La historia continuó con mi padre, quien también compró el diario todos los días. En los peores momentos de la década del 70, cuando en casa no había un mango, el diario nunca faltó. Era Tito, el diariero, quien se encargaba de dejarnos La Capital para que en casa se leyera, y al día siguiente pasaba a buscarlo para la devolución. Este ritual duró menos de un año, pero el matutino de Rosario nunca dejó de pasar bajo la puerta.
La democracia trajo consigo una de las mejores etapas para el diario, bajo la dirección de Gary Vila Ortiz. En ese período, se incorporaron muchos de los periodistas que aún resisten en la redacción, y otros debieron aceptar un retiro involuntario. Fueron los mejores momentos del matutino, cuando los cables de agencias se enriquecían con fuentes propias y la visión de los corresponsales. Para La Capital, era fundamental que sus periodistas firmaran las noticias sobre lo que ocurría semanalmente en la ciudad, el Concejo y el Congreso santafesino. Hoy, esas columnas ya no existen. También quedó en desuso su lema 'Las columnas de La Capital pertenecen al pueblo'.
El diario fundado por Ovidio Lagos pasó 130 años en manos de la familia Lagos, incluyendo a la olvidada Nora Lagos, quien estuvo al frente desde 1953 hasta 1955, cuando fue encarcelada tras el golpe militar que derrocó a Juan Domingo Perón. En los años ’90, representantes del diario La Nación llegaron a Rosario para explorar la posibilidad de comprarlo. Aunque hubo una due diligence, esta no convenció a Bartolomé Mitre y sus socios. Finalmente, en 1997, el diario fue vendido a Daniel Vila y José Luis Manzano, propietarios de Multimedios América. Más tarde se sumó Orlando Vignatti. Cuando Agustín Vila le dijo a su padre que ya no tenía sentido mantener diarios impresos, cerraron UNO Mendoza, UNO Santa Fe y pusieron en venta La Capital. Así, apareció un nuevo jugador: Gustavo Scaglione, quien, junto a varios socios, compró el multimedios. Años después, nombró a su hijo, Vito Scaglione, como CEO del diario.
La historia del diario dio un giro significativo cuando cerró su imprenta, con decenas de despidos, y pasó a depender de los tiempos de AGL (Artes Gráficas del Litoral) en Sauce Viejo. Desde entonces, se produjeron cierres de edición anticipados y, en muchas ocasiones, los hechos ocurrían sin que el papel los reflejara. La Capital solía marcar la agenda de los medios cada día. Hoy, eso ya no ocurre
En esta nueva etapa, los cambios se profundizaron. Suplementos como Educación, único en su tipo en el país, Señales y otros dejaron de imprimirse. Revistas y secciones, como Internacionales, desaparecieron. Recientemente, se acordaron de que habían eliminado las Cartas de Lectores y decidieron revivirlas con una página semanal. Tampoco tienen espacio las carteleras de cine y teatro.
La Capital, el decano de la prensa argentina, hoy tiene menos páginas, hay menos color y más blanco y negro. Abunda la información copiada y pegada de las gacetillas de los gobiernos municipales y provinciales. Las publinotas se han multiplicado, y la producción propia de notas, con diversas fuentes, se ha reducido considerablemente.
El futuro de los diarios impresos parece cada vez más incierto, ya que lo digital ha relegado al papel a un consumo marginal, principalmente entre los adultos mayores, quienes suelen ser los más olvidados a la hora de generar contenido que les interese. ¿Qué está haciendo la empresa para ganar nuevos lectores o conservar a los actuales? Poco o nada.
El primer y último diario en papel de Rosario ha perdido su rumbo. Los actuales dueños adquirieron el multimedio por su prestigio y la marca, que cuenta con 157 años de historia en la región.
Hoy, 90 años después de que mi abuelo iniciara esta tradición, yo la termino. He decidido cortar la suscripción diaria, por lo que, en breve, el diario en papel dejará de llegar a casa, al menos de lunes a sábado. Solo mantendré el domingo, y veremos qué ocurre a 90 años de que esta historia familiar comenzara.Claudio Andrés De Luca