructura (postes, cables, antenas) a las grandes empresas a valores muy por debajo de lo que cuestan
Mediante el Decreto 433/2025, publicado el jueves en el Boletín Oficial, el Gobierno Nacional agilizó el otorgamiento de licencias de servicios TIC (tecnologías de la información y la comunicación) y de radiodifusión por suscripción, especialmente para cooperativas. Sin embargo, ratificó al Ente Nacional de Comunicaciones (ENaCom) como organismo para definir las disputas donde las entidades se vean obligadas a compartir infraestructura (como postes o clabes) con las grandes empresas.

En esa línea, el ministro de Desregulación y Transformación del Estado, Federico Sturzenegger, afirmó que con esta reforma "se corrige una anomalía por la que la casta empresaria lograba usar al Estado, incluso a la Comisión Nacional de Defensa de la Competencia (CNDC), para restringir la competencia". Y agregó que resultaba insólito que una cooperativa de servicios no telefónicos necesitara un dictamen de la CNDC para poder ofrecer televisión por cable.

En concreto, la medida modificó los artículos 95 de la Ley 27.078 y 30 de la Ley 26.522. En el primer caso, el nuevo artículo 95 suprime el procedimiento de evaluación y publicación con posibilidad de oposiciones para ciertos prestadores sin fines de lucro que soliciten el registro de radiodifusión por suscripción. Esta instancia implicaba demoras para las entidades.

Y con la actualización del artículo 30 de la Ley 26.522, se deroga el procedimiento de oposición allí previsto, que había quedado obsoleto tras la incorporación de los servicios de radiodifusión por suscripción al régimen general de Servicios TIC establecido en la Ley 27.078. El nuevo texto mantiene la posibilidad de acceso a licencias por parte de personas jurídicas sin fines de lucro prestadoras de servicios públicos.

Pero no todas son buenas noticias para las cooperativas: el nuevo artículo 95 como el reformulado artículo 30 conservan las condiciones impuestas a entidades sin fines de lucro que presten servicios públicos y deseen acceder a licencias TIC. Allí obliga a llevar una contabilidad separada y facturar por separado las prestaciones correspondientes al servicio licenciado, no incurrir en subsidios cruzados, promocionar de contenidos independientes, y respeto por los derechos laborales.

A esto se le suma una exigencia más que viene de antes y que el Gobierno Nacional decidió sostener: "facilitar, cuando sea solicitado, a los competidores en los servicios licenciados el acceso a su propia infraestructura de soporte, en especial postes, mástiles y ductos, en condiciones de mercado. En los casos en que no existiera acuerdo entre las partes, se deberá pedir intervención al ENaCom".

ANSOL intentó conocer la postura de las principales cooperativas de servicios de telecomunicaciones, pero por ahora hay cautela y nadie saldrá a celebrar la medida, a pesar de que el Gobierno Nacional la haya difundido como un beneficio para las entidades.

Los principales referentes están analizando en detalle la medida, sobre todo porque no se modificó la obligación de facilitarles a las empresas de telecomunicaciones la infraestructura que las cooperativas tienen a lo largo y ancho del país. Esto, pudo saber este medio, es un tema clave y trae muchos problemas a la hora de negociar con la competencia.

Sin embargo, el decreto facilita procesos y abre un escenario mejor, aunque insisten: se ratificó la intervención del ENaCom valores muy por debajo de lo que cuesta sostener esa dotación.

El marco legal que respalda estas reformas es la Ley de Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos (N.º 27.742), que declaró la emergencia pública en múltiples áreas, entre ellas la administrativa y económica. En ese contexto, el Poder Ejecutivo quedó habilitado para modificar o suprimir competencias de organismos públicos creados por ley, siempre que se enmarque en los objetivos de simplificación y eficiencia administrativa.

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