El 27 de febrero de 1997, el canal América 2 suspendió sorpresivamente el programa periodístico "Sin límites" que iba a emitir un informe sobre la nueva casa del entonces presidente Carlos Menem en Anillaco. Los conductores del programa, Marcelo Longobardi, Luis Majul, Alfredo Leuco y Román Lejtman, denunciaron que la decisión fue resultado de presiones gubernamentales, específicamente por parte del presidente Menem, quien, según los periodistas, contactó al dueño del canal, Eduardo Eurnekian, para evitar la emisión. El informe, preparado por Lejtman, detallaba la construcción de la casa de Menem, su pista de aterrizaje y otros elementos como una represa y un centro tecnológico. Los periodistas consideraron el episodio como un acto de censura previa. Aunque el vocero presidencial, Raúl Delgado, negó las presiones y ofreció transmitir el programa por otros medios públicos, el hecho suscitó un intenso debate sobre la libertad de prensa en el país. Ante esto Alberto Benegas Lynch (h.) publicó en el diario La Nación, un 5 de marzo de 1997, la siguiente columna de opinión:
El periodismo independientePor: Alberto Benegas Lynch (h.)Durante la fatídica noche del 14 de junio de 1643, el parlamento inglés suspendió la libertad de imprenta. Una medida digna de trogloditas que apunta los dardos al corazón mismo de la civilización, los derechos y la posibilidad del conocimiento, todo lo cual constituye el andamiaje sobre el que se basa la sociedad abierta. Al año siguiente, Milton publicó su célebre alegato en favor de la libertad de expresión, obra maestra de la prosa inglesa que ha significado un mojón invalorable pará todos los espíritus libres.El conocimiento es un proceso que requiere debate, puertas y ventanas abiertas de par en par para discutir, refutar y volver a reformular pensamientos en el contexto de teorías rivales que permiten reducir en algo nuestra ignorancia. Todavía empleamos la expresión "libertad de prensa" debido al síndrome de Gutenberg, pero esta libertad se extiende a todos los medios posibles por los que se pueda canalizar el pensamiento. Esta libertad crucial no solo sirve para ensanchar el conocimiento, sino para establecer límites precisos al poder político en su permanente afán por la extralimitación y el abuso. De ahí la importancia del periodismo independiente; aunque "periodismo independiente" sea un pleonasmo, vale la pena la reiteración como señal de alarma frente a los seudoperiodistas que siempre son cómplices serviles del poder de turno.Libertad de expresión.En 1787, el Congreso de Filadelfia sometió el proyecto de Constitución norteamericano a la consideración de los Estados miembro. Antes y después de su ratificación se suscitó un interesante debate acerca de la necesidad de incorporar una Declaración de Derechos. Esta postura fue principalmente sostenida por los llamados "antifederalistas", quienes, como es sabido, eran más federalistas que los propios personajes que firmaban sus colaboraciones con el seudónimo de Polibius. No se incorporó la Declaración de Derechos a la Constitución original debido a que muchos consideraban una insolencia para con los gobernados el incluir taxativamenteaquello que estaba a buen recaudo debido a los estrictos límites impuestos al poder político. Uno de los escritos de Hamilton en "Los papeles federalistas" (el número 84) constituye un buen ejemplo de este modo de pensar.Finalmente, por la vía epistolar, desde París, Jefferson pudo convencer a James Madison acerca de la razón de los antifederalistas y así, en 1791, se incorporaron las diez primeras enmiendas a la Constitución. La primera de estas enmiendas se refiere a la "libertad de expresión o de prensa" basada en la Declaración de Virginia de 1776, escrita por George Mason, cuyo punto duodécimo reza así: "Que la libertad de prensa es uno de los grandes baluartes de la libertad y no puede ser restringida jamás, a no ser por gobiernos despóticos". A su vez, este principio fundamental reconoce como antecedente inmediato los Commentaries of the Laws of England de sir William Blackstone, quien explica lo devastador que resulta la censura previa, lo cual no es óbice para que recurra a la Justicia quien se sienta lesionado, como siempre como en ex postfacto. Entre nosotros, Alberdi y los constituyentes de 1853 recogieron aquella preocupación.Los problemas atroces de la Justicia y una corrupción impune convierten los fundamentos éticos de una sociedad en un chiste macabroEl poder políticoA un mes del horrendo asesinato de José Luis Cabezas, nos informa La Nación que los periodistas Marcelo Longobardi, Alfredo Leuco, Román Lejtman y Luis Majul denunciaron una presión directa de la presidencia de la República para que no se emita un programa televisivo y no se difunda un informe especial sobre una nueva residencia Anillaco. Cualquiera que sea la derivación de este episodio bochornoso que se denuncia, el hecho constituye una nueva afrenta para las instituciones republicanas. En este caso no solo por la grave amenaza a la libertad de expresión: en lugar de tanta "relación carnal" con los Estados Unidos para poder continuar con la danza colosal del endeudamiento público para financiar pesados gastos estatales y mitigar el abultado déficit fiscal, sería interesante tomar de aquel país el ejemplo de cumplir con la disposición según la cual todos los regalos que recibe el presidente son propiedad de la Nación. La inexistencia de la división horizontal de poderes, los problemas atroces de la Justicia y una corrupción impune convierten los fundamentos éticos de una sociedad abierta en un chiste macabro.He repetido ad náuseam un pensamiento de Whilhem Röpke que resume muy bien nuestro dilema: "La diferencia entre un régimen totalitario y una sociedad abierta no estriba en que en esta última se produzcan más heladeras y hamburguesas. La diferencia se resume en marcos ético-institucionales opuestos. Si perdemos la brújula en el área ética, además, entre otras muchas cosas, nos quedaremos sin hamburguesas y sin heladeras". Gastón Boissier, en su obra "La oposición bajo los Césares", apunta a quienes "la oposición irrita y que, para liberarse de ellos, recurren a los medios de la mayor violencia". En los tiempos modernos el poder ha mejorado ampliamente la hedionda marca de los Césares en cuanto a los procedimientos nauseabundos a que recurren para limitar la libertad de expresión y avanzar sobre las vidas y las haciendas de quienes están supuestos de proteger.Como es sabido, cuándo Alejandro Magno, en Crito, lo encontró a Diógenes tomando sol le dijo que le pidiera cualquier cosa, ya que él se la podía conceder. Diógenes le replicó con la expresión más higiénica y más potente de cuantas registra la historia: "Apártate de mí porqué me haces sombra". Sabiamente, ha señalado Erich Fromm que el que vulgarmente se considera "poderoso" en el ámbito político es psicológicamente débil, puesto que necesita complementar su yo con la incorporación del dominado, mientras que quien rechaza este tipo de poder y tiene la potencia de hacer cosas de modo independiente y sin la fuerza bruta que lo respalde, es el fuerte, es el que puede, es en verdad el poderoso.
Fuente: Diario La Nación